Esta última semana de junio plantamos en uno de los lados largos del huerto tres esquejes de romero. Los sacamos de una planta madre que se ha desarrollado muy bien en el lado opuesto, junto a la valla. Se trata de atraer insectos beneficiosos para nuestro espacio, abejas, sobre todo. Y también para enriquecer suelo en la medida de lo posible. El romero (Rosmarinus officinalis), «rosa de mar», es un arbusto aromático originario de las costas rocosas del Mediterráneo y del Cáucaso. Es conocido y utilizado desde épocas antiguas como condimento y con fines medicinales gracias a sus múltiples propiedades. Nuestros abuelos/as lo infusionaban, a veces con algaritofe y tomillo (0tras plantas «mágicas»), para lavarse el pelo y hacerlo crecer con salud.
La actividad principal del romero está íntimamente vinculada al sistema digestivo por estimular y favorecer las secreciones y la producción de jugos gastrointestinales. También favorece la disminución de la generación de gases en el tubo digestivo y con ello disminuyen las flatulencias y cólicos; facilita la expulsión de la bilis retenida en la vesícula biliar, es diurético, antiinflamatorio, antiulcerogénico, antioxidante, antibactericida, antiséptico, fungicida, balsámico, rubefaciente y cicatrizante.
