1. Conmemoración del I centenario galdosiano

Galdós fotografiado en 1894 en la finca familiar de Los Lirios el Monte Lentiscal. Anónima. Álbum familiar

Benito Pérez Galdós es el novelista español más importante de todos los tiempos junto a Cervantes.

En 2020 se conmemora el CENTENARIO de la muerte de Benito Pérez Galdós, acaecida en Madrid durante la noche del 4 de enero de 1920. Lo acompañaban en ese momento su hija María, su sobrino José Hurtado de Mendoza, su ahijada Rafaela González, el escritor Rafael Mesa y López, el escultor Victorio Macho y el eminente doctor Marañón. Don Benito tenía 76 años.

El día 5 de enero fue declarado de «luto nacional» por el rey Alfonso XIII. El suceso se convirtió en un multitudinario duelo popular y la capilla ardiente se instaló en el Ayuntamiento de Madrid. Por delante del féretro del escritor pasaron más de cincuenta mil personas de todas las clases sociales desde las 9:00 de la mañana hasta las 3:00 de la tarde.

Según su biógrafo Federico Sáenz de Robles, «el entierro se inició a las tres de la tarde. Lo presidía el Gobierno en pleno, al que seguían autoridades de la capital, familiares y amigos, académicos, artistas, aristócratas, representantes de sociedades y entidades matritenses, y una multitud de muchos miles de personas. En contra de su deseo, no acudió el rey Alfonso XIII por habérselo desaconsejado su Gabinete, dado el perfil «republicano, anticlerical y socialista» de que había hecho gala el escritor durante toda su vida pública.

Pérez Galdós fue enterrado en el panteón familiar del cementerio de Nuestra Señora de la Almudena y allí sigue, a pesar de los varios intentos de trasladar sus restos mortales a Las Palmas (el monumento de Victorio Macho fue concebido como un mausoleo donde reposarían sus restos mortales), ya que su hija María nunca accedió al traslado.

Durante todo el año 2020, el autor canario será NOTICIA en todos los medios de comunicación social, tanto en España como en el resto del mundo. Por ello vamos a ir desvelando su biografía a partir de la técnica periodística de las 6 W a las que nos hemos visto obligados a añadirle alguna W más para conocer su amplia e interesante VIDA Y OBRA.

2. Nace un genio

Casa natal de Galdós en la calle del Cano del barrio de Triana en Las Palmas. Fotomontaje de ayer y hoy.

Benito Pérez Galdós nació en Las Palmas (que en aquel entonces no se llamaba ‘de Gran Canaria’) a mediados del siglo XIX: concretamente, el día 10 de mayo de 1843, en una casa de estilo colonial construida a finales del siglo XVIII conforme a los modelos arquitectónicos de la época.

En esta casa de tres pisos con azotea y mirador para ver los barcos que llegaban y salían del Muelle Viejo de San Telmo, vivió Benito toda su infancia y juventud, hasta que con diecinueve años cumplidos se marchó a Madrid a estudiar la carrera de Derecho en su Universidad.

El zaguán de entrada a la casa daba paso a un primer patio, que tenía un pozo del que sacaban el agua para las faenas domésticas, seguido de otro patio al fondo que servía para guardar los productos agrícolas y el vino que traían de la finca de los Lirios, muy cerca del Volcán de Bandama, y el pescado salado que llegaba desde las costas de África en la goleta de pesca familiar para ser vendido posteriormente en el Mercado de Vegueta.

Con este comercio, don Sebastián Pérez pudo sacar adelante a su numerosa familia, ya que el sueldo militar no daba para tanto. [La casa, abierta actualmente como Casa-Museo Pérez Galdos, puedes visitarla completa, en modo virtual, entrando en la  EXPOSICIÓN]

3. ¡Soy de Las Palmas!

Foto con letras en bronce y piedra del proyecto La Ciudad de Galdós. Frase delante de la Casa-Museo Pérez Galdós de Las Palmas

Letras en bronce y piedra del proyecto La Ciudad de Galdós. Frase delante de la Casa-Museo Pérez Galdós de Las Palmas.

En la puerta de la casa natal, el Cabildo de Gran Canaria ha colocado en el suelo sendas placas, en piedra y bronce, con las palabras de Don Benito reproducidas en la revista La Esfera en 2014:

¿Qué de dónde soy?… ¡Pero, hombre… Si eso lo sabe todo el mundo. ¡De Las Palmas!

Palabras a las que nosotros añadimos algunas más dichas a Enrique González Fiol en una entrevista, firmada por el periodista con el seudónimo de El Bachiller Corchuelo, que fue publicada en 1910 en la revista Por esos mundos:

¡Ah!, y diga usted que soy partidario de la división de las Canarias. Cuando yo era chico ya hubo allí jaleo por lo de la división. Es un pleito antiguo que los gobiernos habrán de resolver pronto y en el sentido que quiere el pueblo. Si no, es muy posible que tengan que sentir…

Se refería Galdós a que cuando él nació y vivió en Las Palmas, las Islas Canarias estaban agrupadas administrativamente en una sola provincia, cuya capital estaba en Santa Cruz de Tenerife. Después de algunos intentos fallidos, la división provincial definitiva de Canarias en dos provincias, Las Palmas y Santa Cruz de Tenerife, no se hizo realidad hasta el año 1927.

4. Una cuna para diez hermanos

La cuna en la que durmieron los 10 hermanos Pérez Galdós, conservada en la Casa-Museo de Las Palmas.

Diez fueron los hijos del matrimonio formado por Don Sebastián Pérez Macías (militar y comerciante) y doña Dolores Galdós y Medina (que bastante trabajo tenía con el gobierno de su casa para, encima, tener que hacerlo como empleada).

Al último de los hijos le pusieron el nombre de Benito María de los Dolores, aunque la familia lo llamaba Benitillo. Los 10 hermanos tuvieron sus primeras experiencias vitales en la cuna de madera que aún se conserva en la habitación donde, según la tradición familiar vieron a nacer los hijos de la familia. Los dos hermanos mayores, Domingo y Sebastián, emigraron a Cuba cuando Benitillo era todavía un niño de apenas cinco años de edad. El otro hermano varón, que se llamaba Ignacio, le llevaba ocho años y fue al que Benito estuvo más unido siempre.

Dos de sus seis hermanas, junto a su «madrina», Magdalena Hurtado de Mendoza, se trasladaron a la capital hacia 187o formado el llamado hogar canario de Galdós en Madrid  [Si quieres tener más información de su familia, amigos, y personas con las que convivió, pica aquí: 2. ¿Con quién vivió Galdós?]

5. El bautizo

El rincón de la portería del convento de San Francisco. Iglesia, portería, espadaña, puerta del huerto y capilla de la Orden Tercera.

A los dos días de nacer, fue bautizado en la cercana iglesia del antiguo convento de San Francisco, incendiada por Van der Does y reedificada posteriormente en el siglo XVII.

La comitiva del bautizo del benjamín de los Pérez Galdós estuvo formada por los padres y hermanos, la abuela y la tía materna, Mamá Concha y Carmen, además de otros familiares, vecinos y amigos. Agrupados en torno a Benitillo que subía la calle Malteses vestidito de blanco en brazos de Teresa Robaina.

Fue su padrino Domingo, el primogénito, que contaba con diecinueve años y que pocos años después emigraría a Cuba para volver casado con Magdalena Hurtado de Mendoza cuando Benitillo tenía apenas 10 años de edad. Ambos fueron muy importantes en la vida de Galdós, sobre todo su cuñada y «madrina», Magdalena, como veremos más adelante.

Mucho tiempo después, Don Benito recordaría el acontecimiento de su bautizo con estas palabras:

[Yo fui bautizado] en la Iglesia de San Francisco, que fue de un convento… Aguarde usted. Voy a decirle una cosa curiosa. Cuando he oído el tañido de sus campanas siempre, he sentido una emoción entre triste y dulce. Su son no lo confundiría con ninguno. Lo distinguiría entre cien que tocasen a un tiempo.

Palabras que fueron parcialmente grabadas en la espadaña, el único elemento que se conserva del antiguo convento de San Francisco, ya que, tras la desamortización de Mendizábal, de 1836, el convento se reconvirtió en cuartel militar y, en el solar ocupado antaño por ambos edificios se edificó posteriormente el actual Conservatorio Superior de Música de Las Palmas.

6. Se forja un artista

Maqueta ciudad medieval fabricada por Benitillo cuando tenía 8 años en la Casa del Monte. Familia Pérez Galdós.

Al ser el menor, el pequeño Benitillo creció entre los mimos de las mujeres de la familia, lo que fue un estímulo muy importante para el desarrollo de sus capacidades artísticas:

  1. La música, practicando el piano con su hermana Manuela como «profesora».
  2. El dibujo practicándolo con cierto arte en los muros y paredes, además de recortar papeles con las tijeras, destreza en la que llegó a alcanzar un notable reconocimiento el día en el que dibujó y recortó la silueta del roncote [marinero] Chirino, el novio de su niñera Teresa, y la colgó en el zaguán para diversión de la familia y vecinos, admirados del gran parecido entre el recorte y su modelo.
  3. La construcción de maquetas como la de una ciudad medieval culminada por una catedral gótica que construyó en la casa del a finca de Los Lirios, en el Monte Lentiscal.
  4. La literatura, cuando, sentado en las rodillas de su padre, escuchaba las historias sobre la Guerra de la Independencia contadas por su progenitor, quien junto a su hermano Domingo que había participado en ella enrolados en el batallón de Granaderos Canarios. Seguramente este fue el germen de los futuros Episodios Nacionales.

Así recordaba Don Benito este importante episodio de su infancia, cuando ya tenía 67 años, durante una entrevista con El Bachiller Corchuelo que apareció publicada en la revista Por esos mundos en 1910:

Mis padres me mimaron muchísimo: ¡cómo era el menor!… y mi naturaleza fue enfermiza. Me crie malucho siempre… Padecía unos catarros que me ponían a la muerte… fui de desarrollo tardío… aquí en Madrid fue donde me curé y me desarrollé muy deprisa.

Yo era muy reservado y muy curioso… pero, a veces, era también muy distraído… Mis entretenimientos desde pequeño fueron la música y el dibujo.

Ya en los tiempos del colegio tuve una colección muy grande y variada de estampas y cromos, entonces no se conocían las postales. Y como tenía mejor gusto que mis compañeros de colegio, me llevaba siempre las mejores, las más artísticas. Mi colección de estampas era la mejor del colegio… Yo entonces me figuraba que tenía un tesoro…

7. En la «amiga» de Luisa Bolt

Crucifijo regalado por Luisa Bolt, su maestra de párvulos, y que Galdós conservó durante toda su vida.

Le llegó a Benitillo la edad de asistir a la escuela, y como en aquella época no existían colegios públicos en Las Palmas, sus padres lo llevaron primero a la cercana «amiga» de Doña Luisa Bolt, una mujer de origen británico que impartía clases en su propia casa de la calle Malteses. Las «amigas» eran, para entenderlo, una especie de escuelas de párvulos regentadas por mujeres que enseñaban las primeras letras y algo de urbanidad en sus propias casas.

Tanto cariño le tomó a Benitillo que, tras su marcha, le regaló un crucifijo que mantuvo consigo durante toda la vida y que hoy podemos contemplarlo en el salón-despacho de San Quintín de la Casa-Museo.

Así contestó al Bachiller Corchuelo, en la entrevista anteriormente aludida, cuando lo preguntó que dónde pasó su infancia:

[Mi infancia la pasé] en Las Palmas. Allí hice mis primeros estudios. La primera escuela en la que estudié era de un inglés. Allí aprendí la lengua de Shakespeare. Yo me he criado en un medio inglés…

En su aprendizaje de la lengua inglesa no solo fue importante su primera maestra. También lo fue Adriana Tate, una interesante y original dama de origen norteamericano llegada a Las Palmas desde Cuba con sus tres hijos: José, Magdalena y Sisita. Pero de su curiosa, interesante e intensa relación con los Pérez Galdós hablaremos más adelante. El clan de los Hurtado de Mendoza fue muy importante en la vida del escritor desde su llegada a Las Palmas en marzo de 1850 hasta el momento de la muerte de Don Benito en la casa madrileña de su sobrino José. [Ver el siguiente capítulo: ¿Con quién vivió Benito Pérez Galdós?]

8. En la «escuela» de Las Niñas de Mesa

Niñas calando en el patio en una escuela en Tenerife a principios del siglo pasado.

Al cumplir los ocho años, Benitillo fue enviado a la escuela de las Niñas de Mesa «que tenían un colegio de señoritas y parvulillos de ambos sexos en la calle de la Carnicería [hoy Mendizábal], frente al callejón de Montesdeoca del antiguo barrio de Vegueta. La criada de la casa, Teresa Robaina lo llevaba y traía con matemática precisión, atravesando el puente de tablas [el Puente de Palo no existió hasta 1862], pues Mamá Dolores, en esto de la disciplina escolar, era intransigente como en otras tantas cosas».

Para que se hagan una buena idea de cómo ha cambiado la enseñanza, lean lo que dejaron escrito en 1919 los hermanos Luis y Agustín Millares Cubas en su artículo «Don Benito Pérez Galdós. Recuerdo de su infancia en Canarias», recogido por José Pérez Vidal, uno de los más importantes biógrafos de Galdós, en su libro Galdós en Canarias:

«La escuela consta de dos grupos de alumnos: el del cuarto chico y el del cuarto grande. El primero está integrado por párvulos, pero dentro de él hay separación de sexos: los niños se sientan a la izquierda y las niñas a la derecha, cada uno en silla o banqueta propia, que ha llevado el primer día de clase. Entre unos y otros, junto a la puerta, está la silla de la maestra; doña Bernarda está armada de caña y palmeta.

En el cuarto grande, que se halla a continuación del chico, se educan las alumnas mayores. En este grupo ya no se admiten a mayores. Al frente de él está Doña Belén, la directora, su hermana Doña Rafaelita y su hermano Don José. Don José está empleado en la contaduría de la Catedral y es un gran pendolista [calígrafo]. Él es quien prepara a las chicas por los métodos rivales de Torio e Iturzaeta para escribir cartas sentimentales a los futuros novios.

Benito, por su sexo y edad, entra a formar parte de este grupo del cuarto chico. Allí permanece sentado diariamente de nueve a doce y de tres a cinco. Esto de permanecer quieto durante tanto tiempo es un suplicio terrible para la mayor parte delos niños;; para Benito, en cambio, no lo es tanto, a causa de su temperamento tranquilo. Gracias a esta docilidad se libra de los castigos que otros compañeros tienen que soportar con frecuencia

Es completísimo el código disciplinario de la escuela. Una verdadera escala de penas sirve para sancionar las más diversas faltas, según la gravedad. Si la infracción o desacato ha sido leve, entonces se ata al banquillo un pie del culpable. Los colores de la cinta empleada en esta operación expresan diversos grados de culpabilidad. Si, por el contrario, la falta ha sido grave, las sanciones son mucho más vejatorias y mortificantes. La que más se aplica es la de exposición: el reo es conducido al cuarto grande, el de las chicas mayores, donde estas, a hurtadillas, someten su orgullo a las más refinadas pruebas.

Por lo demás, la escuela no es desagradable. Sus suelos están muy limpios; sus paredes, encaladas, son blanquísimas, y, tanto en el cuarto grande como en el cuarto chico, el sol entra todos los días a dar su lección».

9. Alumno externo de Secundaria del colegio San Agustín

Claustro del convento de San Agustín, que fue reconvertido en Colegio en 1851. La foto de José Naranjo es de 1940.

[Yo siempre preferí] las letras. Ponga usted que he tenido dos odios bastante grandes: a las Matemáticas y al Derecho… También estuve en un colegio, de San Agustín se llamaba […] En este colegio estudié la segunda enseñanza.

Aunque existe unanimidad en que en 1957 ingresó  en el Colegio San Agustín para estudiar el Bachillerato, algunos biógrafos de Galdós manifiestan que en el año 1853 el joven Benito aparecía ya matriculado como alumno externo de Secundaria en este colegio fundado en 1845 por iniciativa del Gabinete Literario, gracias al mecenazgo de muchos ciudadanos ilustres de Las Palmas, pero que no tuvo reconocimiento oficial hasta 1852. Un año antes, el colegio toma el nombre de San Agustín, del extinguido convento agustino, que fue bendecido en Vegueta el año 1664 y desamortizado en 1836. Antonio López Botas, su primer director, dirigió personalmente la remodelación del antiguo convento para adaptarlo a la actividad colegial.

El San Agustín fue un centro privado con sólidos principios morales y un fuerte sentido de la disciplina, aunque con un ideario bastante avanzado para su época al estar imbuido de las ideas de algunos liberales como Graciliano Afonso que, tras su vuelta del exilio, se incorporaron a la plantilla docente del centro. En sus aulas se formaron varias generaciones de hombres que, posteriormente, serían personalidades muy influyentes en las disciplinas más diversas, como fue el caso de Benito Pérez Galdós y sus compañeros, y amigos de toda la vida, Fernando León y Castilllo, Nicolás Estévanez, Juan Sall, Juan y Andrés Navarro y Fernando Inglott.

10. Alumno interno de Bachillerato del San Agustín

Retrato de Galdós joven hacia 1856. Pastel sobre papel de Nicolás Massieu y Falcón. Biblioteca Nacional. Madrid.

En el curso 1857–1858, a los catorce años empezó sus estudios de Bachillerato en el San Agustín (en este dato sí que existe unanimidad) y tuvo que hacerlo como alumno interno, pues así estaban obligado por el reglamente del centro, que no admitía alumnos externos en esta etapa educativa.

Y aunque Benito llegó precedido de una gran formación como lector («mis primeras lecturas de niño fueron El Quijote y las novelas de Fernández y González y de Dumas»), en el San Agustín continuó su formación intelectual con el estudio de lenguas: latín, francés, inglés; Literatura antigua, española y extranjera; Historia; Dibujo y pintura; Música y Ciencias. Fueron cinco años de trabajo incesante en los que asimilaba con rapidez cuanto leía y estudiaba, pues estaba dotado de una gran memoria.

El internamiento en el San Agustín supuso la primera separación de su familia para el joven Benito, que solo podía volver a casa los domingos por la mañana, siempre que no estuviera penado por algún parte de disciplina en el centro.

11. Bachiller aplicadito

Profesorado del Colegio San Agustín en 1880-1900. Luis Ojeda Pérez.

El propio Benito diría de sí mismo, pasado el tiempo, que nada de especial tuvo su vida anterior que fuera diferente de la vida de cualquier «bachiller aplicadito».

Y era cierto, pues Benito no destacó en las clases como un alumno superdotado, ni siquiera como un buen alumno. Ahí están los testimonios de sus profesores y familiares:

Agustín Millares Torres llegó a captar las habilidades musicales de aquel alumno que, pasado un tiempo, llegaría a ejecutar el andante de la sonata 28ª de Beethoven sin mirar la partitura. Benito pasa por las clases de Música ignorado por su profesor, «nuestro padre no lo recordaba ni aún esforzando la memoria» recalcan los hermanos Millares.

Según su hermana Tomasa, Benito no fue un gran estudiante, pero cumplía severamente sus deberes sin despertar la admiración ni los celos entre sus compañeros.

Sin embargo, su buen expediente académico del Bchillerato coincide más con la opinión del propio Galdós («aplicadito») que con el de su hermana, que no lo recordaba como un buen estudiante, tal vez porque en su propia casa se comentaba que Benitillo dedicaba pocas horas al estudio académico y muchas a la lectura, el dibujo y a estar ensimismado en sus propias fantasías literarias.

Veamos lo que dejó escrito Rafael de Mesa, nieto e hijo de dos de los directores del colegio: D. Antonio López Botas y D. Diego Mesa de León y amigo y colaborador íntimo de Don Benito hasta su muerte:

«Recuerdo oír contar a mi buen padre que Don Benito era mal estudiante. No era travieso sino, al contrario, muy dócil. Pero no había medio de que estudiase. En los cuadernos en que diariamente se anotaba motivadamente las penas que se imponían a los niños, aparecía detenido media hora por inquieto. La inquietud de Don Benito no era la material del niño turbulento, sino la espiritual: todo había de observarlo y estudiarlo, todo, menos el libro de texto, el odiado e indigesto libro de texto».

12. El retrato de los hermanos Millares

El Reglamento Especial y los uniformes de los alumnos del Colegio San Agustín.

En 1918, el Gabinete Literario de Las Palmas encargó al pintor Juan Carlo que se desplazara a  Madrid para hacer el que sería el último retrato al óleo de Don Benito. Un año más tarde, en 1919, también le encarga a los hermanos Luis y Agustín Millares Cubas el retrato literario de Galdós, cuando ya se sabía que su muerte estaba cercana e inevitable.

Para este magnífico retrato, sus autores se basaron en sus propias experiencias, pues aunque ellos eran 18 y 20 años más jóvenes de Galdós, habían pateado la misma ciudad que él y también habían estudiado en el mismo colegio: el San Agustín, donde su padre, el historiador, escritor y músico D. Agustín Millares Torres había sido profesor de Música de Benito en el tantas veces citado colegio San Agustín.

Además de su experiencia personal, los autores los hermanos Millares contaron con un testimonio de gran valía: el de Tomasa Pérez Galdós (una de las hermanas de Don Benito) que en aquellos momentos contaba con noventa años de edad y así lo expresaron:

«Los juegos, las acciones violentas, no le seducen: mientras sus compañeros corren y saltan y gritan en la hora del juego, él sentado en los poyos del antiguo convento agustino […] observándolo todo… para convertirlo en posterior joya literaria».

Los domingos por la mañana se le permitía visitar a su familia despertando la admiración y el orgullo de las mujeres el traje de uniforme azul con botones dorados, la cachucha con visera y sobre todo el frac con faldones, en cuyos bolsillo, al marcharse, guardaba las golosinas […] esperando la hora del paseo de la tarde, cuando los estudiantes, de dos en fila, y guiados por los profesores atravesaban taconeando marcialmente la calle de Triana hasta el muelle viejo donde se esparcían por las arenas en grupos pintorescos…»

13. Partes de incidencia disciplinaria

Ya hemos dicho que no destacó el alumno ‘Pérez’ en el colegio San Agustín por nada especial en cuanto a sus conocimientos y a su aplicación durante las clases y las horas de estudio, sino más bien por algunos problemas de disciplina que hoy nos darían poco menos que ganas de reír. Vean, si no, el parte de incidencia que el vicerrector del Colegio le abrió a Benito Pérez Galdós por lo que él consideraba una falta grave de indisciplina:

«A la hora de once y media de este día [25 de octubre de 1860] en que se hallaban estudiando los alumnos, el Sr. D. Ramón Barrios al venir del excusado, tomó un papel del alumno D. Benito Pérez en el cual observó [que] estaba pintando un barco o un monigato y exigiéndole [que] me entregase aquel entretenimiento para que no hiciese lo mismo que en el día anterior que pasó largo tiempo en arreglar y repintar otro, se negó a ello, entregándome otros varios que con monigatos [que] tenía en el bolsillo.

Esta falta que conceptúo de alguna importancia y mucho más cuando este alumno tiene ya otras de esta misma naturaleza, la pongo en conocimiento de Ud. para que se sirva imponer la corrección que juzgue oportuna, por no estar ya en el círculo de mis atribuciones».

Y, abundando en el tema de su «indisciplina», Fernando Inglot, uno de sus compañeros de clase del San Agustín, en un artículo publicado en el Diario de Las Palmas el 9 de febrero de 1894, viene a corroborar este parte de incidencia

«Como si fuera hoy veo con perfecta lucidez a Benito Pérez, cuando sentado en dura banca del salón de estudio de San Agustín y casi echado sobre la negra carpeta, emborronaba cuartillas y adornaba su mano atrevida y profanadora con dibujos y caricaturas, los márgenes de los libros de texto; si esos libros se conservan, de seguro, aparecerán en ellos siluetas varias de profesores y compañeros…

Ni es fácil olvidar aquellas actitudes inverosímiles que en las clases adoptaba, aquellas curvaturas inexplicables, que causaban nuestra admiración y nuestra envidia, aquellas piernas elásticas, no cruzadas, sino terriblemente enroscadas la una con la otra. Conseguir el profesor en la clase o el inspector en el salón que el señor Pérez se pusiera derecho” fue un problema que no alcanzó solución».

14. Un fragmento de su novela El Doctor Centeno (1883)

Cubiertas de El doctor Centeno, novela publicada por la Editorial Hernando en 1875. La primera edición fue de 1883.

Hasta aquí hemos visto la opinión de los demás: profesores, compañeros, familiares, biógrafos…, pero ¿qué pensaba de todo esto nuestro protagonista?

Ya nos va quedando claro que Galdós nunca quiso hablar ni contestar a pregunts sobre temas personales  Entre enero y marzo de 1883, Galdós escribe las dos partes de El Doctor Centeno, cuyo protagonista, Alejandro Miquis, nos recuerda bastante a la imagen que nos han dejado sus biógrafos del joven Galdós, desde los catorce años, cuando ingresa como alumno interno en el Colegio San Agustín, hasta la llegada a Madrid.

«Desde la infancia se había distinguido por su precocidad. Era un niño de esos que era la admiración del pueblo en el que nacieron, del cura, del médico y del boticario. A los cuatro años sabía leer, a los seis hacía prosa, a los siete, verso; a los diez entendía a Calderón, Balzac, Víctor Hugo, Schiller, y conocía los nombres de infinitas celebridades. A los doce había leído más que muchos que a los cincuenta pasan por eruditos. Su feliz retentiva le había familiarizado con la historia de los libros de texto.

A los catorce abriles, varones graves del país le consultaban sobre materias de historia, mitología y lenguaje. Era general, allí la creencia de que El Toboso, ya ten célebre en el mundo por su imaginario personaje, lo iba a ser por uno de carne y hueso. Destináronle a estudiar leyes. Los amigos de su papá decían: «Este, que empieza por literato y poeta, acabará, como todos, por orador político y ministro de cuenta. El Toboso tendrá, por fin, su prohombre».

Si en lugar de Toboso, leemos Las Palmas,  tendremos una idea exacta de lo que Galdós recordaba de su infancia y de su juventud, motivo por el cual gran parte de la crítica ha identificado a Benito Pérez Galdós con este personaje creado por él en su novela El Doctor Centeno. Y para ilustrar este pasaje de su biografía, hemos escogido la portada de la novela de la Editorial Hernando porque a través de ella podemos imaginar a un Galdós niño que deja ver a su izquierda un trozo de la Catedral de Santa Ana en Vegueta.

15. Destino a la Universidad

Amanecer en el Muelle Viejo hacia 1900 con la torre de San Agustín, el Teatro y la Catedral al fondo.

En junio de 1862, Benito Pérez concluyó sus estudios de Bachillerato en el Colegio San Agustín de Las Palmas con la calificación global de Sobresaliente.

No solo fue efectivo ese curso para su expediente académico. También este último año fue muy interesante para su producción literaria, tanto en el salón de estudios del colegio como en su dormitorio de la calle Cano y quien sabe si no, en los espigones del Muelle Viejo o en la biblioteca del Gabinete Literario.

La recopilación de toda la obra de juventud de Benito, llevada a cabo por el profesor Berkowitz, que estuvo en Las Palmas en 1931 siguiendo el rastro de Galdós entre quienes lo conocieron y expurgando los documentos encontrados en los archivos de El Museo Canario y la recopilación fue publicada años más tarde, en abril de 1936, en la revista de esta institución [Puedes leer Los juveniles destello de Galdós picando aquí, en la Biblioteca de esta página web]

Dentro del itinerario educativo que le había marcado su familia, Benito tenía que hacer estudios universitarios y como la Universidad de La Laguna se encontraba clausurada desde 1845 por cuestiones políticas, la alternativa era la Universidad de Madrid, ya que en esta ciudad estaba cursando estudios militares su hermano Ignacio.

Hay quienes dicen que la decisión de enviarlo a Madrid la tomó Mamá Dolores para separar a su hijo de su prima Sisita, de la que andaba enamorado en contra del gusto materno [Esta curiosa historia la puedes leer cliqueando en el capítulo V de esta biografía].

Así que  hacia la capital de España tendría que desplazarse Benito para estudiar la carrera de Leyes (Derecho).

16. Exámenes de Grado en La Laguna

Puerta principal de entrada al Instituto Provincial de Canaria en La Lagunas donde Galdós se examinó del examen de Grado en Bachillerato.

Pero al joven Benito todavía le faltaba obtener el título, que era el último requisito para poder entrar en la universidad, y el examen de Grado para la obtención del título de Bachiller tenían que realizarlo en el Instituto Provincial de Canarias, en La Laguna (Tenerife), pues era el único instituto que había en Canarias desde 1846.

Por ello, bastantes estudiantes canarios estaban obligados a desplazarse fuera de su isla para realizar los exámenes en el instituto de La Laguna, cosa que muchos de los que vivían fuera de Tenerife no podían hacerlo por carecer de medios económicos para pagar los derechos de examen, el pasaje del barco y la estancia en La Laguna durante los dos o tres días que duraban los exámenes.

No fue este el caso de Benito Pérez, que el día 2 de septiembre de 1862 se presentó en la secretaría del centro solicitando ser admitido en los exámenes para la obtención del graduado en Bachiller. Durante los días 3, 4 y 5 siguientes, se presentó a los tres exámenes de que constaba la prueba, y el 6 de septiembre se tramitó la certificación académica de Bachiller en Artes con nota final de Aprobado, aunque en el segundo ejercicio obtuvo la calificación de Sobresaliente.

17. Don Benito Pérez Galdós en Tenerife

Retrato anónimo de Galdós con el título de Bachiller en Artes en 1862. Gabinete Literario.

Con el título de Bachiller ya tuvo ganado Don Benito el ‘Don’ que, por méritos propios debía preceder a su nombre. También cumplía así con el último requisito necesario para tramitar su matricula en la universidad madrileña. Sin embargo, en el tiempo que todavía le queda para coger el barco que había de trasladarlo hasta Cádiz olvida tramitar el título académico por lo que él mismo aduce en la instancia para ser matriculado en Derecho:

Don Benito Pérez Galdós, natural de Las Palmas, provincia de Canarias, a V. S. Respetuosamente expone:

Que habiendo sufrido los ejercicios que son necesarios para obtener el grado de Bachiller en Artes, pero al mismo tiempo habiéndole sido imposible por efecto de la premura de su viaje, el obtener el título de dicho Grado, suplica se digne admitirle en las asignaturas del preparatorio de Derecho ‘protestando’ presentar el referido título en tiempo oportuno… Madrid, 30 de septiembre de 1862.

El caso es que todavía quedaban tres días para la salida del barco que tenía que llevarlo hasta Cádiz y en lugar de dedicarse intensamente a las tareas administrativas para la tramitación del título, debemos suponer que dedicó más tiempo en curiosear y conocer todo lo que pudo de la isla de Tenerife a donde había llegado en su primer viaje fuera de Gran Canaria.

Años más tarde, rememorando uno de sus viajes a Italia, la recordaría en uno de y así lo cuenta en la Memorias de un desmemoriado:

«—Maestro, te concedo que en hermosura artística Toledo no es inferior a Nápoles; pero en belleza natural, ¿qué tenéis aquí comparable a las preciosas islas Capri, Ischia y Prócida, que debimos visitar, y no lo hiciste por tu indolencia y por aquello de mañana iremos, mañana?

—Yo te aseguro que esas islas las recuerdo como si las hubiera visto, y si me apuras, también te digo que en España tenemos buenas islas; por ejemplo, Las Canarias, con su famoso Teide, que es también un señor volcán, aunque apagado, y la isla del Hierro, donde dicen que estaba el meridiano…»

18. El momento de la partida

Puerto de Santa Cruz de Tenerife.

Una ilustrativa instantánea del movimiento marítimo del puerto de Santa Cruz de Tenerife a finales del siglo XIX.

Día 9 de septiembre de 1862. Una sirena anuncia la salida del barco con destino a Cádiz. Suponemos que Don Benito no está en la borda en el momento de la partida, pues no tiene nadie de quien despedirse en el puerto de Santa Cruz de Tenerife. Más bien nos lo imaginamos en el camarote a solas con su pensamiento porque deja en esta su Tierra casi veinte años de niñez, infancia, adolescencia y juventud, y sale de ella ligero de equipaje (apenas algo de ropa u sus libros más queridos), sin familia, ni amigos, ni amores o amoríos.

Pero marcha esperanzado por lo que intuye que le espera en la capital del reino: una gran ciudad llena de lo que él quiere y necesita: teatros donde ver las últimos estrenos dramáticos y escuchar ópera y conciertos musicales; librerías y bibliotecas donde adquirir y poder leer todo lo que su inquietud lectora le demanda; cafés en los que entrar en contacto con las tertulias políticas y literarias; periódicos, editoriales, instituciones como el Ateneo…,  y calles llenas de vida, transitadas de gentes de todas las clases sociales sociales, en las que es posible tomar el pulso político al país con las manifestaciones, algaradas, comitivas, desfiles…

En fin, todo aquello que en poco tiempo encantaría al futuro periodista, crítico musical y político y escritor en ciernes y que lo atrapó para siempre lejos de su tierra canaria, La Tierra de Galdós. [La descripción del viaje de Galdós desde Canarias hasta Madrid la puedes leer cliqueando en el capítulo IV de esta biografía: ¿Dónde vivió?].

19. Travesía por mar hasta Cádiz

Cubiertas del libro Nueve horas en Santa Cruz de Tenerife.

Cubiertas del libro Nueve horas en Santa Cruz de Tenerife.

En aquellos tiempos los barcos que unían Canarias con Cádiz salían de Las Palmas los días 8 y 23 de cada mes, a las 12 de la noche, y de Santa Cruz de Tenerife los días 9 y 24, a las 04:00 de la tarde. Por lo tanto, el día 9 de septiembre de 1862, a las cuatro en punto de la tarde, el capitán D. José Fiol mandó tocar la sirena del vapor Almogávar anunciando la salida del puerto santacrucero, que atracaría en Cádiz cuatro o cinco días más tarde.

Así lo relata el momento José Pérez Vidal, el biógrafo de Galdós que más ha investigado su relación con Canarias en dos publicaciones: Galdós en Canarias (1952) y Canarias en Galdós (1979):

«En esta época del año el mar suele estar tranquilo y la vida a bordo se hace agradable. En Tenerife ha embarcado también Faustino Méndez Cabezola, el inspector del colegio que había intervenido en la cuestión promovida por Benito con su sátira de «El Pollo», y Rafael Martín Neda, un joven poeta tinerfeño, que ya ha publicado algunos poemas en la prensa isleña, también toma el mismo barco. Y Juanito Sall, el compañero de Benito en la escuela y en el colegio, parece que ya venía con su padre, en el Almogávar, desde Las Palmas.

Sobre cubierta los cuatro jóvenes forman una recoleta tertulia:  recuerdan con nostalgia las aulas que acaban de abandonar, comentan las incidencias de los últimos exámenes, se comunican sus planes y propósitos […] Cuando Benito Pérez Galdós sale de Canarias, ha probado ya con diversa fortuna los difíciles caminos de la pintura, la literatura y la música».

 

20. Travesía por tierra hasta Madrid

Don Benito debió captar la semejanza entre Cádiz y Las Palmas al bajar del Almogávar en el puerto gaditano. Los vómitos y mareos de los tres días que duró el viaje marítimo, afortunadamente, quedaron atrás. Ahora le esperaba un tortuoso viaje por tierra hasta su destino. Veamos cómo lo cuenta su mejor biógrafo (hasta el momento), Pedro Ortiz Armengol en su obra Vida de Galdós (1995):

«En Cádiz tendría que reconocer el parentesco urbano con Las Palmas. Ciudad de mar, luminosos, gran puerto. Ambas con catedrales, caseríos de colores vivos, con azoteas en todas las casas… aquí estaría el día 13 y 14 de septiembre […] en línea férrea recién estrenada viajó el canario hasta la gran Sevilla. No sabemos cuántos días estuvo en Sevilla que estaba engalanada esperando la visita de la reina Isabel II y su corte, y no sabemos si decidió quedarse para ver el desfile previsto para el día 19…

Nueva subida en tren hasta la gran Córdoba y pies a tierra, pues la línea férrea de Madrid a Andalucía se hallaba en construcción y el paso de Sierra Morena no estaba concluido [“Los reyes, viniendo de Madrid en tren hasta Almuradiel, habían tenido que tomar carroza de camino para llegar a Jaén y Andújar hasta Córdoba, donde volverían a tomar el camino de hierro hacia la gran Sevilla”]. En Córdoba, los canarios que iban a Madrid tenían que tomar la diligencia que, Guadalquivir arriba, les haría cruzar Montoro, Bailén, La Carolina, hasta pasar el desfiladero de Despeñaperros y, al entrar en La Mancha, volver en la llanura a otros grandes nombres: Santa Cruz de Mudela, Valdepeñas, Manzanares y llegar a Álcázar de San Juan […]

Una vez en] Alcázar de San Juan, transbordo al tren Madrid-Mediterráneo, que ya tenía tres años de antigüedad y uso. Horas de espera, chocolate; madrugada. Y rodando hacia Madrid, la estación de Tembleque […] la maravilla de la velocidad cuando tres o cuatro años antes se tardaban ocho días en diligencia de Madrid a Sevilla, o un poco menos si se iba en galera “acelerada”.

Y Madrid, un día de finales de septiembre, llegando al “embarcadero” de forma de U de la Estación del Mediterráneo que acogía entre sus dos brazos a quienes desembarcaban en sus muelles. La historia de amor entre Galdós y Madrid comenzaba, pero no fue un flechazo inmediato sino un proceso de días y semanas. Ciudad desmesurada; con demasiada gente y demasiados gritos; sucia y descuidada, por la poca intención de sus habitantes en hacerla más habitable…».

21. Memorias de un desmemoriado

Cubiertas de Memorias de un desmemoriado.

Cubiertas de Memorias de un desmemoriado.

Poco se sabe de la infancia y juventud de Benito Pérez Galdós, sobre todo, porque él siempre se mostró contrario a desvelar nada de su vida personal, tanto de su etapa madrileña como cuando vivía en Las Palmas. Su íntimo amigo, el escritor Leopoldo Alas Clarín, dijo en 1887 que «Galdós, tan amigo de contar historias, no quiere contar la suya».

Las Memorias de un desmemoriado se publicaron por primera vez en quince entregas a la revista La Esfera durante los años 1915 y 1916. Los contenidos de las Memorias de Galdós también formar parte de esta peculiar biografía galdosiana ‘canaria’, aunque él las comenzara en el momento de su LLEGADA A LA CORTE (que es el título de la primera entrega) y dijera aquello de que «omito lo referente a mi infancia, que carece de interés o se diferencia poco de otras de chiquillos o de bachilleres aplicaditos». Sin embargo, en ellas hay muchas confesiones que son importantes para conocer m´ás y mejor a este prolífico autor canario. [El ebook en PDF lo puedes puedes leer en la BIBLIOTECA de esta web La Tierra de Galdós]

Otro de los documentos imprescindible para conocer algunos aspectos de su vida es la Entrevista que le hizo Enrique González Fiol, firmaba con el seudónimo de El Bachiller Corchuelo, y publicada en la revista Por esos mundos en julio de 1910. Galdós había cumplido ya los 67 años y estaba en el cénit de su carrera literaria, aunque ya se había llevado algunos contratiempos como el rechazo a su candidatura para el Premio Nobel en la primera campaña llevada a cabo en1906. En el aspecto personal, durante ese año empiezan a manifestársele serios problemas de ceguera, lo que le obliga a dictar sus obras a su secretario Pablo Nogués, por la imposibilidad de escribirlas directamente.

La entrevista fue reproducida en 2003, en un libro titulado La Tierra de Galdós, editado por El Cabildo de Gran Canaria. En ella, Galdós confiesa a su entrevistador algunos de los recuerdos de su infancia, de los cuales hemos hecho referencia en esta particular biografía galdosiana.

22. Conclusion: la vida de un escritor está en sus libros

Convendrán conmigo, queridos jóvenes lectores, en que los periodistas interesados por conocer la vida íntima de Galdós (su familia, sus estudios, sus pensamientos profundos, sus ideas religiosas e ideales políticos, sus amores…) nunca pudieron escribir artículos o entrevistas contando las intimidades del autor. Tampoco sus biógrafos encontraron datos para escribir sobre estos aspectos más allá de la amplia correspondencia que se ha conservado en la Casa-Museo Pérez Galdós y que pueden consultarse en lascartasdeperezgaldós.com.

Sin embargo, sí que Don Benito nos dejó las claves para conocer todos estos aspectos que él nunca quiso desvelar en vida, al decirnos:

«Pero si la vida de un escritor está en sus libros. Si esa vida que existe y se manifiesta en las páginas de un libro es más importante y digna de ser conocida que los innumerables accidentes domésticos que en nada distinguen a un hombre de la vulgar multitud; las novelas de Dickens nos revelan las altas condiciones de su espíritu, la inalterable bondad de su carácter, la rectitud y pureza de sus sentimientos, su vida, en fin, esa individualidad biológica que nos interesa y atañe más que los detalles de la historia exterior de un hombre».

Dicho esto, concluyamos que si la vida de un escritor está en sus libro, no perdamos el tiempo y pongamos manos a la obra. En el apartado Biblioteca tienes material suficiente para iniciarte en la lectura de Galdós con sus Juveniles destellos y algunos cuentos y capítulos de novelas de la ingente obra de uno de los escritores más prolíficos de la lengua española.