LA MAGIA DE LA NAVIDAD

Esta semana, nuestros alumnos y alumnas han recibido una carta del Mago Merlín. En ella les animaba a pedir en la carta a Papá Noel y a los Reyes Magos libros y les deseaba una feliz Navidad.

Junto a la carta les hizo un pequeños regalo: un cuento para Primaria y un poema a Infantil.

Como respuesta a este regalo, algunos niños y niñas se animaron a dejarle en la Biblioteca unos dibujos y unos mensajes muy bonitos.

Aquí les dejamos los textos y algunas fotos de los regalos que el alumnado dejó al Mago.

¡LA ESTRELLA DE ORIENTE SE HA APAGADO!

 

Una Noche de Reyes de hace muchos años, los tres Reyes Magos vivieron una aventura que jamás olvidarán. ¿Quieren escucharla? ¡Bueno! ¡Presten mucha atención que se las voy a contar!.

         Como todos los años, cuando se acercaba la noche mágica de Reyes, en el Palacio Real, Melchor, Gaspar, Baltasar y todos los pajes estaban de lo más ocupados: envolviendo juguetes con papeles de colores, ordenándolos en diferentes montones según adónde tenían que ir, cargándolos en sus grandes carruajes… Encima de cada montón estaban los nombres de los niños y niñas: Marcos, Luis, Mohamed, Laia, Marco, Raisa… Para todos era un trabajo muy pesado, pero lo hacían con una sonrisa de oreja a oreja.

         ¡Pero todavía no les he contado lo que pasó aquel año! Resulta que, de tanto ir de un lado para otro, ni los Reyes ni los pajes se dieron cuenta de que la Estrella de Oriente aquel año ¡no tenía luz! ¡Estaba tan oscura como una aceituna negra!

  • ¡Oh! ¡No puede ser!- dijo el rey Gaspar, mordiendo su corona.
  • ¡Nunca nos había pasado algo tan extraño como esto!- decía el rey Baltasar.

“Como no encontremos una solución muy pronto, este año no podremos repartir los juguetes y los regalos”, pensaba el rey Melchor.

¡Y era verdad! Porque la Estrella de Oriente es tan mágica como todas las cosas de esa Noche. Su labor es ayudar a los Reyes Magos a encontrar el camino para llegar a cada casa, ¡aunque esté nublado o llueva! ¡Imagínense que estrella tan especial!

Todos abandonaron lo que estaban haciendo, y subieron al tejado del Palacio Mágico para poder ver a la Estrella de Oriente y hablar con ella. Enseguida, Baltasar le preguntó:

  • ¿Qué te pasa, bonita? ¿Por qué no brillas como cada año?
  • ¿Podemos hacer algo por ti?- preguntó Melchor.
  • ¿Quieres una infusión, una manzanilla, un refresco?- preguntó Gaspar, que de joven estudió medicina.

La Estrella, después de toser cuatro o cinco veces, dijo con un hilo de voz:

  • Majestades, no estoy enferma. ¿No sabían que las estrellas envejecemos? Cada vez damos menos luz, hasta que, al final, nos apagamos y pasamos a formar parte del cielo.

Tendrían que ver la cara de sorpresa que pusieron todos. Nadie había oído jamás que las estrellas del cielo se apagaran. Es normal, hay tantas y tantas estrellas que es difícil saber si hay una estrella más o una menos.

Pero el problema era más grave de lo que se pueden imaginar, porque la Estrella de Oriente era la única que conocía el camino para poder llevar los regalos a casa de los niños y niñas. Además, ¡ninguna otra estrella del cielo había podido aprender ese camino!

¡Ay! Si lo hubieran pensado antes, podrían haber organizado un cursillo para enseñar el camino a las estrellas más jóvenes. Pero ahora era demasiado tarde para pensar en lo que podían haber hecho. Tenían que encontrar una solución ¡y tenía que ser muy pronto!

Todos entraron en el Gran Salón que utilizaban como comedor en los días de mucho frío o de lluvia y, junto al fuego de la chimenea, se pusieron a meditar sobre qué podían hacer.

Al principio, salían ideas como éstas: “¿Y si le preguntamos el camino a un guardia?”. O bien: ¿Y si este año enviamos los regalos por correo?”. O esta otra: “¿Si enviamos una carta a los niños y niñas y les decimos que este año no podemos repartir los regalos porque…?

¡Nada! Ninguna de estas ideas y muchas otras que se les pasaron por la mente acababan de convencerles. ¿He dicho ninguna? Un paje muy despierto que vivía en el Palacio Real desde hacía unos pocos años tuvo una buena idea:

  • Majestades, con su permiso, ¡quisiera contarles una idea que he tenido!

Los tres Reyes Magos escucharon con atención, aunque pensaban que sería otra idea tan peregrina como muchas que ya habían oído ese día:

  • Bueno, la idea no es exactamente mía. En el colegio, mi maestra un día me explicó que muchas estrellas del cielo no brillan por sí solas, sino que miran al Sol, y como él desprende tantísima luz, las estrellas cogen un poquito y la sueltan como si fueran un espejo.

Todos se quedaron con los ojos muy abiertos. ¿El Sol? ¿La luz del Sol? Les faltó tiempo para ponerse en marcha. Enseguida hablaron con el astro Sol y llamaron a una tienda de espejos que había cerca del Palacio Real.

En un suspiro, todos se pusieron en marcha para que la Noche Mágica pudiera ser un éxito, como siempre. Y, efectivamente, después de ir arriba y abajo atando cabos por aquí y colgando espejos por allá, consiguieron que un rayo de sol iluminara la Estrella de Oriente. Le daba tanta luz, que parecía la estrella más joven y bonita de todo el firmamento.

Quizá les pareció que era la Estrella más brillante porque la miraban con más ilusión, o bien porque aquel año daba la luz gracias al esfuerzo y al trabajo de todos.

De una manera o de otra, los niños y niñas pudieron tener sus juguetes un año más, y los Reyes Magos, los pajes y todos los que vivían y trabajaban en el Palacio Real descansaron de verdad al terminar ese día. Bueno, mejor dicho: ¡al terminar esa noche!

 

JORDI ALONSO CALLEJO

 

LA HORMIGUITA

La hormiguita negra

quiere ir a Belén.

-Si no me doy prisa

nunca llegaré.

 

-Doña Mariposa,

¿me deja sus alas?

-No, que son muy lindas

y puedes mancharlas.

 

-Y usted, doña Avispa,

¿por qué no me lleva?

-Porque si me paro

no soy la primera.

 

-¡Eh, Don Saltamontes!

¿Me quiere llevar?

-No, que con tu peso

no puedo saltar.

 

Mas don Avejorro,

rápido y gentil,

dijo: No te apures

que vamos a ir.

 

Y en avión de lujo

-potente reactor-

la hormiguita negra

a Belén llegó.

Ana Mª Romero Yebra en: ¡Vamos, cuentos, a Belén!

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