El lenguaje literario y las figuras literarias (o retóricas)

¿Qué tienen de especial un poema, una bella descripción o una narración apasionante? ¿No son sólo palabras unidas que transmiten un mensaje? Pues no, porque en los tres casos se emplea (con suerte y pericia del escritor o escritora) el lenguaje literario y persiguen una finalidad, además, artística, estética. Es decir, hay una intención estilística.

Para explicar en qué consiste el lenguaje literario, te voy a preguntar algo más: ¿es lo mismo decir “entonces todos nos callamos” que “pasaron unos instantes cargados de silencio”? Decir, decir, “parece” que dicen lo mismo no: «se callaron». ¿Pero es lo mismo exactamente? No: en “pasaron unos instantes cargados de silencio”, el silencio “pesa”. ¿Eres capaz de apreciar la diferencia? En poesía, en literatura, ese silencio puede ser un «silencio amistoso», un «silencio traidor», un «silencio atroz», un «silencio cómplice». ¿A qué situación atribuirías cada uno?

Observa este otro ejemplo, extraído del poema “La noche obscura del cuerpo”, de María Antonia Ortega:

“Mi cuerpo me da miedo algunos días, como si fuese una casa abandonada con los cristales de las ventanas rotos y muchas veces saqueada, como si fuese una casa construida al borde de un precipicio”.

¿Qué entiendes en estas líneas? Yo, por ejemplo, puedo pensar que la autora está hablando del envejecimiento, de su vejez. Pero no se sabe con certeza. Mucho de lo que yo entiendo es parte de mi visión subjetiva de estas líneas. Quizás tú creas que la autora escribe, en realidad, sobre el abandono, sobre un desamor. Y otra alumna puede entender que la autora nos habla de una depresión.

No es lo mismo que decir “Tengo que hacer los deberes de Lengua” o “Hace mucho calor hoy”.

A esto se le llama función poética del lenguaje.

Fíjate en estos otros versos del poema “Ahora sólo tienes una vida”, de Esperanza Ortega:

“…la belleza

asoma en las rendijas de este gesto imposible

su rastro es tortuoso y su fulgor

alumbra hasta el abismo sin lámpara ni estrella

.

pero toda ella cabe

en el cielo minúsculo

de tus manos vacías”

A lo mejor no entiendes lo que dice, pero… ¿qué sientes?

[Aclaración: si no sientes nada, no importa, se supera, no es nada que no se pueda curar con un poco de sensibilidad e introspección]

Esta «vuelta de tuerca» del lenguaje se consigue, muchas veces, a través de las figuras literarias, que son formas de jugar con las palabras (sus sonidos, sus posibilidades, su orden, su significado…) para intentar convertirlas en más expresivas. Estas “combinaciones” de las palabras, dependiendo de qué consigan y cómo se lleven a cabo, reciben un nombre (como “paralelismo” o “metáfora”).

Las figuras literarias “alteran” la percepción “normal” del lenguaje para transmitir algo más: emociones. Consiguen que el texto sea más bello, que dé más miedo, que transmita mayor inquietud, que te provoque más asco, que te se te llenen los ojos de lágrimas, que te deje con una sensación “extraña” en el cuerpo.

Distinta, al fin, de si leyeras la frase “Déjeme tres panes, por favor”. Aquí (salvo algún caso extraño…) no hay emoción, sentimientos.

Existen un montón (pero un montonazo de verdad: hay libros enteros que tratan de las figuras retóricas).

Te enlazo aquí una página con información sobre el tema, para que tengas dónde consultar la teoría, aunque faltan algunas de las que veremos en entradas posteriores. No obstante, el contenido de la página es muy completo y conviene tenerla como referencia. Gracias a las autoras, Laura Carrilero y Laura Berros.

https://sites.google.com/site/meregelicom/home

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