El pasado 4 de abril tuvo lugar un interesante encuentro de dos horas entre Cecilia Domínguez, profesora, escritora y Premio Canarias de Literatura en 2015, y el alumnado de 1º y 3º de ESO del IES Viera y Clavijo, un acto organizado por el Departamento de Lengua Castellana y Literatura en colaboración con Diego Pum Ediciones, como actividad del mes de abril, cuando se conmemora el Día del Libro, y como colofón a la lectura de dos novelas de esta creadora: Mientras maduran las naranjas, en 1º de ESO, y La muchacha del ajenjo, en tercero,
Durante la charla, Cecilia Domínguez respondió a todas aquellas curiosidades que le planteó el alumnado, desde la motivación para escribir, sus inicios como escritora hasta las dificultades a las que se ha enfrentado a lo largo de su carrera literaria.
La Premio Canarias de Literatura, que ya se ha jubilado de su profesión como docente, continúa con una activa vida cultural: colabora con la Academia Canaria de la Lengua, acude a encuentros literarios, como el celebrado en el Viera y, en este sentido, destacó que eso le permite seguir cerca de los jóvenes, algo que agradece profundamente. “Me gusta saber lo que se hace ahora, cómo son nuestros jóvenes y comprobar cómo se trabaja”, manifestó mientras veía algunas pasajes de su obra en forma de viñetas creadas por algunos alumnos, y leía algunas de las opiniones sobre la novela Mientras maduran las naranjas en el panel que se trabajó en 1º de ESO: un naranjero “cargado de naranjas” sobre las que el alumnado escribió algunas impresiones. Y no le faltó razón en lo del contacto con los jóvenes, pues al final del acto, Paula, una alumna de 1º C de ESO, se le acercó emocionada para contarle que su abuela había sido compañera suya en un instituto.
Las mujeres escritoras hemos sido cuestionadas siempre
“A ningún escritor le preguntan nunca cómo compagina el cuidado de la familia con su profesión”, destacó en un momento de la charla-coloquio, cuando agradeció al alumnado la pregunta de cómo compaginaba la creación literaria y la enseñanza, y no por el cuidado de los hijos y la profesión, algo que ha sido frecuente cuando se trata de mujeres escritoras y que a ella misma le ha pasado en varias ocasiones, incluso cuando le concedieron el Premio Canarias de Literatura, ya en pleno siglo XXI. En este sentido explicó que siempre que le “han concedido un premio” lo ha “pasado mal” porque ha sentido que le han cuestionado su valía, hasta el punto de preguntarle algo tan insólito como “con cuántos miembros del jurado” se ha “acostado”, algo que le pasó cuando le concedieron el Premio Pedro García Cabrera. “Con todos”, respondió en tono jocoso por entender que no merecía la pena entrar en la dinámica de la justificación.
La literatura puede salvar el mundo
Domínguez explicó que comenzó a escribir pequeñas poesías con apenas seis años. En su interés por las historias jugó un papel importante su abuela y la literatura oral: “mi abuela tenía una memoria prodigiosa, nos recitaba romances, nos leía cuentos, …”. También hizo mención a algún episodio que le causaba desasosiego, como cuando su abuela le contaba el cuento de Caperucita en la versión original de Perrault. “Yo no podía entender cómo el cuento terminaba con el lobo comiéndose a Caperucita y a su abuela. No me gustaba ese final tan malvado, así que un día esperé a que mi abuela lo volviera a contar y entonces cuando iba a leer el final, yo interrumpí a mi abuela y lo cambié: entonces Caperucita sacó dos pistolas y mató al lobo”. En ese momento -continuó la escritora- “sentí que había salvado a una niña de las garras del lobo”. Si había salvado a una niña, “la literatura la podría ayudar a salvar “el mundo”.
Narrar sin rencor
Mientras maduran las naranjas es una novela que se ambienta en los momentos previos al inicio de la guerra civil y en ella la escritora explicó que se basa en la historia real de su familia. “Utilicé a una niña como narradora –explicó- porque no quería contar la historia desde el rencor, algo que seguramente hubiera pasado con un narrador adulto”. Por encima de todo, lo que quería era plasmar “los cambios que se produjeron en su entorno desde la inocencia de la mirada de Sara”, esa niña que perfectamente podría ser la propia autora. Confesó que con perspectiva, el tiempo le ha dado la razón, pues algunos familiares le expresaron su desacuerdo e incluso le llegaron a retirar la palabra: “yo lo que quería contar era aquella incertidumbre de cómo todo estaba cambiando y no entendía por qué”.
La autocancelación no tiene sentido: se tiene que reflejar la realidad con sentido crítico y escribir con libertad
Sobre la realidad actual de la creación literaria manifestó que no está de acuerdo con la tendencia a la cancelación por cuestiones de corrección política: Blancanieves o Caperucita se escribieron en un momento determinado, en una sociedad con una problemática de la época. “Caperucita se escribió en la Edad Media, cuando muchas niñas eran secuestradas y entregadas para fines deshonestos. Por eso el cuento responde a esa necesidad de concienciar sobre la importancia de la precaución y de obedecer a los padres para no poner en riesgo la vida”. Al respecto añadió que no tiene ningún sentido dejar de leer cuentos, novelas, poemas,… porque sus autores no responden a los cánones actuales de moralidad y corrección política: “¿Debemos dejar de leer El retrato de Dorian Grey o Lolita, dos grandes obras por su autor o por su contenido? ¿O a Pablo Neruda por las informaciones que han trascendido en los últimos años sobre su biografía?”. También reflexionó cómo actualmente son las propias editoriales las que imponen los temas, los plazos, los sesgos de una determinada obra para su publicación, algo que le pasa a autoras conocidas y que encorseta la creación. Es por eso que ella se ha sentido muy afortunada porque el haber compaginado la profesión de profesora con la literatura le ha “permitido escribir con plena libertad”.
Leer todos los días
“No escribo todos los días, pero sí que leo todos los días”, respondió Cecilia Domínguez a la pregunta de cuándo escribía. “No se puede escribir sin leer. Yo leo todos los días porque lo necesito personalmente, pero también para documentarme”. Al respecto, contó que la obra que más había tardado en escribir fue El sepulcro vacío, una novela que cuenta la historia del marqués de la Quinta Roja, cuyo sepulcro mandó a construir la marquesa para enterrar los restos del marqués, a quien la iglesia le había negado sepultura cristiana por ser masón. “Tuve que documentarme: qué se comía, cómo eran las casas, cómo actuaba la masonería, etc.”.
Una no es escritora hasta que ve publicado su libro
En la sesión de 1º de ESO, una alumna le confesó que estaba escribiendo un libro y le pidió un consejo. “Déjalo reposar un tiempo”,-le contestó- porque “muchos escritores se arrepienten de sus primeros libros. Hay que dejar que pase el tiempo, releerlo, darlo a leer a alguien de confianza que de verdad sea capaz de dar una opinión sincera”. Afirmó que podemos escribir todo lo que queramos y necesitemos pero que verdaderamente “una se convierte en escritora cuando ve publicada la obra”.