ENTREVISTA A MARÍA ÁNGELES

Si pensamos en María Ángeles, es probable que lo primero que nos venga a la cabeza sea su voz, porque siempre, en cualquier reunión formal o informal, nos deja su opinión.

Su buen criterio nos invita a reflexionar sobre diferentes temas y a cuestionarnos nuestra propia labor docente.

Claro que, seguramente, como todos aquellos que expresan lo que sienten, tanta espontaneidad le habrá traído algún que otro quebradero de cabeza. Sin embargo, debemos estar agradecidos a su franqueza, pues nos ha permitido conocerla mejor, aunque siempre quedará algo por descubrir. En esta ocasión le rogamos que no se contenga y conteste a las preguntas de la entrevista

  1. ¿Qué recuerdos tiene en tu época universitaria en Salamanca? ¿Ya eras tan reivindicativa? 

Niego la mayor, no soy tan reivindicativa. De hecho, casi siempre me han acusado de lo contrario, de defender en exceso al sistema. Y al menos en mi vida profesional ha sido así. Otra cosa es que suelo decir lo que pienso, no veo ninguna deslealtad en ello.

En cuanto a mi época de la facultad, llegué en un momento muy peculiar. En mi primer año murió Franco, de forma que viví allí los primeros años de la transición. Los primeros cursos fueron un hervidero de actividad: asambleas, huelgas, cierres de facultad durante meses (cierres “patronales”, se entiende, cerraban las facultades para que no hubiera huelgas). Yo aterricé en ese ambiente desde colegios de monjas y de curas, y todo mi bagaje de formación política era conocer los “Principios fundamentales del Movimiento” y aquello del municipio, la familia y el sindicato que nos enseñaban en el colegio en clase de política (se llamaba, la asignatura, “Formación del espíritu nacional”). Lo que recuerdo sobre todo era mi asombro, cierta sensación de aventura, y mis ganas de enterarme. Si en aquella época hubiera conocido la hipótesis de los universos paralelos, que no la conocía, la hubiera suscrito totalmente con aquella experiencia como prueba empírica. ¿Mi participación? Muy poquita, como espectadora expectante. Más allá de las asambleas o de las reuniones con compañeros, en las que llegué a sentirme más o menos competente, pasaban cosas que no se pueden olvidar, y que te hacían ver claramente que aquello era serio. Fueron los años del asesinato de Atocha, por ejemplo, del que se han conmemorado los 40 años hace unos días. Había gente muy valiente, muy comprometida, en la universidad y fuera de ella. Yo los admiraba.

  1. ¿Qué estudios realizaste?

Estudié Ciencias Biológicas en Salamanca.

  1. ¿Qué te llevó a preparar las oposiciones a cátedra?

La verdad es que me presenté a cátedra porque las posibilidades de sacar la de agregado eran muy bajas. Fue también una época de crisis, con mucho paro. Como ahora, el número de opositores era altísimo en relación con las plazas que se ofrecían. También igual que ahora era muy difícil aprobar desde fuera del sistema, al menos las oposiciones de agregado, porque había un turno restringido a través del que salían un número muy importante de plazas; en la oposición libre acababan contando fundamentalmente los méritos -haber dado clase-, y lo de entrar en un instituto como interina estaba difícil: no había listas, contrataban directamente los directores, de forma que si no conocías a nadie la cosa no era fácil. En la oposición de cátedra, en cambio, el examen era suficientemente selectivo como para que se presentara menos gente, y abandonara casi todo el mundo. Ahí los parados teníamos ventaja: teníamos mucho tiempo para estudiar.

  1. Coméntanos qué supuso para ti el salto de Salamanca a Canarias.

Yo ya conocía Canarias, y Gáldar, y me encontraba muy bien aquí, de forma que lo que realmente supuso un cambio fue incorporarme a trabajar y tener autonomía económica. Los primeros meses fueron un proceso acelerado de aprendizaje. No tenía ni idea de lo que era un instituto, y sabía muy poquito de lo que tenía que hacer. Recuerdo algunas cosas entre el rubor y el humor. Llegué con el curso empezado, porque había estado de baja maternal. El primer día que vine a clase casi lloro de los nervios; me presenté con una falda gris claro -por debajo de la rodilla, por supuesto- blusa de puntillas y zapatos azules de medio tacón. Yo misma me sentía ridícula, pero en mi desconocimiento entendí que había que ir “formalita” a trabajar. Encima, cuando empecé a subir la escalera, oí el tremendo silbido de un alumno, de cuyo nombre me acuerdo, por cierto. Llegué a la clase con tales nervios que, sin ni siquiera saludar, me puse a hablar de los glaciares. Para “tranquilizarme” alguien me dijo desde el fondo de la clase “¿No vas a decir ni cómo te llamas?”. Tuve que volver a empezar.

En todo caso me bastaron un par de días para ver que los profesores venían en vaqueros, que abundaban las barbas y las melenas largas, y que el ambiente no era tan diferente de el de la facultad, lo que me hizo sentir más a gusto; Saro Rodríguez, con la que compartía un par de guardias, me empezó a poner al día de dónde estaban las listas, y qué había que hacer con aquella tablilla que usábamos; a Félix, mi único amigo en el instituto en aquel momento, le tupía a preguntas, y él contestaba como contestaba siempre Félix, me sacaba del apuro y se reía un poco  de mí.  Luego empecé a conocer más gente, divertida y trabajadora, con la que aprendí a enseñar, y a vivir… hasta ahora.

  1. Eres una gran profesional de la docencia que además ha desempeñado diferentes cargos en la Administración. ¿En qué consistía la Innovación Educativa?

Bueno, he crecido mucho a lo largo de mi carrera, sobre todo a lo ancho ¿a eso se refieren con lo de “grande”? Innovación es un servicio de la Dirección General de Ordenación que, al menos en mi época, se dedicaba a apoyar contenidos que se consideraba que había que introducir o potenciar en las aulas, muchos de ellos relacionados con lo que entonces se llamaban ejes transversales. Lo hacía a través de proyectos de la administración y los Centros de profesores. Igualmente se apoyaban diferentes iniciativas de grupos de profesores que se consideraban novedosas. De todas formas, yo sólo estuve un año en Innovación. Estuve más tiempo en Renovación, trabajando en la implantación de la LOGSE.

  1. Has sido directora del Saulo Torón durante…

He estado dos veces en la dirección. Creo que los dos periodos han sido de cuatro años, pero quizá uno de ellos de tres. La verdad es que no me acuerdo.

  1. Y llegaron los niños de 12 años al Instituto. ¿Asumiste el reto?

El reto fue para todos. En todo caso una de las grandes dificultades de aquel proceso fue en muchos casos cerrar los institutos. En este centro ya se había hecho antes, de forma que la entrada de 1º y 2º de ESO no implicó cambios para el resto del alumnado, por lo menos no importantes. Sí para el profesorado. Un segundo problema que había aparecido en diferentes institutos había sido la integración de los profesores de primer ciclo que venían de los colegios de primaria. En aquella época se había acuñado una expresión como causa: “procedencia de diferentes culturas pedagógicas”. Había parte de eso, mucho también de competencia por los mismos niveles. En todo caso en este instituto no hubo ni el mínimo problema: buena actitud por parte de todos, y a remar juntos. De forma que sólo hubo dificultades, y vaya si las hubo, con la integración del alumnado. Entre 1º y 2º había muchísimos alumnos repetidores, algunos de ellos con problemas graves. Por otra parte, quizá por falta de práctica, surgían en las aulas problemas para los que no teníamos respuesta: que no trae el material, que no estudia, que ni deja dar clase… Recuerdo que, a finales de octubre, para la primera reunión de equipo educativo, diseñamos una toma masiva de datos por parte de todos los profesores para poder saber qué materias, qué grupos y qué alumnos tenían problemas y poder abordarlos. A partir de ahí las cosas empezaron a normalizarse. En todo caso el método triunfó. Fue el principio de lo que luego hemos llamado las “fichas rojas”, y ahora son los informes a los tutores.

  1. Desde que te has convertido en abuela, ¿entiendes mejor a los alumnos de primero de la ESO?

Más bien ha sido al revés. Cuando yo empecé a dar clase en primero de ESO mi nieta debía estar en infantil. Quien realmente me ayudó fue María López, que daba conmigo las Ciencias de la Naturaleza, y otros maestros con muchas tablas: Paqui Ruíz, los dos Nicolás… Ellos manejaban aquellos cursos y los problemas de aquellos niños sin aparente dificultad. Yo no me hacía mucha idea de la edad que tenían los críos. Una vez, hablándole a una madre de lo infantil que era su hijo, le dije: “¡Es que parece que tiene 11 años!”. Me contestó que era justo la edad que tenía. Pero lo cierto es que acabé aprendiendo a dar aquellas clases… a mi manera.

Ahora cuando estudio con mi nieta sí me sirve, y mucho, la puesta a punto que tuve que hacer en mis conocimientos, sobre todo de matemáticas, para aquellas clases de apoyo que sustituían al francés. Me acuerdo que le pedí a Isabel una lista ordenada por prioridad de las cosas que mis alumnos de refuerzo debían saber (fíjense en la ironía y mi cara dura de pedirle yo a Isabel una lista ordenada…). En todo caso me la hizo, y fue como mis tablas de la ley para aquellas clases.

  1. Si desempeñaras un cargo político en Educación, ¿qué objetivos propondrías para mejorarla?

Yo nunca he tenido ni querido un cargo político. Pero sí tengo claro lo que debe ser el objetivo prioritario de la educación pública: la titulación de todo el alumnado en Secundaria Obligatoria. Y me parece un retroceso peligroso que esté cada vez menos presente en el discurso y el esfuerzo educativo. Los alumnos que salen del sistema sin título tienen un futuro difícil en el contexto socioeconómico actual. Y no nos engañemos, no van a contar precisamente con familias millonarias que les pongan un negocio. La última respuesta a las diferentes condiciones del alumnado para llegar a este objetivo debe ser la diversificación del currículo, no la «desescolarización». Vamos caminando a pasos agigantados hacia esta segunda estrategia. Claro que es difícil trabajar por este objetivo cuando desde la administración y las decisiones de política educativa externas al centro no se dirigen en este sentido. Pero admiro a Fernando, que lo mantuvo durante sus años de dirección y ahora se lo curra en su tutoría, a Cristóbal, que fue eterno tutor de grupos de última oportunidad, a los compañeros que trabajan en diversificación… Veo con frecuencia a Kako desesperarse y volver a empezar, a María, con la que colaboré en este tipo de trabajo el año pasado… Es importante este esfuerzo, es importante que los alumnos lo vean y lo compartan…

  1. ¿La nueva era tecnológica ha supuesto un cambio significativo en tu metodología?

En la metodología, no. En la preparación de materiales para clase, desde luego. Yo llevo trabajando con ordenador más de 25 años, y aún recuerdo la maravilla que supuso el poder corregir materiales que ya tenía hechos. Antes, si unos apuntes tenían aspectos que no te gustaban, o que veías mejorables, te veías en la decisión de seguir con ellos o volverlos a hacer por completo. El ordenador facilitó el trabajar sobre lo hecho, como la evolución biológica, que sólo corrige ADN. Mejoró mucho la adaptación de materiales a los diferentes grupos, o la incorporación de nuevas ideas. Internet llegó mucho más tarde. La primera vez que lo vi funcionar fue cuando trabajaba en la Dirección General. Pusieron internet en un ordenador. Un compañero, creo que el único que se enteraba, lo arrancó con un público por detrás de no menos de quince personas. Bajó lentamente una página de fondo amarillo, no recuerdo su contenido. Muy lentamente, por cierto. No había ADSL, y no hablemos de fibra… Yo no le vi mucho futuro: cuando el responsable de Nuevas Tecnologías (estaban organizando medusa en aquella época) decía que llegaría a sustituir a los CEP en la formación del profesorado, que llegaría a haber un CEP virtual, nos reíamos de él (yo me reía de él, nunca he sido prudente ni para meter la pata). Ahora es obvio que internet supone para mí, como supongo para todos, una fuente inagotable de recursos, información, y sobre todo gráficos. Ha mejorado mucho los materiales para el alumnado.

  1. Algunos consideramos que el exceso de contenidos en la red supone a veces un perjuicio para la enseñanza, porque uno se pierde entre tanta maraña. Está claro que Internet es una herramienta que deben aprender a usar. Pero, ¿cómo debemos afrontar el reto de enseñarles a ser críticos con la información que encuentren?

No creo que mi opinión al respecto deba ser tenida en cuenta. Pero la verdad es con internet pasa como con el Corte Inglés o Ikea: tienen de todo, pero como te metas allí sin saber a lo que vas, pierdes un montón de tiempo, y sales con una montaña de cosas que te parecieron estupendas, pero luego te das cuenta de que no te sirven para nada. Internet es un entretenimiento, hace bueno el verbo “novelear”, tan canario: periódicos, páginas como Naukas, cotillear novedades editoriales, algunos podcasts o blogs … me lo paso bien. También para trabajar me resulta muy útil, como dije antes. Pero este conocimiento precario, totalmente de nivel usuario, no me autoriza para enseñar a mis alumnos a manejarse en la red. Hay que reconocer cuando el tiempo te deja atrás. Hace poco le dije a un alumno en la biblioteca que cerrara la tablet, que no se podía jugar.  Me dijo que estaba estudiando matemáticas. Yo insistí (necia de mí) que aquello era un juego. Me contestó: “Pues dice Melquiades que son matemáticas”. Melquiades me lo confirmó más tarde. Su frase fue “No sabes el álgebra que aprenden” Lo del álgebra no me quedó claro, pero la primera parte sí: no sé. Calladita estoy más guapa. En el centro hay profesores como él, o María Dolores con su “Gato de Schrödinger” que trabajan en ello y saben hacerlo, y son esos profesores que conocen las posibilidades de uso didáctico de internet, y meten tiempo y esfuerzo en ello, los que pueden, y creo que deben, tomar la palabra en este tema.

  1. ¿Cuántas Leyes Orgánicas de Educación crees que nos quedan por sufrir?

No lo sé. Algunas fueron necesarias, y buenas. Dos, la LODE y la LOGSE. Fueron las que cambiaron el sistema. Y el marco general que diseñaron aún sigue en vigor.

La LODE fue una ley muy política, que establecía la tipología de centros y organizaba la participación de las comunidades educativas. Las leyes posteriores que han incidido en estos temas lo han hecho para modificar este segundo aspecto, siempre en el sentido de rebajar la autonomía que en su momento se reconoció a los centros.  Me recuerda a un villancico que nos cantaba mi madre: “ya viene la vieja con el aguinaldo, le parece mucho, le viene quitando”. Bueno, pues ya no le queda mucho que quitar. Con la “participación” de la administración educativa en la elección del director creo que terminaron el proceso. No es fácil que haya más cambios en este aspecto.

Otra cosa son las leyes que sucesivamente han ido incidiendo en la ordenación de las enseñanzas que se estableció en la LOGSE. Sus decisiones básicas no se han modificado: educación obligatoria hasta los 16 años, Formación profesional específica, organización en edad y número de cursos de las diferentes etapas educativas. Pero salvo esto, al menos en la Secundaria Obligatoria, ya no queda nada de lo que se planteó en su momento. Se diseñó una enseñanza propedéutica, y tenemos una etapa claramente selectiva. Se pensó como una etapa de formación integral y se imparte con un currículo organizado en asignaturas – la supresión de la palabra materia no es gratuita-. En todo caso creo que los sucesivos cambios responden a objetivos políticos, no educativos. En concreto a hacer ver que se hace algo con el fracaso escolar (más selección versus más nombres para programas de apoyo no dotados) y que se responde a la ideología de los votantes en cuestión de valores (más Religión católica versus Educación para la ciudadanía). Obviamente, como estoy posicionada políticamente, me gustan más unos cambios que otros, pero no creo que ninguno responda a problemas educativos. En todo caso, en mi opinión, todos comenten el mismo error: más inglés, más lengua, más matemáticas, más informática. También porque tiene muy buena venta. Todos son lenguajes, diferentes lenguajes. ¿Alguien se ha planteado que para aprender un lenguaje es condición previa, o al menos tiene que progresar en paralelo, tener algo que decir? Si nuestros alumnos no conocen su realidad natural, histórica, social, no van a saber qué hacer con tanto procedimiento para expresar…nada. Porque para expresar su realidad cotidiana el lenguaje ya se lo buscan ellos. Preferentemente cualquiera con el que ni el profesorado ni los padres interfieran. Y hacen bien.

  1. Después de tantos años en la enseñanza ¿piensas que te será fácil el disponer de tanto tiempo libre para…? Cuéntanos.

Después de tantos años de primer trimestre, segundo trimestre, tercer trimestre tengo el objetivo claro de desligar mi vida de este tipo de calendarios. Tengo algunos compromisos inmediatos de carácter familiar, y luego no tengo planes. Ir a la playa entre semana, hacer lo que hago ahora sin correr, leer sin interrupciones, viajar a la península en otoño y primavera, a comprobar si son estaciones tan bonitas como las recuerdo. Nada más. Mi verdadero plan es no tener planes. Y me parece un planazo.

 

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