Parace que esta imagen esta dando bastante que pensar. En estos dias los medios de comunicación (radio, prensa, redes sociales) han querido ver en esta escena la esencia de lo que nunca debe ser el deporte: una actividad que degenere en discusión, en violencia. La imagen de un niño de 5 años, un futbolista infantil mediando en una discusión de adultos, árbrito y entrenador-monitor respectivamente, nos lanza el mensaje de que lo fundamental, la continuidad del partido, se ve amenazado por lo irrelevante de una dialéctica que puede derivar incluso en violencia. El niño lo que desea sobre todo es seguir jugando, continuar otro tipo de enfrentamiento menos serio, menos grave, y más divertido y exigente. Los adultos tendemos a juzgar, a razonar, hablar, mientras el niño prefiere experimentar, jugar, sentir, disfrutar...
No he podido dejar de relacionar esta escena con la idea nietzscheana de superhombre y la metáfora de las tres transformaciones del espíritu: el camello, el león y el niño. Este último es el único capaz de decir «si a la vida», es decir, amarla, disfrutarla, antes que juzgarla o racionalizarla. Si bien Nietzsche encuentra en el artista el modelo de vida buena, habría que decir que el deporte posee las mismas virtudes que arte en cuanto escuela de vida moral. Eso que conocemos como fair-playing, juego limpio, expresado nietzscheanamente, juego afirmativo, parece que constituye la esencia de todo deporte.
“Mas ahora decidme, hermanos míos: ¿qué es capaz de hacer el niño, que ni siquiera el león haya podido hacer? ¿Para qué, pues habría de convertirse en niño el león carnicero? Sí, hermanos míos, para el juego divino del crear se necesita un santo decir “sí”: el espíritu lucha ahora por su voluntad propia, el que se retiró del mundo conquista ahora su mundo.” (“Así habló Zaratustra”).
“Mas ahora decidme, hermanos míos: ¿qué es capaz de hacer el niño, que ni siquiera el león haya podido hacer? ¿Para qué, pues habría de convertirse en niño el león carnicero? Sí, hermanos míos, para el juego divino del crear se necesita un santo decir “sí”: el espíritu lucha ahora por su voluntad propia, el que se retiró del mundo conquista ahora su mundo.” (“Así habló Zaratustra”).