Fidel Castro

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   Pocas personas en la historia reciente han despertado a su muerte sentimientos y reacciones tan encontradas como lo ha hecho este sábado Fidel Castro. Revolucionario libertador para unos, cruento dictador para otros, lo cierto es que el ya difunto comandante pasará a los anales como una de las grandes figuras del siglo XX junto a Hitler, Stalin, Gandhi, Sadam, Mandela o Kennedy.

   Retirado desde hace una década de la primera línea política por motivos de salud, Castro fue un opresor, de eso no hay duda. Hace seis décadas decidió comenzar una lucha que, según él, llevará la libertad y la democracia a Cuba. Hoy, en 2016, seguimos esperando a que eso suceda y por el camino se han quedado muchos disidentes y balseros que se dejaron la vida en la tenaz y valiente oposición al castrismo.

   Sin embargo, Castro es un perfil de doble filo, pues si bien era un dictador con todas las letras, también fue un gran pensador de izquierdas, con discursos (eternos) dignos de relectura y estudio.

   El dictador también dotó a la isla de uno de los mejores sistemas educativos y sanitarios del mundo, y eso no hay quien lo niegue. Para él lo primero era la mente, luego lo demás. De ahí que se esforzara por parecer lúcido hasta sus últimas apariciones públicas, allá por el mes de agosto, cuando apenas se tenía en pie y balbuceaba proclamas más que otra cosa.

   A su muerte Castro deja Cuba en un proceso lleno de dudas. Su hermano Raúl heredó hace tiempo su trono e inició tímidas reformas que han llevado a la isla a descongelar sus relaciones bilaterales con Estados Unidos por primera vez en medio siglo. Está por ver qué será del país caribeño una vez el hermanísimo pase a mejor vida, pues cuenta ya con 85 primaveras.

   Y con esas, La Habana vivía este viernes por la noche escenas de llanto y emoción por igual, pues el país sigue dividido. Precisamente no deja de ser irónico que Fidel, líder de la lucha contra el capitalismo, haya muerto en un Black Friday de récord.

   A buen seguro que el comandante estará revolviéndose en su tumba, donde ahora sólo le debe quedar el consuelo de uno de esos enormes habanos que con tanto placer degustaba.

BORJA M. HERRAIZ, publicado en El Imparcial (26/11/2016) (adaptación).

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