EL GÉNERO Y LA IGUALDAD EN TIEMPOS DEL CORONAVIRUS

Desde que comenzó la crisis del coronavirus se ha tratado de utilizar la pandemia como un argumento más de ataque al feminismo. La celebración de las masivas manifestaciones del 8-M ha sido señalada como un foco de contagio. Sin embargo, los días anteriores del decreto del estado de alarma fueron muchos los eventos masivos celebrados sin que se haya aludido a ellos como focos de propagación del virus en la misma medida, ni se haya criticado en la misma medida al Gobierno por permitir celebrarlo.

Esta utilización del discurso en contra del movimiento feminista no es nueva, especialmente desde la irrupción de la denominada «cuarta ola del feminismo» durante la segunda década del siglo XXI. Sin embargo, ante una crisis tan grave como la que plantea el Covid-19, poco se están analizando las repercusiones de género que esta pandemia está teniendo en nuestras sociedades, y las que tendrá a largo plazo.Impacto de la enfermedad en hombres y mujeres

Revistas como The Lancet o proyectos financiados por fondos europeos como Going FWD están reclamando investigaciones detalladas de las variables sexo/género de la pandemia.

Según estos expertos de salud pública, los análisis minuciosos del impacto del virus en hombres y mujeres son «un paso fundamental para comprender los efectos primarios y secundarios de una crisis sanitaria sobre diversos individuos y comunidades, y para crear políticas e intervenciones eficaces y equitativas». A pesar de estas reclamaciones, todavía son escasos los análisis diferenciados y estudios sobre la cuestión. Además, se ha señalado igualmente que los datos y cifras que se están proporcionando deberían estar desagregados por sexo y analizados en consecuencia.

Para tratar de paliar estas carencias, se han puesto en marcha algunas iniciativas, como la última newsletter de la Sociedad Alemana para el Género y la Salud, que ha recopilado bases de datos, información general, literatura y estadísticas sobre la crisis con el fin de analizar no sólo los aspectos biológicos de la pandemia en clave de género, sino también para proporcionar una visión general y comprensión del coronavirus COVID-19 desde la perspectiva de género.Además de la falta de incorporación de la perspectiva de género en los datos y en los análisis del impacto de la pandemia en las personas enfermas, también es escasa la representación femenina en las instituciones que están gestionando las respuestas a la crisis, incluyendo la OMS o la Casa Blanca (NYT). Esta infrarrepresentación contrasta con la composición del personal sanitario mundial, en el que según el último informe de Global Health las mujeres suponen el 70%.

En 2017 el grupo de alto nivel de la ONU ya recomendó la inclusión de un análisis de género en las políticas de emergencia sanitaria, reconociendo el papel preponderante de la mujer en las crisis sanitarias.

Por otro lado, la falta de presencia femenina en los órganos y comités donde se diseñan las estrategias para frenar el virus tampoco se corresponde con la primera línea de la lucha contra la enfermedad, en la que las mujeres, sanitarias, limpiadoras, cajeras de supermercado, trabajadoras sociales o aquellas encargadas del cuidado de las personas mayores, están expuestas en una mayor proporción que los hombres.Impacto laboral

Además de esta falta de incorporación de la perspectiva de género en el impacto del virus en el sector sanitario y en los pacientes, son varios los estudios que sostienen que es necesario analizar el impacto que esta crisis tendrá para las mujeres en otros ámbitos, como el laboral.

Como señalan algunos autores, en comparación con crisis económicas anteriores y situaciones de recesión, que afectaron al empleo masculino con mayor severidad que el empleo de las mujeres, la crisis económica generada por Covid-19 y la caída del empleo relacionada con las medidas de distanciamiento social tienen un gran impacto en los sectores con altas tasas de empleo femenino, como el sector servicios, la educación o el ámbito artístico y cultural.

Además, otras medidas tomadas durante esta crisis, como el cierre de escuelas y centros educativos, también tienen un gran impacto en el equilibrio entre vida y trabajo. Según este estudio, a pesar de que los hombres están mejor equipados para el teletrabajo que las mujeres, durante 2017 y 2018 los hombres dedicaron menos tiempo al teletrabajo que las mujeres.

Por tanto, ante las medidas de confinamiento, si bien es cierto que las mujeres han estado mejor posicionadas para trasladar su empleo al «teletrabajo», han visto aumentada su carga de trabajo al asumir también las labores de cuidado de menores y su apoyo en el estudio ante el cierre de los centros educativos.Impacto emocional

El coronavirus ha otorgado nueva urgencia a los desafíos que han enfrentado durante mucho tiempo las mujeres. Una encuesta realizada por la Kaiser Family Foundation afirma que una mayor proporción de mujeres se preocupa por las consecuencias negativas del virus y toma mayores precauciones que los hombres frente al contagio. Según los datos de este estudio, una mayor proporción de mujeres teme que ellas o alguien su familia se vea afectado por la enfermedad (68% vs. 56%, respectivamente) y muestra preocupación por perder ingresos debido al cierre del lugar de trabajo o la reducción de horas remuneradas (50% frente a 42%, respectivamente).

Hay quien intenta hacer una lectura positiva de este impacto en los roles de género, y plantea que esta situación pueda contribuir a una redistribución de las labores de cuidado y trabajo doméstico, pero no cabe duda de que lo que constata esta crisis es que es necesario seguir trabajando en el análisis y el afrontamiento de la segregación educativa que perpetúa los roles de género.Impacto en las víctimas de violencia de género

Por último, otro gran impacto de esta crisis en la igualdad de género es sin duda el incremento de la vulnerabilidad de las víctimas de violencia de género durante el confinamiento. Este incremento ha sido constatado en anteriores pandemias por numerosos estudios que han documentado los efectos que estas crisis sanitarias tienen en las víctimas de violencia.

Las cifras del aumento de los casos de violencia doméstica, por ejemplo en España, son alarmantes (como demuestra el incremento de llamadas al 016) y evidencian la necesidad de poner en marcha mecanismos para asistir y apoyar a las mujeres más vulnerables a través de la aplicación de enfoques de género y de interseccionalidad en las políticas públicas que permita internalizar todos los impactos sociales de esta crisis que de otra forma permanecen invisibles.

Por tanto, lo que resulta necesario ante una crisis como la que nos afecta hoy con el coronavirus es diseñar estrategias de lucha conjunta y políticas públicas que garanticen la protección de toda la sociedad, incluyendo a los colectivos mas vulnerables.

El movimiento feminista, en lugar de hacer eco de acusaciones carentes de fundamento, debe enfocar sus esfuerzos en asegurar que las consecuencias de esta crisis no ahondarán en la discriminación de las mujeres, y en elevar su voz para proteger a aquellas que se ven expuestas a la desprotección, y sobre todo, a la violencia.

CANARIAS 7

NÜSHU, la escritura secreta de las mujeres

El nüshu (女书) o “escritura de mujeres”, fue una herramienta de comunicación creada y utilizada exclusivamente por féminas en el condado de Jiangyong. A partir de la década de 1920, con la mejora de la situación social de la mujer, el nüshu perdió su funcionalidad y comenzó a caer en desuso, pero sigue captando la atención de numerosos investigadores.

En la década de 1960, una mujer resultó herida al ser arrollada por un tren en Shaoyang, (provincia de Hunan). Tras su traslado al hospital, los enfermeros se percataron de que era imposible comunicarse con ella. Tanto su pronunciación como su escritura no eran inteligibles. Aunque ninguno de ellos lo sabía, estaban ante un caso de un colosal interés lingüístico: la primera toma de contacto de la sociedad moderna con el nüshu (女书) o “escritura de mujeres”, una herramienta de comunicación creada y utilizada exclusivamente por féminas en el condado de Jiangyong.

En 1954, unos años antes del curioso suceso, Zhou Shuoyi, gerente del museo Cultural de Jiangyong, ya había descubierto, en una de sus visitas al condado, la existencia de un sistema de escritura diferente al utilizado comúnmente en chino. Sin embargo, aunque trató de comunicárselo al museo provincial de Hunan, no logró llamar la atención de sus superiores. No fue hasta 1983 que comenzó la investigación formal del nüshu. El responsable de ello fue Gong Zhebing, profesor de la South Central University for Nationalities, que se trasladó a Jiangyong para estudiar de cerca a las últimas hablantes del misterioso idioma.

Muestras de escritura Nüshu
Muestras de escritura Nüshu

De su experiencia proceden las primeras muestras de esta enigmática lengua recuperadas para su estudio, así como numerosas grabaciones de mujeres recitando los poemas que en ellas se representaban. Desde entonces, no son pocos los estudiosos que han dedicado gran parte de sus esfuerzos a desentrañar los secretos del idioma. La provincia de Hunan ha sido testigo de cómo investigadores procedentes de todas partes de China se han sumergido en sus lugares más recónditos para observar la actividad de las últimas usuarias de esta escritura, unas ahora ancianas que, en secreto, lograron mantener vivo el legado cultural que habían recibido de sus antepasadas.

Nushu
          Condado de Jiangyon

A pesar del avance en estas investigaciones, sigue sin haber consenso sobre el momento aproximado en el que el idioma pudo comenzar a utilizarse. De igual modo, no está claro si su desarrollo procede de la escritura en huesos oraculares, si fue una concubina imperial del siglo XI la que, encerrada en un palacio, inventó sus caracteres para poder comunicarse por cartas con su familia, o si realmente se trata de un residuo de la lengua de los yao, un pueblo que habitó la zona siglos atrás.

Mujer escribiendo en nüshu          Mujer escribiendo en nüshu

La mayor parte de las muestras de nüshu que aún se mantienen datan del siglo XIX, una época en la que las comunidades chinas estaban estructuradas bajo un férreo sistema patriarcal. Las mujeres debían su entera existencia al cumplimiento de las “tres obediencias”. Se trata de las conocidas normas morales confucianas según las cuales su rol en la sociedad era el de obedecer a su padre, a su marido y a su hijo. Debido a ello, la mujer tenía prohibido el acceso a la educación. Bajo estas circunstancias, las mujeres comenzaron a agruparse en hermandades, en las que las laotong (老同), es decir, hermanas no carnales, se unían en una relación dentro de la cual compartían sus sentimientos para ayudarse mutuamente a lidiar con las dificultades de la vida.

En ocasiones, las niñas eran hermanadas por sus respectivas familias antes de nacer, aunque también había en la comunidad personas cuya función era determinar el nivel de compatibilidad de las pequeñas y unirlas a otras vecinas con las que tuvieran características en común. Cuando las muchachas se casaban y daban a luz, debían marcharse a vivir al hogar de su marido para siempre, por lo que la única forma posible de mantener el vínculo que las había unido desde pequeñas era seguir comunicándose a través de cartas escritas en un idioma que los hombres no pudieran comprender.

Alumnas de una escuela aprenden nüshu
 Alumnas de una escuela aprenden nüshu

Realmente, el nüshu es tan solo un sistema de escritura, ya que sus caracteres son una representación gráfica alternativa del dialecto local, cuya pronunciación sí que entienden los hombres. Conocido entre sus usuarias como “escritura de mosquitos” (蚊形字), el nüshu está compuesto por caracteres en forma de rombo alargado y de trazos suaves y delicados. Su parecido con la escritura del chino ha llevado a los expertos a pensar que su desarrollo pudo haber recibido una enorme influencia del estilo caligráfico regular (楷书). Sin embargo, a diferencia de los caracteres chinos, o hanzi, en su mayoría logográficos, los caracteres del nüshu son fonográficos, es decir, representan sonidos, tal y como ocurre con el alfabeto latino. Las muestras de textos que aún se conservan transmiten las reflexiones de sus escritoras sobre su propia vida, sobre el matrimonio o sobre la aflicción que sentían al separarse de sus laotong, narran eventos locales o expresan felicitaciones o condolencias por sucesos ocurridos en la vida de sus compañeras. Sus escritos tenían forma de poemas regulares de versos de cinco o siete caracteres, escritos a menudo sobre la superficie de hermosos abanicos, libros con una maquetación exquisita o en las cartas con las que se comunicaban con sus compañeras.

nüshu

Yang Huanyi fue la última mujer que pudo reconocer, leer, cantar y escribir nítidamente nüshu.

A partir de la década de 1920, con la mejora de la situación social de la mujer, el nüshu perdió su funcionalidad y comenzó a caer en desuso. En la actualidad, tan solo es posible encontrar señales del mismo en el pueblo de Puwei, un lugar que aún conserva la atmósfera natural que lo caracterizaba hace siglos. La cultura que ha dejado este singular sistema de comunicación gráfico se mantiene viva en el museo del Nüshu de Jiangyong, en el que se promociona y se enseña su escritura. En su interior, el espectador puede, además de contemplar el arte en su máximo esplendor, percibir la historia y el espíritu de superación de las mujeres de antaño.

Muestras de escritura Nüshu Muestra de escritura iNüshu

Hoy en día, el nüshu capta la atención de numerosos estudiosos y lingüistas que lo investigan. El interés que suscita le confiere un mérito y un valor que difícilmente hubieran podido imaginar las mujeres que lo usaban como la única forma posible de expresar sus sentimientos. Debido a su falta de uso en la actualidad, y a la evolución del papel de la mujer en la sociedad, es muy probable que se extinga algún día.

Mientras tanto, los turistas que deseen presenciar sus últimos vestigios hallarán mujeres para quienes el nüshu seguirá siempre representando la creatividad, el coraje y la incansable lucha por la igualdad de sus antepasadas.

Juan Diego Fernández Rosado
费英杰

NI HOMBRE NI MUJER

HAY EJEMPLOS EN LOS CINCO CONTINENTES DE SOCIEDADES QUE NO SE APRESURAN A ASIGNAR UN GÉNERO AL NACER.

¿Se puede ser hombre y mujer a la vez? ¿Existen más de dos géneros? ¿Es el género una construcción biológica o cultural? Puede que la distinción hombre-mujer, que predomina en Occidente, sea la hegemónica, pero no es la única.

Gracias a corrientes de investigación en este campo, hoy sabemos que han existido y aún existen, grupos étnicos con géneros múltiples que presentan otra estructura social más flexible y dinámica que no solo se inspira en la biología, sino que tiene en cuenta la interpretación cultural de estas realidades.

Pero para entender la existencia de otros géneros es necesario definir el concepto de sistema sexo/género. La académica Gayle Rubin lo describió hace más de cuatro décadas. Para ella, este sistema toma la división de la especie entre machos y hembras y la traslada al terreno social. A continuación, atribuye a estos «hombres y mujeres sociales» una división de roles que puede variar según el grupo étnico.

Águeda Gómez, doctora en Sociología y profesora de la Universidad de Vigo, explica a Verne en conversación telefónica que el sistema sexo/género binario (hombre/mujer) se implantó en Occidente a partir del «modelo judeo-cristiano». Este modelo, instaurado en la Edad Media, se basaba en el matrimonio religioso como único espacio para la sexualidad y se orientaba exclusivamente a la reproducción.

Un grupo de hijras en la India

Desde finales del siglo XIX encontró continuidad en el «modelo biopolítico o biomédico» – sobre el que profundizó el filósofo Michel Foucault –, que comenzó «a patologizar la diversidad sexual y de género, como opciones que se salían de la norma«.

La colonización de muchas partes del mundo convirtió este sistema binario en el hegemónico, pero algunos grupos étnicos, como argumenta Gómez, resistieron a la occidentalización de sus costumbres y aún hoy conservan unas estructuras sociosexuales que contemplan la existencia de más de dos géneros.

«Algunas de estas sociedades, que están presentes en los cinco continentes, además de hombre y mujer, tienen también lo que se conoce como un tercer género«, apunta la socióloga. Y, a continuación, enumera algunos: «Los xanith de Omán; los hijras, koti, panti, aravani, zenana jogin y siva-sati de la India; los bakla filipinos; los mahu en Polinesia y Australia; los sarombay de la República Malgache, en Madagascar; los nawikis de la sierra Tarahumara, en México; los paleiros de Timor; los omeguid o wigunduguid entre los kunas de Panamá; o las vírgenes juradas o burnesha de Albania«. Estos últimos no son los únicos casos que se han identificado en Europa. Hay constancia de individuos en la sociedad napolitana del siglo XVIII que se identificaban como femminielli y que encajarían en la descripción de «tercer género».

Hace algo menos de dos años se habló bastante, a raíz de unas declaraciones del primer ministro canadiense Justin Trudeau, de los dos espíritus, grupos amerindios en los que había personas con características tanto masculinas como femeninas y que tenían una excelente consideración dentro de sus comunidades, ya que se les consideraba seres especiales capaces de desafiar las leyes de la naturaleza.

Grupo de hijras en Bangladés

En comunidades, como las de los zapotecas del istmo de Tehuantepec mexicano, se identifican más de tres géneros. Sus figuras «etnoidentitarias transbinarias» son el muxe y la nguiu’ y estos, a su vez, dan lugar a una gran variedad de categorías de subidentidades: muxe o nguiu’ con una expresión de género más masculinizada; muxe o nguiu’ con una expresión de género más feminizada; muxe o nguiu’ casado/a y padre/madre; muxe guetatxaa o ramón; persona intersexual; y la persona nguiu’ que oscila entre lo masculino y lo femenino según los escenarios o el ciclo lunar.

La mayoría de los tres millones de bugis, un grupo étnico de Indonesia, es musulmana. Pero algunos núcleos aún conservan una tradición preislámica que distingue distintas opciones de género y sexualidad, como explica en un artículo Sharyn Graham Davies, profesora adjunta de la Facultad de Idiomas y Ciencias Sociales de la Universidad de Auckland. Así, el lenguaje de los bugis ofrece cinco términos que hacen referencia a varias combinaciones de sexo, género y sexualidad: makkunrai (mujeres), oroani (hombres), calalai (mujeres-hombres), calabai (hombres-mujeres) y bissu (sacerdotes transgénero). La autora explica que «estas definiciones no son exactas, pero son suficientes» para entender este ejemplo de diversidad.

Desde la segunda mitad del siglo XX, comenzaron a aparecer en Occidente corrientes sociológicas que cuestionaban esta idea del binarismo sexual y de género, que beben de las teorías feministas postmodernas y que confluyen en lo que se conoce teoría Queer.

Para autoras como la norteamericana Judith Butler,el género es una construcción cultural que no tiene nada que ver con la anatomía, y lo queer debe plantearse como «un término omnicomprensivo para ampliar toda esta gama de formas fluidas y de identidades múltiples» que llevan surgiendo en las sociedades occidentales en los últimos años y de las que ahora tenemos más conocimiento debido a la creciente investigación en este campo.

Tanto es así, que varios países han modificado sus leyes recientemente para reconocer de un modo u otro el género no binario. Alemania, Austria, Dinamarca, Países Bajos y el Reino Unido, en Europa; y en el resto del mundo países como Uruguay, Nepal, Nueva Zelanda, Australia y Canadá. En España,el Congreso abrió la puerta en febrero de 2019 a adoptar una medida similar, pero de momento solo se ha pedido al Gobierno un estudio de impacto que dé pie a reconocer la identidad de aquellos que no se identifican con el género masculino o femenino.

Como explica Gómez, «la palabra queer se usa para designar la corriente cultural que nace en Occidente con respecto a la ruptura del binarismo, pero no es equiparable a ser muxe o a otra identidad de género étnica porque se han construido en diferentes contextos socioculturales«.

El antropólogo Francisco Javier Guirao, profesor de la Universidad de Cádiz , explica en conversación telefónica que el género no es algo estático y permanente a lo largo de la vida de una persona. «En nuestra sociedad creemos que el género es algo establecido al nacer. Incluso intentamos saberlo con antelación para estar preparados e inscribir a esa persona en un género u otro y en muchos casos aportando toda esa simbología relacionada con el color: azul si es niño, rosa, si es niña«, dice.

En un artículo publicado por el propio Guirao en la revista de estudios socioeducativos RESED en 2014, se relatan varios casos en los que el género se adapta socialmente a las necesidades de la comunidad, como en el caso de los azande, originales de regiones de Sudán, República Centroafricana y República Democrática de Congo y que cuentan con una población en torno al millón de personas.

Muxe en Juchitán. Shaul Schwarz 

Dada la escasez de mujeres, en esta comunidad polígama se permite el matrimonio entre jóvenes varones de 12 a 20 años – a los que se considera mujeres porque realizan algunas de las actividades socialmente asignadas al género femenino– y guerreros solteros, en una forma de contrato tácito. Estos jóvenes varones, al convertirse en adultos y guerreros posteriormente, se podrán casar con otros jóvenes y los guerreros con los que han contraído matrimonio, con una mujer de su comunidad.

En el sur de Sudán y Etiopía, los nuer –cuya población se estima en tres millones y medio de personas– permiten a dos mujeres contraer matrimonio si una de ellas es estéril. Esta última se convierte en varón y será la encargada de buscar progenitor, aunque seguirá ostentando el papel de padre social. Las bacha posh de Afganistán, en cambio, son mujeres que adquieren un rol masculino porque su familia no ha tenido ningún descendiente varón, vistiéndose como tales para poder ejercer ciertos derechos reservados únicamente a los hombres, como trabajar, y así ayudar al sostenimiento económico familiar.

«Estos casos nos demuestran que el género no es una cualidad permanente en el individuo y que se puede transformar de acuerdo a unas circunstancias socioculturales«, añade Guirao.

En opinión de los expertos, el conocimiento de estas sociedades que funcionan bajo otros sistemas de sexo/género debería servirnos para reflexionar sobre nuestro mundo y cómo está estructurado. «Hay un avance significativo en la investigación en este campo, pero debería haber mucha más, solo así podremos crear nuevas epistemologías que sirvan para criticar el modelo biopolítico binario, creador de contradicciones, desigualdades y ambigüedades en las relaciones de género», concluye Gómez.

MARTA VILLENA – Verne

EL GÉNERO FLUIDO: LA IDENTIDAD DE UNA PERSONA NO DEPENDE DE SUS GENITALES

En un lugar invisible e intocable habita la identidad.Esta conciencia enigmática, sin ley matemática, atiende a las reglas de la naturaleza: nace, crece (o, mejor, evoluciona) y vuelve al lugar del que llegó.

En una clasificación binaria y reduccionista, podríamos decir que hay dos tipos de personas: las que avanzan por la línea recta de lo previsible (identidades rígidas) y las que oscilan, las que atienden a las pulsiones internas (identidades fluidas). Una de las grandes intelectuales del siglo XX, Carmen de Burgos, describió este sentir en su Autobiografía:

«Mi vida es compleja; varío de fases muchas veces; tantas que me parece haber vivido en muchas generaciones diferentes… y yo también he cambiado de ideas… de pensamientos… ¡Qué sé yo! Me río de la unidad del “yo”, porque llevo dentro muchos yoes, hombres, mujeres, chiquillos… viejos… se pelearían si discutiesen con alguno… pero les dejo que venza el que más pueda, y que haga cada uno lo que le dé la gana… ¡todos son buenas personas!».

Era la España de 1909: la mentalidad de entonces no podía ir más allá. Fue en la isla de Inglaterra donde se dio un salto bravo. En 1928 Virginia Woolf publicó un libro asombroso titulado Orlando. Aquel hombre despertó una mañana. Se estiró, «Uuaaah…», se levantó de la cama y su desnudez dejó ver que ahora, de pronto, era una mujer. No sería extraño que hubiese dado un respingo; ni se inmutó. No cambió quién era: ni su personalidad ni sus recuerdos. Lo único que se vio obligado a considerar fue el dictado social: a él siempre le habían gustado las mujeres, ¿tendrían que gustarle ahora los hombres?, ¿tendría que rechazar a la mujer que amaba? «La conciencia de que ahora los dos eran del mismo sexo no tenía ningún efecto. Lo que hizo fue avivar los sentimientos que había tenido como hombre», escribió Woolf. «La oscuridad que divide a los sexos desapareció, y (…) este amor ganó en belleza lo que perdió de falsedad».

La escritora planteó asuntos de susto. ¿Está la identidad de una persona agarrada a sus genitales como si fuera una garrapata o puede cambiar a lo largo de la vida? ¿Amamos a alguien por lo femenino o lo masculino, o lo amamos por quién es? ¿Es la identidad de género inmutable o puede fluir, cambiar, igual que las ideas, los gustos y las mareas?

A finales del XX, el mundo binario de hombre o mujer, el mundo bíblico de Adán y Eva, el mundo «normal» de la heterosexualidad, reventó en mil pedazos y millones de personas, asfixiadas, encontraron un lugar al fresco en la palabra queer. De ese hartazgo en mil pedazos han ido reclamando su identidad gais, lesbianas, bisexuales, transexuales, intersexuales, transgénero y tantos más que no se ven en el género que les asignaron al nacer.

LA OPCIÓN DE «GÉNERO FLUIDO»

Llegó después el género fluido: personas que no acaban de estar cómodas en la etiqueta de mujer ni en la de hombre (puede que ni siquiera género fluido sea la más apropiada). «Hay una lucha por usar una nomenclatura positiva. Lo interesante es destacar lo bueno. Por eso ahora también lo estamos llamando género creativo. Porque apunta a la inteligencia y esa es una característica valorada en la sociedad», explica el doctor en Sociología y licenciado en Psicología Lucas Platero.

Algunas de estas personas dicen sentir los dos géneros a la vez (el femenino y el masculino). Otras dicen que ni lo uno ni lo otro: su género es neutro. No hay fórmulas exactas; las variantes son infinitas. Pollo, de 18 años, pelo corto, mechas rosas y amarillas, describe el género fluido como su «realidad». «Yo no me siento hombre pero tampoco soy mujer. A veces me identifico como mujer, otras como hombre, e incluso tengo etapas, como en la que vivo ahora, en la que no me identifico con ninguno, y simplemente soy».

— ¿Crees que muchas personas entienden qué es el género fluido?

No, puede que la mayoría haya escuchado el término en algún momento, pero realmente no sabe qué es y hay que explicarle todo desde cero. La mayoría de las personas con las que me he encontrado lo han entendido perfectamente, pero también es porque mi entorno está muy metido e implicado en estos temas. Pero falta información, falta educación en las escuelas y falta empatía por parte de la sociedad — explica Pollo —. En mi entorno ha sido fácil aunque tampoco lo he tenido que decir muy alto, aunque desde aquí daré la sorpresa a más de una persona. A veces me siento en el punto de mira, y esto no debería de ocurrir. El binarismo fue inventado para poder colocarnos y dividirnos en casillas. No pido perdón por no encajar en ellas.

Esta forma de pensar es más habitual entre los jóvenes; casi impensable en una persona mayor, educada entre cadenas sociales y religiosas, y aterradas por el qué dirán. «La gente joven, los que tienen entre 14 y veintitantos años, tienen una percepción de sí mismos diferente a las generaciones anteriores. No se quieren aferrar a las categorías que han pensado otros para ellos, ellas y elles», indica Platero. Aunque cambiar la mentalidad de una sociedad es un esfuerzo titánico.

— En vuestros estudios sociológicos, ¿qué tendencias de futuro véis?

— El género va a seguir siendo muy importante — opina Platero —. Algunos partidos políticos están haciendo muchos esfuerzos por apuntalar las ideas más conservadoras. En realidad, es una discusión sobre los roles: sobre el amor romántico, los cuidados… La sociedad todavía es profundamente machista.

La sexóloga Juncal Martínez cree que «el género fluido es una respuesta a la sociedad binarista». Está convencida de que estamos viviendo un cambio social muy rápido y muy importante: «Hoy puedes ver chicos adolescentes maquillados por la calle. Muchos jóvenes quieren vivir su identidad sin un opuesto». Es, además, un fenómeno «muy de internet». Ahí nacen y crecen nuevos grupos identitarios; ahí hay un disparadero de etiquetas de toda clase.

—¿Por qué están surgiendo tantas etiquetas y tan específicas como demisexual, pansexual, alosexual, skoliosexual, androginosexual, lumbersexual…?

— Los jóvenes necesitan una identidad y ahora se mueven en una escala de grises muy amplia. Apuntan muy fino.

Juncal Martínez dice que la feminidad y la masculinidad están dentro de todas las personas. «Nos movemos en un continuo. Tú, con tu masculino y tu femenino, te vas construyendo. Tu vivencia es la tuya y es totalmente legítima. Somos la persona que vamos queriendo ser».

Esta última frase de la sexóloga lleva a una escena que puede parecer anecdótica, pero es histórica (evolutiva), por lo que representa en el cambio de mentalidad de la cultura occidental. El modelo y actor australiano de género neutro Ruby Rose contó a Cosmopolitan que cuando era pequeña, a muchas personas les costaba saber si era una niña o un niño.

Un día, de camino al colegio, alguien se acercó a su madre y le dijo: «Disculpe, no podemos averiguar si su hijo es una niña preciosa o un niño guapo». La mujer, inteligente y abierta de mente, preguntó a Ruby Rose: «¿Tú qué opinas?», y ella, que también se sentía él, respondió: «Soy un niño guapo, pero también puedo ser una niña preciosa si quiero».

EN LOS DOCUMENTOS

A POR LA «X» EN EL DNI

En la documentación oficial española no hay más opción que ser hombre o mujer. El apartado de «sexo» del DNI se rellena en función de los genitales: F (quienes tienen vagina) y M (quienes tienen pene). Pero hace tiempo que suenan voces discordantes: no se ven ni en la F de femenino ni en la M de masculino.

El PSOE, en respuesta, ha propuesto modificar la «Ley 3/2007 para la igualdad efectiva de mujeres y hombres» con el fin de que las personas que no se sienten mujeres ni hombres puedan marcar la casilla del sexo con una X.

Pero, además, esta propuesta da un paso necesario: desvincula el género neutro de la enfermedad. Indica que no será necesario un informe psicológico ni una operación de cambio de sexo para que una persona pueda marcar la X, según informó el periódico ABC el pasado febrero.

Lo interesante de este asunto es el debate que genera, dice el sociólogo Lucas Platero. «En Alemania, el Gobierno incluyó la casilla del tercer género como algo guay. Pero una colega alemana me dijo que a muchas personas no les gusta porque lo sienten como si fuera la casilla de lo diferente. Ese “no lugar” del que habla [el activista transgénero] Mauro Cabral puede ser una forma de patologizar».

EN LA CIENCIA

LA IDENTIDAD DE GÉNERO DEJA HUELLA EN LAS CÉLULAS

La sociedad impone dos tipos de conducta en función de los genitales: en eso se basan los roles de género. Y la gran mayoría los acata para que la sociedad los acepte. Pero unos neurocientíficos de Georgia State University acaban de publicar un estudio que dice que los roles de género afectan también a las células del cerebro.

«Estamos empezando a comprender y a estudiar las formas en las que la identidad de género, más que el sexo, puede incidir para que el cerebro sea diferente en mujeres y hombres», explicó Nancy Forger, la directora del Instituto de Neurociencia de esa universidad, a Science Daily. «El sexo se basa en factores biológicos como los cromosomas sexuales y los órganos reproductivos, mientras que el género tiene un componente social y conlleva expectativas y comportamientos basados en la forma en la que percibimos el sexo».

Estos neurocientíficos aseguran que las conductas relacionadas con la identidad de género pueden verse en «marcas epigenéticas» que quedan en el cerebro y que pueden repercutir en la memoria y el desarrollo de enfermedades. La información pasa de célula a célula cuando se dividen en el interior de un cuerpo y pasa también de generación en generación: de padres a hijos.

«Estamos acostumbrados a pensar en las diferencias entre el cerebro de una mujer y un hombre. Pero no pensamos en las implicaciones biológicas que tiene que asumir una identidad de género», indicó Forger. «Ya hay suficientes pruebas que sugieren que el género de una persona deja una huella epigenética».

EN EL LENGUAJE

EL GÉNERO NEUTRO EN EL LENGUAJE

El idioma español ve el mundo partido en dos: lo femenino (una silla, una mesa, una lentejuela) y lo masculino (un sillón, un pupitre, un botijo). ¿Por qué la lentejuela es hembra y el botijo hombre? ¿Por qué ha de tener un género un recipiente para beber agua? Podría no tenerlo y no cambiaría nada: el agua seguiría saliendo fresquita si el botijo estaba a la sombra.

Hace unos años entró en el lenguaje una -e cascabelera. Se situó al final de las palabras, donde antes había una -a o una -o. Era el reflejo de una visión del mundo donde hay muchos más neutros: niñes, hermanes, compañeres. El lenguaje pertenece al que lo habla, pero muchos, al oírlo, pillaron una irritación de espanto. ¡En nombre de «la norma»!, decían, ¡de «la santísima norma lingüística»! ¿Es el deber de la élite sociocultural atar el lenguaje a su antigüedad? ¿Imponemos al progreso social la visión del mundo de la élite lingüística?

En Suecia, el género neutro no les pareció tan delirante. La última versión del diccionario de la Academia sueca, editada en 2015, incluye un nuevo género, hen, para las personas que no quieren identificarse con el femenino (ella: hon) ni el masculino (él: han). Hacía tiempo que lo pedían las feministas: en los años 60 acuñaron la palabra hen como una opción inclusiva frente al genérico masculino y una alternativa más pragmática al cansino «ellos y ellas».

El término corrió por círculos feministas y académicos. No más allá. Apenas tuvo resonancia hasta que llegó el siglo XXI. Entonces, impulsado por los colectivos transgénero y transexuales, se convirtió en una voz políticamente correcta y hoy aparece en documentos oficiales, ensayos académicos, libros escolares.

Aunque en España aún levanta sarpullido, ha habido gestos amables hacia el neutro. En el Orgullo LGTB IQ+ del año pasado, la entonces alcaldesa de Madrid, Manuela Carmena, inauguró las fiestas con un : «Queridos, queridas, queridas» y anunció: «Ya no vale la a o la o. También está la e. ¡Viva la diversidad!».

A Lucas Platero la -e le parece «muy valiente». El investigador en Psicología social ve un cambio generacional importante: «Los jóvenes se han encontrado con un lenguaje que ellos no han decidido y han visto que no les sirve. Esa -e es una transgresión: una forma de molestar, un espacio de libertad y un modo de satisfacer sus necesidades para expresarse mejor».

EN EL IDIOMA GRÁFICO UNIVERSAL

LOS EMOJIS DE GÉNERO NEUTRO

Pasar del mundo simplista de Adán y Eva al mundo real de las mil formas de vivir llevará tiempo. Pero ya no es una visión aislada. Ha entrado en los documentos, en la Academia sueca y empieza a verse en los emojis. ¿Anecdótico? Ni mucho menos. Los emojis son el lenguaje universal: el idioma de los sentimientos, del humor, de los estados de ánimo.

Hace apenas un mes la revista Fast Company publicó un artículo que destacó como exclusiva y al que dio cierto aire de bombo y platillo. El titular decía: «Google lanza 53 emojis de género fluido». El paso es importante; tener en cuenta que muchas personas no quieren identificarse con un dibujo de mujer o de hombre dice mucho de lo que está pasando.

Estos emojis lanzados aún en beta para Android Q tienen cortes de pelo que podría llevar una persona de cualquier género. No visten ropa que los identifique como mujer (una falda, por ejemplo) ni como hombre (una corbata, por poner). En palabras de Google, son «diseños que tratan de ser más representativos», «diseños no binarios para emojis que se definen como ‘sin género’»

YOROKOBU – Mar Abad – junio 2019

LA IGUALDAD TAMBIÉN BENEFICIA AL MEDIO AMBIENTE

La igualdad de género y el empoderamiento de las mujeres son decisivos para la sostenibilidad. Así lo afirma un informe de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) publicado en 2015 y, una década antes, la ONU ya lo señalaba en su programa dedicado al medio ambiente: “La participación activa de las mujeres y la integración de las cuestiones de género en las políticas y acciones medioambientales son críticas“. Y es que, aunque el papel crucial de las mujeres en el desarrollo sostenible ha sido ampliamente reconocido, las estructuras sociales y las actitudes sexistas siguen perpetuando la discriminación y la desigualdad de género.

Los roles y las responsabilidades que las mujeres desempeñan en muchos países, son fundamentales para conocer mejor los recursos naturales y el medio ambiente, ya que buena parte de ellas trabajan en la agricultura en los países en vías de desarrollo (43%) y son las que mayoritariamente se encargan de cuidar el ganado y de manejar los recursos naturales en general. Según la guía La mujer y el medio ambiente, publicada por el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente:

Las mujeres, que constituyen la mayoría de los pobres del mundo, desempeñan un papel vital en la gestión y la conservación de la diversidad biológica, el agua, las tierras y otros recursos naturales. Sin embargo, su importancia es a menudo pasada por alto o explotada. De esa manera se desaprovecha una oportunidad de ordenar mejor esos recursos y de lograr una mayor diversidad ecológica y una mayor productividad para el sustento de la humanidad y el desarrollo económico. Además, si bien la degradación del medio ambiente tiene graves consecuencias para todos los seres humanos, afecta en particular a los sectores más vulnerables de la sociedad, principalmente las mujeres y los niños.

Mujeres y niñas son también quienes recogen agua limpia para sus familias y son las queatesoran el conocimiento sobre los bosques, especialmente el relacionado con las plantas medicinales y con aquellas que son comestibles. Por eso, todas ellas son una valiosa fuente de conocimientos y de experiencias relacionadas con la gestión del medio ambiente. Tal y como se recogía en el  informe Energía y promoción de la igualdad de génerode la Oficina Global de Género de la UICN:

Como recolectoras primarias de recursos energéticos y como proveedoras y consumidoras de energía, los extraordinarios conocimientos y experiencias de las mujeres las convierten en poderosas agentes de cambio.

A pesar de la implicación que las mujeres tienen en todas estas tareas, sólo un 1% de las que trabajan en el campo son dueñas de tierras –lo que las hace vulnerables y dependientes– y aquellas que realizan largos viajes en busca de agua se exponen a la violencia sexual en el trayecto. Pero es que además,  como informa la ONU, son las que más sufren los efectos del cambio climático, por eso, cada vez más mujeres están reclamando poder sentarse en las mesas en las que se toman las decisiones que a ellas les afectan tan directamente. Hasta no hace mucho, las necesidades específicas de las mujeres no eran tenidas en cuenta en los foros ambientales, ni tampoco sus contribuciones ni su visión sobre el tema, algo que por suerte, está empezando a cambiar.

Uno de los estudios más recientes que respaldan la idea de que la igualdad de género es buena para el medio ambiente es el que la Universidad Colorado Boulder ha publicado en la web Nature Climate Change–dedicada a las investigaciones sobre el impacto del cambio climático–, que afirma que cuantas más mujeres hay involucradas en la toma de decisiones sobre los usos de la tierra, estas tienden a inclinarse más hacia la conservación de los recursos naturales. Es decir, que ayudan a reducir la deforestación y, por tanto, los efectos del cambio climático.

Las investigaciones han demostrado que las mujeres suelen tener una mayor afinidad hacia el medio ambiente, apoyan las medidas de conservación y están más preocupadas que los hombres por los problemas de desigualdad. Pero como las mujeres se encuentran en una situación de desventaja financiera o están infrarrepresentadas en los órganos de toma de decisiones, no tienen la oportunidad de que sus preferencias se hagan realidad.

Por último, cabría señalar que el proyecto Drawdown – que se dedica a recopilar información para la lucha contra el cambio climático–, publicaba un ranking con las medidas que se deberían adoptar en el mundo entre 2020 y 2050 para frenar el proceso de destrucción del planeta, y situaba la educación de las niñas entre los primeros puestos de la lista. La educación ayuda a las niñas y a las mujeres a tener un mayor control sobre sus cuerpos y una mejor salud reproductiva y, por tanto, a que haya un mayor control de la natalidad. Además, la educación equipa a mujeres y niñas para que puedan hacer frente de forma más efectiva al impacto del cambio climático, siendo mejores administradoras de la comida, la tierra y el agua, incluso en períodos con condiciones extremas o durante los desastres naturales.

Si ya teníamos claro que la igualdad era un aspecto clave de los derechos humanos, ahora sabemos que también es una condición indispensable para cuidar el medio ambiente y que puede ser un arma poderosa contra el cambio climático.

MARÍA ARRANZ – 5 de junio

ELLA TAMBIÉN

Ella también

La lectura de la reciente novela de Nativel Preciado, El Nobel y la corista, en donde hace un genial retrato del Einstein mujeriego, me ha hecho recordar la perturbadora historia de Mileva Marić, la física y matemática serbia que fue la primera esposa del científico. Mileva y Einstein se conocieron en 1896 en el Instituto Politécnico de Zúrich, del que eran alumnos. Ella tenía 21 años; él, 17. Fue un amor a primera vista. Mileva había mostrado desde niña tanto talento que su padre decidió darle la mejor educación. Para comprender hasta qué punto esta actitud era rompedora, baste decir que el padre tuvo que pedir un permiso especial para que su hija pudiera estudiar Física y Matemáticas, dos carreras solo para varones. Era un mundo que les negaba todo a las mujeres.

Mileva y Albert empezaron a vivir y trabajar juntos, pese a la furibunda oposición de la madre de él. Que su amado la defendiera frente a su propia madre debió de crear en la joven un sentimiento de gratitud inacabable. Y así, cuando el profesor Weber admitió a Mileva para el doctorado, después de haber rechazado a Albert porque no le consideraba preparado, ella supeditó su aceptación a la inclusión de Einstein. Mileva, mejor matemática que él, revisaba los errores de su amante; sus correcciones abundan en los apuntes de Albert: “Ella resuelve mis problemas matemáticos”. A la joven le obsesionaba encontrar un fundamento matemático para la transformación de la materia en energía; compartió con Albert esta fascinación (las cartas se conservan) y a Einstein le pareció interesante la idea de su pareja. En 1900 terminaron un primer artículo sobre la capilaridad; era un trabajo conjunto (“le di una copia [al profesor Jung] de nuestro artículo”, escribió Einstein), aunque solo lo firmó él. ¿Por qué? Porque una firma de mujer desacreditaba el trabajo. Porque Mileva quería que Einstein triunfara para que se casara con ella (él había dicho que hasta que no pudiera mantenerla económicamente no lo haría). Por la patológica gratitud, dependencia psicológica y enfermiza humildad que el machismo inocula.

Y entonces comenzó, insidiosamente, la desgracia. En 1901, Mileva fue a Serbia a dar a luz secretamente a una niña de la que no volvió a saberse nada: quizá acabara en un orfanato. Poco después Einstein consiguió un empleo como perito en la Oficina de Patentes de Berna y, ya con un sueldo, se casaron. Según varios testimonios, mientras Albert trabajaba sus ocho horas al día, Mileva escribía postulados que luego debatía con él por las noches. Además cuidaba de la casa y del primer hijo, Hans Albert. “Seré muy feliz (…) cuando concluyamos victoriosamente nuestro trabajo sobre el movimiento relativo” (carta de Einstein a Mileva). En 1905 aparecieron en los Anales de la Físicalos tres cruciales artículos de Einstein firmados solo por él, aunque hay un testimonio escrito del director de los Anales, el físico Joffe, diciendo que vio los textos con la firma de Einstein-Marić.

Y la desgracia engordó. Tuvieron un segundo hijo, aquejado de esquizofrenia; Einstein se hizo famoso, se enamoró de su prima, quiso dejar a Mileva y ella se aferró enfermizamente a él. Comenzó entonces (hasta la separación en 1914) un maltrato psicológico atroz; hay un contrato que Einstein obligó a firmar a su mujer, un texto humillante de esclavitud. Pero siendo ese contrato aberrante, aún me parece peor lo que el Nobel hizo con el legado de Mileva: quemó sus cartas, no mencionó jamás su aportación, solo la citó en una línea de su autobiografía. Los agentes de Einstein intentaron borrar todo rastro de Maria se apropiaron sin permiso de cartas de la familia y las hicieron desaparecer. También desapareció la tesis doctoral que Mileva presentó en 1901 en la Politécnica y que, según testimonios, consistía en el desarrollo de la teoría de la relatividad. No estoy diciendo que Einstein no fuera un gran científico: digo que ella también lo era. Pero él se empeñó en borrarla, y lo consiguió hasta 1986, cuando, tras la muerte de su hijo Hans Albert, se encontró una caja llena de cartas que tuvieron grandes repercusiones científicas. Pese a ello, Mileva sigue aplastada bajo el rutilante mito de Einstein. Así de mezquinas y de trágicas son las consecuencias del sexismo.

ROSA MONTERO – 2 de junio – www.elpais.com

MORIR POR SER GAY

EL MAPAMUNDI DE LA HOMOFOBIA

Once países aún castigan las relaciones homosexuales con la muerte. En uno de cada tres son ilegales

Hay un mapa del mundo que se divide básicamente en dos colores. Uno impregna 70 países, donde ser gay o lesbiana es ilegal, incluso letal. Otro tiñe las 123 naciones donde mantener relaciones sexuales con personas del mismo sexo no está castigado. La mayor asociación de defensa del colectivo LGTBI del mundo dibuja este croquis periódicamente que muestra cómo decrecen los lugares donde se persigue a las personas por su orientación sexual y emergen nuevas amenazas, como la llegada al poder de líderes homófobos.

En el informe Homofobia de Estado 2019de la Asociación Internacional de Gais, Lesbianas, Bisexuales, Transexuales e Intersexuales(ILGA), difundido este miércoles, se han borrado del atlas de la infamia India, Trinidad y Tobago y Angola desde la última revisión, de 2017. Se han sumado al matrimonio igualitario Australia, Malta, Alemania y Austria, siendo ya 26 los países en el podio de la equiparación de derechos. La organización destaca también como símbolo de una mayor protección que nueve naciones hayan incluido en su constitución la mención explícita de que la orientación sexual no debe ser motivo de discriminación. Entre ellos Portugal, Ecuador, Bolivia o Sudáfrica, una isla de igualdad en el panorama africano

El extenso trabajo de ILGA, de más de 500 páginas, revisa la legislación en todos los países miembros de la ONU. La 17ª edición se ha presentado durante la reunión anual de la federación, en Aotearoa (Nueva Zelanda). Su autor es el abogado argentino Lucas Ramón Mendos.

El peligro de morir por mantener relaciones homosexuales no ha disminuido respecto al último informe. Seis países lo castigan con la pena capital: Arabia Saudí, Irán, Yemen, Sudán, 12 Estados que conforman Nigeria y parte de Somalia. Además, un gay puede ser condenado a muerte en Mauritania, Emiratos Árabes Unidos, Catar, Pakistán y Afganistán. El informe resalta que aunque Irak ha desaparecido de la lista “por la eliminación del Estado Islámico, queda como un país que criminaliza de factodebido a que persigue a los homosexuales utilizando leyes de escándalo público, prostitución y otras”.

En otros 26 la condena máxima por estos actos varía entre 10 años de prisión y cadena perpetua. En 31 se castiga con hasta ocho años. En resumen, en uno de cada tres países (35%) es peligroso mostrarse como miembro de la comunidad LGTBI. En 68 naciones, señala el estudio, “hay leyes que explícitamente prohíben los actos sexuales consensuados entre personas del mismo sexo y dos más los criminalizan de facto. Además, jurisdicciones que no pertenecen a Estados miembros de la ONU también castigan estas conductas, como Gaza, las Islas Cook y ciertas provincias de Indonesia”.

La muerte y la prisión son los casos extremos de una violencia que, desde la cumbre del poder, se inflige con las leyes. Al menos 32 países, recalca el informe, han impulsado medidas para limitar la libertad de expresión (incluidas leyes de propaganda que prohíben la promoción de la homosexualidad o las relaciones sexuales “no tradicionales”). En 41 naciones se imponen trabas a las organizaciones LGTBI para ser legalizadas o trabajar, «lo que incrementa el peligro al que se exponen los activistas».

La situación de Chechenia se califica de «crítica» y refleja las torturas y persecuciones infligidas por las autoridades a gais y lesbianas. El pasado enero los activistas denunciaron que dos personas habían muerto y 40 más permanecían detenidas en otra purga. También las regresiones y amenazas forman parte del panorama que dibuja el informe. Horas antes de la presentación, el general Jair Bolsonaro, presidente de Brasil, declaraba en Washington tras encontrarse con su nuevo aliado en tantas cosas, Donald Trump: “Respetamos a la familia tradicional, somos temerosos de Dios, en contra de la ideología de género, de lo políticamente correcto y de las fake news”.

Aunque más lento que lo deseado, señalan los miembros de ILGA, también se producen progresos. Quizá lo más evidente sea, como se destaca en la edición de este año, que India, un país de gran envergadura e influencia, haya acabado con una ley victoriana que prohibía las relaciones homosexuales, castigadas con una pena máxima de cadena perpetua. Tal medida ha supuesto que baje dramáticamente el número de personas sometidas a leyes homófobas, hasta el 27% de la población mundial.  Desde septiembre de 2018, 1.300 millones de ciudadanos indios no están en ese grupo.

Veintiséis países reconocen el matrimonio entre personas del mismo sexo y 27 han regulado las uniones civiles, 72 naciones tienen leyes que protegen a los homosexuales y lesbianas de ser discriminados en el trabajo. 39 poseen normas que castigan la incitación al odio, la discriminación o la violencia contra una persona por razón de orientación sexual y 28 permiten adoptar a gais y lesbianas.

ANA ALFAGEME – EL PAÍS – 20 de marzo de 2019

DEPORTISTAS Y ESCLAVAS

Las mujeres sufren una desprotección total en el deporte. La mayoría no tienen ni contrato y pueden terminar su carrera sin haber cotizado jamás.

Tengo una amiga de una audacia titánica a la que ya he mencionado algunas veces, la viguesa Chus Lago; fue la tercera mujer del mundo en subir al Everest sin oxígeno. Ahora acaba de capitanear la travesía del lago Baikal (Siberia), la mayor reserva de agua dulce de la Tierra. Chus, Verónica Romero y Rocío García tardaron 24 días en cruzar de sur a norte 640 kilómetros de inestable costra de hielo (ha sido el primer equipo femenino que lo ha hecho). La expedición, llamada Compromiso con la Tierra, buscaba evidenciar los efectos del cambio climático. Colgué la noticia en mis redes, y algunas lectoras se extrañaron de no haber visto nada de esta historia en la prensa. Ha habido cosas peores: hace 10 años, Chus alcanzó el Polo Sur tras una épica travesía en solitario de la Antártida, 59 días de sufrimiento arrastrando un trineo de más de 100 kilos. Tampoco se habló mucho. ¿Proezas deportivas de mujeres? Alguien ha decidido que no venden.

Resulta chocante que el deporte sea uno de los sectores sociales en donde más se discrimina a la mujer. Sorprende este furioso sexismo por tratarse de una actividad tan pública, tan sometida al escrutinio de la gente. No estamos hablando de la desigualdad laboral en unas minas remotas, sino del machismo más campante en horarios de máxima audiencia. Sucede en todo el planeta: entre los 100 deportistas mejor pagados de 2018 según Forbes no aparece ninguna mujer. Pero en España la situación es especialmente penosa. Aquí nos regimos aún por la discriminatoria Ley del Deporte de 1990, que no reconoce a las mujeres como deportistas profesionales: todas son amateurs.

Como consecuencia de eso, las mujeres sufren una desprotección total. La mayoría no tienen contrato ni Seguridad Social, y pueden terminar su carrera deportiva a los treinta y tantos años sin haber cotizado jamás. Carecen de seguro frente a las lesiones o los accidentes, a muchas competir les cuesta dinero (por ejemplo, la tiradora Pilar Calvo, que participó representando a España en el Campeonato del Mundo de 2015 en Italia, tuvo que costearse todos los gastos, mientras que los varones iban pagados por la Federación), y es un secreto a voces que a menudo se ven obligadas a firmar ilegales acuerdos de no embarazo. Sin sueldo y con premios infinitamente menores (o directamente sin premio y humilladas: ha habido campeonatos de surf en los que los ganadores se llevaban 1.000 euros y las ganadoras un biquini), por lo general las mujeres deportistas han de trabajar muy duro para ganarse la vida, lo cual implica no poder entrenar todo lo que deben y tener que pedir vacaciones para poder asistir a campeonatos. Y todo esto sin hablar de los abusos sexuales, de los uniformes ofensivamente sexys, de los comentarios estúpidos.

Según el Anuario de Estadísticas Deportivas de 2017 del Consejo Superior de Deportes, las mujeres suman el 22,3% de deportistas federados. Sin embargo, la cobertura en medios del deporte femenino supone menos del 5% de las noticias, de acuerdo con el Consejo Audiovisual de Andalucía. Aunque en este caso existe una cierta discrepancia de cifras, la falta de visibilidad, más el recio machismo habitual , hace que las deportistas consigan menos del 1% del dinero de los patrocinadores. Una excepción es Iberdrola, que desde 2016 solo financia deporte femenino: apoya a 16 federaciones, llegando a más de 22.000 mujeres deportistas y promoviendo derechos tan básicos como que las chicas tengan Seguridad Social. “Es un trabajo tenaz, cuesta cambiar las cosas; por ejemplo, se supone que en televisión cubren paritariamente el deporte, pero las noticias de las deportistas salen de madrugada…”, dice Julián Martínez-Simancas, secretario del Consejo de Administración de Iberdrola. En noviembre el Senado aprobó una proposición de ley para acabar con las desigualdades en los premios deportivos, y en febrero el Consejo de Ministros dio luz verde al anteproyecto de una ley del deporte absolutamente necesaria que la convocatoria de elecciones puede hacer peligrar. Pese a todo este drama, las deportistas españolas se han llevado más medallas que los hombres en los dos últimos Juegos Olímpicos. Lo que conseguirían si las apoyara.

ROSA MONTERO, www.elpaís – 17 de marzo de 2019