La crítica nietzscheana a la moral occidental

Por Carlos Daniel Monzón:

 

La crítica a la moral socrática

La tradición filosófica occidental se ha caracterizado por su principal antivitalismo “Sobre la vida, en todas las épocas los muy sabios han juzgado igual: no vale nada.” Nietzsche ve a Sócrates y a Platón como pseudo y anti griegos pues en Grecia antes de ellos existía un sentimiento trágico de la vida que hacía vivirla intensamente. Platón y Sócrates eliminaron ese sentimiento con sus teorías “momificadoras” de la vida.

Nietzsche acusa a Sócrates del origen de la moral occidental decadente y de la desaparición de la cultura griega clásica caracterizada por la óptica trágica, alegre, desenfrenada, pasional, y amoral, el cual Nietzsche considera como “el gran error´´. La sabiduría se erige como rectora y que acaba con el modo tradicional de vincularse el hombre con lo existente. Así emergente socratismo, que se caracteriza entre otras cosas, por una represión de las pasiones para dar preferencia a la racionalidad y la mesura. La negación de los instintos que estarían asociados a la falta de inteligencia, es un elemento fundamental y aberrante de la tendencia socrática. En cambio, hay una valoración de la racionalidad y el conocimiento, que se manifiestan plenamente en las tres tesis socráticas; “la virtud es el saber”, “se peca sólo por ignorancia”, “el virtuoso es feliz”. Esto es, que el saber, el conocimiento, constituyen la virtud por excelencia y la ignorancia, por el contrario, un mal.

Nietzche ve en el pensamiento socrático el paso del pensamiento de la unidad, representada Dionisos, a una conciencia particularizada. Sócrates tiende a separar la realidad, y este es un rasgo esencial que da origen a la metafísica. La metafísica como la entiende Nietzsche en el Crepúsculo de los ídolos, implica una decadencia que se manifiesta en la negación de la vida en general, en el predominio absoluto de la razón. El hombre teórico cree que mediante su racionalidad puede alcanzar verdades tales que le permiten superar el dolor de la existencia. De esta manera, para superar el dolor y la culpa, se inventa otro mundo. El mundo de la justicia, de la perfección, de la eternidad, un “mundo verdadero”. En consecuencia, se abre por vez primera, una escisión del mundo; entre mundo verdadero y mundo aparente. Que precisamente por esto, es despreciado.

Sin embargo, estas ideas se consolidan gracias a Platón y su concepto dualista de la realidad, formada por dos mundos: el mundo inteligible de las ideas, eterno, inmutable y necesario, y el mundo sensible de la materia, temporal, mudable y corruptible (alma encerrada en un cuerpo). Platón desvaloriza el mundo de la materia; de su doctrina procede la imagen del cuerpo como cárcel del alma.

Así, Nietzsche ve como la moral socrática simplemente evade la realidad, rechaza las pasiones e instintos humanos y favorece a la razón como único rector (u opresor) de la vida; y como Platón desprecia aún más al cuerpo y a la realidad, y priorizando el alma y la dedicación al conocimiento para que esta transcienda al otro mundo inexistente, como forma según Nietzsche para evadir la verdadera realidad a la que Sócrates y Platón no pudieron afrontar.

 

Crítica a la moral judeo-cristiana

En general Nietzsche considera que toda religión nace del miedo, de la incapacidad de asumir la vida y sus desafíos. El hombre recurre inmediatamente a una entidad superior (Dios) que le descarga de responsabilidades.

Los motivos de Nietzsche para criticar al cristianismo son los mismos por los que criticó a Platón y Socrates. El cristianismo le parece una revisión del idealismo platónico. Ambos comparten la concepción dualista de la realidad. Existe un mundo real y otro aparente, el nuestro. También ambos coinciden en desvalorizar este y ensalzar el ideal. Pero la similitud va todavía más lejos: las dos teorías recurren a un principio creador que dota de sentido a la existencia (Dios-Idea de Bien). Asimismo, comparten la misma visión del hombre escindido en cuerpo y alma, dando a ésta el protagonismo y considerando su misión la huída de lo sensible para alcanzar el mundo ideal. El cuerpo es la fuente del mal, ignorancia o pecado según el caso.

Por tanto el cristianismo en tanto que imita el modelo platónico comete también los mismos errores: el desprecio de lo sensible; y sobre todo, la desvalorización de la vida, su suplantación por otras instancias ficticias.

El eje de la crítica a la moral cristiana es su carácter contranatural. Se trata de una moral contraria a la vida, a la naturaleza, a los instintos.

Existe una manera distinta de valorar. Existe una moral que toma sus valores de la vida, de la naturaleza. Esta moral es denominada Moral de los Señores o Nobles por Nietzsche. Su valor principal es aquello que más conviene a la vida: la fuerza. Frente a la enfermedad y la debilidad, la fuerza es el valor que favorece la vida. El bueno, por tanto, será el fuerte, el poderoso. Las virtudes del fuerte serán el orgullo, el honor, la euforia, el valor, la fe en sí mismo. En definitiva, estas virtudes pueden resumirse en que el señor afirma la vida, se afirma a sí mismo. El fuerte afronta la vida en su complejidad, con sus placeres y sus sufrimientos, no se acobarda. El fuerte pone por encima de todo su voluntad. Su meta será el cumplimiento de su voluntad. Todo lo que existe está dotado de una voluntad de ser más, de extender sus dominios, su poder (voluntad de poder). El hombre debe seguir esta voluntad de poder que anida en él. Todo lo que aumente el poder es bueno. En este sentido, la lucha, la guerra, a la que arrastra necesariamente el dictado de la voluntad, es buena: sometiendo otras voluntades aumento mi poder.

Frente a la fuerza de los señores están los débiles. Los esclavos, como los llama Nietzsche, se caracterizan por su impotencia. Es decir, son incapaces de reaccionar con la acción, no devuelven las afrentas (parábola de la mejilla). Esta actitud antinatural provocada por su impotencia, les hace acumular odio, resentimiento hacia los fuertes. Este resentimiento da lugar al deseo de venganza.

En este punto Nietzsche reconoce en el débil al malvado pues siente resentimiento, odia, desea vengarse del fuerte. Sin embargo, el señor no es malvado, sino inocente. No siente odio, al responder siempre con la acción se desfoga, no acumula resentimientos, Además, sus acciones están guiadas por el instinto, por la naturaleza. Puede acusarse a alguien porque actúe según su naturaleza (Águila-conejo).

Por otra parte, se desvela también aquí la inteligencia como una virtud propia de los débiles. Son ellos los que tienen que urdir estrategias, planificar, cavilar para llevar a delante su venganza. Los fuertes toman lo que necesitan sin más complicaciones.

Por tanto, discurre Nietzsche, el mensaje del cristianismo, la buena nueva que trae Cristo al mundo, no es, como proclaman, el amor, sino, al contrario, el odio. La moral cristiana no nace del amor, sino del resentimiento. Cristo es el Mesías del odio.