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Comunicación

Prácticas sociales con la cultura escrita en el ámbito escolar y desarrollo de la competencia comunicativa del alumnado

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Prácticas sociales con la cultura escrita en el ámbito escolar y desarrollo de la competencia comunicativa del alumnado

D’angelo Menéndez, Estela Josefa (Profesora en Universidad Complutense de Madrid Asociación Española de Lectura y de Escritura (AELE) Universidad Complutense de Madrid)

Las sociedades actuales ofrecen a los alumnos y las alumnas variadas oportunidades para que desarrollen su competencia comunicativa, la escuela continúa siendo la responsable de garantizar la equidad en el acceso y el uso de la cultura escrita de todos. Desde esta perspectiva, a lo largo de la conferencia se analizan prácticas de conversación, lectura y escritura que colaboran con esta función inclusiva del ámbito escolar

Desarrollo

A partir de que las pantallas comenzaran a transmitir y multiplicar las culturas escritas en variados usos sociales, la textualidad electrónica retroalimentó el uso habitual de discursos que, plegados en espacios digitales, se leen y se escriben en un mismo soporte, la pantalla iluminada, y en las formas que cada uno decide. Esta revolución tecnológica modeló (y remodela constantemente) las culturas lingüísticas que usan y recrean los distintos grupos poblacionales, principalmente los y las jóvenes en contextos no formales de aprendizaje. Así, entre otros muchos cambios, se diversificaron los modos de leer y de escribir utilizando un mismo dispositivo; se incrementó la interrelación de lenguajes –lingüístico, gráfico, animación, filmación, musical, etc.– en el contexto textual; se afianzó la lectura discontinua mediante la búsqueda de palabras clave y/o rúbricas temáticas del fragmento textual que interese en cada caso; se generaron nuevos discursos y formas de clasificarlos y jerarquizarlos; se instaló en la vida cotidiana la interacción en línea; etc. Evidentemente, la competencia entre la “galaxia de Gutemberg” y el cine o la televisión ya no domina la realidad de nuestro presente, ni los hábitos de lectura y de escritura heredados resultan suficientes para desarrollar la competencia en comunicación lingüística pues los contextos configuran las prácticas de la alfabetización y, a su vez, cambian las relaciones entre la escritura y la lectura. Por tanto, la alfabetización, en tanto conjunto de prácticas integradas en contextos, está en constante evolución y las exigencias para determinar si los individuos están, o no, alfabetizados, ya no las indica la escuela en solitario sino el uso que los mismos hagan de las culturas escritas en distintas situaciones sociales. Consecuentemente, la escuela no es la única institución que contacta al alumnado con las culturas escritas pues, evidentemente, comparte esta función con otras instituciones, principalmente con las redes sociales. No obstante, continúa siendo la responsable de acercar con equidad el mundo escrito a todo el alumnado, en el marco de situaciones significativas, con la intención de que todos muestren curiosidad por la lectura y la escritura. En este sentido, es pertinente que, en los contextos escolares, el alumnado experimente el uso genuino del lenguaje y que aborde procesos de reflexión metalingüística como alternativa para descubrir el funcionamiento de las lenguas y el sentido de la lectura y la escritura en diversas situaciones comunicativas. Esta propuesta excede la dinámica de las clases de Lengua pues, evidentemente, se lee y se escribe en todos los ámbitos curriculares. Por ejemplo, aprender ciencias comporta “aprender a hablar, escribir y leer ciencias” y, al mismo tiempo, aprender a hablar, escribir y leer. Por ello, todo docente es enseñante de Lengua pudiendo aportar al desarrollo de la competencia en comunicación lingüística de su alumnado tan solo proponiéndole resolver situaciones comunicativas utilizando el conocimiento lingüístico del que cada uno dispone. Se requiere, por tanto, que la enseñanza no se centre en resolver ejercicios lingüísticos sino en el uso constante y sostenido del lenguaje escrito. Este planteamiento tiene vigencia con todas las tecnologías de escritura, tanto el lápiz y el papel como las actuales.

El matiz que puede movilizar un cambio en este campo está marcado por el hecho de que se pusiera en evidencia, durante los últimos años, la base social e interactiva que caracteriza cualquier proceso de aprendizaje. De acuerdo con esta línea, las estrategias de aprendizaje centradas en prácticas sociales muestran su eficacia en tanto constituyen auténticas experiencias relacionadas con el uso de la lectura y la escritura. El modelo competencial aporta alternativas en esta dirección. Por su parte, los informes de evaluación derivados de este modelo permiten, con sus posibilidades y límites, focalizar los puntos fuertes y débiles del desarrollo competencial del alumnado y, consecuentemente, orientar al profesorado para el diseño y la coordinación de proyectos que incidan en la mejora de la situación detectada. Es decir, todo proceso de evaluación focaliza las transformaciones que se experimentan tanto en el alumnado como en el profesorado.

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