Breve introducci—n
Hume vivi— una Žpoca de profundas transformaciones y cambios radicales que se reflejar‡n en toda su obra como un intento de explicar y adecuarse a un nuevo mundo que est‡ germinando. La ciencia moderna y la tecnolog’a naciente pusieron en duda los ciemientos del conocimiento cl‡sico y meramente te—rico (racionalista). Es la experimentaci—n y la constataci—n emp’rica la base sobre la que cimentar todo hallazgo cient’fico que se precie de ser v‡lido.
Hume aplic— el mŽtodo inductivo de Newton para investigar la naturaleza humana, rechazando toda teor’a o filosof’a que se basara en hip—tesis o presupuestos no contrastados con la experiencia y la experimentaci—n.
Para juzgar acerca de la validez de nuestras teor’as cient’ficas y las distintas ramas del conocimiento habr‡ que investigar, previamente, c—mo conoce el hombre, y quŽ procesos psicologicos y cognoscitivos utiliza a la hora de construir teor’as.
Las ciencias, como productos humanos, giran en torno al hombre, por lo que se hace nacesaria una investigaci—n acerca de su naturaleza.
Para ello necesitamos de la introspecci—n .
Este cometido lleva a cabo Hume en su principal y poco exitosa obra "Tratado de la Naturaleza Humana"; Sin embargo, aconsejamos la lectura de otra obra de mayor brevedad y en la que resume sus tesis empiristas fundamentales: " Investigaciones sobre el Entendimiento humano" .
Publicada en 1748, Las "Enquiry" analizan el entendimiento humano desde su gŽnesis hasta llegar a sus l’mites; es decir, intentan describir de d—nde procede nuestro conocimiento y hasta d—nde puede llegar l’citamente y con verdad. Solo respondiendo a estas preguntas podremos construir s—lidos pilares para cada ciencia particular.
Todo esto est‡ unido a un proyecto de investigaci—n de la praxis humana: ÀQuŽ nos mueve a obrar moralmente? ÀQuŽ principios y juicios utilizamos en nuestros juicios morales? Esto œltimo podr‡ estudiarse en el apartado de Žtica.
Al igual que Locke, Hume deriva todos los contenidos (o ideas) de la mente de la experiencia.
Sin embargo, Žl va mucho m‡s lejos, llevando hasta sus œltimas consecuencias un empirismo que en Locke hab’a quedado t’midamente esbozado.
Hume llama percepci—n a todo acto o contenido de la mente. Todo lo que podemos sentir, desear, pensar e imaginar son percepciones. Ahora bien, podemos distinguir dos clases de percepciones, segœn con quŽ grado de fuerza y vivacidad se nos presenten.
Por un lado tenemoslas impresiones, que son los datos inmediatos de la experiencia y aquellas percepciones que poseen el mayor grado de fuerza y vivacidad. Oir, ver, oler, sentir, amar, desear, querer, odiar.... son impresiones.
Las ideas , el otro tipo de percepci—n, son copias, im‡genes o representaciones mentales de impresiones precedentes. Por eso su grado de fuerza y vivacidad es menor. Ve‡moslo:
Si uno pasea distraido por la calle y se lleva un pisot—n doloroso est‡ teniendo una impresi—n. Su grado de fuerza y vivacidad es incuestionable: Áel pie nos duele horrores! Ahora bien, si uno llega a casa, pasado un tiempo, y recuerda el pisot—n y el dolor: eso es tener una idea. Por supuesto, no puede compararse el grado de fuerza y vivacidad del pisot—n real con el ideado despuŽs, por mucha fidelidad que tenga nuestro recuerdo.
Las ideas son siempre copias , y por lo tanto han de derivarse de impresiones precedentes. Las impresiones son el origen de nuestras ideas.
ÀSignifica esto que no podr’a pensar en algo que no haya experimentado antes alguna vez? S’.
Hume divide luego las precepciones, ya sean impresiones o ideas, en simples y complejas:
Escuchar un simple sonido o ver una mancha azul de color es tener una impresi—n simple que tendr‡ una idea simple como correlato: la representaci—n mental de ese sonido y ese color en mi mente.
Las impresioness complejas son haces o agrupaciones de impresiones simples: la vista de Madrid desde la torre Picasso es una impresi—n compleja. la representaci—n mental de esa visi—n es una idea compleja.
Las ideas complejas se dividen en ideas simples que tienen como correlato impresiones simples precedentes.
Hay siempre una mayor exactitud en la copia de una impresi—n simple que de una impresi—n compleja. Si intentamos visualizar una mancha de un s—lo color despues de haberlo visto no tendremos grandes dificultades. Pero, reconstruir mentalmente la vista de Madrid desde la torre Picasso es ya una tarea m‡s peliaguda y, seguramente, lo haremos con gran inexactitud.
Parece demostrado, pues, que las impresiones preceden siempre a las ideas y que estas œltimas necesitan siempre para formarse una o varias impresiones.
Hume, sin embargo, encuentra una excepci—n: si le presentamos a una persona una gradaci—n de tonos de azul desde los m‡s claros a los m‡s oscuros y quitamos uno de esos tonos, su mente, podr‡ imaginar y reconstruir el tono que falta formandose una idea (el tono que falta) a partir de otra idea (los tonos dados). Aœn as’, esta excepci—n confirma aœn m‡s la regla, ya que, en œltima instancia, reconstruimos el tono que falta echando mano de los tonos conocidos y de los que hemos tenido expriencia previa.
Hume distingue tambiŽn entre dos tipos de impresiones:
Las impresiones de la sensaci—n son aquellas que experimentamos a travŽs de nuestros —rganos sensoperceptuales: vista, o’do, tacto, olfato....
Las impresiones de la reflexi—n son aquellas que se derivan de otras ideas:
Si paseamos por Alaska en pleno invierno tendremos a buen seguro una impresi—n de fr’o acompa–ada de una impresi—n de dolor.
Cuando esta lamentable situaci—n desaparece porque nos hemos cobijado en casa o en un bar calentito, y recordamos la situaci—n anterior, esta idea de fr’o pel—n puede producir y asociarse a una nueva impresi—n : la aversi—n.
Esta nueva impresi—n es lo que Hume denomina una impresi—n de la reflexi—n, que puede, a su vez, ser copiada, convertida en idea de la reflexi—n.
Las impresiones de la reflexi—n son as’, posteriores a la idea de la sensaci—n, pero estas u«ltimas son copias y dependen enteramente de una impresi—n de la sensaci«n precedente y origen de toda la cadena.
Por ello, Hume cree que puede afirmar con rotundidad la primac’a y anterioridad de las impresiones en el conocimiento.
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La consecuencia inmediata del empirismo de Hume es la negaci—n de existencia de las ideas innatas , principio propio de la filosof’a racionalista.
Si el tŽrmino innato significa lo que es inmediato y no procedente de otra cosa ni es copia de nada, entonces, no son nuestras ideas las que son innatas, sino nuestras impresiones, ya que son las œnicas que no son copias de nada precedente.
En general, Hume niega la validez del innatismo del conocimiento propuesta por el racionalismo.
No puede haber ninguna idea independientemente de la experiencia. Nuestra mente no posee ningœn contenido eidŽtico. Cualquier contenido de la mente es adquirido a travŽs de la experiencia, o lo que es lo mismo, toda idea necesita de una impresi—n de la sensaci—n previa, ya que la idea es siempre una copia o representaci—n mental de una impresi—n precedente y, por lo tanto, no podr’amos poseer ninguna idea o copia mental si no hubiera un original que copiar.
Para demostrar aœn m‡s esta tesis, Hume hace la siguiente reflexi—n: ÀTiene idea un ciego de lo que es y representa el color azul? Efectivamente, no. Y, aunque el ciego no pueda ver los colores ÀPodr’a aprender y llegar a conocer lo que es el azul si simplemente alguien con experiencia le cuenta o intenta darle una definici—n precisa de lo que es ese color? Parece que no. La ausencia de una impresi—n previa impide que un invidente pueda formarse la idea de lo que es el color azul. Las impresiones son los los ‡tomos que conforman la materia del conocimiento. Sin ellas, no podr’amos conocer nada ni siquiera lo ficticio e imaginario.
Es m‡s, la existencia de una impresi—n previa a partir de la cual se forma la idea, garantiza la posible validez de esta œltima. Si una idea no tiene correlato en ninguna impresi—n habr‡ que desechar esa idea como falsa.
Este principio empirista permitir‡, segœn Hume, examinar las distintas ideas que tenemos sobre el mundo, especialmente las ideas m‡s abstractas y confusas, como las de la metaf’sica: las ideas de substancia, Dios, Yo, etc., Àtienen alguna impresi—n de la cual provengan? Si no es as’, habr’a que rechazarlas como meras ficciones y quimeras. Sobre esto hablaremos m‡s adelante.