11. Bachiller aplicadito

Profesorado del Colegio San Agustín en 1880-1900. Luis Ojeda Pérez.

El propio Benito diría de sí mismo, pasado el tiempo, que nada de especial tuvo su vida anterior que fuera diferente de la vida de cualquier «bachiller aplicadito».

Y era cierto, pues Benito no destacó en las clases como un alumno superdotado, ni siquiera como un buen alumno. Ahí están los testimonios de sus profesores y familiares:

Agustín Millares Torres llegó a captar las habilidades musicales de aquel alumno que, pasado un tiempo, llegaría a ejecutar el andante de la sonata 28ª de Beethoven sin mirar la partitura. Benito pasa por las clases de Música ignorado por su profesor, «nuestro padre no lo recordaba ni aún esforzando la memoria» recalcan los hermanos Millares.

Según su hermana Tomasa, Benito no fue un gran estudiante, pero cumplía severamente sus deberes sin despertar la admiración ni los celos entre sus compañeros.

Sin embargo, su buen expediente académico del Bchillerato coincide más con la opinión del propio Galdós («aplicadito») que con el de su hermana, que no lo recordaba como un buen estudiante, tal vez porque en su propia casa se comentaba que Benitillo dedicaba pocas horas al estudio académico y muchas a la lectura, el dibujo y a estar ensimismado en sus propias fantasías literarias.

Veamos lo que dejó escrito Rafael de Mesa, nieto e hijo de dos de los directores del colegio: D. Antonio López Botas y D. Diego Mesa de León y amigo y colaborador íntimo de Don Benito hasta su muerte:

«Recuerdo oír contar a mi buen padre que Don Benito era mal estudiante. No era travieso sino, al contrario, muy dócil. Pero no había medio de que estudiase. En los cuadernos en que diariamente se anotaba motivadamente las penas que se imponían a los niños, aparecía detenido media hora por inquieto. La inquietud de Don Benito no era la material del niño turbulento, sino la espiritual: todo había de observarlo y estudiarlo, todo, menos el libro de texto, el odiado e indigesto libro de texto».