23S: Día internacional contra la explotación sexual y el tráfico de personas

Cuando se habla de la trata de personas con fines de explotación sexual es importante mencionar que es violencia de género, porque el 80% de las personas que la sufren en el mundo son mujeres y niñas, es una violación de los Derechos Humanos y es un delito que está tipificado en el Código Penal.

La trata se define como el traslado de una persona de un lugar a otro a través de la intimidación, la coacción y/o la fuerza para explotarla en beneficio propio, ya sea laboralmente, sexualmente, para la mendicidad, para cometer actos delictivos o para matrimonios forzados. Es la esclavitud de este tiempo.

Es una realidad compleja en la que no se puede hablar de una sola causa, pero los datos nos indican que está relacionada con cuestiones económicas, sociales, con la desigualdad que existe en el mundo, sobre todo hacia las mujeres. La feminización de la pobreza está invisibilizada y hay mucha impunidad en este delito, el machismo y el patriarcado favorecen la violencia extrema. La pobreza por sí misma no va a hacer que una mujer sea víctima de trata, hay muchos factores que las ponen en una situación de vulnerabilidad y eso es lo que permite que se produzca esta violencia. Además, es uno de los negocios más lucrativos del mundo, después del tráfico de droga está la trata de personas.

23 de Septiembre: Día Internacional contra la explotación Sexual y el Tráfico de Mujeres

Las mujeres que han vivido trata y explotación muchas veces entran en ella por un deseo de mejorar su situación o de huir de otro tipo de violencias. Por ejemplo, ahora que nos encontramos en una situación donde hay muchas personas que solicitan asilo, mujeres que salen huyendo de situaciones de violencia en la pareja se encuentran con la trata, huyen de una violencia para encontrarse con otra.

La situación en la que se encuentran las mujeres en el mundo permite que los diferentes tipos de violencia contra ellas existan y se perpetúen La objetivización del cuerpo de las mujeres, sobre todo, cuando estamos hablando de trata con fines de explotación sexual, es una parte importante de la violencia simbólica, todas las ideas que existen en torno al consumo de los cuerpos de las mujeres, todos estos mandatos y estereotipos que existen de los cuerpos de las mujeres.

Es un delito que queda impune, en España no hay cifras exactas. Un informe del CITCO (Centro de Inteligencia contra el Terrorismo y el Crimen Organizado) identificó en 2017 a más de 10.000 personas en riesgo de trata, aunque al no constar denuncias por parte de las victimas las cifras oficiales se reducen a una fracción ínfima de esta cifra. A nivel mundial se calcula que entre 10 y 21 millones de personas son víctimas de trata. Además de las cifras es importante entender que hay una desigualdad entre el Norte y el Sur global. Generalmente pensamos en las mujeres migrantes como las víctimas, pero también es algo que pasa dentro de muchos países y el denominador común es que las víctimas siempre son las mujeres que se encuentran en mayor vulnerabilidad.

El impacto que sufren las mujeres que han sido víctimas de trata son daños en todos los ámbitos de su salud: física, psicológica y social Se pueden recuperar, pero requieren un tratamiento, una intervención y un apoyo especializado: nos encontramos ante víctimas que padecen un miedo intenso porque los explotadores amenazan y maltratan física, psicológica y sexualmente a las mujeres, pero también amenazan a sus familias. Esto es muy complejo, ya que aquí se puede garantizar la protección de la mujer, pero no de la familia que está en el lugar de origen, y de ello se aprovechan las mafias para evitar ser denunciadas ante las autoridades. Por ello es necesario entender, y que las autoridades y el legislador entiendan que hay mujeres que no quieren denunciar. De hecho, en el marco legal hay algunas figuras que pueden favorecer que sean protegidas si son identificadas, pero ese proceso de identificación lo hace la policía directamente, lo que dificulta estos procesos por el miedo de las víctimas a ser expulsadas del país. Todavía falta dar capacitación a todos los agentes y cuerpos de seguridad, pero también a todas las personas que trabajan en el proceso de la denuncia y el juicio. Hay mucha revictimización en este ámbito, ya que el testimonio de la víctima es la prueba principal en muchos casos para que se confirme que ha sido producido este delito, y a menudo no se comprende que las posibles incoherencias en esos testimonios son un efecto sobre la memoria que se ve afectada por todo el impacto psicológico.

Generalmente las mujeres explotadas viven todos los síntomas postraumáticos que tienen que ver con la reexperimentación de todos los maltratos y abusos que han sufrido. Los efectos que pueden presentarse son síntomas de depresión, de ansiedad, la salud psicológica se ve profundamente dañada y hay una inseguridad vital sobre su capacidad para reconstruir su vida frente a los demás y frente a ella misma. La autoestima también se ve dañada y hay una dificultad muy grande para poder volver a confiar en las personas, en poder vincularse y relacionarse con otras personas desde la intimidad.

Existen recursos de intervención desde el ámbito público, pero son insuficientes. A nivel de medidas de protección se ha avanzado mucho en torno a poder denunciar, pero tampoco es suficiente porque no hay prevención y educación a nivel de la sociedad.

Las medidas que se deberían tomar son: atender, revertir, perseguir y concienciar a toda la sociedad en torno a esta lacra. Aún hay mucho camino por recorrer, pero sí que ha habido algunos cambios, por ejemplo, que las mujeres migrantes puedan denunciar sin ser expulsadas.

La trata y la explotación sexual son delitos graves que desintegran las vidas de las personas. Es nuestro deber terminar con esta forma de esclavitud como sociedad, dejando de consumir y objetivizar los cuerpos de las mujeres y reclamando a nuestros representantes medidas eficaces que protejan a las víctimas y persigan a las mafias que se lucran a través del sufrimiento ajeno.

Las mujeres no son territorios de conquista. No se explotan. No se venden.

Después del tráfico de drogas y de armas, la trata de personas constituye el negocio transnacional que genera mayores dividendos. Quienes caen en las redes de los tratantes, pueden enfrentar la explotación sexual, distintas formas de trabajo esclavo y mendicidad forzada, y abusos de todo tipo, perdiendo sus derechos más básicos, como la libertad, la seguridad y el derecho a vivir sin ser objeto de violencias.