10789 07 de Yaiza Hernández Martinón

Yaiza Hernández Martinón escribió en 2014:

Se acelera, corre y en la inmensidad:
un suspiro cristalizado rodea su alma.
Durante el asombro, un llanto criplástico cae al mar.
Nadando, con su inevitable danza, con su violenta belleza.
Mientras, una silueta espera descalza a que la luna caiga.

Este poema fue recitado por Yaiza Hernández Martinón en la Performance » Mar de Fondo» (una crítica a la contaminación del plástico en el mar)  representada en la  Bienal Cultural de Lanzarote en 2014.

Las mujeres de Chiapas deseaban tener los mismos derechos que los hombres

Elena Poniatowska dijo en 2014:

«Lo que se aprende de niña permanece indeleble en la conciencia y fui del castellano colonizador al mundo esplendoroso que encontraron los conquistadores. Antes de que los Estados Unidos pretendieran tragarse a todo el continente, la resistencia indígena alzó escudos de oro y penachos de plumas de quetzal y los levantó muy alto cuando las mujeres de Chiapas, antes humilladas y furtivas, declararon en 1994 que querían escoger ellas a su hombre, mirarlo a los ojos, tener los hijos que deseaban y no ser cambiadas por una garrafa de alcohol. Deseaban tener los mismos derechos que los hombres.»

13 nombres de mujer

Elena Poniatowska nombra a 13 mujeres relevantes de la literatura, el arte y la cultura en su discurso de recepción del Premio Cervantes: María Zambrano, Simone Weil, Dulce María Loynaz, Gabriela Mistral, Ana María Matute, Sor Juana Inés de la Cruz, Tina Modotti, Rosario Ibarra de Piedra, Leonora Carrington, Marta Traba, Rosario Castellanos, María Luisa Puga y Frida Kahlo.

Si el premiado hubiera sido un hombre, no hubieran florecido en su discurso tantas damas excelsas.

Somos nosotras

las mujeres somos invisibles
la voz de las mujeres es inaudible
para las mujeres
y esto no es del todo
cierto
ni siquiera es lo más frecuente
nos vemos, nos oímos, nos entendemos
nos odiamos y sentimos mucha envidia unas de las otras
de acuerdo

alguna vez
escucha
¿no oyes un rumor?
en el silencio cae un susurro
lejano
poco a poco se acerca
el rumor más fuerte
se expande
tenue en el aire
se oye
ahora sí
se acerca
son ellas
somos nosotras

«Instante» de Wislawa Szymborska

Wislawa Szymborska escribió en 2002:

Camino por la ladera de una verdeante colina.
Hierba, florecillas en la hierba,
como si fuera un cuadro para niños.
Un neblinoso cielo ya azulea.
Una vista sobre otras colinas se extiende en silencio-

Como si aquí nada hubiera de cámbricos, silúricos,
ni rocas gruñéndose las unas a las otras,
ni abismos elevados,
ninguna noche en llamas
ni días en nubes de oscuridad.

Como si no pasaran por aquí llanuras
en febriles delirios,
en helados temblores.

Como si sólo en otros lugares se agitaran los mares
y desgarraran las orillas de los horizontes.

Son las nueve y media hora local.
Todo está en su sitio en ordenada armonía.
En el valle un pequeño arroyo cual pequeño arroyo.
Un sendero en forma de sendero desde siempre hasta siempre

Un bosque que aparenta un bosque por los siglos de los siglos, amén,
y en lo alto unos pájaros que vuelan en su papel de pájaros que vuelan.

Hasta donde alcanza la vista, aquí reina el instante.
Uno de esos terrenales instantes
a los que se pide que duren.

“Respuesta a Sor Filotea de la Cruz (seudónimo del obispo de la Puebla)” de Sor Juana Inés de la Cruz

Sor Juana Inés de la Cruz escribió en 1691:

«Porque ¿qué inconveniente tiene que una mujer anciana, docta en letras y de santa conversación y costumbres, tuviese a su cargo la educación de las doncellas? Y no que éstas o se pierden por falta de doctrina o por querérsela aplicar por tan peligrosos medios cuales son los maestros hombres, que cuando no hubiera más riesgo que la indecencia de sentarse al lado de una mujer verecunda (que aun se sonrosea de que la mire a la cara su propio padre) un hombre tan extraño, a tratarla con casera familiaridad y a tratarla con magistral llaneza, el pudor del trato con los hombres y de su conversación basta para que no se permitiese. Y no hallo yo que este modo de enseñar de hombres a mujeres pueda ser sin peligro, si no es en el severo tribunal de un confesonario o en la distante docencia de los púlpitos o en el remoto conocimiento de los libros, pero no en el manoseo de la inmediación. Y todos conocen que esto es verdad; y con todo, se permite sólo por el defecto de no haber ancianas sabias; luego es grande daño el no haberlas. Esto debían considerar los que atados al Mulieres in Ecclesia taceant, blasfeman de que las mujeres sepan y enseñen; como que no fuera el mismo Apóstol el que dijo: bene docentes. Demás de que aquella prohibición cayó sobre lo historial que refiere Eusebio, y es que en la Iglesia primitiva se ponían las mujeres a enseñar las doctrinas unas a otras en los templos; y este rumor confundía cuando predicaban los apóstoles y por eso se les mandó callar; como ahora sucede, que mientras predica el predicador no se reza en alta voz.»