TEXTOS DE CANARIAS EN LA MITOLOGÍA

Las Islas Hespérides se llaman así por la ciudad de Hespéride, que estuvo en los confines de Mauritania. Se hallan más allá de Las Gorgadas, en el límite del Atlántico, hacia donde comienzan los abismos marinos. En sus jardines cuentan las leyendas había un dragón que vigilaba las manzanas de oro. Se dice que allí se origina del mar un estatuario tan anfractuoso por sus recortadas orillas que quienes lo contemplan desde lejos creen ver los espirales de una serpiente.

S. Isidoro de Sevilla, Etimologías, XIV, 6, 10, trad. de Oroz Reta

«Nos espera el Océano que fluye en derredor de la tierra: las campiñas, busquemos las feraces campiñas y las islas afortunadas, donde la tierra cada año hace entrega de Ceres sin haber sido arada y sin haberla podado florece siempre la viña, renueva sus brotes también el ramo de olivo gris sin nunca frustrar esperanzas, y el higo morado engalana el árbol en el que nada; mieles manan de la hueca encina. Otras muchas maravillas, además, contemplaremos felices: cómo ni el Euro lluvioso erosiona los campos con aguaceros continuos, ni las fértiles simientes se abrasan en la gleba seca, equilibrando los dos extremos el rey de los celestes moradores». Horacio, Epodo XVI, 41-56, trad. de Vicente Cristóbal López

Juba averiguó sobre las Afortunadas lo siguiente: que también están situadas bajo el Mediodía cerca del Ocaso 625.000 pasos de las Purpurarias. Que Ia primera, sin rastro alguno de edificios, se llama “Ombrion”. Que la segunda isla se llama “Junonia” y en ella hay un templecillo construido únicamente con una sola piedra; que muy cerca está la isla menor del mismo nombre y a continuación viene Capraria plagada de grandes lagartos; que a la vista de ellas esta Ninguaria que ha recibido este nombre por sus nieves perpetuas, cubierta de nubes; que la más cercana a esta se llama “Canaria” por la cantidad de canes de enorme tamaño, de los cuales le trajeron dos a Juba; que en ella aparecen vestigios de edificaciones; que, si bien todas abundan en cantidad de frutas y de aves de toda clase, esta así mismo abunda en palmeras productoras de dátiles y en piñas piñoneras; que hay también abundancia de miel . Cayo Plinio Segundo, Historia Natural VI, 202-205, trad. de V. Bejarano

“Situadas enfrente, las islas Afortunadas abundan en plantas que se crían espontáneamente y con los frutos que nacen sin parar unos tras otros alimentan a sus despreocupados habitantes más felizmente que otras ciudades civilizadas. Una Isla es muy célebre por la extraña naturaleza de dos fuentes: los que han probado el agua de la una acaban muriéndose por la risa que les provoca; mas para los afectados por este mal el remedio consiste en beber agua de la otra fuente.” Pomponio Mela, Corografia III, 102 – 103; ed. y trad. de V. Bejarano .

La edad de oro fue creada en primer lugar, edad que sin autoridad y sin ley, por propia iniciativa, cultivaba la lealtad y el bien. No existían el castigo ni el temor… sin necesidad de soldados los pueblos pasaban la vida tranquilos y en medio de la calma. También la misma tierra, a quien nada se exigía, sin que la tocase el azadón ni la despedazase reja alguna, por sí misma lo daba todo; y los hombres, contentos con alimentos producidos sin que nadie los exigiera, cogían los frutos del madroño, las fresas de las montañas, las cerezas del cornejo, las moras que se apiñan en duros zarzales, y las bellotas que habían caído del copudo árbol de Júpiter. Había una primavera eterna y apacibles céfiros de tibia brisa acariciaban a flores nacidas sin simiente. Pero además la tierra, sin labrar, producía cereales, y el campo, sin que se le hubiera dejado en barbecho, emblanquecía de espigas cuajadas de grano. Corrían también ríos de leche, ríos de néctar, y rubias mieles goteaban de la encina verdeante. Ovidio, Metamorfosis, I, 89 -112; trad. de A. Ruiz de Elvira

A los pies de la colina del Elisio crece un bosque de encinas de oscuro follaje y la tierra, humedecida, verdea siempre por el césped. Si hay que dar crédito a cosas inciertas, aquel es el lugar de las aves piadosas según se dice, adonde les está prohibido entrar a las aves siniestras. AIII, en toda su extensión, picotean los cisnes inocentes y el fénix imperecedero, ave siempre solitaria; despliega sus alas también allí el ave de Juno, y la paloma cariñosa da besos al apasionado macho. Acogido el papagayo en esta morada boscosa, atrae con su lenguaje la atención de los pájaros piadosos. Ovidio, Amores, II, 6, 49-58, trad. de Vicente Cristóbal López

El paraíso es lugar situado en tierras orientales, cuya denominación, traducida del griego at latín, significa «jardín»; en lengua hebrea se denomina Edén, que en nuestro idioma quiere decir «delicias». La combinación de ambos nombres nos da «El jardín de las delicias». Allí, en efecto, abunda todo tipo de arboledas y de frutales, incluso el «árbol de la vida». De su centro brota una fontana que riega todo el bosque, y se divide en cuatro ramales que dan lugar a cuatro ríos distintos. La entrada a este lugar se cerró después del pecado del hombre. Por doquier se encuentra rodeado de espadas llameantes, es decir, se halla ceñido de una muralla de fuego de tal magnitud, que sus llamas casi llegan at cielo. San Isidoro de Sevilla, Etimologías, XIV, 3, trad. de Oroz Reta

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