Frío canario

   Hoy vamos a analizar el frío canario. Porque el frío canario existe y es muy distinto a otros birujes internacionales.

   El pelete atlántico comienza indefectiblemente cuando se nubla el tiempo a finales de septiembre. Y puede empezar incluso a temperaturas de 20 grados centígrados, unos valores que otros organismos pluricelulares consideran casi bochorno, pero que el canario ya estima como molestia importante para su bienestar.

   Toda variación de un grado por debajo de ese valor se multiplica, de manera que el canario, a quince grados, con viento racheado del norte y garujas esporádicas, se encuentra en condiciones de supervivencia, al límite de congelarse.

   Todo ello con un condicionante añadido: el frío canario no se combate con ningún material conocido hasta la fecha.

   Simplemente, la ciencia no ha investigado qué tejido, aislante o chisme isotérmico podría combatir el fenómeno.

   Sin embargo, en la Península usted se abriga y puede desarrollarse en condiciones de confort a temperatura de huevo sancochado, pero en Canarias no. Aquí se cuela hasta los huesos. Penetra, provocando al canario un estado de latencia cercano a la hibernación.

   A esto hay que sumar que el frío archipielágico se olvida. De ahí que año tras año “nunca hubo tanto frío”, pero sí que lo hubo. De hecho, si el canario es capaz de llegar a edades respetables con tan buen aspecto se debe precisamente a la cualidad del frío de atontar los microorganismos culpables de la desmejoría de la persona.

   Por último debemos comentar la existencia del “fricalor”, mixturado entre tiempo calimoso, airote y una pizca de destemplaza; y el quedarse helado, estado que es independiente a la temperatura ambiente.

JUANJO JIMÉNEZ, en La Provincia (11/01/2015) (adaptación).

¿Cuáles son las características del «frío canario»?

 

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