Una mujer significativa en mi vida

Adoración Díaz Castro

Adoración Díaz Castro
Adoración Díaz Castro

No sabía leer ni escribir porque nunca fue a la escuela. Nació en la isla de La Palma en el pueblo de Tazacorte en 1907, con tres hermanos de cuatro padres distintos a los que cuidaba. A los 9 años se vino «a servir» a Tenerife, a los 11 conoció al hombre con el que se casó, tras un largísimo noviazgo, y del que se convirtió en viuda para toda la vida cuando lo fusilaron en el barranco de El Hierro en 1937. Tuvo dos hijas, una murió de meningitis a muy corta edad, y de ella llevo el nombre. La otra casi la pierde por la difteria y es mi madre.

Pluriempleada con varios trabajos de temporada con los que garantizaba más o menos los ingresos del año, consiguió pagar la hipoteca de la casa que había construido con su marido y cotizar para ganar una pensión cuando se jubiló a los sesenta años, porque cerraron la fábrica donde con un martillo y clavos confeccionaba las cajas para la exportación del tomate y el plátano. En esa última época aprendió a escribir apenas su nombre en los cursos del PPO del final del franquismo, ese que le arrebató al marido y la vistió de negro durante el resto de su vida.

Una mujer independiente, valiente, con mucho genio y que vivió también con mucho miedo, pero que marcó mi niñez. A todas partes me llevaba con ella y no hay muchos recuerdos de aquella época, ni fotos tampoco, en los que no estuvieramos juntas. Preocupada porque estudiara, nunca me faltó el material que en la escuela me solicitaban y era de las primeras en llevarlo. También preocupada por «mi reputación», me esperaba alguna vez en la esquina de casa cuando llegaba más tarde de las nueve, que era mi hora de recogida. En mi adolescencia alguna discusión tuvimos por ello, aunque siempre fui muy cumplidora. No tenía demasiadas tentaciones para violar la hora de queda y no quería digustarla. Era yo por entonces más fácil de chantajear emocionalmente, socializada como mujer en aquella cultura post-franquista de finales de los años 70. También discutíamos mucho por ello, porque en temperamento nos parecíamos.

Adoración Díaz Castro
Adoración Díaz Castro

Mi abuela Adoración fue el referente de mi niñez y mi heroína. Solo cuando tuve años suficientes, y siempre a retazos porque no fue fácil levantar el velo del silencio que envolvía los detalles de lo vivido durante la gurra y la posguerra, comprendí lo muy fuerte que había sido esta mujer para soportar la dureza de una vida marcada por el miedo y el sufrimiento. Hoy mi hija lleva su nombre.