Biciclown

   Nunca olvidará aquella mañana en la que empezó su nueva vida. Llevaba años dirigiéndose, día tras día, a una notaría en Madrid. Aquella mañana se levantó de una forma diferente. En unas horas iba a comenzar su sueño de recorrer el mundo y, a la par, hacer reír a los demás. Y así fue. Al día siguiente, 19 de noviembre de 2004, el asturiano Álvaro Neil, treintañero entonces, cogió su bici en su ciudad natal, Oviedo, y un disfraz de payaso con nariz roja incluida y empezó a pedalear. Este domingo, 13 años y cuatro vueltas al mundo más tarde, alcanzó su meta. Y cerró el círculo regresando a su Oviedo. Dejó de ser administrativo en una notaría y pasó a convertirse en el Biciclown.

   El primer país al que llegó pedaleando fue Marruecos. Pero no utilizó su nariz de payaso hasta cruzar su segunda frontera y alcanzar una aldea en Mauritania, donde encontró un hospital fundado por españoles. Aquel fue el comienzo.

   En su mochila de viaje pesan mucho las siete veces que estuvo a punto de perder la vida. Sufrió un accidente de tráfico en Turquía; ha llegado a padecer cuatro malarias cerebrales y en la segunda le dieron hasta la extremaunción; en Tanzania una serpiente le picó y Álvaro estuvo grave varios días. No sólo eso. En Perú fue uno de los supervivientes en un accidente de tráfico de un autobús que se quedó colgado de un precipicio. La última vez que se temió por su vida fue en Argentina, donde dos camiones le pasaron por cada lado.

   A lo largo de 5.342 días y 207.832 kilómetros de viaje -exactamente, cuatro vueltas a la tierra-, Álvaro hizo noche en los lugares más inhóspitos que nadie pueda imaginar: hospitales, casas abandonadas, mezquitas, ambulancias, iglesias… El Biciclown cruzó así hasta 117 fronteras, se enamoró… y fue cumpliendo años hasta los 50 que tiene ahora.

   Su presupuesto mensual eran 300 euros, aunque confiesa que no necesitaba ni siquiera 200. Ha llegado a sobrevivir, asegura, con tres euros al día. Sólo gastaba en comida, puesto que para dormir utilizaba su tienda de campaña o buscaba casas abandonadas o algunas veces recurría a la solidaridad de la gente. También subsistía publicando artículos en revistas de viajes, además de varios libros.

   ¿Y su conclusión? «Estos 13 años me han enseñado que hay que valorar la vida, y no se puede comprar el tiempo», dice Álvaro el Biciclown. «Es lo más preciado que tenemos y nos cuesta valorarlo».

EMMA GORJÓN, en El Mundo (22/11/2017) (adaptación).

¿Crees que este largo viaje ha valido la pena? ¿Por qué?

 

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