‘Chusy’ sigue dando señales

Fuerteventura

‘Chusy’  sigue dando señales

‘Chusy es una tortuga boba (Caretta caretta) que lleva en su caparazón un GPS  para seguir sus movimientos. Fue liberada en marzo de 2009  en Cofete y lleva dos años y medio emitiendo una señal  que permite conocer sus movimientos marinos.

Antonio cabrera, Puerto del Rosario

Chusy es una tortuga hembra de 70 kilos de peso y casi un metro de caparazón, rescatada en el mes de marzo de 2009 por un pescador de Corralejo por encontrarse a la deriva. Tras ser recogida en tierra por los servicios de Medio Ambiente del Cabildo de Fuerteventura fue enviada al Centro de Recuperación de Fauna Silvestre de Tafira en Gran Canaria, donde se le practicó una operación de urgencia retirándole un anzuelo de enormes dimensiones que se encontraba alojado en el velo del paladar. Tras su recuperación fue liberada en la playa de Cofete. Hoy, 800 días después, sigue dando pruebas de supervivencia emitiendo señales de localización a través de satélite. En este tiempo ha recorrido más de 1.500 kilómetros.

Chusy, bautizada así por la doctora Nuria Varo del OAM, que ha seguido su trayectoria durante estos años, ha aportado un valiosísima información sobre los movimientos de las tortugas adultas en aguas majoreras, confirmando algunas de las hipótesis que se manejaban sobre la capacidad de las aguas de la Isla como zona de alimentación de tortugas marinas. Así se ha comprobado cómo Lobos, El Cotillo, Los Molinos, Amanay y Cofete son zonas predilectas para el descanso y la alimentación de las tortugas.

PASTILLAS CONTRA EL DOLOR AJENO

Un brote de dolor ajeno contagia la sociedad española

Tres meses después del lanzamiento de la campaña Pastillas contra el dolor ajeno y gracias a una espectacular participación de la sociedad española se han vendido más de 3 millones de cajas en las farmacias. Los primeros ingresos ya permiten tratar a pacientes de Chagas en Bolivia y VIH sida en Zimbabue.

                             

En el primer mundo, si te duele algo hay pastillas para mitigar casi cualquier dolor. Pero… ¿qué pasa si lo que te duele es el dolor ajeno, el dolor de los que no tienen pastillas para curar su sufrimiento?

¿No es genial, que nosotros que tenemos pastillas de casi todo, podamos tomarnos una para calmar el dolor de los que no tienen?

 

Pastillas contra el dolor ajeno
Las Pastillas contra el dolor ajeno son un simbolo de apoyo y de compromiso con MSF en su lucha por tratar a personas que padecen enfermedades olvidadas.
El coste total de cada una de las cajas de Pastillas contra el dolor ajeno es de 20 céntimos de euro: 7 céntimos de producción,  5 céntimos más correspondientes a la manipulación del expositor de las cajas de pastillas y su embalaje y 8 céntimos de IVA. Este precio es tan extraordinariamente ajustado gracias a una larga cadena de esfuerzos y ayudas de diferentes entidades, empresas y personas, que han colaborado casi gratuítamente o a precio de coste en el proceso de de producción de las pastillas, la manipulación de los envases o su transporte a las farmacias.Los ingresos netos procedentes de esta campaña se destinarán íntegramente a financiar proyectos de MSF sobre malaria, tuberculosis, enfermedad del sueño, kala zar, SIDA pediátrico y Chagas.
 

 

Si en tu farmacia no tienen las Pastillas contra el dolor ajeno, de Médicos Sin Fronteras, pide al farmacéutico que las solicite a su distribuidora de productos, o que haga el pedido llamando al 902 15 15 02.

 

      Médicos Sin Fronteras
Médicos Sin Fronteras (MSF) es una organización médico-humanitaria internacional que asiste a poblaciones en situación precaria, a víctimas de catástrofes y de conflictos armados, sin discriminación por raza, religión o ideología política.En su lucha contra el dolor ajeno, MSF atiende a las poblaciones más olvidadas. De la mano de más de 22.000 profesionales, trabaja en más de 360 proyectos en 65 países del mundo.  En 2009 trató a 1,1 milones de personas con malaria, 20.000 pacientes de tuberculosis, 1.800 de enfermedad del sueño, 3.700 de kala azar, 493 de la enfermedad de Chagas y 190.000 personas con sida, de las cuales 10.000 son niños. Sin embargo, todavía nos queda mucho dolor ajeno por tratar.MSF ofrece tratamiento contra estas enfermedades olvidadas en sus proyectos, pero es testigo a diario de muertes evitables en más de 50 países, donde los medicamentos son demasiado caros o simplemente no llegan.Como complemento a la acción médica sobre el terreno, en 1999 MSF decidió poner en marcha la Campaña para el Acceso a Medicamentos Esenciales (www.msfaccess.org), cuyos obejtivos son:

  1. hacer asequibles para todos los pacientes y todos los países los medicamentos esenciales.
  2. favorecer la aplicación de acuerdos comerciales a favor del acceso a medicamentos.
  3. estimular la investigación y desarrollo (I+D) de nuevos medicamentos, vacunas y diagnósticos para enfermedades olvidadas.

Más información en www.msf.es

Tortugas marinas: La tortuga boba

No hay que liberarla con el anzuelo clavado, probablemente moriría en poco tiempo. No hay multas  por capturar  accidentalmente a una tortuga mientras se pesca. No tire del anzuelo, produciría desgarros. Si sale nylon de su boca o ano, córtelo dejando que sobresalgan sólo unos veinte cm., así evitamos que se produzcan enganches y tirones accidentales.

Si quieres saber más, pincha en el siguiente enlace: LA TORTUGA BOBA

 

 

El Tíbet

Los monjes de Tíbet han desafiado a Pekín y han boicoteado el acto organizado por las autoridades chinas

https://www3.gobiernodecanarias.org/medusa/ecoblog/jorodmed/files/2012/02/Los-monjes-de-Tíbet-han-desafiado-a-Pekín-y-han-boicoteado-el-acto-organizado-por-las-autoridades-chinas1.pdf

Revueltas en el Tíbet – www.dalealplay.com.

 

http://youtu.be/vYJjwz7To3Y

Los monjes de Tíbet han desafiado a Pekín y han boicoteado el acto organizado por las autoridades chinas, que esperaban que el grupo de periodistas extranjeros seleccionado por ellos pudiesen comprobar en vivo que la calma ha vuelto a Lhasa, la capital tibetana donde se registraron las peores revueltas.

Al menos una treintena de monjes han protestado ante reporteros y fotógrafos al grito de “Tíbet no es libre”. La protesta se ha producido en el templo Johkang, uno de los más sagrados del budismo tibetano, y ha estado marcada por las acusaciones de los religiosos a Pekín. Los monjes, algunos con lágrimas en los ojos, han asegurado que China miente cuando afirma que ellos son los que incitan a la violencia y han rechazado que se culpe al Dalai Lama de ser el responsable de los disturbios del pasado 14 de marzo. Frente a la delegación periodística, los religiosos budistas han expresado asimismo su temor a ser castigados por sus declaraciones. La agencia estatal Xinhua ha informado sobre estos hechos, pero evitando entrar en detalles y señalado simplemente que “el tour de periodistas extranjeros fue interrumpido por un grupo de lamas”.

Por su parte, China afirma que la situación ha vuelto a la normalidad en Lhasa, pese a que el gobierno tibetano en el exilio defiende que la represión policial ha causado a día de hoy 140 muertos. Tras los incidentes del 14 de marzo, que tuvieron réplicas en otras zonas de población tibetana, Pekín prohibió la entrada de prensa extranjera a la región, pero la presión internacional ha obligado a las autoridades chinas a levantar el veto. El viaje, organizado por el Gobierno, cuenta con 26 periodistas de 19 medios, en su mayoría de habla inglesa.

Entretanto, el portavoz de Exteriores chino Qin Gang, que ha criticado a la prensa extranjera por su cobertura sobre Tíbet, ha asegurado que los incidentes son “una lección” para el país asiático y “mostraron los colores verdaderos de algunos occidentales”. Sobre las amenazas de algunos líderes europeos de boicotear los Juegos Olímpicos, el portavoz chino espera que Europa “no adopte dobles estándares” y “sepa diferenciar lo correcto de lo incorrecto”.

No habrá boicot

“No se trata de tener una China crispada por su territorialidad, defendemos los Derechos Humanos, pero queremos armonía, no habrá boicot, estaremos en los Juegos Olímpicos”. Palabras del presidente francés, Nicolas Sarkozy, que ha rechazado la posibilidad de boicot a los JJ OO de Pekín, una puerta que dejó abierta esta semana, durante la rueda de prensa en Londres con el primer ministro británico, Gordon Brown.

Desde el estadio del Arsenal club de fútbol, tanto Sarkozy como Brown han expresado su postura conjunta que pide el fin de la violencia en Tíbet y el diálogo y reconocimiento con China. Reino Unido había ya mostrado su rechazo a boicotear la ceremonia de Pekín.

 

El poeta de las ausencias

No http://youtu.be/Eed6g_9H6NQ

Notoda la poesía vale para ser cantada

 

No toda la poesía vale para ser cantada.

Cierto que a todo se le puede poner música y que todo puede ser cantado, desde la guía telefónica hasta el manual de instrucciones de un lavavajillas, pero es dudoso que textos de este calado alcancen a conmover a un auditorio como se espera de una buena canción.

Por lo general y salvo excepciones, una buena letra de canción tiene una estructura, un ritmo, una rima, un murmullo que la mece y la transporta mansamente hasta el oído, donde un argumentario manejado con sensibilidad se encargará de acercarla al corazón.

Luego está la música, pero eso ya es otro cantar.

No toda la poesía vale para ser cantada, ni todos los poetas sirven para escribir canciones.

A lo largo de más de cuarenta años de dedicarme a este oficio y de haberlo intentando de maneras varias, incluyendo tentativas de colaboración con plumas contrastadas y brillantes, en alguna ocasión me sorprendió la simpleza de los textos con la que algún reconocido hombre de letras respondió a mis requerimientos de escribir canciones en complicidad. Quizá el vate, convencido de antemano de que la canción popular no pasa de ser un arte menor mas cercano al alfarero que al escultor, cayó en el pecado que denunciaba Antonio Machado: despreciar cuanto se ignora, aunque también cabe la posibilidad de que el buen hombre no supiera hacerlo mejor. Bien sea por lo uno o por lo otro, mi experiencia me reafirma en que de la misma manera que detrás de un buen autor de canciones no hay necesariamente un buen poeta, tampoco al revés o viceversa.

Afortunadamente, también existen García Lorca y Rafael de León y Manolo Vázquez Montalbán y Mario Benedetti, por citar algunos magníficos letristas de canciones por derecho y, al tiempo, buenos poetas como muestra de que entre poesía y canción no media una frontera clara.

A este grupo de poetas manifiestamente musicales corresponde Miguel Hernández. Versos de rima clara y cadencioso ritmo que vienen de fábrica con la música puesta. Poesía escrita para ser cantada.

La mejor prueba de ello es que somos muchos los que con más o menos acierto, con mayor o menor fortuna, nos hemos atrevido a musicar y cantar sus versos, y diría yo que con el beneplácito del autor.

No me parece a mí que se le hubieran caído los anillos escuchando sus versos hechos canción a quien en el prólogo de Viento del pueblo insiste en que los poetas debían estar en el aire y pasar soplados a través de todos los poros. Probablemente no hubiese estado de acuerdo con muchas de las músicas con las que unos y otros hemos envuelto sus poemas, pero sin duda no le hubiera resultado ajena la peripecia.

De hecho, en vida del poeta, Lan Adomian, judío neoyorquino nacido en Ucrania integrante de la Brigada Lincoln, les puso música a algunos de sus poemas con su visto bueno y activa complicidad, y se sabe que trabajó en un himno oficial para la II República que debería haber sustituido al de Riego.

Si no le hubiera gustado que sus poemas olieran a canción, no existiría una Canción del esposo soldado, ni una Canción primera, ni una Canción última.

Titular un libro como: Cancionero y romancero de ausencias indica claramente que concebía esos versos como algo coral, musical y compartido.

Buena parte de sus obras de teatro incluyen pasajes explícitamente escritos como canciones en los que, junto a otras acotaciones, se indican los instrumentos que debían acompañarlos y donde coros como los de vendimiadoras y vendimiadores de El labrador de más aire recuerdan a los que suelen gastarse en las zarzuelas.

Otro ejemplo son las conocidas Nanas de la cebolla, escritas como seguidillas y que envía a su mujer diciéndole: «Ahí te mando coplillas.

Quien ensayó todo un abanico poético, desde la octava real hasta el soneto y el alejandrino, termina apostando por canciones al modo popular.

Como Miguel Hernández, creo en el placer de cantar, de cantar por el gusto de cantar, así como también creo que la canción es un buen modo de difundir la voz de los poetas, aunque confieso que ésa no ha sido nunca la razón que me ha movido a ponerles música. Si algo me ha llevado a hacerlo ha sido el descubrir en versos ajenos aquello que yo quería decir y de la manera en que el otro lo dijo. El resultado de toparme con versos que cantan y que me hicieron cantar con ellos.

Es difícil sustraerse a la simpatía que genera ese hombre que, como dice José Agustín Goytisolo: «Nace, escribe, muere desamparado”, pero, por encima del cariño a la persona y al ideario de Miguel Hernández, han sido la contundencia de su poesía, su vigencia y sobre todo su musicalidad las que me ha empujado a proponer una segunda entrega de sus versos hechos canciones, que, bajo el título de Hijo de la luz y de la sombra, supone una prolongación y también un complemento del trabajo que apareció en 1972.

Aventando sus versos, redondos y frescos como si hubieran sido escritos ayer y aquí, me uno a la celebración del centenario de su nacimiento y rindo un fraternal homenaje al poeta, al niño cabrero, al amigo desgajado, al amante exiliado, al padre huérfano, a la víctima de las cárceles de la dictadura, al hombre que cada vez que colgaba al sol los sueños, la vida le dejaba carbón, pero también me rindo homenaje a mí y a todos y cada uno de nosotros.

El poeta de las ausencias. Tres heridas

EL_POETA_DE_LAS_AUSENCIAS EL POETA DE LAS AUSENCIAS. TRES HERIDAS.

http://youtu.be/j_kVgMQLV5c

Un buen amigo me solicita escribir unas palabras para  celebrar el centenario de un poeta que nos une: Miguel Hernández. No soy crítico literario ni especialista en su obra. Sólo soy uno más de sus lectores al que le gustaría contarles un hallazgo.  Fue en un tiempo remoto, de turbia adolescencia en que leía sin norte, ansioso por cubrir las carencias de un abandono temprano de la escuela, y orientado quizá por el runrún de infancia de mis hermanas mientras me acicalaban…: Platero es pequeño, peludo, suave… de algodón… Le gustan las naranjas mandarinas, las uvas moscateles…,   me decía mi hermana la mayor enamorada de la poesía de Juan Ramón Jiménez. Un burro, al que no sé por qué, imaginaba con alas  y flotando entre esponjosas nubes.  Durante aquella etapa leí a poetas que me hicieron sentir el dolor ante la fragilidad de la vida,  olisquear en el cofre de las metáforas o detenerme a escuchar la levedad cristalina de un riachuelo… Hasta que una tarde, en una librería de casco viejo de Las Palmas, me encontré con aquel tesoro. La librería la regentaba un anciano de edad incierta que, sentado detrás de un pequeño mostrador de madera que había al fondo, me escrutaba tras sus gafas redondas como si me hubiera olvidado de pagar la entrada. Era una librería pequeña, de forma irregular y con los estantes de madera apilados de libros. El “desorden” donde don Nicolás Abreu, el viejo librero, reinaba. Lo saludé. Me devolvió el saludo con un gesto, sin dejar de observarme.  Advirtiéndome con la mirada de que acababa de entrar en su santuario… Recuerdo que estuve a punto de marcharme, pero el olor a cedro y a melaza de aquellos estantes atiborrados de libros me atraparon. Me escabullí de él en un recodo de la librería. Unos estantes llenos de gruesos libros de tapa dura de colores verdosos y azulinos, en su mayoría biografías de grandes personajes de la historia. No me atreví a tocarlos.  Leía los títulos de sus repujados lomos cuando  oigo una voz ronca que me dice: “¿Qué buscas muchacho?”. Me volví sin saber qué decir. “¿No sabes lo que buscas?, gruñó. “Lector novato…”, balbuceó. “Poesía”, dije y enrojecí, como si estuviera pidiendo algo prohibido a aquel hombre flacucho, de tez blanca y una corona lacia de pelo cano. “¿Te gusta la poesía?”,  preguntó con la misma voz ronca algo más dulce. “Sí”, respondí moviendo afirmativamente la cabeza. “Al fondo, detrás del mostrador. Todos los estantes de allí son de poesía. Si necesitas ayuda, no dudes en pedírmela”, dijo,  y se marchó a atender a otro cliente. “Por cierto, puedes coger los libros, y ojearlos y leer lo que quieras, pero no olvides de volver a ponerlos en su sitio –comentó mientras me dirigía al lugar por él indicado-. “Por orden alfabético.  Ante la duda, deja el libro sobre el mostrador que después lo coloco yo. Un libro fuera de su sitio es como una palabra descolocada en un diccionario” -añadió ante mi gesto de sorpresa.

Me perdí en los estantes que había tras el mostrador, al fondo de la librería. Casi cinco metros de pared atiborrados de poesía. Aturdido, cerré los ojos y cogí uno al azar. Era un libro no muy grueso, de tapa blanda, con la cubierta de un verde deslucido, ilustrada con una moneda en la que se veía un perfil de hombre de corte clásico. Konstantino Kavafis, se llamaba el desconocido poeta. Lo abrí al azar. Rareza (1913), se llamaba el poema: Es un viejo. Vencido y fatigado, / roto por la edad y los excesos, / que arrastrando sus pasos atraviesa la calle…,  comenzaba. Pensé en el librero sin saber por qué. Con cuidado lo coloqué en su sitio. De pronto decidí que el azar guiaría esa tarde mi lectura y la compra del libro. Volví a cerrar los ojos. Cogí otro. Era un grueso volumen de tapa dura de color canela oscuro.  Francisco de Quevedo,  Poesía amorosa, ponía en floreada letra cursiva en oro: serán ceniza, mas tendrá sentido; / polvo serán, mas polvo enamorado. Así finalizaba  Amor constante más allá de la muerte, el poema libremente elegido. Lo devolví a su sitio pensativo. Anduve un buen rato así, moviéndome de un lado a otro del estante, agachándome o con los pies de puntilla, eligiendo libros a ciegas, leyendo versos en delicadas hojas de papel cebolla, en hojas agradables al tacto o secas y duras como pergaminos, cuando escucho retumbar a mi espalda la voz del librero: “Curioso método para seleccionar libros, joven; nunca lo había visto…”, dice. Lo deposité en su estante como si me hubiera atrapado en un hurto.  Ruborizado, y sin dejar de darle la espalda, elegí Poesías completas, de Kavafis, el único de los que me gustaba que se adaptaba a mi presupuesto.

“Buen elección, ya lo creo. Cada vez que lo leo me siento navegando por el río Nilo rumbo a la ciudad de Alejandría…”, comenta, mientras lo ojea como si le costara desprenderse de él.  “¿Para regalo?”, pregunta al tiempo que señala una pequeña bovina de papel tornasolado que hay en un extremo de mostrador. “No hace falta que lo envuelva, es para mí”, respondo. “Imagino que sabrá que la poesía es de digestión lenta. Igual que cuando nos asomamos a un paisaje…”, comenta. Sonrío y considero que el librero tiene algo de chiflado y de poeta. Me despido, y justo antes de antes de alcanzar la puerta, oigo de nuevo el tronido de su voz: “Oiga, joven, ¿es usted de los que devuelve lo prestado?”, pregunta. “Por supuesto”, respondo. “Entonces, acérquese que tengo algo para usted”, ordena, y se pierde tras una desgastada cortina de terciopelo azul. Al poco, aparece con un libro. “En calidad de préstamo”, dice, y antes de dármelo anota en una ficha: Joven que busca a ciegas/ Miguel Hernández/ Antología. “Firme aquí”, indica. Le digo que ese joven tiene nombre.  Me interrumpe. “Prefiero no saberlo hasta que lo devuelva”. Me lo entrega.   “En un par de días se lo traigo”, asevero para tranquilizarlo. “Tómese el tiempo  que necesite. No hay prisas…, pero tampoco olvide que un buen poema ilumina la vida.  Y en ese libro que le acabo de entregar hay por lo menos tres. Si coincidimos en alguno, se lo regalo”, dijo.

Sus palabras me acompañaron en el camino a casa. Siguiendo el rito abrí al azar aquel libro cuya desgastada cubierta esbozaba, entre colores ocres y añiles,  la imagen del poeta en un momento de lectura. Un libro de hojas amarillentas y con pinta de estar bastante usado: Ausencia en todo veo: / tus ojos  la reflejan.  /Ausencia en todo escucho: / tu voz a tiempo suena. / Ausencia en todo aspiro: / tu aliento huele a hierba. / Ausencia en todo toco: / tu cuerpo se despuebla. / Ausencia en todo siento. / Ausencia. Ausencia. Ausencia. Decía el primer poema que leí de Miguel Hernández. Lo leí varias veces sin comprenderlo, sintiendo un extraño paladeo, casi un sinsabor. ¿Sería ése uno de los poemas preferidos del librero?  Por el prólogo supe algo sobre la vida del poeta. Que nació en Orihuela en 1910:

Yo vine a ser, vine a nacer simiente, / bulbo, raíz, tirón para el arado. / Voz de tierra, mi voz se me salía, / de raíces y entraña, polvorienta, /seca de valles, seca de sequía, / amarilla de esparto, amarillenta. (Rafael Alberti)

Que fue cabrero y luego autodidacta:

¿Por qué, pastor descastado, / abandonas tu pastora / que sin ti llora y más llora / a la vera del ganado?

Y tuvo un padre hostil a la poesía:

Tengo estos huesos hechos a las penas / y a las cavilaciones estas sienes: / pena que vas, cavilación que vienes / como el mar de la playa a las arenas.

Que tenía como amigo a un tal Ramón Sijé, quien murió joven y le dejó una profunda herida:

Ando sobre rastrojos de difuntos, / y sin calor de nadie y sin consuelo / voy de mi corazón a mis asuntos.

Que fue a Madrid para beber poesía e intentó inútilmente  hacerse un hueco:

“…Figúrate que esta semana  no me han lavado la ropa interior y no tengo ni calcetines que ponerme. Además, los zapatos amenazan evadirse de mis pies; lo tienen pensado hace mucho tiempo. Te puedo escribir porque los sellos que me enviara mi hermana aún no los he agotado”.

Que  vivió un gran amor con una joven que se llamaba Josefina Manresa:

Estoy perdidamente enamorado / de una mujer tan bella como ingrata; / mi corazón  otra pasión no acata / y mis ojos su imagen han plasmado.

Con quien tuvo dos hijos, y que uno de ellos murió en 1938 un año antes de nacer el otro (1939), al que tampoco pudo disfrutar porque estaba encerrado, muriéndose de ausencias en la cárcel:

Tu risa me hace libre,  / me pone alas. / Soledades me quita, / cárcel me arranca. /  Boca que vuela, / corazón que en tus labios / relampaguea.

Que padeció la guerra y sufrió cárcel, donde murió de tuberculosis en 1942…

Sique, pues, sigue, cuchillo, / volando, hiriendo. Algún día / se pondrá el tiempo amarillo / sobre mi fotografía.

Sin hacer caso a don Nicolás Abreu me zampé el libro esa misma noche, con la brújula puesta en los poemas que iluminaron la vida del librero.  Cinco o seis horas en las que me asomé a su alegría, su pena, su dolor, su pasión, sus ausencias…: el drama de una España dividida, silencios de una guerra. Sin pretenderlo, comprendí de un golpe las certeras palabras del librero. Con tres heridas yo: / la de la vida, / la de la muerte, / la del amor.

 

Miguel Ángel Sosa Machín, es escritor.

Miguel Hernández No toda la poesía vale para ser cantada.

No toda la poesía vale para ser cantada.

Cierto que a todo se le puede poner música y que todo puede ser cantado, desde la guía telefónica hasta el manual de instrucciones de un lavavajillas, pero es dudoso que textos de este calado alcancen a conmover a un auditorio como se espera de una buena canción.

Por lo general y salvo excepciones, una buena letra de canción tiene una estructura, un ritmo, una rima, un murmullo que la mece y la transporta mansamente hasta el oído, donde un argumentario manejado con sensibilidad se encargará de acercarla al corazón.

Luego está la música, pero eso ya es otro cantar.

No toda la poesía vale para ser cantada, ni todos los poetas sirven para escribir canciones.

A lo largo de más de cuarenta años de dedicarme a este oficio y de haberlo intentando de maneras varias, incluyendo tentativas de colaboración con plumas contrastadas y brillantes, en alguna ocasión me sorprendió la simpleza de los textos con la que algún reconocido hombre de letras respondió a mis requerimientos de escribir canciones en complicidad. Quizá el vate, convencido de antemano de que la canción popular no pasa de ser un arte menor mas cercano al alfarero que al escultor, cayó en el pecado que denunciaba Antonio Machado: despreciar cuanto se ignora, aunque también cabe la posibilidad de que el buen hombre no supiera hacerlo mejor. Bien sea por lo uno o por lo otro, mi experiencia me reafirma en que de la misma manera que detrás de un buen autor de canciones no hay necesariamente un buen poeta, tampoco al revés o viceversa.

Afortunadamente, también existen García Lorca y Rafael de León y Manolo Vázquez Montalbán y Mario Benedetti, por citar algunos magníficos letristas de canciones por derecho y, al tiempo, buenos poetas como muestra de que entre poesía y canción no media una frontera clara.

A este grupo de poetas manifiestamente musicales corresponde Miguel Hernández. Versos de rima clara y cadencioso ritmo que vienen de fábrica con la música puesta. Poesía escrita para ser cantada.

La mejor prueba de ello es que somos muchos los que con más o menos acierto, con mayor o menor fortuna, nos hemos atrevido a musicar y cantar sus versos, y diría yo que con el beneplácito del autor.

No me parece a mí que se le hubieran caído los anillos escuchando sus versos hechos canción a quien en el prólogo de Viento del pueblo insiste en que los poetas debían estar en el aire y pasar soplados a través de todos los poros. Probablemente no hubiese estado de acuerdo con muchas de las músicas con las que unos y otros hemos envuelto sus poemas, pero sin duda no le hubiera resultado ajena la peripecia.

De hecho, en vida del poeta, Lan Adomian, judío neoyorquino nacido en Ucrania integrante de la Brigada Lincoln, les puso música a algunos de sus poemas con su visto bueno y activa complicidad, y se sabe que trabajó en un himno oficial para la II República que debería haber sustituido al de Riego.

Si no le hubiera gustado que sus poemas olieran a canción, no existiría una Canción del esposo soldado, ni una Canción primera, ni una Canción última.

Titular un libro como: Cancionero y romancero de ausencias indica claramente que concebía esos versos como algo coral, musical y compartido.

Buena parte de sus obras de teatro incluyen pasajes explícitamente escritos como canciones en los que, junto a otras acotaciones, se indican los instrumentos que debían acompañarlos y donde coros como los de vendimiadoras y vendimiadores de El labrador de más aire recuerdan a los que suelen gastarse en las zarzuelas.

Otro ejemplo son las conocidas Nanas de la cebolla, escritas como seguidillas y que envía a su mujer diciéndole: «Ahí te mando coplillas.

Quien ensayó todo un abanico poético, desde la octava real hasta el soneto y el alejandrino, termina apostando por canciones al modo popular.

Como Miguel Hernández, creo en el placer de cantar, de cantar por el gusto de cantar, así como también creo que la canción es un buen modo de difundir la voz de los poetas, aunque confieso que ésa no ha sido nunca la razón que me ha movido a ponerles música. Si algo me ha llevado a hacerlo ha sido el descubrir en versos ajenos aquello que yo quería decir y de la manera en que el otro lo dijo. El resultado de toparme con versos que cantan y que me hicieron cantar con ellos.

Es difícil sustraerse a la simpatía que genera ese hombre que, como dice José Agustín Goytisolo: «Nace, escribe, muere desamparado”, pero, por encima del cariño a la persona y al ideario de Miguel Hernández, han sido la contundencia de su poesía, su vigencia y sobre todo su musicalidad las que me ha empujado a proponer una segunda entrega de sus versos hechos canciones, que, bajo el título de Hijo de la luz y de la sombra, supone una prolongación y también un complemento del trabajo que apareció en 1972.

Aventando sus versos, redondos y frescos como si hubieran sido escritos ayer y aquí, me uno a la celebración del centenario de su nacimiento y rindo un fraternal homenaje al poeta, al niño cabrero, al amigo desgajado, al amante exiliado, al padre huérfano, a la víctima de las cárceles de la dictadura, al hombre que cada vez que colgaba al sol los sueños, la vida le dejaba carbón, pero también me rindo homenaje a mí y a todos y cada uno de nosotros.

AaA Aprender a Aprender

¿Qué significa aprender a aprender (AaA)? ¿Cómo se incluye esta competencia en las diferentes áreas del currículo? ¿Cuál es el perfil del docente que debe enseñar aprender a aprender a los alumnos?

¿Cómo se enseña a aprender a aprender en los centros escolares? ¿Quién debe responsabilizarse de esta tarea? ¿Cómo lo integramos en la programaciones? ¿Cómo se evalúa? ¿Debe implicarse la familia en la tarea de aprender a aprender?

Todos estos aspectos y más son desarrollados por Elena Martín en el marco de los cursos del Escorial 2010 organizados por leer.es.

               

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