Comprensión lectora: El Lazarillo de Tormes (3º ESO E)

En las semanas anteriores hemos leído y trabajado algunas cuestiones del Tratado Primero de El Lazarillo de Tormes. Hoy, día 21 de mayo, vamos a continuar con la lectura de esta obra con el primer fragmento del Tratado Segundo. Léelo atentamente, consulta en el diccionario rae.es las palabras que no entiendas (las palabras en negrita las tienes aclaradas al final del texto) y contesta después las cuestiones que se te plantean al final. Debes enviármelas para su corrección en un documento de word al correo pidolapalabrasite@gmail.com.

TRATADO SEGUNDO (1ª parte)

Cómo Lázaro se asentó con un clérigo, y de las cosas que con él pasó

Otro día, no pareciéndome estar allí seguro, fuime a un lugar que llaman Maqueda, adonde me toparon mis pecados con un clérigo que, llegando a pedir limosna, me preguntó si sabía ayudar a misa. Yo dije que sí, como era verdad; que, aunque maltratado, mil cosas buenas me mostró el pecador del ciego, y una dellas fue esta. Finalmente, el clérigo me recibió por suyo.

Escapé del trueno y di en el relámpago, porque era el ciego para con este un Alejandro Magno, con ser la mesma avaricia, como he contado. No digo más, sino que toda la laceria del mundo estaba encerrada en este. No sé si de su cosecha era, o lo había anejado con el hábito de clerecía.

Él tenía un arcaz viejo y cerrado con su llave, la cual traía atada con un agujeta del paletoque, y en viniendo el bodigo de la iglesia, por su mano era luego allí lanzado, y tornada a cerrar el arca. Y en toda la casa no había ninguna cosa de comer, como suele estar en otras algún tocino colgado al humero, algún queso puesto en alguna tabla o en el armario, algún canastillo con algunos pedazos de pan que de la mesa sobran; que me parece a mí que, aunque dello no me aprovechara, con la vista dello me consolara.

Solamente había una horca de cebollas, y tras la llave, en una cámara en lo alto de la casa. Destas tenía yo de ración una para cada cuatro días; y cuando le pedía la llave para ir por ella, si alguno estaba presente, echaba mano al falsopeto y con gran continencia la desataba y me la daba diciendo:

-Toma, y vuélvela luego, y no hagáis sino golosinar.

Como si debajo della estuvieran todas las conservas de Valencia, con no haber en la dicha cámara, como dije, maldita la otra cosa que las cebollas colgadas de un clavo; las cuales él tenía tan bien por cuenta, que si por malos de mis pecados me desmandara a más de mi tasa, me costara caro. Finalmente, yo me finaba de hambre.

Pues, ya que conmigo tenía poca caridad, consigo usaba más. Cinco blancas de carne era su ordinario para comer y cenar. Verdad es que partía comigo del caldo, que de la carne, ¡tan blanco el ojo!, sino un poco de pan, y ¡pluguiera a Dios que me demediara!

Los sábados cómense en esta tierra cabezas de carnero, y enviábame por una que costaba tres maravedís. Aquella le cocía y comía los ojos y la lengua y el cogote y sesos y la carne que en las quijadas tenía, y dábame todos los huesos roídos, y dábamelos en el plato, diciendo:

-Toma, come, triunfa, que para ti es el mundo. Mejor vida tienes que el Papa.

«¡Tal te la dé Dios!», decía yo paso entre mí.

A cabo de tres semanas que estuve con él, vine a tanta flaqueza que no me podía tener en las piernas de pura hambre. Vime claramente ir a la sepultura, si Dios y mi saber no me remediaran. Para usar de mis mañas no tenía aparejo, por no tener en qué dalle salto; y aunque algo hubiera, no podía cegalle, como hacía al que Dios perdone, si de aquella calabazada feneció, que todavía, aunque astuto, con faltalle aquel preciado sentido, no me sentía; mas estotro, ninguno hay que tan aguda vista tuviese como él tenía.

Cuando al ofertorio estábamos, ninguna blanca en la concha caía que no era dél registrada: el un ojo tenía en la gente y el otro en mis manos. Bailábanle los ojos en el casco como si fueran de azogue. Cuantas blancas ofrecían tenía por cuenta; y acabado el ofrecer, luego me quitaba la concheta y la ponía sobre el altar.

No era yo señor de asirle una blanca todo el tiempo que con él viví o, por mejor decir, morí. De la taberna nunca le traje una blanca de vino, mas aquel poco que de la ofrenda había metido en su arcaz compasaba de tal forma que le duraba toda la semana, y por ocultar su gran mezquindad decíame:

-Mira, mozo, los sacerdotes han de ser muy templados en su comer y beber, y por esto yo no me desmando como otros.

Mas el lacerado mentía falsamente, porque en cofradías y mortuorios que rezamos, a costa ajena comía como lobo y bebía más que un saludador.

Y porque dije de mortuorios, Dios me perdone, que jamás fui enemigo de la naturaleza humana, sino entonces. Y esto era porque comíamos bien y me hartaban. Deseaba y aun rogaba a Dios que cada día matase el suyo. Y cuando dábamos sacramento a los enfermos, especialmente la extremaunción, como manda el clérigo rezar a los que están allí, yo cierto no era el postrero de la oración, y con todo mi corazón y buena voluntad rogaba al Señor, no que le echase a la parte que más servido fuese, como se suele decir, mas que le llevase de aqueste mundo.

Y cuando alguno de estos escapaba, ¡Dios me lo perdone!, que mil veces le daba al diablo; y el que se moría, otras tantas bendiciones llevaba de mí dichas. Porque en todo el tiempo que allí estuve, que sería cuasi seis meses, solas veinte personas fallecieron, y estas bien creo que las maté yo o, por mejor decir, murieron a mi recuesta; porque viendo el Señor mi rabiosa y continua muerte, pienso que holgaba de matarlos por darme a mí vida. Mas de lo que al presente padecía, remedio no hallaba; que si el día que enterrábamos yo vivía, los días que no había muerto, por quedar bien vezado de la hartura, tornando a mi cuotidiana hambre, más lo sentía. De manera que en nada hallaba descanso, salvo en la muerte, que yo también para mí, como para los otros, deseaba algunas veces; mas no la vía, aunque estaba siempre en mí.

Pensé muchas veces irme de aquel mezquino amo, mas por dos cosas lo dejaba: la primera, por no me atrever a mis piernas, por temer de la flaqueza que de pura hambre me venía; y la otra, consideraba y decia: «Yo he tenido dos amos: el primero traíame muerto de hambre y, dejándole, topé con estotro, que me tiene ya con ella en la sepultura. Pues si deste desisto y doy en otro más bajo, ¿qué será sino fenecer?».

Con esto no me osaba menear, porque tenía por fe que todos los grados había de hallar más ruines; y a abajar otro punto, no sonara Lázaro ni se oyera en el mundo.

  • Alejandro Magno: considerado símbolo de generosidad.
  • laceria: miseria.
  • anejado: adquirido.
  • arcaz: arca grande.
  • agujeta: cinta de ajustar prendas de vestir.
  • paletoque: capotillo largo y sin mangas.
  • bodigo: panecillo llevado como ofrenda a las iglesias.
  • humero: cañón de la chimenea.
  • horca: ristra.
  • falsopeto: bolsillo en el entreforro del vestido.
  • golosinar: golosinear.
  • conservas: frutas endulzadas (las de Valencia eran muy apreciadas).
  • finaba: moría
  • ordinario: su gasto diario.
  • pluguiera: placiera.
  • paso: en voz baja.
  • dalle salto: darle asalto.
  • estotro: este otro.
  • concha: especie de bandeja.
  • azogue: mercurio.
  • señor de: capaz de
  • compasaba: distribuía.
  • lacerado: miserable.
  • saludador: curandero que pretende saber curar la rabia.
  • recuesta: petición.
  • vezado: acostumbrado.
  • vía: veía.

A continuación, responde las siguientes cuestiones. Recuerda que las respuestas has de buscarlas en el texto, no en Internet:

  1. Después de abandonar al ciego, Lázaro entra a servir a un clérigo muy avaro. ¿En qué lugar se encuentra?
  2. ¿Por qué acepta el clérigo a Lázaro?
  3. ¿Qué come el clérigo y qué deja para Lázaro?
  4. ¿Por qué se alegra Lázaro de que muera la gente?
  5. ¿Por qué dos razones no abandona Lázaro al clérigo?

Mucho ánimo y no dejes de leer. Un saludo afectuoso de tu profesora del Ámbito Sociolingüístico, Raquel Almeida.

Comprensión lectora (1º ESO A y C)

Hoy, día 21 de mayo, te propongo que hagas algunas actividades sobre un texto teatral o dramático de Enrique Jardiel Poncela, que fue un dramaturgo madrileño que obtuvo gran éxito gracias al empleo de un humor basado en malentendidos, diálogos absurdos y acciones ilógicas de personajes muy peculiares. Tienes este fragmento en la página 218 de tu libro de texto. Te lo copio también a continuación.

Una tila para beber

(Elisa, sentada en el diván, llora perdidamente, inútilmente consolada por Margarita y Emiliano. Florencia, en pie, aguarda con una taza de tila en una bandejita).

EMILIANO: ¡Ánimo, Elisa!

MARGARITA: Vamos, mamá, tranquilízate.

ELISA: ¿Cómo quieres que me tranquilice, hija mía? ¡Si nos van a matar a disgustos! ¿Qué día es hoy? ¿Viernes?

EMILIANO: No. Martes.

ELISA: (Volviéndose a ellos, más llorosa que nunca). ¡Ah! Martes… ¿Veis cómo tengo yo razón cuando digo que los sábados son para mí días de mala suerte?

EMILIANO: (Aparte). ¡Anda, morena!

FLORENCIA: Tómese esta tila… (Brindándole la taza).

ELISA: ¿Cómo se toma la tila?

MARGARITA: Bebida, mamá.

ELISA: ¡Ay Dios del alma, qué cruz!… Pero ¿qué he hecho yo para merecer a la vejez este castigo? Y el cuadro aquel… (Señalando). Ponlo derecho, Emiliano, que ya sabes que no puedo aguantar nada torcido, hombre…

EMILIANO: En seguida. (Obedece). Este es fácil. Lo malo fue ayer, en el salón, que se empeñó en ver derecha la fotografía de la torre de Pisa.

ELISA: ¡Qué desgracias más grandes! (A Florencia). ¿Qué has dicho que es esto?

FLORENCIA: Tila, señora.

ELISA: ¿Para beber?

MARGARITA: Sí, claro, mamá; para beber.

EMILIANO: (Aparte). ¡Pobre señora! Está hecha un barullo.

MARGARITA: Anda, tómatela… (Elisa se la toma a sorbitos).

ENRIQUE JARDIEL PONCELA. Cuatro corazones con freno y marcha atrás, Vicens Vives.

Realiza a continuación las siguientes actividades en un documento de word y envíamelas a pidolapalabrasite@gmail.com.

  1. Explica con tus palabras lo que sucede en este fragmento.
  2. ¿Qué personajes intervienen?
  3. A partir de sus intervenciones, ¿cómo dirías que es Elisa?
  4. ¿Qué informaciones aportan las acotaciones en este fragmento?

Mucho ánimo y no dejes de leer. Un saludo de tu profesora de Lengua Castellana y Literatura, Raquel Almeida.