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La sal es fuente de muchas supersticiones. Este condimento está presente en una serie de ritos, creencias y costumbres. Curiosamente puede ser presagio de buena suerte o de lo contrario. Veamos algunas de estas creencias relacionadas con la sal:
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«Recuerdo de cuando era joven que decían que cuando alguien tenía una verruga, se envolvía sal en un trapo y se tiraba para atrás en una calle de cuatro esquinas (cruce) y luego corrían sin volver la vista. Se decía que tenia su efecto».
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Para asegurar la prosperidad, lo primero que debe entrar en una casa nueva, o un negocio es la sal.
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«Cuando era pequeña estaba llena de verrugas. Entonces estuve yendo a bañarme al mar porque mi madre me lo dijo. Tenía que hacerlo cuando subía la marea y cuando bajaba. Así fui durante una semana. Cuando me di cuenta ya no tenía verrugas».
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Pon sal en la cartera y siempre tendrás dinero.
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Si estrenas casa, pon un puñito de sal en la alacena : te dará suerte.
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Si se derrama la sal en el hogar, da mala suerte, igual que pasar el salero de mano en mano.
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Se cree que cuando hay sal en una casa siempre habrá dinero. Si se echaba sal en los rincones de las cuadras el día primero de abril se evitaban las enfermedades del ganado.
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Para contrarrestar el mal de ojo se bañaban en agua con sal las plantas de los pies y las palmas de la mano tres veces. Se bebía tres sorbos del agua salada y después se echaba al fuego lo que quedaba de esa agua.
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Hay sin embargo un remedio para conjurar la mala suerte: echar una pizca de sal por encima del hombro izquierdo, porque de este modo se ciega al diablo y a los malos espíritus; o tirar agua por la ventana.
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Era costumbre echar sal al fuego cuando entraba en casa una persona sospechosa de dedicarse a la hechicería. También se evitaba las visitas de alguien indeseable echando sal donde había estado, recogiéndola y quemándola después. Otro remedio utilizado era echar sal en el umbral de la puerta después de la partida de la persona.
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Se creía que poniendo un plato con sal debajo de la cama de un enfermo, ésta absorbía el mal y protegía contra la enfermedad.
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Para evitar que un niño sin bautizar fuera objeto de hechicerías se amarraba a sus ropas un saquito con un poco de sal cuando se le ponía a dormir en su cuna.
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Es de mal agüero derramar de forma involuntaria la sal o que se caiga un salero: el responsable de ese fatal descuido verterá tantas lágrimas como granos de sal se hayan desperdigado.
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Quién pisa la sal derramada tendrá disgustos y si se trata de alguien que va a casarse pronto, no cumplirá este propósito.
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Aquel que persiga quebrantar la felicidad de unos recién casados le basta con echar sal en el lecho nupcial.
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Al estrenar una casa se pone sal en la despensa y bajo la cama del nuevo matrimonio para propiciar la buena suerte.
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«No vayas a los vecinos a pedirles sal porque la suerte de ellos se la vas a quitar».
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Los santiguadores barren la casa con sal y tiran la escoba para eliminar las energías negativas.
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Cuando se construye una casa se le ponía sal a los cimientos para que no faltara la comida, ni dinero.
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Si al pasar la sal de una mano a otra se derramaba era mal augurio. Para evitarlo se tiraba la sal por encima del hombro izquierdo.
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En los rincones de la casa se colocaba un plato con sal, tomillo y laurel, para que el dinero entrara.
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«Se decía que en las noches de San Juan, las muchachas que tenían varios pretendientes, y querían saber quién le quería más, ponía en un plato tantos cascos de cebollas como de pretendientes. Luego ponía sobre cada uno de ellos, un papelito doblado con el nombre de cada muchacho, y por último ponía encima de cada uno, granos de sal. Por la mañana el que amanecía abierto era del que más la quería».
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En la Iglesia Católica, la sal se emplea en la elaboración del agua bendita y tiene un importante significado religioso. Relacionada con la santidad y asociada a la protección, en los textos bíblicos Jesús invoca a sus discípulos a ser «La sal de la tierra y la luz del mundo» .
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Las mujeres recogían sal en los cocederos naturales y la escurrían en el tendedero, un risco inclinado. La más anciana hacía una cruz con la mano derecha sobre el montón de sal y decía: -«que el señor me la acreciente», y la repartía entre las mujeres que habían acudido a recogerla. El excedente de la sal se vendía, cambiaba por otros productos o se regalaba a parientes y conocidos
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Da buena suerte recoger espuma de la sal de los charcos y guardarla todo el año.
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Si se rompe un espejo o se derrama aceite, se tira sal por el sumidero, la puerta, la ventana o al paso del afilador, para evitar que el maleficio entre en casa.
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La víspera de San Juan se pone en una tabla doce montones de sal, que representan los doce meses del año. Se observan el día de San Juan antes de salir el sol. Los montones disueltos significan que lloverá en los meses que representan. Si todos los montones están como se colocaron habrá sequía todo el año.