Con un mazazo verde, entre vítores, aplausos sonrisas y selfies, Laurent Fabius finalmente dio por aprobado el Acuerdo de París. El Ministro de Exteriores francés, auténtico facilitador de la Cumbre del Clima, preguntó a las 196 delegaciones si había objeciones. Y como nadie levantó la mano, dio el golpe definitivo en la mesa: «Es un mazo pequeño, pero pienso que puede hacer un buen trabajo».
La COP21 concluyó en un tono de trascendencia histórica, en contraste con el carpetazo y fiasco de la cumbre de Copenhague hace seis años. Pese a la ambivalencia de los grupos ecologistas, la sensación general fue de éxito ante un texto de 31 páginas y jurídicamente vinculante, que por primera vez reúne el compromiso mundial por «mantener el aumento de las temperaturas por debajo de los 2 grados con respecto a los niveles preindustriales y perseguir los esfuerzos para limitar el aumento a 1,5 grados».
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