Sobre Educación de Personas Adultas II

El aprendizaje permanente de los docentes y la educación para la ciudadanía

El aprendizaje a lo largo de la vida, aunque no es un concepto nuevo, pues los seres humanos estamos en construcción permanente a través de la experiencia, se constituye en una acuciante necesidad para los ciudadanos del siglo XXI. Vivir en las sociedades de la información y el conocimiento nos obliga a estar sometidos a un reciclaje permanente para responder a los ritmos de crecimiento y obsolescencia de la información impuestos por la revolución tecnológica.

Esta realidad se aplica a todos los profesionales, pero aquí nos interesa plantearnos la situación de aquellos que tienen precisamente la responsabilidad de preparar a la ciudadanía para enfrentar estos nuevos retos haciendo ejercicio de la competencia para aprender a aprender (CPAA). Todo el profesorado, y de forma muy relevante aquel que se ocupa de las enseñanzas de personas adultas, debe realizar el doble ejercicio de abordar su desarrollo profesional y de facilitar el de otros, dentro del contexto del aprendizaje a lo largo de la vida. Esto es así porque la enseñanza constituye en estos momentos uno de los campos profesionales donde combatir la obsolescencia profesional se hace más patente y necesario. En la docencia el cambio se aprecia tanto en el rol del profesor, que deja de ser un transmisor de información para convertirse en facilitador del aprendizaje, como en la revolución metodológica desencadenada al incorporar las TIC (Tecnologías de la Información y la Comunicación) en relación directa con las TAC (Tecnologías del Aprendizaje y el Conocimiento) y las TEP (Tecnologías del Empoderamiento y la Participación). A través de esta combinación tripartita que supone el empleo metodológico de la tecnología con valor no solo instrumental (TIC), sino también significativo (TAC) y, sobre todo, con un verdadero impacto social (TEP), se abre un camino para superar definitivamente un modelo educativo decimonónico y convertir las aulas en lugares dinámicos que respondan a las necesidades educativas de los ciudadanos del siglo XXI.

Parte de este proceso de transformación del trabajo docente es responsabilidad directa del profesorado, para quien la formación permanente es tanto un derecho como una obligación. El ejercicio de ese derecho se le tiene que facilitar por parte de las instancias públicas y privadas que le contratan, las mismas que tienen que exigirle de forma directa el desempeño de la obligación. Pero también es una exigencia, aunque más difusa, de la sociedad y la ciudadanía dado que el trabajo que desarrolla este colectivo profesional tiene una relevancia extrema como agente socializador o resocializador. Si entendemos como Paulo Freire que la educación verdadera «es praxis, reflexión y acción del hombre sobre el mundo para transfomarlo«, o con Emile Durkheim que la educación debe socializar y transmitir la cultura asegurando la cohesión social y la construcción de la ciudadanía, se hace necesario reconocer el valor social de los profesionales dedicados a la educación, sobre todo, cuando se habla de la educación de personas adultas que constituye la “última frontera” de oportunidad educativa para algunos y la posibilidad de “mantenernos en el mundo” para todos, en una sociedad de alfabetizaciones múltiples e infoxicación o sobrecarga informativa que obliga a una actualización permanente. Un reconocimiento en el que se debe insistir si se estima que es un hecho constatado la correlación existente entre los parámetros de calidad del sistema educativo de los distintos países y el prestigio otorgado a la profesión docente, con el consiguiente impacto en la cohesión y desarrollo social, que incluye aspectos también políticos y económicos.

Cuestión más complicada y controvertida es cómo implementar un sistema eficiente de formación permanente para el profesorado capaz de superar modelos también obsoletos. Cómo establecer una formación permanente de los docentes que responda a sus necesidades de aprendizaje a lo largo de la vida a través del desarrollo de la competencia para aprender a aprender de estos profesionales. No podemos repetir para el reciclaje profesional los mismos sistemas transmisores de información, lentos y rápidamente obsolescentes, y los mismos esquemas metodológicos y organizativos que se pretende combatir. Por tanto, esta formación tiene que ser dinámica y flexible, debe involucrar formación permanente en competencia digital docente en TIC, pero también utilizando un enfoque de TAC y que tenga como referentes las TEP. Una formación que explore todas las vías: formal, informal y no formal; y dirigida a la construcción de los entornos personales de aprendizaje (PLE) de los docentes.

En esa dirección, aunque no la única, la construcción de comunidades de aprendizaje profesional se constituyen en una alternativa de gran valor y las redes sociales, como los lugares que nos facilitan encontrarlas, en instrumentos relevantes para explorar. Y en la medida en que constituyen «comunidades», donde se aprende entre iguales a través de un compromiso colectivo para la mejora profesional, se constituyen también en entornos colaborativos privilegiados para dar evidencia de los valores que deben desarrollarse en la educación para la ciudadanía.

Publicado en EPALE (blog: 14 de abril 2019 ): https://ec.europa.eu/epale/es/blog/el-aprendizaje-permanente-de-los-docentes-y-la-educacion-para-la-ciudadania