26 de octubre: Día de la visibilidad intersex

La realidad de personas intersexuales: «Los médicos me estudiaban y me exhibían como a un monstruo de feria»

El 26 de octubre se celebra el Día de la visibilidad intersex, un colectivo que agrupa alrededor del 1,7% de la población mundial.

¿Qué es la intersexualidad? 

Según Brújula Intersexual, una de las mayores organizaciones intersex de habla hispana y referente dentro del colectivo, la intersexualidad es el término que se emplea para definir a las personas que nacen con variaciones de las características sexuales. Estas variaciones se pueden dar por cuatro motivos principales: genitales no normativos, alteración en la composición de las gónadas —testículos y ovarios— y variación o alteración de los niveles hormonales o cromosómicos.

Desde el colectivo aclaran que, frente a lo que mucha gente puede pensar, ser intersexual no es ninguna orientación ni identidad sexual, sino una cuestión física y defienden que hay tantos tipos de personas intersex como variaciones existen. Por ejemplo, una persona puede nacer con genitales típicamente femeninos, pero contar con testículos internos y cromosomas XY (típicamente masculinos). A veces se da el caso de que la persona presenta una composición genética denominada “mosaico”, es decir, sus células tienen cromosomas XXY (masculinos y femeninos).

En otras ocasiones, las personas pueden nacer con un clítoris más grande de lo considerado “normal” o un pene más pequeño de lo habitual. Asimismo, también se consideran personas intersexuales las que nacen con hiperplasia suprarrenal congénita y síndromes como el de Morris o el de Turner.

Según la Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, se estima que aproximadamente el 1,7% de las personas del mundo nacen con características intersexuales, aunque podrían ser más. “No hay cifras oficiales porque mucha gente aún está dentro del armario y no quiere contárselo a nadie. Aún hay mucho tabú”, afirma Asmi Ananda, que con 62 años es una de las personas con más recorrido dentro del colectivo.

“Ocultaba mis pechos con vendajes”

Estas variaciones no siempre son visibles en el momento de nacer. Algunas personas lo descubren cuando comienzan la adolescencia y el desarrollo sexual. Bernardino Sañudo, activista y miembro del colectivo intersex Krisol, se dio cuenta de que algo no marchaba según lo esperado cuando llegó a la pubertad. “Yo siempre me había visto con un cuerpo diferente pero cuando empecé a desarrollarme me empezó a salir pecho. Me preguntaba ¿por qué me parezco más a mis compañeras de clase que a mis compañeros?.

Años después, estudiando la carrera de Biología, Bernardino decidió realizar una estancia en Ecuador. “Cuando llegué allí, decidí ponerme vendajes para ocultar los pechos. No quería tener problemas y tenía miedo por si me podía pasar algo”, recuerda. A su vuelta a España, comenzó a hacerse pruebas. “Un día, en la facultad, vi mi propio caso en clase de genética. Un buen amigo me animó a que me hiciera pruebas. Empecé en 2011 y no fuí diagnosticado hasta 2014. Lo primero que me dijo el médico fue que estaba gordo y que tenía que hacer deporte para perder el pecho”. A pesar del ejercicio, el tiempo pasaba y la situación no mejoraba. “Me hicieron un análisis y ahí salió todo. Los niveles de testosterona estaban muy bajos y junto a cada nivel hormonal había un asterisco que ponía mujer en embarazo, mujer ovulando. Yo lo primero que pensé fue: he tenido pecho casi toda mi vida, ¿seré una mujer?”. Le hicieron un cariotipo y le dijeron que era XXY. “Me quedé de piedra. Recuerdo que en aquel momento tenía novia y cuando se lo dije se quedó flipando”.

“Me enteré de que era intersexual a los veinte años, cuando lo miré en la enciclopedia”

En el caso de Iolanda Melero, activista y miembro del colectivo Kaleidos, sus padres descubrieron su intersexualidad a los dos años de nacer. “Una profesora de la escuela les dijo a mis padres que mis genitales estaban hinchados y que eran más grandes de lo normal. Después de muchas pruebas descubrieron que en lugar de ovarios tenía testículos. Me extirparon las gónadas con casi dos años y después me volvieron a intervenir con 4 años para realizarme una nueva vagina”, recuerda Iolanda.

La activista admite que nadie le dijo nada, ni siquiera su médico. “¿Cómo me enteré? Por la enciclopedia”. “Tanto desde el entorno familiar como desde el médico existía un silencio y tabú tremendos. Mi médico solo me dijo que me habían tenido que operar de ‘ahí abajo’ varias veces pero no especificó nunca lo que me había pasado. Un día, en la consulta oí que le decía a alguien que yo tenía el síndrome de Morris. Llegué a casa y lo busqué. Por fin, después de tantos años, lo entendí todo”, recuerda.

A pesar del tiempo transcurrido, Iolanda reconoce que en el entorno familiar aún sigue siendo un tema tabú y del que no se habla abiertamente: “He tenido que trabajar muchísimo a nivel psicológico y aún sigo recorriendo ese camino. Ha sido y sigue siendo muy duro. Ahora quiero ayudar a los demás”.

«Mi madre me dio un papel en el que ponía: María Luisa, eres hermafrodita»

En el caso de Asmi Ananda, que se identifica con el pronombre ‘elle’ —un término no aceptado por la RAE, pese a que fue valorado por su observatorio— , fue su madre quien se lo contó. “Jamás lo olvidaré. Tenía 14 años, y estaba con mi madre en un apeadero para coger un tren. Me dio un papel en el que ponía: María Luisa, eres hermafrodita. Había tanto tabú y tanto miedo que no supo ni decírmelo. En esa época (a mediados de los años 70) esas cosas no se decían en voz alta”.

A diferencia de Bernardino, a Ananda le diagnosticaron nada más nacer. “Cuando llegué a este mundo, el médico le dijo a mi madre que yo era un chico pero que me iban a registrar como chica para que no hiciera la mili. A veces pienso que no lo hizo con mala intención, sino para protegerme. Nací con micropene, sin vagina y, aparentemente, sin testículos”.

La llegada a la pubertad fue determinante para Asmi. “Recuerdo caminar por la calle y fijarme en los carteles de chicas desnudas que había en los talleres de mecánica. Ahí me di cuenta: yo no era como ellas, me faltaba algo”. En la adolescencia comenzaron a hacerle pruebas porque no tenía menstruación ni le crecían los pechos. “Estuve un mes entero ingresade en el hospital, hasta que se dieron cuenta de que tenía testículos internos. Me los extirparon y a los 18 años me reconstruyeron la vagina”, recuerda.

Mejorar los protocolos médicos y luchar contra la invisibilización: retos del colectivo

Desde el punto de vista médico, Iolanda, Bernardino y Asmi coinciden en que se deben mejorar tanto los protocolos médicos como el diagnóstico, además de establecer una guía de buenas prácticas.

Cuando estuve ingresade en el hospital todos los días venía un médico con algunos estudiantes. Me abrían de piernas y me observaban. Ninguno me miró nunca a los ojos ni me preguntó nada. Yo me moría de vergüenza”, recuerda Asmi Ananda.

Aunque esto ocurrió a mediados de los setenta, Bernardino no cuenta algo muy distinto de los protocolos que llevaron a cabo con él en 2011. “Cuando me diagnosticaron, mi médico no tenía ni idea de lo que era la intersexualidad. Me dijo que me moriría pronto. Después, y durante mucho tiempo, en la consulta me exhibían como un monstruo de feria. Me desnudaban sin mi consentimiento y pasaban los estudiantes. Me trataban como a un bicho raro. No sé qué querían, quizás que dijeran: ¡guau, es una persona diferente. Mira los pechos y el pene que tiene!”. Afortunadamente, las cosas han cambiado en la consulta. “Ahora mi médico es un amor. Creo que no era tan difícil hacerme sentir como a un ser humano más”, puntualiza Bernardino.

Además de la incomprensión, las personas intersexuales también tienen que lidiar con la desinformación y los mitos construidos en torno a su colectivo. “En el ideario colectivo mucha gente sigue pensando que somos hermafroditas. La gente piensa que tenemos los dos órganos reproductores a la vez, cuando no es así”, afirma Iolanda Melero.

A mí me han dicho de todo, desde que soy transgénico —dice Bernárdino riéndose al otro lado del teléfono— hasta que eso es un invento o que las personas como yo no existimos. También que si te ponías la vacuna contra la COVID te podías convertir en intersexual. Otras personas piensan que tenemos algún tipo de retraso mental. Es alucinante”.

Esta falta de información hace que se confunda la intersexualidad con la orientación y la identidad sexual. “Mucha gente no entiende que sea una persona intersexual y heterosexual al mismo tiempo. Yo soy intersexual, pero me gustan las chicas. No sé qué tendrá que ver”, afirma Bernardino.

Iolanda Melero, por su parte, se pronuncia sobre la posibilidad de una tercera casilla en documentos oficiales como el certificado de nacimiento, DNI o pasaporte. “Desde el colectivo estamos de acuerdo en que debería existir una casilla para las personas que no se identifiquen con el género masculino o femenino, pero no es una reclamación de las personas intersex”. Asmi Ananda, por el contrario, se declara extra binarie: “He sido tratada como mujer durante 50 años y ya por fin puedo ser quien quiero ser. Yo me considero ‘extra binarie’ por la simple razón de que el concepto de ‘no binario’ me parece excluyente, es como no existir. Y yo existo”, bromea.

Los cambios de la Ley ‘Trans’ para los intersexuales

La entrada en vigor de la Ley para la Igualdad real y efectiva de las personas trans y para la garantía de los derechos de las personas LGTBI, que aún sigue en período de enmiendas, introduce algunos cambios importantes para el colectivo intersexual. Uno de los más importantes es la prohibición de la mutilación genital a menores intersex sin su consentimiento. Para Saúl Castro, abogado experto en materia LGTBI y fundador de la Asociación Española contra las terapias de conversión, esta práctica le parece que se puede tipificar actualmente como de “auténtica tortura”.

En un comunicado de la Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos en 2016, la organización hizo una llamada urgente para que se pusiera fin a las violaciones de los derechos humanos en contra de niños y adultos intersex. Este informe fue firmado y ratificado tanto por el Comité contra la Tortura y el Comité de los Derechos del Niño, ambos pertenecientes a las Naciones Unidas.

En Europa, en 2020, la Agencia de los Derechos Fundamentales de la Unión Europea (FRA, en inglés) publicaba en su informe A long way to go for LGBTI equality, que el 62% de las personas intersexuales encuestadas (en la Unión Europea) afirmaron que no habían consentido ni se les había requerido su consentimiento informado (a ellas o a sus progenitores) antes de ser sometidas a intervenciones quirúrgicas para modificar sus genitales”.

El proyecto de ley arroja esperanza para acabar con estas prácticas. El artículo 19, apartado 2, establece lo siguiente: “Se prohíben todas aquellas prácticas de modificación genital en personas menores de 12 años, salvo en los casos en que las indicaciones médicas exijan lo contrario en aras de proteger la salud de la persona. En el caso de las personas menores entre 12 y 16 años, solo se permitirán dichas prácticas a solicitud de la persona menor siempre que, por su edad y madurez, pueda consentir de manera informada a la realización de dichas prácticas”.

Tanto Asmi como Iolanda fueron intervenidas quirúrgicamente. “Te operan cuanto antes porque lo que quieren es que la persona tenga unos genitales normativos desde pequeños. Que alguien decida quitarte una parte de tu cuerpo siendo un bebé… es traumático. Además, sin tu consentimiento. Es un impacto a nivel psicológico y emocional muy grande”, reconoce Iolanda Melero.

Además de la ley estatal, actualmente existen varias comunidades autónomas que sí recogen, de manera más o menos clara, la prohibición o la erradicación de la mutilación genital intersexual en sus leyes LGTBI o Trans, como en el caso de Aragón, Baleares, Canarias, Cantabria, Castilla La Mancha, Madrid, Murcia, Navarra, Valencia, La Rioja y Extremadura. Por su parte, Andalucía, Cataluña, Galicia y Euskadi no prohíben expresamente estas prácticas.

También se establece un cambio muy importante y significativo en relación a las modificaciones en el registro. Antes, la Ley 3/2007 de 15 de marzo establecía cuatro criterios básicos: tener la nacionalidad española y ser mayor de edad, un informe en el que se acreditase que la persona presentaba disforia de género y un otro en el que se certificase que la persona llevaba dos años en un proceso de hormonación. Ahora, todo es más sencillo: “Ahora se reconoce la autodeterminación. Vas al registro, lo solicitas y a los tres meses vuelven a contactar contigo para ratificarlo, por así decirlo. Al mes siguiente tienes en casa la nueva documentación”, explica Mané Fernández, vicepresidente de FELGTB (Federación Estatal de Lesbianas, Gais, Trans, Bisexuales, Intersexuales y más).

Durante 50 años he sido María Luisa. He intentado ser como los demás querían que fuera, precisamente para que me quisieran. Pero eso ya se acabó. Ahora que soy une abuele es cuando me he empezado a querer y a respetar yo misme. Antes pensaba que ser intersex era lo peor que me había pasado en la vida, pero ahora no paro de pensar que fue lo mejor porque me ha ayudado a comprender otras realidades”, afirma Asmi.  “¿No se habla tanto ahora de que vivimos en una sociedad diversa? Pues si somos diversos para muchos temas tenemos que entender que tenemos cuerpos diversos también. Si somos una sociedad diversa, lo somos para todo”, concluye Iolanda.