Para los poetas no hay palabras ni temas prohibidos. La cosa más simple y más corriente, por ejemplo, el jabón que usamos estos días para lavarnos las manos, pueden inspirar un hermoso poema.
Atrévete a mirar a tu alrededor, busca algo común y corriente y dedícale un poema.
Melancólico, callado
siempre triste en su rincón.
Tímido y resbaladizo.
¿No te da pena el jabón?
Se va poniendo flacucho,
tan blandito, tan pequeño
que por último no alcanza
ni para lavar un sueño.
Su historia es una de tantas:
llega robusto y fragante,
se transforma en una astilla
y lo echan al instante.
¡Pobre Señor de la Espuma!
Ay, qué tristeza me da
cada vez que entro y lo miro:
se consume entre mis manos
y no deja ni un suspiro.