Todo tiene un «para qué»

Un «para qué» a ojos del alumno-a. Es el alumnado el que tiene que sentir la funcionalidad de sus aprendizajes. Desde el momento en que se consigue que aquello que se aprende, se aprende para lograr algo, para poder conseguir una meta concreta, conseguimos generar una de las claves para un aprendizaje efectivo: la significatividad.

Nuestra labor es la de pensar la manera de organizar la enseñanza, de forma que en cada contexto surja un «para qué» claramente definido para el alumnado. Cada niño o cada niña que afronte las tareas que se les propongan en cada contexto, debe reconocer el fin último de esa tarea, que bien puede ser un producto acabado que va a emitirse en la radio escolar, o se va a representar en el teatro o, tal vez, acabe siendo una charla para sus compañeros-as. Pero también es posible que la tarea a realizar sea una preparación que le permita desarrollar otra tarea paralela, como cuando practica y aprende ortografía, porque ese aprendizaje le servirá para corregir textos de sus compañeros-as antes de ser impresos. O cuando ha de preparar una lista de productos a comprar en la tienda del aula, de forma que pueda calcular el dinero necesario para la compra.

Cada contexto, cada aprendizaje deberá facilitar el acceso a unos conocimientos que deben tener un sentido real, o cuando menos, cercano a la realidad.