UD9 – Integración 4: ECONOMÍA INTERNACIONAL

Actividad: premio a la economista que repensó la lucha contra la pobreza

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4.1

¿La ayuda al desarrollo sirve para algo? Es posible que esta simple pregunta escandalice a algunos. A otros puede que les parezca la mar de pertinente. El caso es que, ¡cómo no!, la cuestión suscita un acalorado debate, que en este caso se ha personificado en dos economistas:

Jeffrey Sachs: a favor. Para acabar con la pobreza solo hay que destinar más dinero.

William Easterly: en contra. La ayuda no sirve para mejorar las condiciones de vida de las personas que sufren la pobreza y fortalece a gobiernos corruptos de esos países.

El debate parecía estancado y encorsetado en cuestiones ideológicas hasta que llegó una joven economista francesa llamada Esther Duflo*Montó un equipo de investigación (Poverty Action Lab)  en la prestigiosa universidad MIT (Boston) en busca de evidencia, de datos que ayudaran a comprender mejor esta cuestión.  ¿Se podía mejorar algo en la ayuda al desarrollo para que fuera más efectiva?

Para conseguirlo, y para asegurarse de que su investigación no estaba contaminada de prejuicios, puso en marcha los conocidos experimentos aleatorios (random trials).  Parecidos a los que aplica la ciencia para saber si un fármaco funciona o no. Pruebas en el terreno, con gente que de verdad necesita ayuda, para tratar de saber cosas como, por ejemplo:

¿Cuál es la mejor forma de luchar contra la malaria? ¿Medicamentos? ¿Charlas sobre cómo prevenir la picadura de mosquito?

¿Cómo conseguir aumentar la tasa de vacunación? ¿Llevar cientos de vacunas? ¿Dar dinero al gobierno para que las compre? ¿Abrir más clínicas?

¿Cómo mejorar los índices de escolaridad? ¿Dar libros gratis? ¿Construir escuelas?  ¿Contratar más profesores?

Muchas de las respuestas REALES que encontraron después de su investigación, insisto, sobre  el terreno, pueden parecer sorprendentes.

.- La forma de prevenir la malaria es dormir bajo una mosquitera. Distribuirlas de manera gratuita fue la manera más eficaz que se encontró en varios de esos experimentos.

.- Si a las mujeres de países pobres, con miles de cosas que hacer todos los días y encargadas de cuidar a varios hijos, les ofreces un kilo de lentejas a cambio de vacunar a su hijo, entonces muchas hacen el esfuerzo hoy de recorrer incluso kilómetros y perder toda una mañana en eso.

.- Los niños con lombrices no pueden rendir en el colegio. Les duele la barriga, están débiles,  no pueden recorrer la distancia desde su casa al colegio… Pero si se les suministra el fármaco en la escuela para acabar con esos parásitos intestinales, entonces la tasa de asistencia se dispara.

Las escuelas, las vacunas, los libros, las medicinas… estaban ya allí. La ayuda había llegado pero había que encontrar la forma más efectiva de que REALMENTE LLEGARA.

No es que Duflo haya encontrado la fórmula mágica para acabar con la pobreza en el mundo. Lo que sirve en un país, puede que no valga en otro. Los experimentos se tendrán que repetir. Pero de esta forma se puede comprobar qué es lo que funciona y qué es lo que no. Y se podrán tomar decisiones alejadas del poder político (a veces arbitrario).

Es un proceso lento. A veces descorazonador. Pero, de nuevo, se parece mucho a la lucha contra las enfermedades y su investigación. “La medicina moderna tampoco ha encontrado una cura para todo y sigue salvando cientos de miles de vidas todos los años”, argumenta Duflo. Así que hay que hacer este tipo de experimentos sociales para averiguar cómo la ayuda al desarrollo puede marcar una diferencia en la vida de los más desfavorecidos.

Si tuvieras un millón de euros para donar a uno de estos países ¿no querrías que se invirtiera/gastara de la mejor manera? Pues de eso se trata: de encontrar la mejor forma de hacerlo.

Y cuidado con juzgar a la ligera lo que hacen las personas que viven con menos de un dólar al día. En muchos casos leemos que si se les da dinero, en lugar de gastarlo en comer mejor toda la familia, obtener vitaminas con verduras, proteínas con un buen filete… Los padres optan por irse a una tienda a comprar una tele, una radio o una botella de whisky.

Será porque nosotros, los que vivimos en países afortunados, no comemos nunca nada que obstruye nuestras arterias, salimos a hacer ejercicio todos los días para mantenernos sanos y hacemos el papeleo que tenemos pendiente el primer momento que tenemos libre. Claro, porque somos perfectos y ellos no.  “Ser pobre es una mierda”, como escribió Roger Senserrich en Jot Down.

Así que estamos muy contentas de que el jurado de los premios Princesa de Asturias haya premiado a Esther Duflo. Con solo 42 años esta mujer ya ha conseguido marcar una gran diferencia. Oye, una economista que defiende sus ideas con datos sin dejarse intoxicar por la ideología. Algo de lo que aprender también. Como dice ella al empezar su libro: “Think again, again”. Vamos, repensar.

PREGUNTAS

  1. Realiza un resumen sobre el siguiente texto.
  2. En el texto, Esther Duflo hace unas preguntas y las responde. ¿Esas respuestas en que país serían válidas?
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