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Los orígenes del Portfolio Europeo de las Lenguas (PEL) hay que buscarlos en el Marco Común Europeo de Referencia para el aprendizaje de las lenguas: aprendizaje, enseñanza y evaluación (MCER), que comienza a gestarse desde los años 50 del siglo XX.
“Si tratáramos a nuestros alumnos tal y como son, llegarían a ser peor de lo que son. Si los tratáramos tal y como les gustarían que fueran, los ayudaríamos a conseguir lo que son capaces de lograr”. (Adaptado de una frase de Goethe)
Los orígenes del Portfolio Europeo de las Lenguas (PEL) hay que buscarlos en el Marco Común Europeo de Referencia para el aprendizaje de las lenguas: aprendizaje, enseñanza y evaluación (MCER), que comienza a gestarse desde los años 50 del siglo XX. Ya desde entonces se vislumbraba una política lingüística que permitiera la movilidad de los ciudadanos por toda Europa, no sólo referente al terreno turístico sino también al laboral y educativo; hoy en día esta movilidad es una realidad. El MCER busca promover la tolerancia y el entendimiento a través del plurilingüismo, animando al aprendizaje de más lenguas extranjeras. Conocer una lengua extranjera es también conocer su cultura, sus costumbres. Permite, además, unificar criterios sobre competencias lingüísticas, para que exista una mayor claridad a la hora de acreditar y/o certificar en el mundo idiomático.
El PEL es, ante todo, la puesta en práctica del MCER, por eso, hablar del Portfolio sin hablar del Marco es hablar sin sentido. ¿Pero qué es concretamente el PEL? Es un documento personal, con una función informativa, que permite conocer la trayectoria lingüística del usuario, las acreditaciones o certificados obtenidos y las experiencias lingüísticas y culturales obtenidas en las lenguas que conoce. Es, también, un documento, con una función pedagógica, que puede actualizarse en cualquier momento a partir de la propia autoevaluación; ayuda al alumno a ser más independiente; por eso, el PEL acompañará al usuario en todo su proceso de aprendizaje,a lo largo de toda su vida.
En España existen cuatro PELs, atendiendo a la edad a la que van dirigidos: Infantil (3 –7 años), Primaria (8-12 años), Secundaria (12-18 años) y el de Adultos (16 en adelante). El PEL está dividido en tres apartados: El pasaporte de las lenguas, la Biografía lingüística y el Dossier.
El Pasaporte: En este documento se refleja toda la información lingüística que el usuario ha tenido, tanto en su país como fuera de éste sobre las lenguas reflejadas en el documento. Es también aquí donde se reflejan las competencias, parciales o específicas, que se han adquirido, se muestra lo que sabe hacer en cada una de las lenguas. Se refleja lo que el usuario sabe hacer en las distintas habilidades de la lengua: a las cuatro destrezas básicas: leer, escribir, escuchar y hablar, el MCER añade una mas: interactuar. Se establecen tres grandes niveles de referencia comunes (A: usuario principiante, B: independiente y C: experto) para que cualquiera pueda conocer su nivel y equivalencia en todos los países de la Unión. Estos niveles, a su vez, se subdividen en: A1 A2, B1, B2, C1 y C2.
La biografía: podemos describirla como el archivador de nuestra labor como aprendiz y usuario de idiomas. Nos permite evaluar y autoevaluarnos, a la vez que reflexionamos sobre el mismo aprendizaje en sí. ¿Cómo estoy aprendiendo?
El Dossier: es una mera relación de trabajos y certificados que ilustran el aprendizaje de las lenguas.
El PEL ha sido adaptado ya a alrededor de 20 países y su validación la realiza una comisión nombrada por el Consejo de Europa, que vela para que se cumplan los términos que han de dirigir cada documento. Los PELs españoles fueron validados en el 2003 y el de adultos en el 2004.
El PEL es un documento transformador del siglo XXI, que influye en la forma de aprender y de enseñar en todas las etapas y procesos de aprendizaje.
Existen además, adaptaciones del PEL en la red y están dirigidos a usuarios adultos (mayores de 16). La ventaja está en que se descargan con facilidad, pueden usarse cuando se quiera, son rápidos de completar y actualizar, se pueden imprimir y, además, pueden incluirse los archivos que queramos en el dossier.
La transformación educativa que el PEL nos ofrece a los docentes es inmensa, podemos decir, entre otras cosas, que ayuda a conocer nuevas formas de evaluar el progreso de nuestros alumnos, a que establezcan y consigan sus metas, pero sobre todo, a cómo ayudarles a aprender a aprender. Indiscutiblemente, esta transformación que el PEL nos ofrece va a depender, por supuesto, de lo que cada uno quiera que cambie su práctica docente. El PEL ofrece un nuevo modelo, fresco, frente a los existentes.
Los modelos establecidos de aprendizaje donde el docente es el protagonista dentro del aula, que imparte unos conocimientos para que los alumnos los aprendan, como ánforas vacías que hay que llenar, para después examinarlos y comprobar cuánto saben, ha cambiado por completo. Rosenthal y Jacobson en su maravilloso libro Pygmalion in the classroom, ahora en una edición aumentada, nos recuerdan el poder de nuestras creencias y cómo éstas afectan al aprendizaje. Somos herederos de sistemas, teorías y prácticas educativas conductista donde el alumno es un sujeto que se le recompensa por lo que sabe y se le castiga por lo que no sabe. La práctica real, desgraciadamente, nos dice que hay que invertir, en el que sabe; lo contrario sería una pérdida de tiempo.
El Portfolio Europeo de las Lenguas da un enfoque muy distinto a las prácticas anteriores. El protagonista es ahora el alumno. El docente deja de ser el controlador de los errores del alumno, que premia o castiga, para dar paso, a que sea el propio alumno el que autogestione sus propios asuntos educativos. El profesor es un mero facilitador que ayuda al alumno a aprender y a autoevaluarse. El alumno es el verdadero protagonista de esta apasionante aventura de aprender. Los errores son una oportunidad para buscar la retroalimentación, una nueva lección para aprender positivamente de ellos y, frente el viejo modelo, aun imperante entre nosotros, aparece la flexibilidad en el aprendizaje, de tal forma que cada alumno pueda descubrir y aprender en su propio estilo, desarrollando actitudes positivas que le ayude a conseguir sus objetivos, lo que aumentará su autoestima y dedicará más tiempo a reflexionar sobre cómo aprende y a autoevaluarse. Es el profesor el que entra en el modelo del alumno y no al revés. Si cada alumno tuviera un Portfolio podría mostrar en cualquier momento lo que sabe hacer.
Uno de los principales reparos que tienen los docentes para la integración del PEL en el aula es el factor tiempo: hay quien se queja de que les resta espacio a la programación establecida. Sin duda alguna, el PEL requiere su tiempo en el aula, pero desde nuestro punto de vista su uso es una verdadera inversión en beneficio del alumno. Se ha escuchado a muchos profesores decir que los alumnos no saben autoevaluarse y que no es fiable el criterio de éstos usando las tablas de descriptores. Sin embargo, nos preguntamos ¿hasta qué punto se ha reflexionado sobre el autoaprendizaje y la evaluación? ¿Hasta qué punto autoevaluamos nuestras metodologías, nuestras prácticas educativas, materiales, exámenes, etc.? ¿Qué entendemos por autoevaluación? ¿Dejar que los alumnos se califiquen con una nota numérica al final de curso –tal y como dijo alguien, o entendemos por detallar con claridad y precisión lo que cada alumno es capaz de hacer en cada una de las destrezas en la lengua objeto de estudio? Pero, y si el alumno no ha conseguido sus objetivos ¿Qué hacemos? ¿Cómo le ayudamos a ello? ¿Cuándo es el momento?
Tanto el MCER como el PEL dedican muchos espacios para hablar sobre “aprender a aprender”. Cuando la enseñanza termina, el aprendizaje posterior tiene que ser autónomo. El aprendizaje autónomo se puede fomentar si “aprender a aprender” se considera una aspecto principal del aprendizaje de idiomas, dirigido a que los alumnos se hagan cada vez más conscientes de la forma que aprenden, de las opciones de que disponen y de las que más les convienen.(MCER 6.3.5).
Cuando se entiende por aprendizaje un proceso que dura toda la vida, se entiende la inversión del uso del PEL en el aula. Los descriptores, base de la autoevaluación, sirven de referencia para alcanzar los objetivos de aprendizaje que los alumnos marcan y la autoevaluación que efectúan en la Biografía Lingüística(Little, 2003).
Desde nuestra práctica educativa, la integración de “aprender a aprender” en el aula y ahora con el potencial y el desánimo al tomar actitudes como: “ no puedo hacerlo”. Esta autocrítica es totalmente destructiva y enemiga del aprendizaje que implica sentimientos negativos muy relacionados con el sistema de creencias que hemos ido elaborado a lo largo de nuestra vida. Estamos acostumbrados a sistemas poco motivadores donde se ha de estudiar para aprobar y no para aprender, por eso en nuestras clases se insiste mucho en este factor: estamos aquí para aprender y no para aprobar; la idea del aprobado marca muchas veces un fin en el aprendizaje, un “ya me lo quité de encima”, cuándo en realidad nunca terminamos de aprender. Los descriptores del PEL, o bien los que pueda elaborar el propio docente para la autoevaluación del alumno, bien llevados, motivará al alumno a alcanzar sus expectativas –en el tiempo que sea preciso, recordemos la fábula de la liebre y la tortuga. Por esta razón, si el alumno descubre que sus logros se van alcanzando, si sus sentimientos son positivos, el mensaje interior que recibirá será de agrado, se sentirá bien consigo mismo y como consecuencia le ayudará a alcanzar otro objetivo más. Este es el gran logro, sea a pasos agigantados o pequeños: el desarrollo de su autoestima, tan importante en todos los niveles del aprendizaje.
Proponemos la elaboración de un plan serio de autoevaluación integrado en aprender a aprender a evaluarnos: estableciendo objetivos a conseguir con plazos establecidos, con un método de trabajo basado en actividades eficaces y con evaluaciones de progreso regulares donde el alumno y el docente reflexionan sobre lo que han aprendido y lo que no, y qué se ha de hacer para lograrlo. Es una cuestión de congruencia con nuestra profesión. Un compañero comentaba lo bien que practicaba inglés con sus alumnos en clase y pasaba unos terribles exámenes de gramática cada trimestre. ¡Incongruencia! Muchas veces nos asalta la idea de que nos hemos convertido en profesionales de detección de errores y que cuando nos reunimos con el alumno sólo le hablamos de lo mal que redactan, de lo mal que hablan, de lo mal que pronuncian,… de lo mal que aprenden.
El PEL y el MCER nos invitan a la positividad en el aprendizaje; nos invitan, también, a una reflexión seria sobre nuestras programaciones, metodologías, prácticas educativas, pruebas y exámenes, etc. La responsabilidad recae ahora en las instituciones educativas, claustros y departamentos docentes, pero sobre todo, en cada uno de nosotros. Si esta reflexión no se hiciera, estaríamos haciendo lo de siempre y tendríamos, por supuesto, los resultados de siempre. Ya es hora de centrarnos en el éxito académico y personal de todos los alumnos como medio para mejorar su aprendizaje. No obstante, sabemos que los cambios a veces son lentos pero que finalmente ocurren.•
Para saber más:
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