Sofía era una niña de pelo negro, ojos verdes y piel tan blanca como un papel. Ella era una niña muy feliz, sin ninguna tristeza en su vida, con buenas notas, unos padres que la quieren y se preocupan por ella, es decir, con una vida perfecta.

Una tarde, Sofía se encontraba sola en su habitación , estaba tranquila jugando con una de sus muñecas cuando se escuchó un ruido, como de un plato cayendo al suelo y rompiéndose. La niña paró de jugar y empezó a gritar llamando a su madre a ver si fue ella quien causó ese ruido. Después de llamar unas cuantas veces a su madre y no recibir ninguna respuesta, el susto de Sofía fue aumentando. Sacó valor y bajó a la planta de abajo a ver qué fue ese ruido. Cuando llegó abajo se encontró a tres hombres parados frente a ella, intentó huir pero la agarraron y la durmieron con cloroformo. Pero antes de dormirse por completo, escuchó a uno de los hombres decir “la tenemos, ahora a llévensela a la bestia”. ¿La bestia? ¿Quién es la bestia? Demasiadas preguntas se hacía Sofía y no había ninguna respuesta.

Unas horas después, Sofía despertó en una habitación que estaba oscura, no se veía nada. Mientras Sofía observaba la habitación intentando ver algo entró uno de los hombres que la secuestraron. Ella solo se quedó hay sentada, mirándolo y él sólo dijo “ahora toda tu gran vida perfecta se va a terminar” y se fue de ahí con una sonrisa burlona en la cara. Después de un tiempo, llegó otra vez aquel hombre, pero esta vez acompañado de otros tres hombres. La agarraron y se la llevaron a otra habitación en la que tenían armas y en el piso se veían manchas rojas como de sangre. Uno de los hombres agarró una pistola y le dio un disparo a Sofía en la cabeza, haciendo que cayera en ese mismo momento al suelo muerta y con un gran charco de sangre saliendo de su cabeza. Ahí terminó esa gran vida perfecta que Sofía tenía.

FIN

Adriana Vega Hernández, 2ºESO C

Saber que tienes tanto y sentir como si no te quedase nada.

Paola Sánchez Infante. 3º ESO C

Necesidad que tiene mi ser de sentir el fuego correr en mis venas.

Arder es la cura para una mente cansada que ha dejado de sentir.

Arder es el deseo más puro que se me ha pasado por la cabeza.

Es lo único que necesito ahora, arder.

Paola Sánchez Infante. 3º ESO C.

Momento en el que descubres que las estrellas que están en el cielo también mueren.

La pérdida es el segundo exacto en el que te das cuenta de que nada de lo que tenías volverá. La pérdida no está arraigada a la muerte, ya que pérdida también es el segundo exacto en el que él puso su primer pie en la puerta para no volver nunca.

La pérdida es dolor, y dolor es lo que mi alma grita.

Paola Sánchez Infante. 3º ESO C

Es la más sincera de las expresiones poéticas que el humano ha conocido.

Al dolor no se le miente, al dolor no se le engaña.

El dolor solo se esconde, pero sigue ahí.

El dolor te abre de par en par y te deja sobre tus rodillas en el suelo.

El dolor es eso que te hace arder inconscientemente.

El dolor es peligroso, es adictivo.

Dolor, esa es la palabra que mi alma grita.

Dolor.

Paola Sánchez Infante. 3º ESO C.

Amarte a ti mismo por toda la eternidad en cada tramo de tu mísera existencia por el simple hecho de no poder dejar de ser tú.

Ese es el único sentido que mi cerebro le puede dar a esas palabras en este mismo instante.

El amor propio es el resultado de una larga odisea sufrida a lo largo de tu vida.

El amor propio es ese objetivo aparentemente inalcanzable.

El amor propio es el valor que le pones al conjunto de virtudes y fallos que viven en tu interior.

El amor propio, al final de todo, es la aceptación de que vas a ser tú contigo y que eso va a ser así siempre.

Pero ¿qué pasa cuando simplemente quieres dejar de ser tú por un rato, por una eternidad?

Paola Sánchez Infante. 3º ESO C

Tristeza es muy fría y nadie puede llegar a tocar su corazón de hielo. No se relaciona con nadie y siempre está sola; por raro que parezca también tiene gustos, aunque sean un poco extraños. Uno de ellos es observar la infinidad del mar pensando que es un océano de llantos o ver caer los copos de nieve que compara con lágrimas de cristal. También adora mirar fijamente la luna que necesita la luz de una estrella para poder brillar. A Tristeza siempre le ha caído mal Alegría, ya que es todo lo que ella deseó y nunca pudo tener. Además, Alegría piensa que el sol es mejor que la luna, ya que es una estrella que puede brillar por sí misma. Una de las cosas que envidia de ella es que tiene un corazón fogoso, capaz de amar y que en su rostro siempre se dibuja una sonrisa que con sus destellos ilumina su cara entera, a diferencia de ella que tiene unos labios sin vida y piel pálida. Aun así, a Tristeza le sigue gustando su personalidad y esa soledad que la define tal y como es, que ella va aceptando poco a poco y va consumiendo todo su ser, que tiñe de oscuridad sus ojos y le nubla la mirada con sus manos en el anochecer. Tristeza y Alegría nunca se llevaron bien, tienen un odio mutuo, que llega hasta tal punto que cuando sus miradas se cruzan se nota en el ambiente la tensión y esa enemistad que hay entre ellas. Todo esto se debe a que cuando ellas eran pequeñas los padres de Tristeza murieron en un accidente de tráfico, lo que provocó esa manera de ser suya. Los padres de Alegría la adoptaron, aunque ese era un momento difícil para ella. Alegría intentaba animarla, pero ella la ignoraba y despreciaba porque en esos instantes estaba deprimida y quería estar sola, por lo que se desquitaba con ella. Entonces dejó de intentarlo y nunca volvió a ser amigable con Tristeza. A partir de ahí su enemistad comenzó.

Nazaret Cabrera Ramírez, 2ºESO C

Una, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete y ocho. Alma derramó ocho lágrimas. Ni una más ni una menos. Ocho. Ese maldito número que hacía que se le removieran las entrañas y se le encogieran los retazos de lo que un día fue su corazón. Sentada en el porche de su casa, se balanceaba, en la mecedora, al ritmo de la nana que siempre recordaría salir de los labios de su abuela.

Una pequeña y solitaria mariposa se posó en la mecedora, osando romper la pequeña burbuja de paz, en mitad del caos, que Alma había conseguido crear. Alma, inicialmente, no le prestó atención, hasta que su suave y continuo aleteo la despertó de su trance. La delicada mariposa prosiguió su viaje. Su próxima parada fue la casa de David. El origen de su tristeza.

David había sido esa persona especial, ese amigo que te llama a las cinco de la mañana porque no se acuerda de si había examen, esa persona que te trae churros con chocolate cuando estás deprimido, ese hermano por elección, esa media costilla sin la cual no podrías vivir.

Y ahora se había ido y se había llevado a la tumba el corazón y casi todos los secretos de Alma consigo. Porque había una cosa que nadie sabía y de la cual Alma se había dado cuenta ese trágico ocho de marzo. Estaba perdida e inevitablemente enamorada de David Hernández Vázquez y nunca nada ni nadie podría cambiar eso.

Raquel Hernández Bravo, 2ºESO B