FESTIVAL INTERNACIONAL DEL CUENTO LOS SILOS 2017

Como proyecto de trabajo dentro de la red BIBESCAN, en la AAPA Establecimiento Penitenciario de Tenerife perteneciente al CEPA Santa Cruz, se ha desarrollado, durante los meses de octubre y noviembre, la actividad extraescolar “taller de narrativa – PALABRAS PRISIONERAS” con alumnado de todos los tramos de la FBPA.

 Palabras prisioneras

Este taller tiene como objetivos trabajar las prácticas discursivas orales que mejoran la expresividad de las alumnas y alumnos, la lectura y la escritura. Todos estos objetivos se desarrollan, además, en las clases presenciales de Lengua Castellana y Literatura.

Este año el taller tenía como tema central el agua. Los alumnos, dirigidos por Ernesto Rodríguez Abad (Director del Festival Internacional del Cuento de Los Silos) y asesorados por Andrés González Novoa (Doctor en Educación de la ULL), han conversado, acordado y preparado temas de trabajo sobre este tema y otros que les gustasen, con la idea final de escribir un cuento, poema, carta, historia de vida… En el mes de octubre el alumnado trabajó la lectura de textos y la expresión oral con sus monitores, exponiendo ante sus compañeros, y siguiendo los patrones trabajados en clase, las ideas propuestas.

De camino en la guagua

En noviembre, analizando la morfología del cuento y trabajando en torno a estrategias literarias y poéticas se elaboraron los escritos, que se fueron corrigiendo y perfeccionando hasta llegar al texto final. El centro en general, y el alumnado en particular, se siente muy orgulloso de formar parte del programa de este Festival de cuentos y del trato recibido por sus organizadores. Y ellos, que se cuelan entre nuestras palabras, sienten el proyecto como un cuento sobre la libertad. Y la gente de Los Silos, aguarda con la paciencia de los pueblos, a que cada año, las palabras prisioneras les traigan historias que se liberan en sus oídos. En esta página pueden leer algunos textos y observar fotografías y videos de la exposición en el salón de actos en Los Silos.

 

 

 

Actuación cuento irlandés

En el molino de agua

 

Johanna

Julio

 

Ruymán Salón de actos de Los Silos

TEXTOS DEL ALUMNADO

Una madre, un hijo”

Un 28 de diciembre de 1993 una grandísima madre dio a luz un niño. En todas las casas del mundo lo más corriente es que el nacimiento de un hijo o hija suponga, tanto para el padre como para la madre, un momento especial, para muchos padres un día imborrable.

Sin embargo, para la madre de ese niño el estado en que se hallaba era de tristeza, pena y sobre todo miedo. El porqué era que no tenía ningún tipo de ayuda de su familia. Con apenas diecinueve años recién cumplidos, esa madre tuvo que irse de su casa con la única compañía de su hijo.

Trabajaba en un bar y en varias casas hacía la limpieza y planchaba, pero no le alcanzaba el dinero para sufragar todos los gastos que suponían el tener un bebé, pagar el alquiler de un pequeño piso, la comida de ambos y todos los demás gastos domésticos.

Entonces decidió vender su cuerpo para poder sacar a ese niño adelante, para ello estuvo muchos años ejerciendo la prostitución. De esa primera época, Juan, que así se llamaba el niño apenas tiene recuerdos, ni buenos ni malos, solo el sentirse un niño querido por esa bella mujer.

Cuando el niño cumplió los nueve años, y creía que tenía uso de razón entre comillas, se juntó con unos chicos que ya consumían droga, primero empezó con el hachís luego vino la heroína. Evidentemente, el dinero era necesario para poder pagar esas drogas y comenzó a robar para su disfruteA los catorce años ingresó en el Centro de Menores de Valle de Tabares. Cautivo y prisionero. Su madre sintió que toda su lucha y entrega había sido inútil, como una fracasada se veía.

Juan, al no poder consumir drogas como cuando vivía en libertad, poco a poco se fue recuperando de los malos hábitos. Cuando salió, con dieciocho años, la madre estaba preocupada, tensa y temerosa por cómo reaccionaría ese niño, ese hombre.

Una chica. ¿Les suena la historia?, un cuento de amor. Y después de un maravilloso año de relación, un bebé. Una niña y un padre orgulloso de ser y vivir de esa manera, de tener y adorar a esas dos niñas, la madre y la hija.

Vuelve la droga. Recaída ¿Por qué siempre vuelve?

Tras un breve lapso, otra vez a prisión. Atrás quedaba una madre destrozada, por los suelos, una niña inocente y una abuela llena de remordimientos y con los cuencos de los ojos yermos, secos.

Solamente un año. No había transcurrido nada más que un año cuando las malas noticias saltaron los muros de la prisión en forma de una carta de Protección de Menores que venía a decir lo siguiente: “Madre con X hombre abandona a su hija con X nombre para iniciar una nueva relación”.

Juan no se lo creía, El dolor que le causaba esa carta llenó de lágrimas su celda esa negra noche ¡Le quedaban aun doce años de amargura! Recaída ¿Por qué una vez más la droga? ¿Serían las carencias afectivas o porque era un modo fácil de pasar la condena? ¿Un refugio con ella?

Tres años, han pasado tres años y todavía no conoce la respuesta. Menos drogas, casi recuperado; pero sin ganas de salir adelante. Cabizbajo caminaba por el patio de la prisión cuando un compañero le despertó de su pesadilla. Otra vez afloran los buenos sentimientos. Juan le pidió ayuda a su amigo y este le contestó: “Estás acostumbrado a que luchen y hagan las cosas por ti y de qué te ha servido, por eso estás dónde estás. Tus herramientas, tu camino, tus sentimientos son cosa tuya. Yo no te puedo ayudar, como no pudo tu madre en su día, es tu camino.”

Juan sigue preso, le encanta leer, escribir y hacer deporte. Es posible que se siga equivocando, pero ha aprendido a no rendirse porque si no lo hizo su madre por qué lo va a hacer él.

J B

La fortuna de aprovechar el tiempo”

En la tarde del domingo estuve corriendo por el parque y realizando varios ejercicios para mis entrenamientos. Una vez hube terminado, decidí hacer unos estiramientos más suaves en un banco que había bajo un árbol, dónde se encontraba un hombre sentado con el que, sin saber el porqué, me puse a conversar, dejando transcurrir la tarde y dándome cuenta por lo que contaba que era la persona más rica que nunca me pude imaginar.

Me hablaba de lugares en los que había estado, de las personas que había conocido, con las que se rodeaba, de las mujeres con las que se había casado… Todo cuanto contaba, por su aspecto, a pesar de sus dudosos comentarios y de que apenas lo conocía, me lo iba creyendo.

No me podía creer que estuviera pasando aquella tarde hablando y conociendo una persona tan poderosa, Pensaba en la vida de lujos que disfrutaba y me imaginaba lo que sería poder haber viajado por todo el mundo, poseer tantas riquezas. Todo ello me producía mucha envidia hacia ese hombre.

A medida que me seguía relatando sus historias se fue la tarde y entró la noche, la luz de una farola me permitía continuar charlando con mi extraño amigo multimillonario. Me preguntaba por qué no me había tocado a mí vivir esa vida tan llena de lujos, conociendo a tanta gente, y no esta que sobrevivo matándome a trabajar para pagar una hipoteca y cobrando un salario mínimo.

Abstraído en las historias tan amenas de mi amigo, no vi llegar a un hombre que se detuvo delante de nosotros y saludó a mi compañero de charla con un: -“Buenas tardes, Don Julián”. Al fijarme más atentamente en su aspecto, comprobé que portaba en su camiseta un distintivo de una asociación benéfica. En ese instante me di cuenta de que todo lo que había estado escuchando provenía de una vida longeva y que esta persona era un auténtico mecenas. Aquella noche conocí a una persona con todas las de la ley, de esas que se pegan su vida ayudando a los demás, ayudando a todos aquellos que lo necesitan y se cruzan en su camino.

Yacarón

Travesías a bordo del Scamp”

Han pasado unos años desde aquel día, día en el que sucedió esta aventura, aventura que dio lugar a la primera de tantas otras que acontecieron a lo largo de casi cuatro años más, en el que me dio por comprar un velerito ya que siempre me ha gustado el mar y también navegar.

Todo comenzó aquella tarde de uno de los primeros días del mes de mayo del año dos mil doce en Puerto Colón, en la isla de Tenerife, una de las siete maravillosas islas que componen el archipiélago canario. Ese día me propuse comprar el Scamp, un velero pequeño de veinte pies de la marca Liverty Hunter.

Para inaugurarlo planifiqué una maravillosa travesía con mi amigo Ancor, un experto capitán, Angie, su mujer y buena amiga mía y Marta, una mujer de nacionalidad italiana con la que mantenía una relación por aquel entonces. Se nos ocurrió que la mejor manera de inaugurarlo sería hacer una travesía a La Palma, considerada la isla bonita del Archipiélago. Por aquellos días se estaban festejando los carnavales típicos de allí, los Carnavales de los Indianos. Famosos y peculiares en el mundo porque los participantes se visten con ropas blancas y se tiran harina, talco y gofio.

Nada más hacernos con el velero nos organizamos y preparamos lo más rápido que pudimos. Unas horas más tarde ya navegábamos por el océano hacia La Palma, dejando poco a poco la isla de Tenerife atrás bajo un cielo estrellado. Era ya noche cerrada, navegamos toda la noche, bebimos entre risas y música, fue espectacular.

Por la mañana, apenas salía el sol, llegamos a Santa Cruz de La Palma. Se podía ver como una especie de niebla que abrazaba toda la ciudad. Esa niebla era el resultado de la gente tirándose todo aquel polvo que yacía en paquetes y botes en cantidades desmesuradas, en multitud de carrozas, por todo el pueblo, y a disposición de todo aquel que quisiera participar con ellos. Se lanzaban polvo unos a otros, era una locura.

Terminamos, después de casi dos días allí, blancos como la nieve, las calles blancas, los coches blancos, las casas blancas, producto de aquella guerra de polvo, fue estupendo.

No queríamos irnos, pero ya era hora de partir de vuelta a casa. Esta vez surcábamos el océano de día, un día cristalino, puro y soleado. Mientras las velas ondeaban en los mástiles al viento, nosotros cogíamos el sol en cubierta, nos reíamos, veíamos a su vez fotos que habíamos sacado y charlábamos sobre esta magnífica experiencia

Cuando llegamos a Puerto Colón atracamos en el pantanal. Recogimos y endulzamos con agua potable la cubierta y las velas. Teníamos claro que había sido una travesía y estancia inimaginable: Los carnavales inigualables, así lo sentíamos. También ya estábamos pensando en iniciar otras nuevas travesías.

Hollyster

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