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Breves reseñas de nuestros albores

Nereida Díaz Abreu, maestra del pueblo

Nereida Díaz Abreu nació en La Calera, Valle Gran Rey, en 1934, hija de Manuel Díaz Mora, nacido en el mismo municipio, que ejerció varios empleos y se jubiló siendo secretario del Ayuntamiento, y de Dolores Abreu León, nacida en Cuba. Nereida fue la mayor de 5 hermanos.

Nereida estudió en la Escuela Pública de Juan Rejón, en el aula de las niñas. De esa época recuerda que su primera maestra fue Doña Juanita (Juana Marrero) y que compartía la clase con unas 80 niñas más. Las mayores o las más adelantadas, servíamos de maestras a las que estaban aprendiendo a leer. También los niños y las niñas aprenden enseñando… a mí me ha dado mucho resultado con los años. Los libros con los que se aprendía a leer eran el Raya 1, 2 y 3”, explica con nostalgia. A Doña Juanita la siguieron varias maestras más a las que recuerda con cariño.

Muchos alumnos y alumnas de las escuelas primarias de Valle Gran Rey dejaban de estudiar, ya que la mayoría de las familias no podían permitirse pagarles unos estudios a sus hijos. Nereida siguió formándose asistiendo a clases particulares en el pueblo con Cito Piñero, que la preparó para su examen de ingreso en Bachiller. Cuando cursaba el 4º año, en 1947, se creó la Academia de Valle Gran Rey, facilitando así los estudios secundarios a aquellos que no tenían medios. “Recuerdo que era la única chica en mi curso, los demás eran varones, y que teníamos que ir a examinarnos a San Sebastián junto con los de las academias de Playa de Santiago y de San Sebastián. La enseñanza era muy teórica (todo memorizado) y se estudiaba de todo un poco”.

Tras superar 7º de Bachiller y el Examen de Estado (que luego pasó a llamarse Reválida) empezó a formarse como Maestra de Estudios Primarios, en la Escuela Normal de La Laguna, lo que la habilitaba para impartir todas las asignaturas. “Los que estudiaban en esta época eran los hijos de familias acomodadas: maestros, funcionarios, comerciantes… hasta que se crearon las residencias de estudiantes y se empezaron a conceder becas. Por entonces, no se repetía tanto como ahora” argumenta Dª Nereida, “quizá porque suspender se veía como una deshonra o porque antes los alumnos nos lo tomábamos más en serio que ahora”.

Preparó las oposiciones sola y aprobó. Su primer destino, con 21 años, fue en Hoya Grande, Garafía, en La Palma, al que tuvo que renunciar por las dificultades de acceso al barrio. En 1956, se casó con Olivier Barrera Piñero y, al año siguiente, la destinan a la Escuela Pública Femenina de Tamargada. “Fueron las alumnas (unas 28 niñas de diferentes las edades) las que me enseñaron a mí cómo dar las clases y cómo funcionaba la Escuela” comenta entre risas.

Volvió al centro educativo de su niñez, Juan Rejón, pero esta vez como maestra de la Escuela Parroquial de Niñas “Los Santos Reyes” . Nereida dirigió Juan Rejón, que llegó a contar con 4 unidades, hasta 1966. Había otras dos escuelas en la zona baja del Valle, 2 aulas en Vueltas y 2 en Casa de la Seda. Ella asumió la dirección de la escuela más numerosa: Les pusimos uniforme, se creó el comedor… Yo me sentía más maestra en Juan Rejón que más adelante en el Colegio La Calera, donde sólo tenía que dar Lengua. En la unitaria daba todo: les enseñaba a leer, a escribir, a rezar, íbamos a la capilla… Los sábados (¡había clases los sábados!) los dedicábamos a limpiar la escuela: subíamos agua, porque no había, y regábamos las flores, se fregaban los pupitres, se rezaba el rosario… y volvíamos para casa”.

Era una época de mucha escasez en la que faltaba de todo. Las Escuelas Parroquiales fueron creadas por la Iglesia, pero no tenía medios. Por eso, Dª Nereida recuerda: “tuvimos que encargar los muebles a Vallehermoso, nos los trajeron en un barco a motor y los pagamos de nuestro bolsillo. Con eso, un pizarrón y piedritas del suelo, nos ayudábamos para dar las clases”.

Debido a los cambios en el Sistema Educativo, Nereida se especializó en Lengua y en Francés en la Universidad de La Laguna. En esa época, se vio la necesidad de crear un centro educativo mayor que aglutinara todas las aulas de las tres escuelas que había. El lugar que se consiguió finalmente fue un arenal, en la zona de Borbalán, donde se construyeron 8 aulas y se inauguró en 1967. Al Centro se le denominó Colegio Público de EGB “La Calera” y nuestra protagonista siguió ejerciendo como directora. Los miembros del claustro eran casi todos maestros fijos nacidos en el pueblo como D. Salvador, Dª Elsa, D. Lucas, Dª Charito, la Srta. Ángeles, D. Ignacio, D José y Dª Ana M.ª, entre otros. “Era una ventaja porque fuimos los mismos compañeros muchos años. Los asuntos que tratábamos y los alumnos a los que les dábamos clases eran conocidos por todos. Las familias participaban y estaban al día de lo que se trabajaba en el Colegio. Los niños hacían las travesuras típicas de la edad (como alguno que se lanzó desde el pasillo de la primera planta al patio), pero yo, por lo menos, no tengo un mal recuerdo. Todas las mañanas hacían la fila en el patio, rezábamos (comenta entre risas), cantábamos y luego, cada maestro los llevaba a su clase”.

Poco a poco, el Centro se fue ampliando y el número de alumnos fue creciendo. En 1981 llegó Jenny, una hija que fue muy deseada y esperada por el matrimonio. Nereida dejó la dirección del Centro, en 1984, a petición propia, y pasó a manos de Antonio M.ª Claret, un joven maestro “con más tiempo, mucha iniciativa y nuevas ideas” según ella misma.

Ese mismo año, el Ayuntamiento de Valle Gran Rey propone en pleno cambiar el nombre del centro educativo por el de Colegio de EGB Nereida Díaz Abreu. ”Lo agradecí muchísimo, pero no fue que tuviera más mérito que los demás compañeros ni que trabajara más que nadie, sino que era la directora en ese momento, la que firmaba los papeles”, comenta con humildad.

Según el acta del acuerdo plenario, presidido por el entonces alcalde Esteban Bethencourt Gámez, “Nereida ha desarrollado una constante y loable labor en la que ha puesto todo su cariño, su ilusión y esfuerzo. Fruto de ello es la admiración que hoy todos le dispensamos. El sacrificio y la ejemplaridad de esta compañera, ha dador renombre al profesorado y alumnado del Colegio que en todo momento se ha caracterizado por su espíritu de superación en beneficio de nuestro Municipio. Durante varios años dedicó sus horas libres para impartir clases en la Academia de Bachillerato de esta localidad que, junto con otros profesores, hicieron posible que muchos de nosotros hayamos tenido la oportunidad de adquirir una carrera en época de muchas dificultades”.

En 1987, el pleno acuerda dirigirse a la Consejería de Educación del Gobierno de Canarias reiterando y ratificando el cambio de nombre.

Posteriormente, se traslada a Tenerife, donde la nombran directora del Colegio San Fernando, en Santa Cruz de Tenerife. un centro donde tuvo que hacer frente a muchos problemas y donde se jubiló. Una de las cosas que me duelen en la vida es el no haberme jubilado aquí, en mi pueblo”, afirma con tristeza.

A sus 84 años, goza de buena salud, comparte su vida entre Tenerife y La Gomera y lo que más le gusta es hacer viajes culturales. “Pero los veranos siempre me vengo aquí (a Valle Gran Rey), me baño en La Playa y hablo con la gente del pueblo, a los que quiero mucho y por los que tengo la suerte de sentirme querida”.

El CEO Nereida Díaz Abreu ha formado a la gran mayoría de los habitantes del municipio y a él le debemos, en gran parte, ser lo que somos como pueblo y como personas. Nuestro paso por él ha marcado nuestras vida. Hoy en día, somos un centro en crecimiento que acoge también a alumnado de diferentes países: un centro orgullosos de sus raíces y que mira al futuro para mejorar siempre. Muchas gracias, Dª Nereida.

Mariola Chinea, exalumna y maestra del CEO Nereida Díaz Abreu

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