Cuentan que había dos hermanos que recibieron como herencia dos terrenos, uno para cada uno, toda la gente del pueblo se maravillaba por su suerte, dicha tierra era muy próspera, según relataban de ella vendrían abundancia y prosperidad a raudales para sus dueños.
Los dos hermanos no dejaban de sonreír por su suerte, el primer día que llegaron a los terrenos decidieron sentarse cada uno en una piedra, admirando las tierras y a la vez esperanzados por el futuro de gracia y fortuna que les esperaba, pasaron los días y todas las mañanas los dos se sentaban, miraban y soñaban, pero conforme fue pasando el tiempo, los dos veían que la tierra no daba nada, y las dudas les llegaron, ¿sería verdad que esta tierra traería la fortuna o era acaso una leyenda que les habían contado? Uno de ellos se levantó de la piedra y se fue a comprar semillas, herramientas para arar la tierra, agua…el otro hermano en cambio decidió permanecer allí, si la tierra era buena para que esforzarse, tomando a su hermano por loco.
El otro hermano lleno de envidia maldecía su mala fortuna, estaba claro que a su hermano le había tocado la tierra buena y a él la mala.
Un buen día se encontraron los dos hermanos y éste último reclamó al otro que le cambiara sus terrenos, que no había sido justo para él, a lo que el otro le contestó: “ Hermano no te das cuenta, que tu tierra y la mía son iguales, solo que tú has decidido quedarte sentado en tu piedra pensando en lo bueno que vendría y yo dejé mi piedra atrás hace mucho tiempo para traer lo bueno a mi vida ”
Todos tenemos una piedra en la que nos sentamos alguna vez, nuestro pasado, pero el permanecer mucho tiempo en ella no nos permitirá fluir con todo lo bueno que el presente nos puede traer a nuestras vidas .
