El Teatro de la Resistencia Electrónica*
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José Luis Brea *
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En sus Comentarios a la Sociedad del Espectáculo, publicados en 1988, Guy Debord proponía una hipótesis intensamente pesimista, descorazonadora para las posibilidades del trabajo revolucionario en la crítica del espectáculo. La de la fusión de los imperios antes rivales de ìlo espectacular difusoî y ìlo espectacular concentradoî, fundidos para entonces (1988) en el dominio único de ìlo espectacular integradoî. En algún lugar, incluso, sugirió que esa fusión constituía la única novedad verdaderamente importante que se había producido en 20 años, manteniéndose en todo lo demás la plena vigencia de sus tesis publicadas en la Sociedad del Espectáculo. Quizás merezca la pena recordar que en 1992 aún presumía de que cada nueva edición de La Sociedad del Espectáculo seguía siendo ìrigurosamente idénticaî a la anterior, apostillando, casi con fanfarronería, que él no era ìde los que cambiabanî. La cuestión que debe importarnos, en todo caso, no es si los autores o sus afiliaciones teóricas o ideológicas cambian, sino en qué medida las transformaciones del mundo contemporáneo reclaman de las concepciones de la praxis emancipatoria nuevos posicionamientos, nuevas definiciones estratégicas, nuevas fórmulas de replanteamiento táctico. Quizás tendamos a anclarnos demasiado en ópticas y esquemas rígidos, repitiendo los tics y la retórica aprendida de manera irreflexiva y automática: en estos años hemos asistido al espectacular hundimiento de la izquierda parlamentaria y extraparlamentaria que de todo ello se sigue, titubeando entre el reformismo claudicante y la retórica radical más huera, incapaz de ofrecer alternativas reales a las cambiantes condiciones de nuestro mundo actual. Quizás no sea ello el factor menos decisivo a la hora de provocar que tan a menudo nuestras mejores intenciones se vengan viendo defraudadas por la pobre realidad de lo que, mirado con sentido autocrítico, se sigue de nuestra praxis real, si es que ésta llega a existir. Y digo ìsi es que llegaî, porque las más de las veces esa práxis crítica, emancipatoria, se deja reemplazar casi con complacencia por alguno de sus simulacros: por el discurso autoexculpatorio encendido, por la declaración vehemente o demagógica ñen la que cada cual se lava las manos- o incluso por ese otro tipo de acción simulatoria, vacía de consecuencias efectivas, que no tiene otra función que la consoladora. Treinta años después de aquel libro esclarecedor como pocos, sigue siendo tan cierto lo sostenido en su tesis penúltima ñque ìla lógica de la falsa conciencia no puede conocerse a sí mismaî- como espectacularmente equívoco lo sostenido en la final: que la autoemancipación de nuestra época dependa de un definitivo ìemanciparse de las bases materiales de la verdad tergiversadaî. Y si digo que ello es equívoco no es por la asombrosa desmesura de la ìmisión de instaurar la verdad en el mundoî (cito textualmente a Debord). No solo por eso, en efecto, sino, más allá, porque conceptualizar de ese modo el entronque necesario de las tareas de la emancipación del ciudadano y de instauración de la verdad en el mundo señala, seguramente, un ideal (contradictorio, equívoco en sí mismo) epocalmente condicionado, el lugar común de un paradigma, de una manera de concebir el mundo que, para bien o para mal, ya no nos pertenece: ya puede sernos propia. Como quiera que sea, y sean cuales sean las transformaciones que le reconozcamos a nuestro mundo contemporáneo, la tarea de una "emancipación de las bases materiales de la verdad tergiversada" ya no se nos aparece resoluble en la realización de alguna verdad absoluta alternativa: sino antes bien en la mayor apertura imaginable a la expresión diferencial y agonística de las visiones del mundo, en un contexto de confrontación crítica de los intereses y las hablas particulares. En un contexto de dialogación lo más abierta posible y nunca en la expresión de algún contenido de verdad definitivo, de algún imaginario modelo de "verdad no tergiversada" universalmente válido e históricamente imponible bajo la bandera de la emancipación realizada, o cuando menos realizable. Bajo esa perspectiva, el propio redentorismo salvífico que se enuncia poseedor de lo absoluto de alguna verdad no puede dejar de aparecérsenos como perteneciente al mismo imperio de la falsa conciencia ñal dominio del espectáculo- que supuestamente se pretende criticar, como su contrafigura efectiva -y a la postre más legitimante. Lo que quiero decir, por presentar ahora ya una primera hipótesis e ir avanzando en la exposición del resto de mis sugerencias, lo que quiero decir es que acaso de aquel 88 acá lo que se haya hecho evidente no es ya la integración de las dos formas rivales del espectáculo, como sugería Debord, sino algo mucho más escalofriante y con mayores consecuencias para toda la teoría de la praxis crítica y emancipatoria. A saber: la integración plena en el dominio del espectáculo de la teatralización de su crítica, la absorción plena ñy desactivadora- del simulacro de la resistencia revolucionaria, de la acción emancipatoria. Son muchos los niveles a los que podríamos analizar este proceso
ñdesde el cada día más escandaloso proceso de desactivación
práctica de la esfera de lo político en las sociedades actuales,
a la propia institucionalización específica de la cultura
de lo alternativo en las prácticas artísticas y postartísticas
contemporáneas- pero me limitaré a uno en el que quizás
ese proceso de ìteatralización de la resistenciaî hace singularmente
síntoma: el dominio de la resistencia electrónica, el de
aquellas prácticas críticas -o con pretensión de serlo-
que han tomado al escenario de la red internet como privilegiado ìteatroî
de su guerra propia, la más contemporánea de ellas -la cyberguerra.
# En alguno de sus escritos más recientes, el Critical Art Ensemble, quizás el más prestigioso grupo de intelectuales y artistas que ha avalado a través de sus publicaciones el concepto de ìresistencia electrónicaî, ha denunciado la manipulación interesada de esta fantasía tanto por parte de los medios de comunicación como por parte de las agencias de información y los aparatos de estado. La consecuencia inmediata que se sigue de este tipo de actuaciones cuya única efectividad radica en el impacto mediático que consiguen ñindependientemente de la pequeña molestia que suponen para un webmaster de tener que limpiar del código añadido las páginas- no es sino el reforzamiento de los sistemas de seguridad y control. De semejantes actuaciones ìridiculizadorasî, en efecto, no se obtienen sino mayores presupuestos para los dispositivos de control social y mayores restricciones en el uso libre de la red para en conjunto de los ciudadanos. Más allá de ello, no parece sino que alimentar ese imaginario de la vulnerabilidad de los sistemas de control ña manos del individuo cualquiera, movido además por intereses cualesquiera, rara vez de orden convencidamente político- beneficia sobre todo a las propias instancias a las que se pretende debilitar: gracias a ello se dismula la alucinante desproporción del combate. Parecería, en efecto, que los adversarios se enfrentan en pie de igualdad (como en las películas hollywoodienses, los implacables terroristas internacionales son siempre "casi" capaces de desmantelar los agenciamientos policiales de estado, están ìcasiî a su misma altura). La otra cyberguerra, la verdadera, esa que acabamos de vivir de cerca en Yugoslavia, nos ha demostrado bien a las claras que esa apariencia de proporción en el uso de la información como arma es una falacia interesada (que incluso ha pasado bien disimulada gracias a la exhaustiva cobertura mediática prestada por ejemplo a los ìerroresî y sus ìefectos colaterales"). Jamás en la historia de la guerra -y esto es preciso reconocerlo con toda claridad- se había dado una con tanta desproporción entre los adversarios en cuanto a su respectivo poderío armamentístico. Decenas de miles contra casi cero bajas demuestra que el arma de la información ñque a todas luces se ha convertido en la mayor fuerza generadora de poder, tanto en tiempos de presunta paz como en tiempos de abierta y declarada guerra- está exhaustivamente concentrada. Frente a la espeluznante evidencia de ese hecho, es el imaginario del acceso pirata o ilegal a su posesión el que resulta ridículo, si es que no cómplice ñen la medida en que contribuye a camuflar en parte lo inaceptablemente terrorífico de ese hecho insoslayable. No hace en efecto sino contribuir benéficamente a los intereses de los aparatos de control dándole un perfil todavía humano, casi todavía épico, a esta espeluznante y posthumana cyberguerra. Pero ese perfil humanizado es ciertamente falso. Como recientemente
ha insistido Giorgio Agamben, toda fundación de un orden político
de soberanía se asienta en la preservación del privilegio
de declaración del estado de excepción -que autoriza la suspensión
del principio de inviolabilidad de la vida humana. Bajo ese punto de vista,
asistimos a la emergencia de un orden mundializado en el que la constitución
de un nuevo modo del derecho y la soberanía transestatal, se intenta
fundar justamente ñy es significativo el hecho de que el ataque se haya
producido invocando razones humanitarias, más allá de la
soberanía y el reconocimiento del principio territorial- en la reserva
a favor de una instancia armada del privilegio a declarar la inocuidad
de la vida humana, a decidir sobre eso que Agamben llama la vida nuda,
de nuevo suspendida en sus derechos -esta vez por el hecho de pertenecer
a un pueblo caudillado por un asesino.
# Wray propone 5 categorías diferentes, 5 modalidades de ìactivismo en la redî. En la última de ellas Wray hace un poquito de futurología, atreviéndose a anticipar las posibilidades de actuación activista desde la red frente a la que él describe como ìla próxima guerraî. Como quiera que el análisis de Wray a que me refiero está publicado el año 98, y toma como modelo de ìúltima guerraî y primera cyber a la del golfo, la realidad se ha encargado de dejar muy atrás sus previsiones: como siempre que se hace política-ficción, la construcción del discurso envejece prematuramente con una velocidad escalofriante. Así que no incurriré en el mismo error, y me limitaré a presentaros cuatro principales categorías o modalidades que, por describir el pasado y la historia en cierta forma ya asentada, pertenecen más incuestionablemente a las posibilidades reales de nuestro presente efectivo y su futuro inmediato. # Hace algunos años se crearon enormes expectativas en torno a este tipo de sistemas como potenciales gérmenes de formas de ìdemocracia electrónica directaî. Pasado algún tiempo, el alcance de estos intrumentos, limitados a su consideración de dispositivos de propaganda o publicitación de la actividad de los diversos movimientos sociales, se reconoce en sus limitaciones efectivas ñmás capacitados quizás incluso para articular el debate y la comunicación interna de los propios colectivos que para proyectar un mensaje hacia la exterioridad del tejido social. Con todo, me gustaría distinguir el diverso alcance que al respecto poseen las listas cerradas de receptores pasivos y los foros de debate abiertos y públicos, ya no concebidos como meros órganos instrumentales de propaganda, sino como espacios abiertos a la discusión y participación colectiva. En mi opinión estos foros constituyen algo distinto y que merece ser considerado aparte: pequeños experimentos tentativos de producción de una esfera pública alternativa; formas por tanto emergentes de un activismo postmedial que fija el horizonte de su praxis politizada no tanto en el apoyo instrumental a una actividad dada y ya pre-existente como en la producción directa de acción comunicativa, de esfera pública. Pero dejo esta cuestión para el debate, si alguien desea plantearla, y continúo analizando las restantes modalidades que es lugar común reconocer como estabilizadas. # Invirtiendo los esquemas denunciados alarmistamente por la Rand Corporation en sus informes al servicio de las agencias militares estadounidenses, para alertar sobre la gravedad de las posibilidades de utilización de la red por parte de los grupos subversivos y terroristas internacionales, la infoguerra zapatista se desarrolló inicicalmente sobre todo como guerra de información, como ìguerra de palabrasî. Aplicando el clásico esquema de la propaganda agit-prop, la infoguerra se constituyó de hecho en la principal arma de lucha zapatista desde la firma del alto el fuego a principios del 94. Una infoguerra desarrollada como guerra de palabras ñsin excluir en todo caso la acción militar puntual de la guerrilla- que se ha mantenido desde entonces como principal foco abierto mediante el que el zapatismo insurgente ha asegurado su supervivencia en estos años. Ya difundiendo los mensajes del Subcomandante Marcos u otros líderes zapatistas, ya denunciando las actuaciones asesinas del gobierno mexicano ñcomo la matanza de Acteal en Chiapas a finales de 1997-, la infoguerra ha encontrado en la red internet el mejor medio para extender su lucha propagandística. Aun cuando no ha dejado de utilizar otros medios de información más tradicionales en el agit-prop, como el periódico La Jornada, es evidente que la capacidad de incidencia que ha encontrado la infoguerra zapatista en internet ñdesarrollada mediante listas de correos, grupos de noticias, listas de debate y websites- ha sido incuestionablemente muy superior. Sobre todo por su capacidad de extender las redes de resistencia y solidaridad con el zapatismo a nivel mundial. Nos encontramos en esta segunda modalidad con un grado de intensidad
en la acción de apoyo a un movimiento social cualitativamente distinta,
hasta el punto de que esa acción informativa es en sí misma
concebida como principal arma de guerra de un colectivo en lucha abierta.
En todo caso, y si nos atenemos al tipo de actuaciones hasta aquí
descritas ñlistas de correo, grupos de noticias, websites- nos movemos
todavía en el terreno de la acción comunicativa, en la utilización
de internet como canal de comunicación, pero todavía no como
ámbito de acción efectiva, directa. Las siguientes dos modalidades
cruzan ya, sin tapujos, esa frontera.
# En dos libros publicados en 1994 y 96, ìLa resistencia electrónicaî y ìLa desobediencia civil electrónica y otras ideas impopularesî, el colectivo analizaba las tácticas de resistencia callejera y alteración de la infraestructura urbana de los grupos de acción directa, e intentaba teorizar las posibilidades de aplicar esas tácticas a la infraestructura de internet. Como tal, las ideas de ìresitencia electrónicaî y ìdesobediencia civil electrónicaî no pasaban de ser especulaciones teóricas y abstractas, pero evidentemente formulaban hipótesis aplicables a una acción directa. En opiniones que el colectivo ha expresado a posteriori, esas aplicaciones efectivas deberían, para resultar realmente eficaces, ser de carácter clandestino y radical; en una primera lectura de aquellos textos, sin embargo, se ponderaba positivamente el potencial simbólico que en sí mismo podía poseer la acción simulada, a tenor de su repercusión medial. Diríamos que de la ambigüedad de esa doble lectura han surgido las dos formas actualmente principales de ìresistencia civil electrónicaî que podemos diferenciar, llegándose ambas a manifestarse divergentes entre sí, hasta el punto de que los propios miembros del Critical Art Ensemble han criticado abiertamente el desarrollo de la primera de ellas. Podemos, para diferenciarlas, hablar de ìresistencia electrónica
simulatoriaî frente a la ìacción directa electrónicaî.
# El primer llamamiento, realizado en el curso del propio festival, intentó bloquear en un acto simbólico y simultáneamente los websites de la presidencia del gobierno mexicano, la bosa de Frankfurt y el Pentágono. El floodnet muy pronto, sin embargo, quedó inutilizado, y el intento de bloqueo resultó un fracaso. Sin embargo, más de 20000 personas participaron en el intento y la acción obtuvo una enorme repercusión medial, llegando incluso a ser reflejada en la primera página del NYTimes el 31 de Octubre de 1998. No es de extrañar que ese enorme éxito, obtenido por la eficacia ìsimbólicaî constituida por el poder de amenaza del Floodnet superara con mucho en la evaluación el fracaso real, técnico, del intento. A ese primer llamamiento siguieron varios otros en apoyo de la lucha zapatista y contra los websites del gobierno mexicano, y finalmente en enero del 99 el software fue puesto a libre disposición pública, habiendo sido constantes los llamamientos públicos a realizar sentadas virtuales utilizando el mecanismo. El éxito de todos ellos ha sido siempre desigual en cuanto a la eficacia técnica (en todo caso momentánea, y por tanto simbólica) y su repercusión mediática ha ido, lógicamente, descendiendo, una vez perdido ya su valor de novedad. # ìEste es un comentario que el CAE desearía no haber hecho nunca, ya que algunos activistas han empezado a tomárselo en serio y están intentando actuar de acuerdo con él, principalmente utilizando la red para producir amenanzas de activismo hiperreales con el fin de azuzar el fuego de la paranoia de los estados corporación. Una vez más ñsigo citando literalmente al CAE- se trata de una batalla mediática destinada a ser perdidaî. Sobre el papel, la alternativa propuesta por el CAE ñla acción directa, radical y clandestina- está clara. Lo que no está tan claro es, obviamente, de qué hablamos cuando hablamos de ello ñentre otras cosas porque si pudiéramos hacerlo abiertamente es que ese valor de clandestinidad habría sido traicionado (o nosotros en este momento lo estaríamos haciendo). Sea como sea, me permito hacer dos valoraciones al respecto. Primera, que si no hablamos de acciones cuya eficacia dependa de su incidencia en los media, y a través de ellos de su incidencia en la formación de la opinión pública, no nos queda otra opción que pensar en acciones de carácter táctico cuya eficacia real dependerá exclusivamente de su capacidad de sabotaje concreto de las dinámicas de funcionamiento reales de las ìcorporaciones-estadoî ñcapacidad que inevitablemente reposará en la de ìorganizarseî antisimétricamente a las propias agencias de información, seguridad y control. Cito a los propios CAE: "Para lograr una utilización eficaz de estas tácticas deben desarrollarse métodos y medios de investigación, obtención de información y reclutamiento de informadores. (El CAE está dispuesto a apostar que el próximo escrito revolucionario sobre resistencia tratará de este problema, el de la generación de inteligencia amateur). Hasta que esto ocurra, la acción subjetiva-subversiva será poco eficaz. De momento, quienes no cuenten con una estrategia encubierta plenamente desarrollada sólo pueden actuar tácticamente contra los principios estratégicos de una institución, no contra situaciones y relaciones específicas. Evidentemente, una respuesta táctica a una iniciativa estratégica no tiene sentido. Resulta muy probable que una acción de este tipo no tenga los resultados deseados y sólo alerte a la agencia víctima de la acción para prepararse contra posibles presiones externas". # De un lado, la figura de Luther Blissett, como figura de autoría clandestina y compartida por un sin-número de intelectuales críticos que han elegido la vía de una identidad múltiple y simulada para participar en la discusión colectiva contemporánea en la red, como alternativa al espectáculo mismo de la autoría intelectual. De otro, los trabajos de RTMark, art-mark, que también oscila entre esa acción puramente simulatoria y la acción directa y el sabotaje ñcomo en el célebre caso de las barbies con el mensaje alterado. El ejemplo de su trabajo que ahora os muestro es su ìpagina simuladaî de la campaña presidencial de George Bush ñuna página orientada a desenmascarar los perfiles más duros de la ideología reaccionaria del personaje. Este otro trabajo, en curso de traducción en la página del área táctica, contiene un abanico de posibles líneas de intervención directa, como una especie de manual de uso, o de instrucciones, al alcance de quien quiera ponerlas en práctica. Por último, un trabajo de ìsimulaciónî-apropiación
que dirige su activismo directamente contra las prácticas artísticas
emergentes en el terreno del net.art, denunciando su actual evolución
hacia la restauración de todas las convenciones artísticas
tradicionales:
la autoría, la objetivación-objetualización de la
obra y a partir de ella su inmediata mercantilización. Me refiero
al trabajo de sabotaje de 0100101010100.org y su ìreplicadoî ilegal primero
de la web de hell.com, y actualmente su mirrorización anticopy del
site de teleportacia.org, cuando ella se constituyó en la primera
galería comercial virtual de net.art. Puesto que estoy seguro de
que este tema suscitará opiniones diversas y encontradas, dejo el
mostrarlo y explicarlo con más detalle, si os parece, para el debate.
# Quizás podríamos todavía distinguir aquí entre dos tipos de actuaciones hacker. En primer lugar, aquéllas cuya finalidad es meramente negativa, destructiva: bloquear o sabotear los flujos de información de las corporaciones-estado (principal tipo de las actividades a las que estas páginas que os muestro, del Caos Computer Club y del grupo ìThe Cult of the Dead Cowî están dedicadas) . En segundo, aquellas otras orientadas en cambio a liberalizar al máximo el acceso a esos flujos de información. En este punto ñdel que no puedo evitar declararme más simpatizante- el hacktivismo se acerca más a una práctica de acción directa a favor de reivindicaciones de carácter más afirmativo: tales como la del código abierto, la ampliación del ancho de banda de navegación, la del derecho a la privacidad y la encriptación, la utilización del freeware desarrollado colectivamente y sin licencia , o la independencia en la utilización de servidores propios ñun tema candente ahora que la fraudulenta gratuidad del acceso amenaza con homogeneizar la navegación en un mundo de portales hegemónicos controlados por los grandes grupos de comunicación e información. Creo que éstas son cuestiones reales que están ahora mismo en juego en cuanto a la evolución de la red internet y que de ellas van a depender en buena medida las posibilidades de su utilización independiente y activista. Acaso tratar sobre ellas de manera concreta pueda resultar más positivo que seguir dejándose embaucar por la fantasía romántica del pirata-bohemio reconvertido ahora en imaginario activista electrónico. # Me parece que, por desgracia, es demasiado frecuente que el debate sobre el qué hacer se extravíe recurrentemente en la polémica intestina y estéril contra quien adopta o elige adoptar una modalidad de la acción distinta a la que nosotros reivindicamos. Me parece que esa actitud, a veces intolerante, bebe de una herencia de ortodoxias y fés dogmáticas en ìlaî verdadera y única solución ñque quizás convendría dejar un poco a un lado. Acaso en efecto ninguna solución pueda funcionar mejor que la constelación estratégica de las distintas prácticas y formas de activismo, ese encuentro ocasional y provisorio por el que posiciones muy dispares se reenvían, sinérgicamente, refuerzo mutuo, en un arhipiélago diseminado de formas diversificadas de experimentación, acción e intervención, cada una de ellas micropolíticamente orientadas pero interconectadas en su autonomía operativa. # Lo que está en juego es mucho, sin duda, y nuestra apuesta ñen medio de todo ello- está clara: tomar siempre partido por la radicalización de las formas democráticas, por el fortalecimiento de los mecanismos de que aumenten las posibilidades de participación ciudadana en la conducción colectiva de los asuntos comunes. Nuestro empeño en ìproducir esfera públicaî alternativa no puede tener otro objetivo que ése: favorecer el fortalecimiento de aquellos instrumentos que permiten -cuanto más posible- la expresión plural de los intereses y las visiones del mundo, facilitando su contraste y logrando a la vez que operen como mecanismos eficientes de regulación de la acción pública. "La esfera pública -cito a Alexander Kluge- es el lugar donde los conflictos pueden ser resueltos por otro camino que la guerra". Pero no se trata sólo, entonces, de producir "esfera pública", sino, y sobre todo, de producirla como políticamente activa, efectiva. Sólo ello nos permitirá invertir el proceso de desactivación de lo político en curso en las sociedades actuales a manos de lo mediático, de la lógica del espectáculo integrado. Sólo permitirá de hecho que nuestra acción sirva para algo más que la autocomplacencia -o el refuerzo a la falsa conciencia colectiva de nuestra difusa clase de intelectuales fin de milenio. Sólo ello permitirá que, en última instancia, el ìTeatro de la Resistencia Electrónicaî nombre algo más que una topología vacía del simulacro, un lugar absorbido a la propia lógica del espectáculo integrado, para señalar un auténtico escenario desde el que abordar, reescribir y reforzar la continuidad de una lucha irrenunciable por el aumento de los grados de emancipación y justicia en las relaciones entre los hombres. ---
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Links a los ejemplos propuestos en el texto:
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