
Texto: José Miguel Perera Santana
MARÍA JOAQUINA VIERA Y CLAVIJO
(1737-1819)
Es la amistad un lazo
con que se identifican
dos personas, haciendo
un mismo corazón, un alma misma.

María Joaquina Viera y Clavijo es considerada a día de hoy la primera mujer escritora de la tradición literaria de Canarias (hay otros nombres femeninos anteriores, pero de los que apenas se conservan textos). Nació en el Puerto de la Cruz (Tenerife) en 1737 dentro de un grupo familiar con importantes creencias religiosas, lo que marcará enormemente la personalidad de la artista. Además, el hecho de pertenecer a una familia pudiente va a propiciar que obtuviera una educación significativa, algo relativamente excepcional para las mujeres de su época. Es precisamente su condición femenina de soltera la que hará que, mientras la mayor parte de su familia viva en La Laguna, tenga que acompañar a su madre enferma en los sanos aires del Puerto de la Cruz, hasta que fallece, poco antes de la muerte de su padre en la capital lagunera. En la misma línea de interpretación, la vuelta de su hermano de Madrid –el gran intelectual canario del siglo XVIII José de Viera y Clavijo– obligará a que lo acompañe a cumplir, a partir de 1784, sus funciones eclesiales en la isla de Gran Canaria, donde ambos vivirán hasta el final de sus días. Ella morirá en 1819, dejando un testamento que hoy es fuente principal para conocer información relevante de su figura.
En el primer periodo lagunero tiene contacto con los ambientes ilustrados, y va a ser en este momento cuando comience a aprender y a ejercitar sus inquietudes artísticas. Una de estas actividades fue la escultura, afición a la que ella misma alude en sus propios versos (será en Canarias una de las primeras mujeres que realice este arte, y uno de sus maestros fue el imaginero Rodríguez de la Oliva). No se conocen actualmente obras suyas en este formato, pero es certeza que las hizo, y además con un perfil inusual al que hasta ese instante se habían formalizado en las Islas (por ejemplo, sus retratos a personas no religiosas).
Por los datos que se manejan, suponemos que es en la etapa grancanaria –tan cerca de su admirado hermano– cuando mayormente profesará el arte poético, que lleva a la práctica con la utilización de estrofas variadas. Los poemas que hoy se pueden leer están atravesados en general por la visión religiosa que decíamos, a veces con matices críticos, pero siempre dentro de la ortodoxia. Asimismo, cultiva otras temáticas más cercanas al neoclasicismo y al pensamiento ilustrado europeo, como puede ser la vertiente satírica (contra las vestimentas de moda de la época, contra el político Manuel Godoy….) o encomiástica (versos en homenaje a Luis de la Encina, a los obispos Verdugo y Tavira…). Posee bastantes textos nacidos de determinadas circunstancias, casi siempre vinculadas al contexto social cercano de las Islas Canarias (amigos y familiares, la gesta de 1797, el puente del Guiniguada…), realidad a la que igualmente se adscribe desde la propia tradición literaria insular, cuando de manera explícita hace uso de las rimas esdrújulas, en clara alusión al poeta fundador Bartolomé Cairasco de Figueroa. Por último, es importante reseñar el conocimiento de una prosa de su autoría en la que insta a las mujeres de Canarias a apoyar a los varones insulares desplazados a la Península para luchar contra los franceses en 1808.
María Viera y Clavijo tuvo una doble vertiente en sus dedicaciones cotidianas: una más habitual y tradicional en relación al papel de la mujer soltera en la sociedad histórica, la de ser el apoyo básico de sus familiares cercanos en el hogar (primero con sus padres enfermos y luego con sus hermanos); y otra infrecuente y relativamente novedosa para la época de la que hablamos, que fue la dedicación al mundo del arte, tanto al ejercicio de los versos como al de la escultura.

A LA GLORIOSA ASCENSIÓN DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO
Se ha cumplido ya el término:
Jesús deja estos páramos,
se eleva por la atmósfera
a los celestes ámbitos.
Aunque quedamos huérfanos,
va a presentar magnánimo
los derechos legítimos
de nuestro reino clásico.
Cinco alegatos próvidos
son documentos válidos,
que en cinco dulces rúbricas
se explican sin preámbulos.
Nuestros timbres y títulos
nos vienen de aquel árbol,
donde su sangre líquida
lavó delitos bárbaros.
Certifica cual médico
que en aquel leño árido
curó divino Hipócrates
nuestros mortales váguidos.
A la diestra deífica,
vestido de nuestro hábito,
aboga por los míseros,
puesto en su solio diáfano.
El corazón con júbilo
vuele en un curso rápido
a su tesoro único
y quédese allí extático.
Marchito y melancólico
queda el globo terráqueo,
pues fue a su punto céntrico
la luz de aquestos ángulos.
¿Viste aquella flor célebre
cuyo frondo vástago,
si es con sol ramos fértil,
es sin sol seco cáñamo…?
Así el mundo ya efímero,
con desmayados hálitos,
mira la ausencia crítico
del amado en su tránsito.
Pero, ¡ah!, que el amor íntimo
de aquel cordero cándido
lo hace quedar en símbolos
dentro de un tabernáculo.
Allí está como víctima;
es nuestro dulce pávulo,
nuestro amigo carísimo,
nuestro sagrado viático.
Se nos da en pan magnífico:
¡qué tierno sustentáculo!
¡Oh!, que este pan angélico
pide un amor seráfico.
Aquel nevado círculo
es un divino cáustico;
de amor es un epílogo
del Esposo el gran tálamo.
VEJAMEN A LAS PRESUMIDAS MODISTAS
Figura de Cupido
toman todas las damas,
desnudas y con flechas
con vendas y con bandas.
Disparan como ciegas
adonde caigas valgas,
y herida la modestia
respira por la llaga.
El pudor y vergüenza
echan a las espaldas,
haciendo alarde y gloria
de no ser recatadas.
Sus vestiduras tienen
la maliciosa traza
de ostentar que las cubren
tirando a desnudarlas.
Nueva desenvoltura
la inmodestia prepara,
precipicios y escollos
para la vista flaca.
Los brazos descubiertos
desde el hombre es gala;
y puestos al ambiente
son estos brazos brasas.
Tal vez se los desnudan
para ser celebradas,
por si acaso merecen
algo más que sus caras.
Se venden inocentes
y que a ninguno dañan,
como los angelitos
de una carne pintada.
Andan como fregonas
o mujeres que amasan,
porque los juboncillos
y camisas se manchan.
Parecen lavanderas
que todas se remangan.
Mas con la diferencia
de ser más deslavadas.
Las ropas transparentes
conviene, porque se haga
completa anatomía
de su figura o talla.
Las cabezas padecen
trastornos y mudanzas,
ya lo pelos tendidos,
ya todas trasquiladas.
Ya están llenas de flores,
y ya están emplumadas;
por tiempos, primaveras,
por otros, gallipavas.
También arman en ella
sus buenas enramadas
de hojas de culantrillo
y flores de borraja.
Traen unas mantillitas
del pescuezo a la espalda
y sobre el casco ponen
finas blondas y gasas.
Así quedan visibles
las admirables trampas
que sobre sus molleras
la vanidad levanta (…).
Pero solo meditan
en las modas más raras,
en el lujo, en la pompa,
en la inmodestia infausta.
De sus ridiculeces
se defienden y exclaman:
“Son modas de Madrid,
de Inglaterra y de Francia”.
Como si el tentador
que seduce y engaña
no fuera el maquinista
de todas estas maulas.
Él corre todo el mundo,
y no hay cosa más clara
como que al Paraíso
fue a sembrar tal cizaña;
vestida estaba Eva
con la más bella gracia
y desnuda la puso
cual esa moda que anda.
Pero al verse desnuda
fue su vergüenza tanta
que de hojas de higuera
hizo como una bata.
Lo que irrita y aturde
de estas mujeres vanas
es que así se presenten
en la iglesia sagrada.
Dicen que van al templo,
como buenas cristianas,
a adorar los misterios
de la religión santa.
A oír del Evangelio
las saludables máximas,
a llorar sus defectos,
a reformar sus almas.
Mas no, no van a eso.
Todo es una patraña,
ellas van a lucirlo
y a parecer bizarras (…).
¿El bullicio continuo
como unas azogadas,
ya con los abanicos,
ya con dijes y trabas? (…).
Causa sonrojo y pena
lo que en la iglesia pasa,
pues el sexo devoto
la profana y ultraja.
Si los predicadores
dicen una palabra
a fin de corregirlas,
ríen a carcajadas.
Dicen que quien los mete
con sus trajes y galas
que en todos los sermones
más solas lo pagan.
No así la Magdalena
cuando Jesús le hablaba.
Oyó humilde sus voces,
dejó adornos que infaman.
¡Oh, cuantas Magdalenas
en estos días andan!
Pero no se reforman
que es desdoro de damas.
Pues aunque en el bautismo
las pompas renunciaran,
eran recién nacidas,
y ellas por sí no hablaban.
Pero estando instruidas
del mundo y sus falacias,
no obliga tal promesa
siendo sus partidarias (…).
Dicen muy orgullosas
sigamos coronadas
de rosas y listones,
pues que no somos beatas.
Las doncellitas tiernas
es razón enseñarlas
a que agraden y brillen
y a ser desahogadas.
A la buena lectura
no hay por qué inclinarlas,
que oigan conversaciones
y con eso les basta.
No son artes ni ciencias
para ellas de importancia,
ni aun el ser instruidas
en la historia sagrada.
Trátense en su presencia
cosas que rubor causen,
pues ignorar no deben
lo que en el mundo pasa.
Que a sus lados se sienten
los que de ellas se agradan
y hablen secretamente
cuando les dé la gana.
Es bien que se entretengan
con necias bufonadas
en murmurar de todo
y estudiar contrandanzas.
De este modo se forma
una dama acabada,
marcial, alegre, airosa,
modista y nada cauta.
Así discurren todas
las que están encantadas
con la gloria del mundo
que de improviso pasa.
1805
AL REVERENDO PADRE MAESTRO SOSA,
REMITIÉNDOLE UNA IMAGEN DE SANTO TOMÁS
HECHA POR LA AUTORA
Es de mi mano esta hechura
de Santo Tomás de Aquino,
trabajada sin el tino
ni las reglas de escultura.
Pero al fin ella es figura
del angélico doctor;
y aunque le falta el primor
y la perfección del arte,
recíbela de mi parte
por el Santo y en su honor.
AL PUENTE DE GUINIGUADA
Soberbio y altanero, el Guiniguada,
con tantos puentes como había vencido,
mientras él por los campos divertido
la tierra deja alegre y rociada.
Otra fuente más alta y reforzada
oye que contra él se había construido.
Esta traición, exclama resentido,
en este invierno quedará vengada.
Del cielo y tierra las aguas he citado
para el combate, las dirige al frente,
mas al llegar se queda como helado
al ver la nueva obra, hacia su fuente,
como volver no puede, avergonzado,
a sepultar al mar va su corriente.
ARTÍCULOS DEL TRATADO DE AMISTAD,
EJECUTADO ENTRE LA SEÑORA DÑA. ÁNGELA
DE LA ROCHA Y LA AUTORA
¡Qué dulce es la amistad!
¡Qué amable, qué tranquila!
Con ella, aquí en la tierra
los gustos de la gloria se anticipan.
Sí: la amistad perfecta
es la que simboliza
aquella unión dichosa
que siempre reina en la mansión divina.
Es la amistad un lazo
con que se identifican
dos personas, haciendo
un mismo corazón, un alma misma.
David y Jonatás
nos dieron la más viva
idea del carácter
de la amistad cordial, sincera y fina.
Y si hubo entre hombres
alianza tan íntima
que el alma de David
a la de Jonatás se conglutina.
¿Qué será entre mujeres
en quienes las caricias
por lo dócil del sexo
son más tiernas, más dulces y expresivas?
Ya pues la Rocha y Viera
en puro amor unidas
van a ser el modelo
o el perfecto ejemplar de dos amigas.
¿Pero esta bella unión
será la de las cintas
que hoy lucen en el pecho
y mañana rompen, hechas tiras?
No, no: será muy sólida,
constante, estable y fija.
Mas para que lo sea
ha de haber reglas ciertas y precisas.
Que si hay algún reparo
no se queden fruncidas,
sino que una a otra
la queja que tuviere se la diga.
En fin, que el trato sea
un trato de familia:
satisfacción, confianza…
sin quebrantar la ley de la política.
Así, bajo este plan
será una amistad limpia,
una amistad cristiana,
una amistad que dure de por vida.
Dios, por su gran piedad,
tal amistad bendiga
y quiera que las dos
en el cielo se hagan compañía.
OCTAVAS [A SU HERMANO JOSÉ]
El admirable Viera ha fallecido…
Sus raras luces ya se han apagado…
Aquel sabio elocuente ha enmudecido…
Se delicada pluma se ha volado.
Este astro bello ha desaparecido,
la tierra se interpuso y lo ha eclipsado:
¡oh, amable Viera, sombra luminosa!
Tu memoria será siempre asombrosa.
Al que a las Letras dio gala y primores,
a su elocuencia frases y hermosura,
a las Musas concepto, brillo y flores,
a la mitología senda pura;
filósofo cristiano sin errores,
historiador que nada desfigura.
A este sabio de sabios el portento
¿no habrá, pues, quien le erija un monumento?
Venid, vosotras, ricas producciones,
de la Naturaleza libro ameno,
donde estudiaba sólidas lecciones
este erudito de talentos lleno.
Rendidle el homenaje de tus dones,
cerrad su tumba, y en congreso pleno,
adorad sus cenizas por trofeo
formándole un honroso mausoleo.
En la flor, en el árbol, y en su yerba,
en la piedra, en la concha y en el ave
del Criador la omnipotencia observa:
ya su Dios se eleva en giro suave.
Una ciencia tan vasta y sin reserva
fue a su especulación preciosa llave,
que descubrió el encanto y la riqueza
de la admirable y gran Naturaleza.
Su nombre que ha exhalado grato olor
deja estampado en su canaria historia;
¿y no merece tal historiador
se grabe en el diamante su memoria?
Mas la fama del hombre es un vapor,
y es siempre su alabanza transitoria:
sí, incomparable y honorable Viera,
la gloria de este mundo es pasajera.
¡Ya le ha dado el Señor gloria inmortal!
Ya lo ha elevado a un eminente puesto,
pasolo de la Historia Natural
a aquel libro divino; de alma impuesto
fue siempre laborioso y siempre igual;
sacerdote pacífico y modesto;
las obras de su Dios hacían su gozo
y su muerte fue dulce y en reposo.
UNA SEÑORA DE CANARIA A LAS DE SU SEXO
Los reveses que inesperadamente han sufrido los animosos ejércitos de nuestro querido y desgraciado monarca en el centro de la España misma, nos ofrecen, compañeras amables y generosas, un campo vastísimo en que dar muestras no equivocadas del patriotismo que nos anima y el interés con que miramos la justa causa defendida, gloriosa y tenazmente por toda nuestra nación.
Aunque no nos faltaría valor y entusiasmo, a imitación de las valientes y para siempre memorables matronas de Zaragoza y de Valencia en estos días amargos de dolor y de luto, para hacer frente a un enemigo feroz, y rechazar a viva fuerza sus acechanzas y despotismo cuando atentase a nuestra libertad, y quisiese que hollásemos los sagrados deberes que nos ligan a nuestro muy afamado FERNANDO, no hemos nacido ni para la pelea ni para la confusión.
Debemos, pues, dejar a nuestros esposos y a nuestros hijos que castiguen con mano intrépida la negra alevosía del aborrecido francés: animarlos, si preciso fuere, a que se sacrifiquen hasta expirar en defensa de nuestro rey y de la patria; y hacer ver al mundo que las esposas y madres canarias saben dominar su corazón, y ahogar los más tiernos afectos cuando lo mandan imperiosamente la razón, el deber y el estado.
Los habitantes de esta Isla, que, como es notorio, a ninguno ceden en la fidelidad y el amor hacia su soberano, han sido hasta ahora solamente espectadores de los grandes acontecimientos de nuestra madre patria infeliz: hemos sabido sus pérdidas y sus triunfos sin hallarse en ellos la más pequeña parte de los nuestros; y aunque vivamente penetrado nuestro interior con las noticias ya favorables ya adversas de los sucesos de nuestras armas, casi nada hemos hecho en beneficio suyo. ¡Oh, qué dolor…!
¿Y no venceremos de una vez los obstáculos sacrificando sin dilación y con entereza nuestros haberes y nuestro cariño? ¿No volarán las huestes de Canaria al socorro de la monarquía que se halla en el mayor peligro y eminente riesgo de ser absorbida y aniquilada por la violencia y la perfidia? ¿Se mantendrán pasivos e indiferentes los nuestros cuando no hay español que no se apresure a salvar a la patria invadida por un enemigo sin compasión, o a parecer gloriosamente entre sus ruinas? ¡Ah!, no es posible; además de exigirlo nuestro deber, lo pide nuestra propia seguridad.
Sigamos, pues, canarias generosas, el ejemplo de las madrileñas, gaditanas y demás señoras de los principales pueblos de la Península dignas por su patriotismo de un eterno renombre; proporcionemos a esta juventud que se presenta voluntaria para unirse con los demás valientes guerreros, deseosa de vengar tantos ultrajes y de libertarnos de la esclavitud e ignonimia que nos atenazan, los auxilios de que carece y estuviera en nuestra mano suministrarle; contribuyamos todos sin distinción de clases con el trabajo de nuestra aguja a que se aliste en breve tiempo su reducido equipaje; y aliviemos con las ofertas y donativos que nuestra situación y economía nos permitieren los inmensos gastos que en defensa de sus derechos, de su religión y de su rey ha de sufrir indispensablemente esta pequeña parte de la agobiada monarquía española.

La cualidad preeminente de esta mujer isleña fue su genio escultórico, sus grandes aptitudes para crear en el barro vil figuras maravillosas. Si nuestra paisana hubiese sujetado a un riguroso estudio sus grandes disposiciones artísticas, hubiera sido una escultora de renombre.
(Sebastián Padrón Acosta, “Siluetas de mujeres canarias. María Joaquina Viera y Clavijo”).
Pero tampoco quedaron aquí las cosas porque, bien pronto, se dio a la publicidad otra poesía que no podía faltar: la que las propias damiselas escribieron en su defensa, y en la que, como era de esperar, fustigaron cuanto quisieron a ese ser monstruoso, culpable de todos sus males, que se llama El Hombre. Claro está que, bien mirado el asunto, contra quien debieron haber arremetido era contra la “tapada” y arcaizante doña MARÍA VIERA Y CLAVIJO.
(Diego M. Guigou Costa, “XI. Moda femenina”, en El Puerto de la Cruz y los Iriarte).
La segunda época corresponde a su instalación en Las Palmas, donde vivirá hasta su muerte. Habiendo desaparecido su madre en 1772 y su padre en 1773, su destino debía quedar unido al de sus dos hemanos, don Nicolás y don José, adscritos a la curia catedralicia. El regreso a las Islas del célebre polígrafo, con sus preocupaciones científicas y literarias, será para ella un acicate y provocará un mayor interés hacia la poesía, en la que ya había hecho incursiones, como hemos comprobado en los versos dedicados a Rodríguez de la Oliva. Precisamente el mejor conocimiento de esa etapa biográfica de doña María ha sido la causa de que hasta ahora se la haya considerado particularmente como poetisa, aunque no siempre bien considerada. Sin embargo, su lenguaje está salpicado de pensamientos y vocablos relacionados con las artes plásticas (…).
(Carmen Fraga González, “María Viera y Clavijo en el ambiente artístico de los ilustrados en Canarias”).
La obra de doña María nos muestra a una mujer ilustrada, afortunada deudora de un entorno familiar acomodado y culto que le permitió tener acceso a la educación; eran las mujeres de su estrato casi las únicas que lograban adquirirla.
(Elica Ramos, “La virtud de una dama ilustrada”, prólogo al libro Poesía de María Viera).
La letras deben ser un complemento de las principales ocupaciones femeninas. Estos fueron además los objetivos propuestos por la reforma de Carlos III, por las Escuelas Patrióticas, en 1776, al cargo de la Junta de Damas de la Sociedad Matritense (…). Con respecto a su obra, cultivó exclusivamente poesía, que en su totalidad podría definirse por la pervivencia de los modos poéticos heredados del barroco y por algunos rasgos de la poesía neoclásica e ilustrada, en especial, en su vertiente celebrativa y satírica (…). La temática religiosa vertebra y centra casi todo su poemario. Otro deslinde temático se integra en la categoría de la poesía encomiástica y circunstancial (…). Pueden inferirse de la obra de nuestra autora una línea de continuidad de los rasgos inherentes a la tradición poética insular (…).
(Victoria Galván González, “La poesía de María Joaquina de Viera y Clavijo”, introducción a La obra poética de María Joaquina de Viera y Clavijo).

Un poema tan significativo de la autora como “Vejamen a las presumidas modistas” nos puede servir de ejemplo para hacer una reflexión trascendente, desde un punto de vista femenino, a propósito de la literatura de María Viera. Así, no se puede negar que su visión conservadora de la vida genera casi siempre en su letra un enfoque de lo femenino desde una mirada algo machista. Esto es precisamente lo que se puede interpretar en el poema aludido líneas atrás, cuando critica a determinadas mujeres de su tiempo que se apuntaban a las filas de las nuevas vestimentas europeas, con las que traspasaban –según ella– algunos límites impuestos por la sociedad tradicional que defendía. Tal es así que, como bien cuenta Diego M. Guigou Costa, muchas de las féminas criticadas creyeron que el poema había sido escrito por un hombre.
Por contra, sería algo injusto desde este enfoque no subrayar también el hecho de que María Viera y Clavijo es –desde el punto de vista de su dedicación a varias disciplinas artísticas ya en pleno siglo XVIII– una mujer adelantada a su tiempo; y que, incluso, desde su propia visión conservadora, estaba preocupada por la educación del género maltratado de la historia, que debía ser enriquecido desde la lectura, las artes, las ciencias… (idea nada usual para la gran mayoría hasta no hace tanto), tal y como lo explicita en las estrofas finales del interesantísimo “Vejamen a las presumidas modistas”.

– El Puerto de la Cruz y los Iriarte, Diego M. Guigou Costa, Tenerife, 1945, pp. 47-56.
– “María Viera y Clavijo en el ambiente artístico de los ilustrados en Canarias”, Carmen Fraga González, en El Museo Canario, XLVII, 1985-1986-1987, pp. 319-333.
http://www.elmuseocanario.com/images/documentospdf/revistaelmuseo/Revistas/1985-1987.pdf
– Poesía, María Joaquina Viera y Clavijo, colección Volcado Silencio de Ediciones Idea, 2002. Incluye la biografía escrita por José A. Álvarez Rixo y tiene un prólogo de Elica Ramos, titulado “La virtud de una dama ilustrada”. Al final también aparece el testamento de la autora.
– La obra poética de María Joaquina de Viera y Clavijo, edición, introducción y notas de Victoria Galván González, Las Palmas de Gran Canaria, Cabildo de Gran Canaria, 2006.
– Noticias biográficas de algunos isleños canarios, José Agustín Álvarez Rixo, Ediciones Idea, 2008, pp. 263-271.
– Testamento de doña María Joaquina Viera y Clavijo, edición facsímil, Gobierno de Canarias, 2009.
http://www.gobiernodecanarias.org/opencms8/export/sites/cultura/archivolaspalmas/.content/galeria/pdf_publicaciones/FacsimilCUATRO.pdf
– Las poetisas canarias (siglos XVIII, XIX y XX), Sebastián Padrón Acosta, IEHCan, Biblioteca Sebastián Padrón Acosta. Estudio introductorio y edición de José Miguel Perera. Puerto de la Cruz, 2017.

No se conoce ningún libro de su autoría. Tenemos acceso en el presente a un buen grupo de poemas que escribió en diversas épocas de su vida, aunque especialmente se sospecha fueron resultados nacidos en su segunda etapa de vida en Gran Canaria. Se conservan en diversos lugares, pero tiene notable importancia para que hayan pervivido la labor recopiladora de los intelectuales José Agustín Álvarez Rixo y Agustín Millares Torres.

Lengua Castellana y Literatura (LCL)
4º ESO
