Me gustan los lunes porque empiezan la semana; me gustan los eneros porque empiezan los años y los septiembres porque es el comienzo de un nuevo curso. El adjetivo nuevo lo llena todo: nada está escrito, nada está usado. Los cuadernos están sin estrenar, los lápices con su tamaño original y las gomas sin las manchas de borrones anteriores.

El libro de nuestro curso está aún por escribir: lo que anotemos en él dependerá de nosotros. ¿Realmente está solo en nuestras manos? En otros nuevos cursos, sí. En este, no. Se abre ante nosotros un mundo de dudas e incertidumbres.

¿Habrá algún contagio en nuestro centro? ¿Volveremos a las clases on-line? ¿Podremos seguir respetando las medidas de seguridad que se han tomado? ¿Son estas medidas las suficientes y efectivas?

Creo que en ningún otro entorno laboral, si exceptuamos el sanitario, se plantean estas incertidumbres, máxime cuando desde el gobierno incluso ya se está regulando el teletrabajo. Además, las medidas de protección de los trabajadores son, en la mayoría de los casos, más seguras. ¿En qué otro ámbito conviven tan estrechamente tantas personas a la vez?

La experiencia acumulada durante el confinamiento sobre las clases on-line, en general, es negativa, pues se pierde parte importante del proceso de la enseñanza: el contacto visual, la inmediatez de la información, del control y de las preguntas y respuestas que la enseñanza presencial ofrece, pues se comparte tanto el espacio como el tiempo. La igualdad del alumnado ante la educación es mucho más efectiva en el aula que en los hogares donde las desigualdades se hacen patentes y revelan el abismo que separa a unos alumnos de otros.

Por supuesto que deseamos seguir impartiendo clases presenciales, pero queremos sentirnos seguros. Somos vulnerables, nos sentimos desarmados ante el dichoso virus que ha decidido poner del revés nuestra vida. Por supuesto que queremos llenar nuestra libretas y que nuestro lápiz se haga tan pequeño de tanto afilarlo que nos cueste escribir con él, que nuestra goma, mes a mes, vaya deshaciéndose en pequeñas virutas y que completemos el libro de un nuevo curso que ahora empezamos. Pero también queremos saber que no corremos riesgos y que empezar signifique continuar aquí.

Mercedes Barrera Tabares