Lecciones de una pandemia

El pasado 13 de marzo, cuando salía de noche de nuestro instituto, pensaba en cómo iba a plantear las clases en el período de suspensión lectiva. Tengo tan interiorizado el cumplir con la programación que, en las primeras semanas, no me percaté de que esta crisis sanitaria era una oportunidad para vincular las materias que imparto con la realidad. Dediqué todo mi tiempo y mi energía a ver cómo adaptaba mis clases a la enseñanza a distancia y, por supuesto, a conseguir desarrollar la programación. En mi cabeza se repetían más las palabras “programación, EBAU, tarea y videolección” que en los medios de comunicación los vocablos “pandemia, coronavirus, COVID-19, tests”.

Pero en Semana Santa (mis compañeros y mis alumnos no se van a extrañar porque sucediera en vacaciones; los profes nos sentimos culpables si hay un día en que no pensemos en nuestro trabajo), por fin me decidí a incluir la pandemia en mis enseñanzas. Eso sí, para dormir tranquila, vinculé las tareas diseñadas a la programación. No sea que por impartir algo no programado me caigan todas las maldiciones del universo. ¡Cosas de profes!

Así que, esta semana, les he escrito a mis alumnos de Cultura Científica este texto:

“Esta pandemia ha hecho que la ciencia y los científicos sean protagonistas en informativos, ruedas de prensa, periódicos. A menudo, nos preguntamos si lo que estudiamos en las clases de ciencia tiene conexión con la realidad y será útil. Solemos tener clara la utilidad de la ciencia: nos ayuda a comprender el mundo que nos rodea y mejorar la calidad de vida de las personas (prolongando la vida al prevenir o curar enfermedades o facilitando las labores diarias), sin olvidar que nos ha permitido incrementar la producción de alimentos y nos ha dado la TV, los teléfonos móviles, los aviones y los ordenadores. Si bien la ciencia es importante, ¿para qué necesitamos tener cultura científica todos los ciudadanos?. La respuesta a esta pregunta, por parte del sistema educativo, es que precisamos tener unos conocimientos básicos sobre cuestiones científicas para saber las verdaderas causas de lo que sucede y tomar mejores decisiones y, en definitiva, para fortalecer la democracia generando un comportamiento y una ética basados en la evidencia.

Y esto que se ha expuesto sobre la importancia de la ciencia y de la cultura científica, ¿cómo lo aplicamos a la realidad que estamos viviendo?, ¿qué podemos aprender de la pandemia COVID-19?. Podemos aprender, entre otras muchas cuestiones, a apreciar la importancia de invertir en ciencia (desarrollo de fármacos antivirales, vacunas, tests de diagnóstico de enfermedades) y tecnología (ej. construcción de respiradores, desarrollo de mascarillas y ropa de protección individual)”.

Y a mis alumnos de Biología les remití este otro texto:

“En más de una ocasión, me han preguntado sobre la utilidad del temario de biología (¿para qué sirve saber la composición de un virus, la diferencia entre ADN y ARN, qué son las proteínas o las partes de la célula?). Me he acordado mucho de este tipo de preguntas escuchando continuamente en televisión hablar sobre el virus SARS-CoV-2, un virus ARN que invade y destruye las células de los alveolos pulmonares (neumocitos) porque una proteína de su superficie se une a un receptor de la membrana celular.

Conocer la biología de un organismo, en este caso el virus SARS-CoV-2, nos puede ayudar en muchas cuestiones. Si sabemos qué proteína es la que permite su entrada a las células, podemos diseñar fármacos que impidan que esa proteína se una a los receptores de la membrana celular. Evitaríamos así que el virus accediera a las células de los alveolos pulmonares convirtiéndolas en fábricas de nuevos virus y destruyéndolas. Si conocemos cómo es su ARN, podemos detectarlo con un test PCR y determinar si una persona es portadora del virus. ¿Es útil o no la biología? Claramente, sí. Poniendo un símil bélico, conocer la biología de un microbio es igual que conocer al enemigo en una batalla: nos puede ayudar a derrotarlo”.

Después de reivindicar la importancia de mis materias (para cada docente la suya es la más importante), le propuse al alumnado una serie de actividades (¿cómo no?) para que relacionen el temario con la situación actual. Les invité con esas actividades a conocer al “culpable” (el virus) de esta “guerra” (la pandemia mortífera), a nuestro aliado (el sistema inmune), a las armas (los tratamientos) y a los métodos de detección (los tests) de nuestro enemigo. También aproveché la pandemia para visibilizar la labor científica de las mujeres. Resulta paradójico pero un virus invisible saca a la luz la contribución científica de muchas mujeres. En España, Isabel Sola trabaja en el CSIC buscando una vacuna. Su idea es ir estudiando uno a uno los genes del virus, identificar cuáles son los que originan virulencia y retirarlos, de forma que crean una vacuna parecida al virus original, pero incapaz de causar enfermedad. Laura Lechuga coordina el equipo europeo que ha comenzado a desarrollar un dispositivo nanotecnológico con biosensores capaces de determinar, en menos de 30 minutos, la presencia de coronavirus en una persona. Un equipo de científicos del IBEC (Institut de Bioenginyeria de Catalunya), liderado por Icrea Núria Montserrat, ha identificado un fármaco que bloquea el virus SARS-CoV-2 en las primeras fases de la infección. Utilizando cultivos celulares, réplicas en miniatura de órganos reales desarrolladas a partir de células humanas, han comprobado que este fármaco es capaz de reducir hasta 5000 veces la cantidad de virus presente en el tejido.

Llegado a este punto (había vinculado el temario a la situación actual, reivindicado la importancia de mis materias y, además, contribuido al desarrollo de contenidos propios de las redes del centro como salud e igualdad), me di cuenta de que no solo aspiro a que mis alumnos aprendan más biología o tengan más cultura científica tras esta experiencia. Lo que más desearía es que apreciaran la importancia de la cultura (los conciertos y los recitales de poesía que he seguido en instagram han alegrado mis días), la tecnología (hubiese sido más duro de llevar el confinamiento sin televisión, ordenador, teléfono móvil, redes sociales), el afecto (qué tristes estamos todos porque nos hemos quedado con “los abrazos rotos”) y la solidaridad (la sanidad y la educación públicas garantizan la salud y la educación de todos). Estas son las grandes lecciones que me ha dejado la pandemia, ¿y a ti?

Noelia Cárdenes Roque