OPCIÓN A |
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RESPUESTAS A LA OPCIÓN A |
1."ARTE" Se contrapone, en este texto, a "experiencia". Si la experiencia es el conocimiento que versa sobre lo particular y concreto, el "arte" tiene que ver con lo universal, porque trata acerca de las causas (aitía) y principios (arché) que rigen lo particular. Al ser las causas inmanentes a las cosas mismas (substancias), será posible tener un conocimiento científico de los seres concretos partiendo de la experiencia (empirismo). El arte es más sabiduría que la experiencia, en tanto que es un conocimiento de lo que de universal y necesario hay inmanentemente en las cosas de las que tenemos experiencia.
![]() 2.Los expertos tienen un conocimiento parcial acerca de lo que realizan. Conocen su tarea y tienen la experiencia y la pericia necesaria para llevarla a cabo. Son expertos que se rigen por las leyes de la experiencia. Los que conocen las causas (que según Aristóteles son cuatro: material, formal, eficiente y final) de lo que hacen, son más sabios que los meros obreros u operarios, ya que la verdadera sabiduría es un arte que implica poseer el conocimiento de las causas y los primeros principios que rigen las cosas. La verdadera sabiduría tiene que ver con el conocimiento de lo que de universal hay en las cosas y no con una pericia o saber hacer que se adquiere a través de la experiencia. Además, el fin que persigue un experto al realizar su tarea es la utilidad, y no el saber o conocimiento.
![]() 3.Aristóteles, discípulo de Platón, se separó pronto de su maestro al no aceptar el dualismo extremo al que llevó su idealista teoría de las ideas. El mundo real terminó convertido en una mera apariencia de ser. La verdadera realidad cae del lado de las ideas, verdadero modelo que las cosas sensibles imitan parcial e imperfectamente. Aun admitiendo Aristóteles que todo verdadero conocimiento ha de versar sobre las esencias, éstas no son trascendentes a las cosas mismas, sino inherentes a ellas como su forma o naturaleza propia, formando un compuesto hilemórfico</B> divisible tan solo por el pensamiento. La realidad es lo que experimentamos, un mundo de substancias en contínuo cambio y movimiento. Estas substancias están compuestas de un elemento indeterminado que les sirve de substrato, la materia, y de un elemento determinante, la forma o esencia. La primacía caerá del lado de la esencia, al ser ésta no sólo lo que determina a algo a ser lo que es, sino también su propia naturaleza y fin. Expliquémoslo: La naturaleza (physis) es el principio inmanente de movimiento y reposo de las substancias naturales. Este principio es interno a las substancias, al ser su principio de operatividad y desarrollo. Precísamente, a través de estos principios distinguimos a los seres artificiales de los naturales: los primeros no poseen un principio de movimiento y reoposo inmanente a ellos, sino externo. La naturaleza de un ser determina qué es ese ser y como se va a comportar, así también, a qué va a llegar (su fin). El teleologismo aristotélico se advierte en que es la propia forma o naturaleza de un ser la que determina su propio fin: llegar a ser lo que tiene que ser lo más perfectamente posible. Si esto es la naturaleza, la física será aquella ciencia encargada de estudiar las causas y principios de los seres naturales. La heterogeneidad de las causas conduce a Aristóteles a establecer una nueva distinción: hay cuatro causas en todos los seres: la material (de qué está hecho algo), la formal (qué es ese algo), la eficiente (qué ha producido ese algo) y la final (para qué se hace ese algo. La meta o fin a la que tiende). En los seres naturales, y en eso consiste el teleologismo antes mencionado, las causas formal, eficiente y final coinciden. En los seres artificiales no. Al ser el movimiento y el cambio una característica fundamental de los seres naturales, la física aristotélica lo estudiará también, distinguiendo entre dos tipos de cambio:
- cambio substancial: generación y corrupción de substancias.
La definición que da Aristóteles del cambio es la siguiente: es la actualización de una potencia en tanto sigue estando en potencia. Por potencia entiende el filósofo la posibilidad ser algo que todavía no se es.
(una semilla es un árbol en potencia, y este fuego, aunque ahora mismo no lo haga, está en potencia de quemar algo). En la filosofía aristotélica hay una profunda relación entre la física, la antropología y la ética. El ser humano es también una substancia unitaria compuesta de materia (su cuerpo) y forma (su alma). Alma y cuerpo son inseparables, ya que la primera no es sino el principio vital de funcionalidad y operatividad de los hombres. No hay, pues, inmortalidad del alma. Debido a su naturaleza o forma, el alma del hombre tiende siempre a la felicidad como bien supremo (eudemonismo), que consiste fundamentalmente en el ejercicio y perfecto desarrollo de nuestra propia naturaleza, que es racional. Para alcanzar la felicidad es necesaria también la virtud, que es definida como una disposición o un hábito del alma para actuar con voluntad de determinada manera. El solo conocimiento de qué sea la virtud no nos hace virtuosos. Critica así el intelectualismo moral de Sócrates y Platón. La virtud es también un término medio entre dos extremos viciosos, uno por exceso y otro por defecto. Este justo medio no es matemático: cada uno elegirá la acción virtuosa tal y como lo haría un hombre sabio y prudente. Distingue también Aristóteles entre dos clases de virtudes: las éticas o morales (valor, generosidad, templanza, etc.) y las dianoéticas o intelectuales, entre las que destaca la prudencia. Como la ética se refiere a la praxis humana, ha de desembocar necesariamente en la política, ya que nuestra voluntad y comportamiento privado está regulado e inscrito en el ámbito de lo público. Somos, por naturaleza, animales políticos o seres sociales. Nuestra capacidad de lenguaje lo confirma. El Estado, como un todo, es anterior naturalmente a las partes (individuos) que lo componen. Es además autárquico y puede constituirse con diferentes formas de gobierno. Si éstas atienden al bien común, y dependiendo del número de gobernantes (uno, algunos y la mayoría) tendremos: monarquía, aristocracia y democracia. Estas formas degeneran respectivamente en tiranía, oligarquía y demagogia cuando miran al bien particuar. Sólo en el marco de un Estado que mire al bien común y realice la justicia podrá el hombre desarrollar perfectamente su naturaleza y alcanzar la felicidad.
![]() 4.Este fragmento pertenece al capítulo primero de La Metafísica, conjunto de tratados donde Aristóteles intenta definir qué es la sabiduría o la filosofía primera y si es o no es una ciencia. En el capítulo 1, el filósofo diferencia entre el conocimiento de lo particular y concreto (la experiencia) y el conocimiento de lo universal y de las causas (arte). Ya vimos que solo hay conocimiento científico de la realidad cuando se conocen sus causas. ¿De qué será ciencia la metafísica?
La metafísica es la ciencia del ser en cuanto ser y sus atributos fundamentales. Es por ello la ciencia más universal y general que existe. Aristóteles también la denominará sabiduría, filosofía primera o teología, pues todas tratan de los primeros principios. La filosofía es la forma suprema de la ciencia, el conocimiento más universal y alejado de la experiencia.
![]() 5El concepto de causa (aitía) en Aristóteles es amplio y complejo. Causa es aquello que hace que algo sea y se comporte como lo que es. Por lo tanto, la causa es también la naturaleza propia de algo, y se halla inherente a los seres que la poseen como su forma. Ya vimos que Aristóteles distinguió cuatro tipos de causas: material, formal, eficiente y final. Al coincidir las tres últimas en los seres naturales podemos hablar de un teleologismo en su filosofía: es la esencia de una cosa la que determina (forma) y genera su ser (eficiencia), estableciendo su posterior evolución y desarrollo (fin). Lo interesante de Aristóteles es que las causas de los seres son inherentes a los seres mismos como su propia naturaleza. Es por esto que la física proporciona un conocimiento universal, necesario y verdadero. Lo que criticará Hume, empirista inglés, es la relación causal misma, así como la verdad de un conocimiento basado en la relación causa-efecto. Según Hume, llamamos causa a una idea que no tiene correspondencia con ninguna impresión. No tenemos impresión de las causas sino de dos hechos que se producen contigüamente en el espacio y en el tiempo, es decir, que se procucen normalmente juntos, produciendo que nosotros, a través de la costumbre, asociemos un hecho, al que llamamos causa por ser primero, con otro hecho sucesivo y contigüo, al que denominamos efecto. Pero nada nos asegura que lo que ha sucedido así continúe sucediendo de la misma manera en un futuro. No podemos tener impresión alguna del futuro, y por tanto, adelantarnos a él es un paso ilegítimo. En el mundo de los hechos, de los fenómenos físicos, no hay necesidad sino probabilidad. Somos nosotros los que, a través de la costumbre, adquirimos el hábito de establecer una relación de necesidad causal entre dos hechos que asiduamente y repetidamente hemos percibido contigüos en el espacio y el tiempo. Pero percibimos dos hechos y nunca su conexión.
La causalidad es producto de la memoria y de la costumbre. Las causas no se perciben puesto que no tenemos impresión alguna de ellas. El conocimiento que aportan las cuestiones de hecho, basadas en la relación causa-efecto, es únicamente probable y no necesario. La física es una ciencia probable y no necesaria, como es para Aristóteles.
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