VISITA AL GARAÑÓN

Dejar la rutina atrás y perderte por la naturaleza de nuestras islas es el sueño de cualquier estudiante, una aventura que hay que vivir por lo menos una vez en el Instituto.

Así que,el 4 de febrero comenzó nuestra experiencia. . La guagua nos trajo hasta el Garañón, con una parada antes en San Mateo. Cada uno de nosotros se imaginaba este sitio de diferentes formas, sólo unos pocos habían estado allí antes. Nos bajamos de la guagua y todas nuestras ideas y nuestra ilusión dejaron paso a la realidad: cabañas en medio del bosque nos esperaban, rodeadas por árboles gigantes y por el silencio más profundo que jamás había escuchad. Allí se respiraba un aire puro de la montaña, que arrastraba el aroma del pinar.

Unos monitores nos recibieron y nos explicaron brevemente cómo funcionaba este lugar   que pertenece al Cabildo. Posteriormente nos asignaron las cabañas.

Más tarde comimos todos juntos y fuimos a pasear por el Roque Nublo. Una maravilla geológica. Esta piedra gigante nos invitó a subir hasta su base y a tocar el cielo junto a él.

Después de haber disfrutado de las vistas y habernos sacado unas cuantas fotos, volvimos al campamento… ¡ Caminar tanto te da hambre! Mientras unos cuantos preparaban la cena, los demás aprovecharon para descansar y para familiarizarse con el entorno.

Eran las diez más o menos, ya habíamos terminado de comer, había llegado la noche. Tras observar el cielo y descubrir sus constelaciones, la magia de las estrellas se quedó entre nosotros. Acompañados por la música de nuestro compañero Juanfer, nos hemos quedados dormidos a la luz de la luna. ¡Qué  lejos estaba el mundo en ese momento! sólo existíamos nosotros y nuestras ganas de pasárnoslo bien.

De repente, llegó la mañana. Los rayos de sol entraron por la ventana y nos despertaron. Desayunamos, algunos antes y otros después. Tocaba preparamos para vivir otro día inolvidable. Este día empezó con una de las actividades más aventuradas que había hecho jamás: fuimos a escalar. En esta presteza lo más importante es la seguridad, por esto antes de realizarla, tuvimos que asistir a una larga charla en la que nos explicaron la forma en la que había que ponerse las protecciones y las medidas que teníamos que tomar. Además nos dieron una pequeña clase y aprendimos muchas cosas nuevas relacionadas con este deporte que no es tan común. La mayoría se quedó encantado por lo que se siente al estar tan arriba y nos quedamos con muchas ganas de repetirla. Ha sido una experiencia imborrable.

Por la tarde realizamos actividades en las canchas del campamento, nos dividimos en equipos y juntos luchamos por la victoria. ¡Hemos pasado una tarde diferente! jugando, haciendo deporte y descubriendo nuevos pasatiempos como por ejemplo el tiro con arco.

Finalizados los juegos, algunos hemos ido a ver el atardecer. El sol se perdió entre las montañas y dejó paso a una larga noche, la última noche.

Después de cenar los monitores habían organizado unos juegos dentro del gimnasio, la alegría y la pasión que pusieron esos dos chicos en hacer sus trabajos nos han hecho divertir mucho. Salimos todos muy felices.

Por la mañana, tras haber realizado una búsqueda del tesoro siguiendo unas pistas que nos ayudaron a desarrollar nuestro sentido de la ubicación, volvimos a subir a la guagua, esta vez para volver. Casi todos nos encontrábamos muy cansados y aprovechamos las horas de la guagua para descansar un rato. Llegando  a Gáldar nuestros ojos se han ido abriendo poco a poco. Fue como despertar de un largo sueño. Ya a nuestro alrededor no había árboles, ni silencio, sólo calles repletas de gente. Habíamos vuelto a la rutina.

Esta acampada es un recuerdo que se quedará en todos nuestros corazones para siempre.

En mi opinión, estos tipos de actividades son esenciales en los centros educativos. Es una forma diferente para aprender en el que no se emplea la memorización, como en todo el tiempo pasado dentro del instituto, es más, creo que se deberían realizar con más frecuencia. Hemos vivido tres días en la naturaleza, y estado tan cerca de ella pudimos ver su hermosura y apreciar el arte que encierra, nos dimos cuenta que nosotros somos parte de ella, aprendimos a cuidarla y ojalá a partir de ahora pasemos más tiempo rodeados de esa tranquilidad. Incluso, estando juntos hemos visto que no hace falta nada más para alcanzar la felicidad. Esos pequeños momentos, con las personas a las que quieres, son los que hacen grande la vida.

Federica Colella,  Raquel Almeida Quesada

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