Estaban en pie junto a la cruz de Jesús su madre, María de Cleofás, hermana de su madre, y María Magdalena. Jesús, al ver a su madre y junto a ella al discípulo preferido, dijo a su madre: "Mujer, ahí tienes a tu hijo". Luego dijo al discípulo: "Ahí tienes a tu madre". Y desde aquel momento el discípulo se la llevó con él.

A las doce cayeron tinieblas sobre toda la tierra, y duraron tres horas. A eso de las tres, gritó Jesús desde la cruz, exclamando en su propio idioma: "¡Eloi, Eloi, ¿lama sabajtaní?" que traducido significa: "Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?". Allí cerca había algunos que lo oyeron, pero no sabían qué quería decir. "¡Oíd cómo llama al profeta Elías!", dijeron. "Vamos a ver si viene a bajarlo." Uno de ellos, untando una esponja en vinagre, la puso en una caña larga y se la acerco para que la chupase.

Luego gritó Jesús otra vez con voz potente, y murió. Y, como señal de que era Hijo de Dios, el velo del templo que colgaba delante del sanctasanctórum de Dios se rasgó de arriba abajo en dos trozos. El centurión romano que hacía la guardia y estaba allí de pie, precisamente frente a la cruz, al ver que ocurrían tales cosas en la muerte de Jesús, exclamó: "¡Verdaderamente, Este era Hijo de Dios!"

También se encontraban allí unas mujeres, observando desde lejos la muerte de Jesús. Ellas lo habían acompañado en Galilea y le habían servido; y con muchas otras habían venido con Él a la fiesta a Jerusalén.