Una reflexión personal sobre la enseñanza por competencias

Competencias clave para la educación permanente del siglo XXI

A Heráclito se le atribuye la idea de que en la Naturaleza todo es un continuo fluir, nada permanece y todo cambia. Esta concepción dinámica de la realidad como procesual está inserta en la ciencia moderna, frente a las concepciones fijistas aristotélicas, tanto planteadas desde la física, en relación con la concepción de que todo tiende a buscar su lugar natural y permanecer en él según el orden de los elementos que lo componen, como en biología donde las gallinas son gallinas desde siempre, y además sin acto creador previo alguno. El concepto de inercia galileano y el evolucionismo darwiniano pusieron patas arriba hace ya mucho tiempo esta concepción confortable del universo físico, tan acorde con nuestras zonas de confort personal. La naturaleza aborrece el inmovilismo tanto como los seres humanos soportamos los cambios en nuestras rutinas. No obstante los cambios naturales tienen ritmos propios muy diferentes, no siendo lo mismo cuando hablamos de edades geológicas o de evolución biológica. La formación de los planetas, el movimiento de los continentes, la evolución de las especies y la mutación de los virus se miden con escalas temporales muy diferentes.

Aplicando este hilo argumental a la revolución tecnológica encontramos un patrón de cambio continuo que presenta dos factores de gran relevancia con muchas similitudes a los fenómenos virales. El primero es que tiene un patrón de crecimiento uniformemente acelerado. El segundo es que tiene un impacto directo y brutal en las sociedades humanas, generando consecuencias cuya impredecibilidad resulta aterradora y difícil de asimilar para la mente humana, diseñada para buscar y acomodarse a rutinas y patrones.

Se preguntarán a qué viene toda esta reflexión y qué relación puede tener con el aprendizaje por competencias. La evolución de las sociedades modernas industrializadas hacia sociedades del conocimiento globalizadas y multiculturales, propiciadas por la revolución tecnológica en el campo de las tecnologías de la comunicación y la información, imponen ritmos de adaptación de los individuos en los planos personal, social y laboral a los que no responden los sistemas instruccionales tradicionales. Ya ni siquiera aquellos progresivos e innovadores de finales del siglo XX. En ese sentido se impone un cambio de paradigma, no sólo metodológico o de estrategias, o de estilos de enseñanza-aprendizaje, al menos  en la medida en que sigamos queriendo defender que la igualdad de oportunidades puede conseguirse a partir de un sistema sanitario y educativo que garantice el modelo político originado en la ilustración y mediatizado por los movimientos sociales de los siglos XIX y XX.

 No obstante, este nuevo paradigma o modelo educativo no puede basarse sólo en cambios institucionales y políticas educativas para diseñar un sistema de enseñanza formal sino que incorpora necesariamente todo tipo de aprendizajes, no formales e informales, entornos personales  que generan por sí mismos, de forma natural los ciudadanos, propiciados precisamente por las tecnologías que lo motiva.

En cuanto a la enseñanza instruccional para el siglo XXI debe servir para adaptarse al dinamismo de las sociedades para las que prepara y socializa, y debe por ello mismo ser flexible. El concepto de competencias clave en la enseñanza obligatoria, como condiciones necesarias pero no suficientes para la formación integral del ciudadano en todas sus dimensiones, responde muy bien a la nueva realidad social que se enfrenta.  Preparar para el aprendizaje a lo largo de toda la vida no es asimilable a transmitir conocimientos, destrezas y actitudes básicas sobre las cuales se puedan construir otras más complejas. Entre otras cosas porque plantear el desarrollo competencial como una línea de continuidad de lo simple a la complejo no responde a la realidad disruptiva de las sociedades modernas,  cuando el desarrollo científico-tecnológico es impredecible, incluso en sus tendencias, y con un ritmo exponencial.

Con independencia de los necesarios cambios que haya que afrontar por parte de las administraciones y responsables, el  profesorado debe plantearse el reto de salir de la zona de confort para enfrentar esta nueva realidad y asegurar la equidad, lo que constituye una responsabilidad  ineludible dentro de la deontología que debe presidir su práctica profesional, y en esta línea la incorporación del nuevo paradigma de enseñanza por competencias clave se constituye en una oportunidad.