La violencia contra las mujeres es probablemente la violación de los derechos humanos más universal de cuantas se producen en la actualidad. Presente en todas las sociedades del mundo, sea cual sea su sistema político o económico, no diferencia culturas, religiones, clases
sociales o etnias. Las estadísticas muestran que en ningún rincón del planeta los derechos humanos de las mujeres son garantizados plenamente. Se calcula que una de cada tres mujeres en el mundo ha sido golpeada, maltratada, obligada o sometida a algún otro tipo de abusos a lo largo de su vida.
La Declaración Universal de Derechos Humanos, proclamada en 1948 por la Asamblea General de las Naciones Unidas afirma que toda persona debe disfrutar de los derechos humanos sin discriminación. La Carta de las Naciones Unidas afirma que la “igualdad de derechos de hombres y mujeres”, la “dignidad y el valor de la persona humana” y la realización de los derechos humanos fundamentales están entre los principios y objetivos básicos de las Naciones Unidas. Sin embargo, la “ceguera de género” ha supuesto en la práctica que, a menudo, se hayan pasado por alto graves violaciones de derechos humanos.
Los países que discriminan menos a las mujeres tienen un mayor crecimiento económico.
Los países que promueven los derechos de las mujeres disfrutan de menores niveles de pobreza, menos corrupción y mayor crecimiento económico, según un informe reciente del Banco Mundial. “Las desigualdades de género están íntimamente asociadas con la pobreza”, afirma la autora del documento, Elizabeth King.
Cuando las diferencias entre hombres y mujeres en áreas como la educación, el empleo y los derechos de propiedad se reducen también lo hacen fenómenos como la malnutrición y la mortalidad, dice el Banco Mundial. “Las pruebas en este informe muestran que la educación, la salud, la productividad, las finanzas y el gobierno funcionan mejor cuando participan las mujeres”.
Según el estudio, si Oriente Próximo, África y el sur de Asia hubieran seguido las políticas positivas en la eliminación de la desigualdad que han seguido algunos países del sur de Asia desde la década de los 60, el crecimiento de su economía habría sido entre un 0,5 y un 0,9% mayor cada año. Aún así, estas regiones han registrado algunos avances, como el número de niñas escolarizadas en la enseñanza primaria, que se ha doblado en los últimos 25 años.
El informe recomienda a los países con altos niveles de desigualdad que adopten medidas concretas que garanticen los derechos de las mujeres en el acceso a la tierra y otras propiedades, así como el diseño de infraestructuras y servicios, como el agua, el transporte, la educación, la sanidad y la financiación, de forma que se respondan a las necesidades de las mujeres. Otras medidas deberían incluir la eliminación de la discriminación en el trabajo y el aumento de la participación política.
CAMPAÑA DEL LAZO BLANCO
El 6 de diciembre de 1989 es una fecha dolorosa para las mujeres del mundo.
Ese día, un pistolero solitario asesinó a 14 mujeres estudiantes de la Escuela
Politécnica de Montreal, por el “delito” de ser mujeres.
La Masacre de Montreal, como hoy se la conoce, ha quedado indeleblemente impresa
en la historia, y difícilmente será olvidada por las mujeres que años después siguen
viendo horrorizadas como muchas mujeres son asesinadas por sus maridos, amantes,
convivientes, compañeros conocidos y desconocidos en lugares tan distintos como
Ciudad Juárez, Guatemala, Turquía, España o Rusia, sin que esta racha de muerte
sea detenida.
Dos años después de la masacre, un grupo de hombres de Ontario y Québec decidió
iniciar una campaña para poner fin a la violencia en contra de las mujeres, adoptando
como símbolo una cinta blanca. La Campaña del Lazo Blanco reunió en el primer año
(1991) a cerca de cien mil hombres de Canadá. Desde entonces esta Campaña se ha
extendido a Estados Unidos, Europa y gran parte de América Latina.
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