El miércoles 24 de septiembre el alumnado de 2º Bachillerato acudimos a un par de ponencias enmarcadas en el VII Festival Hispanoamericano de Escritores. Un poco antes de que dieran las diez de la mañana, bajamos del autobús y recorrimos las calles de Los Llanos de Aridane hasta Plaza de España, donde, a techo cubierto, nos recibiría un diverso trío de autores y un público homogéneo. Todos nos reuníamos bajo una misma premisa: indagar en “La aventura de escribir”.

         Enrique Montiel, Irene Reyes-Noguerol y Jonathan Allen nos buscaron las mejores metáforas y las visualizaciones más representativas para que pudiésemos comenzar a comprender —e intentar acariciar— los tres universos que habían construido con, respectivamente, unos versos de amor, un cuento y un diario. Creo que, sesenta minutos después, todos nos habíamos dado cuenta de que “La aventura de escribir” era un título mal escogido, porque allí se habían repartido llaves a mundos personales y únicos. No salimos de la charla con un mapa, una misión o un itinerario fijo, sino fascinados.

         Tres personas tan diferentes, de tres lugares del mundo diferentes, habían terminado en el mismo sitio —la escritura—, y sus tres motivos, de algún modo, se parecían a los míos. En lo personal, salí de allí recapitulando sobre mis pasos e intentando comprender de dónde había surgido yo como voz impersonal al otro lado de la página. ¿Somos ríos desembocando en un océano de palabras y artificio? ¿O toda persona que coquetea con la escritura nace en alta mar? 

Para mí, se sintió íntimo, a pesar de que la sala estuviese llena de gente, y creo que eso es parte de la magia de escribir. Los autores supieron dejarlo asomar a través de la puerta a sus mundos particulares. 

Una hora después, volvíamos a la misma sala, pero con un nuevo moderador —David Toscana— y un nuevo título: “La literatura, el desafío del escritor ante el mundo”. Dejamos a un lado la chispa inicial que te insta a escribir por primera vez en un diario y nos preguntamos: ¿Qué ocurre después? ¿Qué ocurre cuando el arte se topa con el exterior? 

Cuando la necesidad de escribir se funde con la necesidad de liberar el producto final, sabemos que lo primero que verá será a la ingente política. Cuando haya salido de la jaula y se haya marchado volando, él verá que, en realidad, tienen cosas en común: una de sus herramientas es la mentira, y adoran decorar el discurso. Una parte de mí se pregunta si no será inevitable que la política habite los libros inherentemente. Mónica Lavín y Enrique Montiel, sin embargo, se negaban a ello, rotundos. 

Yo diría que el mundo tiene un pase VIP para colarse en nuestros procesos creativos. Si el mundo te duele, esto te conformará como persona, y, por tanto, representará parte de los ladrillos que te construyen como autora. Luchar contra ello sería luchar contra la experiencia, el alimento del alma, núcleo de cualquier forma de expresión genuina. No obstante, ambos autores dejaron en claro una gran verdad: la literatura es misterio, no es publicidad. El creador tiene que tomar una decisión primordial a la hora de escoger qué forma adoptará su arte, y, en ocasiones, el lector puede oír cómo un fragmento de poesía exige ser ensayo, y cómo un cuento ruega ser novela. De este modo, la libertad se comparte entre el autor y la obra, y siempre hay que mantener los oídos bien abiertos, para, antes de escuchar al mundo, escuchar a tu propio arte.

Selene Romero González, alumna de 2º de Bachillerato de Humanidades.