¿Por qué mi lenguaje es inclusivo y no sexista?

¿Te has fijado en que yo, casi, casi siempre (salvo alguna rara vez que me despisto) hablo de chicos y chicas, o utilizo el signo gráfico de la @ para incluir a ambos géneros, o añado “/a” (como en “lector/a”)?

Dejando a un lado el tema del género no binario, la teoría queer y la opción de no marcar el género a través de la oposición -o/-a, sino emplear la -e como marca de inclusividad, que daría para un debate tan profundo como interesante, quiero abordar hoy el tema de la necesidad de la visibilización de las mujeres a través de un lenguaje que, además, sea feminista.

¿Qué es el lenguaje inclusivo no sexista?

Es conocidísima la frase de Wittgenstein: “Los límites de mi lenguaje son los límites de mi mundo”. En el mío, en mi mundo, habitan un 52% de mujeres. Estas mujeres (nosotras) normalmente no son “nombradas” por el lenguaje que utilizan las personas que no se esfuerzan en emplear un lenguaje inclusivo. Somos borradas del mundo, desaparecemos tras la excusa del uso del masculino como genérico en el lenguaje (es decir, que el masculino incluye al femenino).

Es decir, que si yo digo “El hombre vive sobre el planeta Tierra desde hace 2,5 millones de años, aproximadamente”, ¿las mujeres deberíamos de sentirnos incluidas o las mujeres aparecimos más tarde? O si yo escribo, por ejemplo, «Ahora vendrá a hablar con nosotras el cirujano que la operó”, ¿puedo entender que el informe médico esté firmado por María Benítez Hidalgo?

¿No sería más real decir “El ser humano vive sobre el planeta…” (hombres y mujeres) y escribir “… la cirujana que la operó”?

Y, además, tras el uso de un lenguaje hay una ideología, una forma de ver, entender y vivir la vida: el lenguaje no inclusivo suele ser en muchas ocasiones, siendo hijo de quien es (el patriarcado), sexista.

Te pongo un ejemplo: ¿qué es correr “como una niña”, o gritar “como una niñita”, o llorar “como una nenaza”?

Dale al play a este vídeo:

¿Por qué me esmero tanto en clase en alternar las profesiones o los géneros que utilizo en mis ejemplos (una médica, un abogado, una jueza, un alcalde, una bombera, un policía, una electricista, un enfermero…)? ¿Y por qué casi todos los referentes que intento utilizar son mujeres: escritoras, artistas, científicas…?

Porque si no nos nombramos, esas profesiones las ocupan (primero mentalmente y, después, en la vida real) con mucha mayor frecuencia hombres.

Y si no ofrecemos modelos de mujeres importantes, significativas, históricamente relevantes, en las que fijarse y a las que querer emular, imitar, quizás tú, chica que asistes a mi clase, no sepas como qué gran matemática o física quieres ser; o tú, chico que asistes a mi clase, no descubrirás que, además de Newton y Einstein, hay otras muchas mujeres interesantísimas sobre quienes también te deberías informar.

Échale un vistazo a este otro vídeo:

¿Por qué no desistir, si es tan cansado, ser siempre tan consciente del propio discurso, estar siempre tan atenta?

Pues porque estoy firmemente convencida de la necesidad de que las mujeres ocupemos los espacios que nos corresponden y tengamos – de verdad – los mismos derechos (salarios, puestos conforme a la formación, reconocimiento de méritos, etc.).

Y, en el aula, porque la ley me obliga. Es mi deber como docente, como funcionaria pública en el ámbito educativo, usar un lenguaje inclusivo no sexista. Y porque apuesto por la coeducación para formar a personas que en un futuro serán más libres y más felices.

Si eres profe y me estás leyendo…

Quizás te interese esto que añado por último: un vídeo de Marian Moreno Llaneza, en el que se justifica ese compromiso (el de ella, el mío y el de nuestro instituto):

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