2. La infamia del polvo de los zapatos

Retrato de Galdós adolescente, pintado por Nicolás Massieu en Las Palmas, durante su época del colegio San Agustín

Retrato de Galdós adolescente, pintado por Nicolás Massieu en Las Palmas, durante su época del colegio San Agustín

No ha sido Galdós profeta en su tierra. A pesar del tiempo transcurrido desde que su vida y su obra fueran manipuladas en tiempos de la dictadura, resulta inconcebible que haya todavía gente que dice que, antes de embarcar, Galdós se sacudió el polvo de sus zapatos para no llevarse ni el polvo de esta tierra en ellos. Chiquito disparate. Pero los que inventaron y propagaron semejante infundio (hoy se diría face new) tuvieron tanto éxito que hoy, en pleno siglo XXI, se ha tenido que grabar en piedra y bronce frente a la Casa-Museo las palabras que una vez más, ya viejo y cansado, repitiera a un periodista insistente: «¿Qué de dónde soy?, Hombre, si eso todo el mundo lo sabe: de Las Palmas».

Esta anécdota parte de la infancia de Santa Teresa de Jesús y su gran afición por la lectura de santos desde que era pequeña. Un día propuso a su hermano Rodrigo que la acompañase a «tierra de moros» para convertirlos al cristianismo. Rodrigo cogió la espada de su padre y Teresa un crucifijo y allá se fueron ambos dispuestos a convertirse en mártires. Pero un tío suyo logró alcanzarlos en los Cuatro Postes en la salida de Ávila y los obligó a volver a casa. Años más tarde, Teresa salida obligada de Ávila y se sentó en aquel lugar pronunciando la consabida frase: «de Ávila, ni el polvo». Anécdota tan falsa como la atribuida a Benito Pérez Galdós por sus detractores.

Esperemos que en este año del centenario sea el final del infundio y la figura de Don Benito quede definitivamente ligada a su Tierra, de la cual él nunca renegó, aunque decidiera desarrollar su carrera literaria en la misma capital de España.