Entrevistas

Durante el curso 2020/2021 el proyecto educativo Constelación de escritoras canarias, impulsado por el Servicio de Innovación de la Dirección General de Ordenación, Innovación y Calidad de la Consejería de Educación, Universidades, Cultura y Deportes, se ha visto implementado con ocho vídeos con entrevistas a las autoras que forman parte del proyecto y que actualmente están en activo (Pepa Aurora, Cecilia Domínguez, Elsa López, Isabel Medina, María Padrón, Balbina Rivero, Lola Suárez y Tina Suárez) en los que repasan aspectos relacionados con su obra, la creación literaria, la literatura y la educación, su papel como mujeres creadoras y escritoras, etc. Además, se incorpora un vídeo homenaje a Olga Rivero Jordán, que falleció el 14 de abril de 2021, en el que otras autoras de la Constelación recuerdan su figura y su obra.

Este proyecto se ha desarrollado a partir de la transversalidad y colaboración del Área de Comunicación, del Área de Igualdad y Educación Afectivo-Sexual y del Programa Enseñas del Servicio de Innovación Educativa.

Estos recursos se enmarcan dentro del Plan para la Igualdad y prevención de violencia de género de la Consejería de Educación, Universidades, Cultura y Deportes del Gobierno de Canarias y han sido financiados con cargo a los créditos del Pacto de Estado contra la Violencia de Género del Ministerio de Igualdad.

Situaciones de aprendizaje

PRESENTACIÓN

El proyecto educativo Constelación de escritoras canarias, impulsado por el Servicio de Innovación de la Dirección General de Ordenación, Innovación y Calidad de la Consejería de Educación, Universidades, Cultura y Deportes, se ha visto implementado con un total de 29 situaciones de aprendizaje: 24 para Secundaria (por cada una de las escritoras) durante el curso 2019/2020 y 5 para Primaria (una de carácter general y otras 4 sobre las escritoras Inocencia Páez, Isabel Medina, Lola Suárez y Pepa Aurora) durante el curso 2020/2021.

Este proyecto se ha desarrollado a partir de la transversalidad y colaboración del Área de Comunicación, del Área de Igualdad y Educación Afectivo-Sexual y del Programa Enseñas del Servicio de Innovación Educativa.

Estas situaciones de aprendizaje permitirán dotar al profesorado de herramientas didácticas que concreten y planifiquen durante el curso el trabajo con esas escritoras y que contribuyan al desarrollo de contextos de aprendizaje, metodologías, agrupamientos y productos que favorezcan la participación del alumnado. En esencia, todo ello debe repercutir en el estudio y divulgación de la vida y obra de estas escritoras, así como en la creatividad del propio alumnado para acercarse a ellas. Igualmente, se podrán concretar en principios de defensa de la igualdad entre hombres y mujeres, una sociedad crítica y la extensión de principios democráticos e inclusivos.

Estos recursos se enmarcan dentro del Plan para la Igualdad y prevención de violencia de género de la Consejería de Educación, Universidades, Cultura y Deportes del Gobierno de Canarias y han sido financiados con cargo a los créditos del Pacto de Estado contra la Violencia de Género del Ministerio de Igualdad.

PRIMARIA

1º ESO

Prácticas Comunicativas y Creativas (PVY)

  Recursos de la SA

Lengua Castellana y Literatura (LCL)

Cecilia Domínguez SA

2º ESO

Lengua Castellana y Literatura (LCL)

  Recursos de la SA

Prácticas Comunicativas y Creativas (PVY)

  Recursos de la SA

Lengua Castellana y Literatura (LCL)

  Recursos de la SA

3º ESO

Lengua Castellana y Literatura (LCL)

  Recursos de la SA

Educación para la Ciudadanía y los Derechos Humanos (EUT)

Lengua Castellana y Literatura (LCL)

  Recursos de la SA

4º ESO

Lengua Castellana y Literatura (LCL) e Historia y Geografía de Canarias (HOF)

  Recursos de la SA

Lengua Castellana y Literatura (LCL)

  Recursos de la SA

Lengua Castellana y Literatura (LCL)

  Recursos de la SA

Lengua Castellana y Literatura (LCL)

Lengua Castellana y Literatura (LCL)

  Recursos de la SA

Lengua Castellana y Literatura (LCL)

  Recursos de la SA

Lengua Castellana y Literatura (LCL) e Historia y Geografía de Canarias (HOF)

  Recursos de la SA

Lengua Castellana y Literatura (LCL)

  Recursos de la SA

Lengua Castellana y Literatura (LCL)

1º PMAR

Ámbito Lingüístico y Social (MBS)

  Recursos de la SA

1º Bachillerato

Literatura Universal (LIE)

Elsa López SA

2º Bachillerato

Lengua Castellana y Literatura II (LNG)

  Recursos de la SA

Literatura Canaria (LCA)

Josefina Plá SA

Literatura Canaria (LCA)

Literatura Universal (LIE)

  Recursos de la SA

Literatura Canaria (LCA)

Digna Palou Cruz

Texto: Covadonga García Fierro

Kenia Martín Padilla

 

Digna Palou Cruz

1927 – 2001

“Tu cuerpo no es tu única riqueza, debes amar lo viejo”

 

 

Tacoronte, 10 de octubre de 1927 – Tenerife, 25 de junio de 2001
La infancia de Digna Palou Cruz transcurre en la casa que su familia tenía en la calle Tabares de Cala, número 20, en San Cristóbal de La Laguna. Su padre, Jaime Palou Pubill, era funcionario de aduanas. Su madre, Digna Cruz Regalado, murió en el parto. Jaime Palou Pubill casó en segundas nupcias en 1930 con Natalia Hernández Hernández, maestra nacional, con quien tuvo a su segundo hijo, Jaime, el único hermano de la poeta, también fallecido.
La Guerra Civil Española estalla a los pocos días de que Digna Palou Cruz cumpliera nueve años. Su padre es detenido el 17 de octubre de 1936 y acusado de rebelión. Pudo salvarse de ser fusilado, pero fue condenado a trece tortuosos años de prisión. Ella solía visitarle a menudo para llevarle comida, medicinas y regalos. Por tanto, pasó gran parte de su infancia y de su adolescencia haciendo visitas a la cárcel. Todo ello repercutió en su desempeño académico: según su libro escolar, cursó estudios desde 1939 hasta 1946 en el Instituto Cabrera Pinto de La Laguna, los primeros años con calificaciones regulares debido a las faltas de asistencia que acumulaba por ir a ver a su padre.
Sin embargo, a partir de la liberación de Jaime Palou Pubill durante el curso escolar 1943-1944, sus calificaciones experimentan un gran cambio, pasando a obtener las mejores notas de todo su bachillerato. Digna Palou Cruz adoraba a su padre, por quien siempre profesó veneración y respeto. Tras su liberación, cuando Digna contaba solo dieciséis años, comienza una etapa de gran felicidad para ella. Obtiene su título de bachiller universitario en septiembre de 1946 y se matricula en el primer curso de Derecho en la Universidad de La Laguna. Conoce al novel poeta Julián Herraiz, con quien se promete, y su padre decide emanciparla en marzo de 1948. No obstante, este será el principio de su tragedia personal.

Nada más emanciparla, su padre abandona a la familia y emigra a Venezuela para iniciar una nueva vida. Y ese mismo año, el 11 de septiembre de 1948, muere Julián Herraiz, el amor de su vida, debido a una enfermedad renal. La pérdida simultánea de su padre y de su amado, sus dos referencias vitales, le provocan una profunda desesperación que la llevará a intentar quitarse la vida, tal como recogen los documentos hospitalarios que aún se conservan.
Tras recuperarse, decide irse sola a Madrid, encuentra allí un trabajo como institutriz y conoce al que será el padre de sus hijos, con quien se casa el 15 de octubre de 1952. El marido de Digna Palou Cruz, Manuel González de Linares y Ruiz de Velasco, era un gran esquiador y montañero: fue miembro del equipo olímpico español de esquí y participó en las Olimpiadas de Garmisch-Partenkirchen en 1936. No obstante, tuvo que formar parte en la División Azul entre 1941 y 1943, volviendo del frente ruso mutilado de un brazo con veintidós o veintitrés años.
Según el Libro de Familia que se conserva, en el momento del casamiento, celebrado en la Sierra de Guadarrama (Madrid), él tenía treinta y un años y figuraba como empleado en el equipo de gestión de la compañía Iberia; mientras que Digna Palou Cruz tenía solo veinticinco años y no figuraba su verdadera profesión, sino únicamente la coletilla “sus labores”.
El primer hijo de la pareja, Juan Manuel, nace en noviembre de 1955. Su hermano, Jaime, dos años más tarde. Durante la infancia de sus hijos, Digna Palou Cruz no quiso trabajar fuera de casa. Se dedicó por entero a la educación de Juan Manuel y Jaime, que nunca fueron a la escuela. Gracias a ella, Juan Manuel pudo hacer el examen de ingreso a los ocho años y empezar el bachillerato dos años antes que la media; entrar en la universidad a los diecisiete y convertirse en diplomático a los veinticinco.
Juan Manuel recuerda a su madre como una mujer muy activa, deportista, extrovertida, alegre y con carácter. Solía vestir con pantalones y llevar el pelo corto a lo garçon, además de conducir el coche familiar ya en los inicios de los años sesenta. Con la perspectiva que ofrece el tiempo, estos recuerdos muestran la singular personalidad de la escritora, que sin duda fue una mujer muy moderna y adelantada a su tiempo en muchos aspectos. Sus deportes favoritos eran la natación, la vela y el buceo. El agua era su elemento favorito.
Siempre tuvo una gran afición por las conferencias, en especial de literatura, historia y arte. Salía a menudo con sus amigas, con las que solía ir al cine y disfrutar de conciertos de música clásica y obras de teatro. Como anécdota, cabe destacar que su afición por el cine era tan grande que tenía localizadas todas las salas de cine de Madrid, además de haber anotado cuáles eran las mejores butacas en cada una de ellas. Otra curiosidad es que le encantaba disfrazarse: de artista de cine, de Charlot, de sirenita, de guerrera africana, etc.
Viajar también era otra de sus pasiones, descubrir la geografía española, sus monumentos, yacimientos arqueológicos y curiosidades. Las excursiones y el contacto con la naturaleza le encantaban, en especial los reinos vegetal y mineral. Coleccionaba fósiles, piedras de formas curiosas, e incluso durante un tiempo se dedicó a montar un herbario profesional.
El hijo menor, Jaime, había nacido con un tamaño más pequeño y una mayor fragilidad, requirió un tiempo de incubadora y era muy enfermizo. Falleció a la edad de seis años de un cáncer de hígado. Esta pérdida golpeó de lleno a sus progenitores, especialmente a Digna, que por tercera vez debía enfrentar la pérdida de un ser tan querido. De hecho, según el testimonio de Juan Manuel, Digna nunca aceptó la muerte de su hijo. Desde 1963 siguieron años muy duros, marcados por la desesperación de Digna y la depresión de su marido, Manuel, ambas patologías crónicas. Más aún, en 1967 aparece su primer poemario, Árbol tendido, inspirado en la dolorosa muerte de su hijo.
Digna Palou Cruz recupera el pulso de su vida habitual a finales de los años sesenta y decide volver a formarse. En 1969 sigue el I Curso de Formación de Narradores de Cuentos Infantiles de la Comisión Católica Española de la Infancia; en 1971 hace el Curso de Biblioteconomía, en la sección de Archivos y Documentación, en el Instituto Internacional; y también en 1971 se matricula en cursos de lengua rusa en la Escuela Oficial de Idiomas. En 1973 se publica su segundo poemario, Nudos, y en 1974 se hace socia del Ateneo Científico, Literario y Artístico de Madrid, en cuyo carné figura, por fin, su verdadera profesión: escritora. Ese mismo año publica su tercer libro, Isótopo 56. Su marido le otorga la licencia marital, quedando con total libertad para disponer de recursos propios y también para firmar los contratos y acuerdos que precisaba para publicar sus libros. Además, también retoma en los años setenta su trabajo como institutriz, con el objetivo de poseer cierta independencia económica.

En 1977 se edita su cuarta entrega poética, Isla de septiembre. Asimismo, se matricula también en el Instituto Italiano de Madrid, donde seguirá durante muchos años los cursos de lengua y cultura italianas. Había estudiado alemán en su juventud y tenía conocimientos de francés, pero ahora adquiere el italiano como segunda lengua. Más aún, Italia y la cultura italiana serán, tras la muerte de su esposo en 1980, un punto de referencia. Viajará a Italia varias veces y encontrará allí de nuevo la alegría de vivir y el amor, esta vez como una experiencia que, a pesar de que no tener continuidad más allá de unos pocos años, le resultará muy serena y enriquecedora. No será hasta 1987 cuando aparezca Rumor de límites, el quinto libro de Digna Palou Cruz.
En cuanto a sus relaciones en el ámbito literario, cabe destacar que llegó a publicar algunos poemas en medios como ABC y Bellas Artes, y mantuvo amistad e intercambio poético con escritores como Gloria Fuertes o Gerardo Diego, su mecenas y gran amigo. En total, cinco poemarios constituyen su producción poética dirigida al público adulto, si bien es cierto que en ellos se intercalan también algunos textos que podrían dirigirse al público infantil, como pequeñas rimas y canciones.
A pesar de residir en Madrid la mayor parte de su vida, cabe señalar que entre los recuerdos de Juan Manuel también está la añoranza que su madre sentía por Canarias. En el salón de su casa de Madrid, había un gran lienzo de El Teide y un timple. Además, siempre se consumía gofio durante los desayunos. En este sentido, siempre se identificó como una mujer canaria. Tras su fallecimiento, que tuvo lugar el 25 de junio de 2001 en Tenerife, sus cenizas fueron esparcidas en el mar de la isla.

 

 

· Árbol tendido (Ediciones Ágora, Madrid, 1967) es el primer poemario de Digna Palou Cruz. Está inspirado en la dolorosa pérdida de su hijo Jaime, que falleció a los seis años a causa de un tumor. Utiliza formas clásicas como la del soneto, y experimenta con la métrica y con la rima, aunque no todos los poemas siguen una estructura definida.

 

 

· Nudos (Rialp, Madrid, 1973) es su segundo poemario. En él, la autora desarrolla una poesía existencial, de tono pesimista, de desencanto vital. Con un nuevo lenguaje, ya desprovisto de estructuras clásicas y de rima, con un verso libre más largo y narrativo, la autora reflexiona en torno a la deshumanización del mundo, la desconfianza en las promesas del maquinismo y del progreso técnico, así como en el propio ser humano y en la ciencia.

 

 

· Isótopo 56 (Aldebarán, Sevilla, 1974) es una obra dedicada a Juan Manuel. La poeta vuelve, a través de sus recuerdos, a revivir el proceso de crecimiento y maduración del hijo que sí vivó. Digna Palou no se paraliza ya ante la angustia ni profundiza en el sufrimiento. Por el contrario, el propósito de este ejercicio de volver al pasado, de rememorar, es precisamente tejer un libro lleno de buenos deseos y recomendaciones para alcanzar la felicidad. La poeta tiene conciencia de que el lenguaje de Nudos, caracterizado por el verso libre y la ausencia de rima, es el que desea consolidar aquí, y así lo expresa en estos versos: “Hablarte con sintaxis abiertas, / libres como el mar y las montañas”. Así, a través del verso libre y las formas verbales imperativas, que predominan a lo largo de toda la obra, la escritora orienta a su hijo a partir de la experiencia de su propia vida, le anima a superar los obstáculos y le da orientaciones para ser una buena persona.

· El cuarto poemario de Digna Palou se titula Isla de septiembre (Colección Dulcinea, 1977), y está dedicado a su isla natal, Tenerife. El tema que predomina en la obra es la añoranza del paisaje de la isla de Tenerife, y la propia isla como signo y como símbolo de sí misma, dado que en ocasiones la voz poética se identifica con la propia isla.

 

 

 

· Rumor de límites (Ediciones Torremozas, Madrid, 1987), el quinto y último poemario de la autora, es una obra cuyo eje temático es el desamor. En este libro, encontramos imágenes y versos de una gran belleza, a través de los cuales la autora reflexiona en torno a la naturaleza del amor y describe qué se siente al estar enamorada. No obstante, en ocasiones también hallamos una concepción del amor con tintes neorrománticos, pues el sentimiento amoroso aparece unido a la oscuridad, el dolor, el engaño e incluso la muerte.

 

 

 

 

 

Quizás sea el último poemario de Digna Palou Cruz, Rumor de límites (1987), el que mejor nos permita analizar la concepción del amor de pareja que predominaba en la época en la que fue escrito. Como se puede apreciar, en sus versos encontramos los tópicos o mitos que habitualmente se relacionan con el amor romántico, como por ejemplo la idea de que el amor lo puede todo o que los buenos momentos merecen la pena siempre, a toda costa: “Aquel que ama no mide el tiempo ni la ausencia, / sólo mide el brillo de lo amado y su propia oscuridad”; “Amar es estar herido por lo que se ama / con una extraña dulzura”; “Adivino tus rincones oscuros / donde no puede entrar mi mirada: / son tus monstruos, / monstruos que dormitan en no sé qué brazos, / en no sé qué féretros”. Como se puede observar en estos versos, el amor aparece ligado a la herida, al dolor, e incluso a la muerte.
Lee sus textos

Del poemario Árbol tendido (1967)

Ventana del invierno, tus maderos
se me queman al sol que hoy ha nacido,
ábrete ya, que el aire me ha vertido
raudales de los brotes duraderos.

Nacer, que estaban muertos los primeros
árboles de mi bosque prometido.
Nacer las nuevas ramas y el sentido
de la savia por vasos verdaderos.

Qué goce triste en mí y cómo tengo
la mano florecida de ilusiones
y el alma abierta al rumbo señalado.

Bajo estrellas de ti, contigo vengo.
Mis pies en las inéditas regiones,
de tu sueño que busca mi cuidado.

Del poemario Nudos (1973)

No hay diferencia alguna entre el mar, el árbol y la televisión.
Hay un cordón umbilical
que une ese artefacto con nuestro vientre.
¡Por eso somos geniales!
Como dioses sin piedad,
hemos creado ese amasijo de cables,
de botones eléctricos,
lleno de voz humana,
de nuestra propia imagen,
hecha a semejanza nuestra.
¡La televisión está con nosotros!
Nos tiene ensimismados,
nos entra por los ojos,
los oídos…
y ya solo somos como ella,
amasijo de cables
y de botones eléctricos.

Del poemario Isótopo 56 (1974)

Quiero que te obligues a comprender en lugar de juzgar,
que olvides el instinto de muerte
que obra en nuestra historia,
la técnica que ya llega a un grado de locura,
los dioses muertos y las ideologías extenuadas.
Porque no quiero verte desvalido,
odiando a gritos
o matando en silencio,
acomodado a la mentira ni a la servidumbre.
No trates de rehacer el mundo,
pero impide que el mundo se deshaga,
y no te importe luchar,
sin odios y sin armas,
por ese compromiso.

Del poemario Isla de septiembre (1977)

Estoy ante ti, isla,
como una niña ante el agua,
ante el primer océano que descubrieron
sus ojos no nacidos.
La tierra sobre ti se quiebra,
en los acantilados llenos de golondrinas de mar.
Estoy envuelta en vida.
Un nuevo signo mágico se levanta por todas partes,
se ocultan las golondrinas
y ya no hay prueba de que la noche exista.
Del poemario Rumor de límites (1987)
(1)
Inventaré un verano para ahuyentar el frío,
porque el invierno es una triste soledad para mí.
Inventaré las hojas de los árboles,
el rumor de los sauces,
el graznido de las grises pardelas,
las velas de los barcos distendidas,
la luz sobre mis ojos.
Inventaré delfines
saltando del agua a mi regazo,
y cálidas arenas de prodigiosos soles.
Todo es mucho más fácil que poder
inventarme tus palabras.

(2)
La añoranza es como un trozo de luna
en el agua helada de un pozo.
Y me siento como la piedra sumergida,
lanzada por un niño osadamente
para ver si es profundo.
Esa piedra que se queda para siempre en el fondo,
ahogada.

 

El domingo 31 de octubre de 1993, aparece en El Día una entrevista de la escritora María de los Ángeles Teixeira Cerviá a la poeta Digna Palou Cruz.
En esta entrevista, entre otros aspectos, Digna Palou Cruz habla sobre las que fueron sus primeras lecturas, con predilección por Joaquín Romero Murube y Pedro Salinas. También habla de la enorme emoción que sintió al leer la novela Mararía, de Rafael Arozarena, y de sus años en el Instituto de La Laguna.
Asimismo, se exponen los medios en los que Digna Palou colaboró, como por ejemplo la revista Alaluz, dirigida por Ana María Fagundo, además de otras revistas hispanoamericanas, o los principales periódicos de Madrid: ABC, Ya, Informaciones, El Alcázar y Bellas Artes.
Pero, además, se recopilan algunas de las críticas que se han hecho a la obra de Digna Palou, entre las que destacamos las de Domingo Pérez Minik, Gerardo Diego, M. García Viñó o Guillermo Díaz-Plaja.
Finalmente, cabe destacar que en esta entrevista Digna Palou hace alusión a varios proyectos literarios, concretamente, dos libros de cuentos (Cuentos a Pitusa y Sueños de porcelana) y un poemario que se llamaría Ancla en tierra. Sin embargo, hasta la fecha no se han encontrado libros en prosa entre las pertenencias de la autora. Tampoco se ha hallado ningún poemario inédito con el título Ancla en tierra.

Bibliografía
Palou, D. 1967. Árbol tendido. Ediciones Ágora, Madrid.
Palou, D. 1973. Nudos. Rialp, Madrid.
Palou, D. 1974. Isótopo 56. Aldebarán, Sevilla.
Palou, D. 1977. Isla de septiembre, Colección Dulcinea, Madrid.
Palou, D. 1987. Rumor de límites. Torremozas, Madrid.
Palou, D. 2003. De nardos y brisas. Poesía completa. Ediciones Idea.
Palou, D. 2019. Poesía completa. Edición e introducción crítica de Covadonga García Fierro. Gobierno de Canarias.

Nota:

(1). Las autoras de esta ficha biográfica queremos agradecer públicamente la colaboración de Juan Manuel González de Linares Palou, hijo de Digna Palou Cruz, quien nos ha facilitado la información que contiene esta ficha, además de permitirnos contrastar y corregir datos sobre la autora que, por desgracia, figuran mal en Internet y en numerosos trabajos institucionales y de investigación. Por ejemplo, en la mayoría de las fuentes aparece que su segundo apellido es Rodríguez, o que su hijo Jaime falleció con ocho años. Ambos datos son incorrectos.

Ámbito Lingüístico y Social (MBS)

1º PMAR

  Recursos de la SA

IES José Frugoni Pérez

El alumnado recita el poema “Árbol tendido”

Balbina Rivero

Texto: la autora

FRANCISCA BALBINA RIVERO PIMIENTA

BALBINA RIVERO

1944

 

En la Noche

La luna me esquiva esta noche
el mar embravecido ruge en la distancia
mi dolor se proyecta en la noche
y cuento las horas más allá del amor y el odio

 

 

Francisca Balbina Rivero Pimienta, conocida literariamente como Balbina Rivero, nace en la Villa de Granadilla de Abona, el 24 de diciembre de 1944 aunque, oficialmente, consta el 16 de noviembre.
Su vocación literaria nace con ella aunque no es hasta bien entrada su madurez cuando logra publicar su primer libro, después de superar numerosos obstáculos.

 

 

A partir de su primer libro, comienza una carrera imparable, asombrando a sus editores y lectores por su prolífica producción.
Se inicia en la Editorial Baile del Sol con un libro de cuentos literarios para adultos titulado “Ya nada es igual”, al que se suman, en muy poco tiempo los títulos siguientes, la mayoría de ellos con Editorial Idea:
Aires del sur y del este, Ella confiesa (Baile del Sol), Óscar y Óscar (novela), Luis Diego Cuscoy, maestro y poeta (libro homenaje por su centenario); Doce horas para quince años (novela), Inextricable (novela), Fela, amiga y maestra (libro homenaje), Cuerda locura (novela).
Los libros infantiles:
Pipo, Una dosis diaria (de lectura), La Rebelión de las vocales, Entre alas y olas, Indiano Verde (Anaya). Leídos por el público en general y recomendados en algunos centros escolares y ludotecas.
Juveniles, que han sido recomendados en algunos institutos como libro de lectura: Amaro Pargo, el pirata de Tenerife; Beneharo, mencey de Anaga (Fin del mito)
Poemarios:
Ausencias, Levedad del ser, Festín de Venus y otros dioses (Idea); Poemas al viento (Escritura entre las Nubes).
Viaje por la vida (aforismos); Bajo el nogal (microrrelatos).
Ha participado en libros solidarios, colectivos y antologías, tanto en prosa como en verso. Ejemplo de ellos son: Escritos a Padrón, (museo Antonio Padrón), Casa de Fieras y Londres, con M.A.R. Editores,
Inquieta por todo lo relacionado con la cultura, idea la creación de una tertulia literaria con Fela Palenzuela y otros miembros, a la que llamaron Verbatim por sugerencia de Fela, amante de los latinismos. Más tarde, crea el grupo poético musical Pentaversus, con el que logran ser reconocidos como poetas. Con este grupo innova una forma de recitar que recuerda al teatro griego por los versos a coro que repiten todas las voces.
Fue vocal en la Asociación de Escritores de Canarias y perteneció al consejo de redacción de la revista Insularia, de publicación trimestral por dicha asociación.
Siente verdadera vocación por la lectura y por los niños, tal vez por ser de familia numerosa, por lo que da charlas en los centros escolares fomentando el amor por los libros y las letras en los estudiantes.
Seixo Revew (Canadá) e Isla Negra (Italia) son algunas de las revistas que han solicitado su colaboración.

 

DULCE FESTÍN DE VENUS

Apresúrate a cortar la rosa

pues, si tú no la cortas,

caerá marchita.

Apresúrate al juego de la seducción

y que el leve soplo de la brisa

te ayude a salir del puerto

después, en alta mar,

volarás al impulso de los vientos

más impetuosos.

 

Desconfía de la vaga claridad de las lámparas.

 

La noche y el vino extravían el juicio,

la noche oculta las imperfecciones.

Examina, pues, a la luz de día

el brillo verdadero de mi sincero amor.

No olvides que

antes cesarán de cantar los pájaros en primavera,

las cigarras en verano,

y las estrellas se apagarán en todo el universo

que no quede yo atrapada en tus redes,

seducida por tus artes amatorias.

Y que, alcanzada por el vino de las alas de Cupido,

no me entregue a ti en el dulce festín de Venus.

 

ANSIAS DE VUELO

Alas de águila tengo, de gorrión el cuerpo.

Quiero alzar el vuelo, atravesar las nubes,

jugar con un rayo de sol

y descansar en Venus.

 

Clamo, arengo y susurro en el desierto

nadie me contesta, ni tan siquiera el eco.

No hay viento, no hay brisa, todo es silencio,

un espejismo ilusorio veo a lo lejos.

 

El sol ardiente externo me consume

e igual, en mi interior, me quemo.

Alas de águila tengo,

de gorrión el cuerpo.

 

INSACIABLES

Ahora todo es silencio

roto por los frutos del odio.

Ojos dilatados

ojos vacíos

piernas rotas

brazos dentellados.

Restos de los que ayer fueron hombres

y hoy no son,

ni están.

 

Noches de inacabables fuegos, sin artificio,

albas oscuras, densas alboradas

irrespirables

por la muerte

la mentira

la ambición

el poder.

Engañosos salvadores,

lobos disfrazados de corderos

que no buscan caperucitas

sino a indefensos niños

vulnerables mujeres

y débiles hombres.

 

Zarpazos de gigante rabioso

diezman la vida palpitante.

Gobernantes insaciables,

ávidos de tesoros

y sentimientos muertos,

desoyen el clamor de las víctimas,

de los valientes desarmados.

 

El ritual lo exige.

 

Sus dioses de impiedad

quieren más, más, más…

Y todo vuelve a empezar

y la rueda sigue, y sigue, y quieren más, más.

Los dioses perversos quieren más…

 

LIBERTAD ALCANZADA

Caminar caminos

surcar mares

zigzaguear los cielos

es para mí un repetido sueño.

 

Volar sobre verdes campos

montando a Pegaso

sin permitir que Perseo

me de alcance y como a Medusa me mate.

 

Quiero hacer estelas en el zafiro Océano

acompañada de Poseidón hasta llegar

a la Atlántida platónica

donde mil Nereidas me recibirán.

 

En cuanto a los caminos terrestres

quiero que sean Gea y Zeus

los que mis pasos guíen.

Brindaré por ello.

 

Caminaré caminos

surcaré mares

volaré los cielos

y así olvidaré

tanto tormento

 

MI YO

Inmensa calma a mi alma unida

sin que la vana promesa del mundo se cumpla.

La libertad ventea en mí sobre el dolor

y calma … las sangrientas huellas del tiempo.

Ordené el pensamiento caótico que torturó mis días

y aprendí el valor de la unidad

expresión máxima de la profundidad del ser.

Al fin dejo de ser extranjera en mí

para, dueña y señora, recorrer vastos caminos

y volar altos cielos.

Buceo en mi yo… y me reconozco…

Nunca he sentido mayor placer en mi solitud.

 

EN BUSCA DE LA PAZ

 

Sentí su llamada

y mi espíritu respondió raudo,

era la paloma viajera

en busca de la Paz.

 

Había volado a las antiguas tierras

que se doran bajo el sol de oriente

y los hombres se queman

con las bombas de la ambición.

 

En la mañana azulada

me uní a su vuelo

y surcamos los gastados cielos

y sobre agotadas tierras.

 

Nuestros corazones rebosaban pesar y, mientras,

los hombres trabajaban y hacían ofrendas

otros comían y bebían y no nos veían pasar,

entre ellos, hablaban de la paloma perdida,

de la paloma de la Paz.

 

Llegó el tiempo de las tormentas

y las montañas cambiaron sus verdes por grises

las nubes galopaban furiosas

y cubrieron de oscuro la tierra.

 

La paloma y yo seguimos volando lento

volábamos sobre el país del trigo y la cebada,

viñedos, higueras y granadas, y sobre

la tierra de los olivos, que ya no manaba miel.

 

Cuéntame que ha pasado, blanca paloma

y ella me contó cómo perdido el amor,

recorría el mundo para unir a los hombres.

¿Cómo? Le pregunté, y su respuesta fue lo que Isaías profetizó:

“No alzará espada nación contra nación ni se adiestrarán más para la guerra”

 

Mil palomas blancas se nos unieron

y seguimos volando, volando, surcando cielos…

 

De la novela Cuerda locura:

    Había perdido el don de volar junto a los pájaros, el de comunicarse con las estrellas y el de trasladarse a cualquier lugar del mundo con la plena sensación de poseerlo todo, de comprenderlo todo. Cierto que ella no había pedido esos dones pero, ¿por qué ahora la despojaban de ellos?
¿A quién confiarle aquel el estado de locura extremadamente cuerda en el que se encontraba?
***
Salió de la consulta e inmediatamente se colocó las gafas de sol, no quería que nadie la viera con los ojos enrojecidos por el llanto. Caminaba despacio, cabizbaja y agradeciendo que la brisa de la tarde le diera en el rostro y le trajera el aroma de las flores del Parque García Sanabria, el pulmón de Santa Cruz, allí donde las madres llevaban a sus hijos para que sus risas infantiles alegraran los días de los chicharreros y turistas. Si en su niñez adoraba tomar el sol (como un lagarto, le decía su madre), ahora no soportaba el calor. En cuanto subía un poco la temperatura se sentía agotada. Afortunadamente el verano tocaba a su fin.
***
Ni uno solo de estos versos dejan de encontrar un lugar en mi alma, ésta se identifica con ellos, tú los sabes. En algún momento has de escucharme, tendrás que darme respuestas a tantas dudas. Cuando la desesperanza quiere entrar en mí y dominar mi ánimo, me digo, “si el hombre siendo como es imperfecto y con lo difícil que es encontrar y conservar un buen amigo, ¿cómo es que Juanila y Guillermo se desviven por mí y hacen todo lo posible porque me recupere y me sienta bien, y viene siendo así desde hace tantos años? Y si ellos siendo humanos se comportan así, son tan constantes, ¿por qué no vas tú a escucharme y complacerme después de habérmelo prometido tantas y tantas veces?

    ***
De la novela Inextricable

    Se levantaron con el alba. Unos tímidos rayos de sol intentaban abrirse camino entre unas nubes negras, amenazadoras de descargar la abundante lluvia que parecía llevar dentro.
Tal y cómo habían quedado la noche anterior, María recogería a Luna en la parada de la guagua en la Avenida Tres de Mayo. Luna ya la esperaba, abrigada hasta las orejas, el relente de la mañana se hacía notar con fuerza. Desde allí les sería más fácil la salida de la capital hacia el norte de la isla. El tráfico era intenso, todos los conductores, al volante, con cara de sueño, luchaban por llegar a sus puestos de trabajo, las colas de coches eran interminables por lo que tocaban el claxon, impacientes de permanecer tanto rato sin apenas avanzar unos metros.
***
Los visillos estaban abiertos y a través de la amplia cristalera que quedaba a la espalda de Dionisio, se veía la verde campiña y la hermosa y suave figura de una colina, recortada en un cielo gris pálido que amenazaba ser roto por unos tímidos rayos de sol que querían abrirse paso entre las nubes, tal vez para alumbrar y llenar de esperanza a aquellas dos mujeres tan necesitadas de respuestas o, tal vez, favorecer la intuición de aquel ser, según quienes lo conocían, dotado de una gran clarividencia.

 

 

Relativo a su poesía, Ambrosio Fornet, exprofesor de la Universidad de la Habana, presidente de la Casa de América, guionista y crítico literario dice: es admirable cómo Balbina Rivero con palabras tan sencillas logra transmitirnos sentimientos tan profundos.
El director de cine Rolando Díaz comenta de su primer libro Ya nada es igual, un libro de relatos, entre otras cosas: Es una ambiciosa mirada de gran sensibilidad que refleja en sus breves relatos muchas de las inquietudes, certezas e incertidumbre que nos envuelven y acechan a lo largo de la vida.
El doctor en Historia del Arte de la ULL, dice de su segundo libro Aires del Sur y del Este:
Su prosa es enriquecida por matices poéticos donde abundan las expresiones rápidas, los términos familiares, los tonos cariñosos, la naturalidad en toda su amplitud. Un estilo un tanto escueto, flexible, vivo, descriptivo y apasionado, que revela una incesante preocupación por el hombre, la sociedad y su integridad espiritual frente a la crisis, la violencia, la pérdida de valores y la carencia de sensibilidad. Por eso, los cuentos que este libro contiene no son meras historias, llenas de retóricas, inventivas literarias que producen una acertada estética, sino que ofrecen un contenido apoyado en una experiencia vivencial, sólida, que desea transmitir, con pasión, la verdad. Aferrada a la realidad, confiere a sus personajes un vigor excepcional, llenos de amenidad que seducen y convencen. Algunos se mueven en marcos naturales, otros, en cambio, son fruto de una reflexión, de meditaciones y observaciones que trazan todo un sentir forjado ya en su infancia en aquellas tierras sureñas, donde la naturaleza expresaba su fuerza y esplendor, de cielos inmensos, de mar infinita, de claras montañas, o del duro contraste de una sociedad urbana en que descubre los efectos de los hombres que parecen haber olvidado el placer de vivir.
Todos ellos quedan atrapados bajo la mirada de un pensamiento, o más literariamente, de un eufemismo, de genio muy personal, de efusiones casi líricas y de estilo cuidado, que Balbina, con encanto especial, los convierte en “prefacio” para cada uno de los cuentos: “Muchas veces pienso que sueño demasiado, y otras, que vivo muy poco” (cuento 2); reproduce con sobria claridad sus lógicas deducciones, encerrando con ello el contenido del relato, sin abandonar por un instante el intenso efecto que produce en el lector. Aquí, la autora manifiesta con soltura y decisión el manejo no sólo de la prosa, sino de la poesía, de la reflexión, concediéndole talla de pensador.
Como hemos dicho, con este libro Balbina nos descubre su capacidad literaria, pero no la capacidad de ahora, sino la de siempre. Aquella capacidad que venía impulsada desde niña, desde joven, gracias a que la vida no pasa de largo, porque hay que gozarla con vehemencia y originalidad. Esta riqueza contenida va poco a poco transformándose en páginas escritas, en realidades, en situaciones donde el lector, más de una vez, se sentirá identificado.

Gerardo Fuentes Pérez
Doctor en Historia del Arte

Juan Martínez Torvizco, sobre la novela Cuerda locura, apunta:

En «Cuerda Locura» Balbina Rivero presenta una visión personal de su espiritualidad, unida a grandes dotes de realismo que hace de esta novela un viaje introspectivo hacia y desde dentro. Dentro del género humano se encuentran dos categorías de escritoras, de un lado las de talento que escriben por pura inspiración y las carentes de talento que lo hacen por pura ilusión. De las segundas no merece la pena gastar palabras de dedicación. Sin embargo, a las primeras las palabras les revolotean como el vuelo de un pájaro o como el mecerse de una cometa. Las palabras cual ADN del organismo se van colocando de manera ordenada donde le corresponde a cada una siguiendo el mandato de su hacedora.

La necesidad de escribir está en la propia naturaleza de la autora. La novela que tiene el lector en sus manos está dividida en tres apartados: una primera parte donde se presenta al personaje de Lucía, como mujer que lleva atormentada los dos últimos años. Habla en primera persona narrando una serie de vivencias y situaciones, entre otras, un problema actual como es el del insomnio. Esta parte aparecen pinceladas de los problemas mentales que cual pájaro revolotean en la mente de Lucía, su pérdida de ilusión, su tristeza, su necesidad de «búsqueda del camino» son compatibles con la ansiedad que se manifiesta en su conducta. Lo que se deja entrever en esta parte es que Balbina Rivero no ha perdido el don de volar junto a los pájaros, el de comunicarse con las estrellas y el de trasladarse a cualquier lugar del mundo con la plena sensación de poseerlo todo, de comprenderlo todo, en definitiva, es un pequeño gorrión en medio de un huracán que es la vida, como pone en boca del personaje. La segunda parte cuenta con una relación malograda por el fallecimiento de la persona que da ganas de vivir a nuestro personaje principal. Se revela un espíritu frágil a la vez que fuerte, Balbina Rivero presenta a una persona portadora de la luz, capaz de hacer sanar a una niña. También nos presenta un lugar de peregrinación como es el Valle de Taizé, en Francia. Esta segunda parte tiene un espíritu más mundano y las cuestiones planteadas pueden ser resueltas desde el ámbito de lo real, al margen que Rivero presente al personaje con la capacidad de entrar y salir de la realidad y sumergirse en el mundo de los sueños. Quizás la gran aventura esté en el desconocimiento que el personaje presenta del estado en que se encuentra en todo momento, lo que le confiere un espíritu a la vez que innovador, ciertamente místico.

La tercera parte de esta publicación a la vez que ocurre en las dos anteriores aparece la figura del alma como algo que tiene su sentido en la medida que alguien quiere desarrollar su espiritualidad. El «leit motiv» utilizado en todo momento en la novela es «no sé si pienso o sueño que pienso». La protagonista que desde muy pequeña abraza en conversaciones íntimas la figura del Guía o Maestro se produce un momento que se da cuenta que tiene que ir sola y enfrentarse a sus propios miedos.

La autora Balbina Rivero utiliza este recurso de poner en primera persona todo el transcurrir de la acción de Lucía. Se plantea una especial forma de entender la realidad y la ficción, me viene a la memoria el libro de Paul Watzlawick, « Es real la realidad» que plantea ¿Hasta qué punto es real lo que ingenuamente solemos llamar realidad? ¿Existe sólo una realidad, reflejo de verdades eternas y objetivas?.

El trayecto existencial que impregna la obra de Rivero sólo se ve interrumpido por los episodios de realidad que párrafo tras párrafo van quedando plasmados en el papel. La protagonista de esta obra se nos muestra imbuida en una religiosidad que la hace, utilizando la metáfora como figura literaria, mostrarse como alguien dependiente de los demás. Suyas son las palabras «conseguía por medio de los rezos, la oración, la acción, la meditación o mediante determinadas lecturas, alimento para mi mente y mi espíritu».

Con un lenguaje rico y un adecuado uso de los calificativos, la autora de la novela nos va introduciendo en ese mundo de difícil división entre lo imaginario y lo consciente. Va perfilando a lo largo del transcurrir de la obra la protagonista “seguiré soñando con imaginarias metas, seguiré soñando que pienso y por lo tanto que existo, seguiré creyendo que avanzo”.
Estas declaraciones de Rivero me hacen recordar una situación donde los protagonistas tienen puntos de vistas diferentes aunque los dos presenten la mejor de las visiones, una pareja de pie frente a la inmensidad del gran cañón: “¿Has visto algo más imponente?” dice él, ella distraída le muestra una pequeña flor que acaba de alzar del suelo: “Sí… ¿has visto algo más perfecto?”. Le responde.

Una vez que has leído la novela, seguro lector que te pasa lo que a mí, que a veces te vas trasladando en el espacio y en el tiempo y eso sólo se logra cuando quien encadena las palabras tiene la espiritualidad, la imaginación, la sensualidad y la sensibilidad de Balbina Rivero. Creo que estás preparado para adentrarte en el mundo real de la imaginación o en el mundo imaginario de la realidad, tú eliges cual quieres que sea tu mundo.

Juan Martínez Torvisco
en conversaciones íntimas la figura del Guía o Maestro se produce un momento que se da cuenta que tiene que ir sola y enfrentarse a sus propios miedos.

La autora Balbina Rivero utiliza este recurso de poner en primera persona todo el transcurrir de la acción de Lucía. Se plantea una especial forma de entender la realidad y la ficción, me viene a la memoria el libro de Paul Watzlawick, « Es real la realidad» que plantea ¿Hasta qué punto es real lo que ingenuamente solemos llamar realidad? ¿Existe sólo una realidad, reflejo de verdades eternas y objetivas?.

El trayecto existencial que impregna la obra de Rivero sólo se ve interrumpido por los episodios de realidad que párrafo tras párrafo van quedando plasmados en el papel. La protagonista de esta obra se nos muestra imbuida en una religiosidad que la hace, utilizando la metáfora como figura literaria, mostrarse como alguien dependiente de los demás. Suyas son las palabras «conseguía por medio de los rezos, la oración, la acción, la meditación o mediante determinadas lecturas, alimento para mi mente y mi espíritu».

Con un lenguaje rico y un adecuado uso de los calificativos, la autora de la novela nos va introduciendo en ese mundo de difícil división entre lo imaginario y lo consciente. Va perfilando a lo largo del transcurrir de la obra la protagonista “seguiré soñando con imaginarias metas, seguiré soñando que pienso y por lo tanto que existo, seguiré creyendo que avanzo”.
Estas declaraciones de Rivero me hacen recordar una situación donde los protagonistas tienen puntos de vistas diferentes aunque los dos presenten la mejor de las visiones, una pareja de pie frente a la inmensidad del gran cañón: “¿Has visto algo más imponente?” dice él, ella distraída le muestra una pequeña flor que acaba de alzar del suelo: “Sí… ¿has visto algo más perfecto?”. Le responde.

Una vez que has leído la novela, seguro lector que te pasa lo que a mí, que a veces te vas trasladando en el espacio y en el tiempo y eso sólo se logra cuando quien encadena las palabras tiene la espiritualidad, la imaginación, la sensualidad y la sensibilidad de Balbina Rivero. Creo que estás preparado para adentrarte en el mundo real de la imaginación o en el mundo imaginario de la realidad, tú eliges cual quieres que sea tu mundo.

Juan Martínez Torvisco
Psicólogo Social

 

 

 

Ser mujer es un handicap para cualquier proyecto en el que se aventure.Toda mujer habrá demostrar, una y otra vez, que tiene méritos más que suficientes para ello y, aún así, tendrá que probarlo a cada paso que da.

En la literatura, como en tantos otros campos, ha mantenido una dura lucha constante para ocupar el espacio que por derecho propio le corresponde y el que los hombres han considerado siempre eminentemente masculino.

Solo existe una Literatura: la buena, la bien hecha, se escriba en el punto cardinal que se escriba y la cree la pluma de una mujer o la de un hombre.

En la primera juventud de Balbina Rivero solo pudo leer textos de tres mujeres: Teresa de Ávila, Pearl S. Buck y algo de  Emilia Pardo Bazán.

Actualmente, en Canarias, hay valiosas escritoras que merecen que su obra se proyecte fuera de nuestros límites isleños. A la península y, por qué no, más allá de nuestras fronteras.

Como experiencia personal, en la época que le tocó nacer a Balbina Rivero y ser niña, la condicionó brutalmente, ser la segunda de siete hermanos, también. Solo tenía preferencia a la hora de cargar con el pesado fardo del trabajo y la responsabilidad, sin posibilidad de reconocimiento alguno:

La sociedad, a lo largo de siglos, ha la encuadrado a la mujer en el papel de reproductora de hijos y la de fiel esposa (anteriormente, de buena hija), mentalidad que ha ido variando muy lentamente hasta conseguir derechos,  sobre todo en occidente. Actualmente se viene notando  un cierto retroceso por lo que la mujer debe seguir luchando si quiere mantener lo conseguido y seguir avanzando.

A la mujer la salva su fortaleza y su constancia en la lucha.

Prácticas Comunicativas y Creativas (PVY)

1º ESO

  Recursos de la SA

Olga Rivero Jordán

Texto: Daniel María

La Laguna (1928-1921)

“Yo perdida soy ángel
remonto el azul
y serenos caen los astros
vestida de dagas
entierro el ataúd.
Noche que acercas tus solares ojos
a esta diva que va hacia el páramo
desde allí la soledad
transmigra en olas quietas”

Olga Rivero Jordán nació en La Laguna (Tenerife) en 1928 y falleció el 14 de abril de 2021. De formación autodidacta, fueron claves sus visitas cotidianas a la biblioteca del Instituto de Canarias. Entre sus antecedentes familiares se encuentra el lingüista y literato José de Anchieta. Olga Rivero Jordán trabajó como telefonista y tuvo una adolescencia difícil por la situación económica y social de su familia, marcada por el desgarro franquista. Su padre, Luis Rivero, primer teniente alcalde del Ayuntamiento de La Laguna, fue preso gubernativo hasta su liberación, realizó trabajos forzados, pasó por la prisión de Fyffes y se le incautaron varias fincas y propiedades, lo que marcó sensiblemente a su familia.

Al visitar a su hermano Joaquín, maestro en Los Llanos de Aridane (La Palma), Olga Rivero Jordán conoció al músico y trabajador de la banca Mariano Luis, con quien contrajo matrimonio. Su vida experimentó un giro a su vuelta a Tenerife a mediados de los 70, donde poco a poco lograría entregarse a su pasión poética.

Por estos años inició una tertulia en el Ateneo de La Laguna con poetas jóvenes y comenzó a publicar sus textos en las revistas Artymaña, El buey de las estrellas, Campus II, Aquel Viejo Noray, Taramela, Menstrua Alba, Poesía (revista venezolana de poesía y teoría poética de la Universidad de Valencia, Venezuela), El Taller, El Vigía, así como en los diarios La Tarde (Revista Semanal de las Artes), Diario de Avisos, El Día y La Gaceta de Canarias (Gaceta de Arte y Literatura). Aparece en la última antología de poetas canarios editada por el Ateneo Obrero de Gijón (Asturias) y en Antología de la Poesía Canaria de Antonio Arroyo y Domingo Acosta Felipe para la revista Isla Negra nº 202. A su vez, la revista especializada Orizon Literar Contemporan tradujo al rumano una selección de sus poemas. Actualmente goza de gran divulgación en Latinoamérica gracias a autores simpatizantes de su obra que la han hecho llegar a Chile, Venezuela, México y Argentina.

Es autora de Los zapatos del mundo (1982); Las llamas rápidas de la sangre (1995); Girándula (1993); La imaginista de sueños (2003); La ciudad soñada (2003); Poesía inédita 1977-2004 (2004), que contiene cinco poemarios: La piel del bosque, Solo de siluetas, Poemas a los cuadros de una exposición de Grecy Amores, Lenguas de lluvia y Esgrima de espejos; la trilogía El sentir de la hoguera, Hiladora de luz y Mares (publicada en 2006) y Memoria azul (2009). Sus obras han sido atendidas por eminentes escritores como Isaac de Vega o Carlos Pinto Grote, ambos Premios Canarias de Literatura. Además de Pérez Só, Freddy Crescente, Antonio Arroyo Silva, Juan José Delgado, Antonio Jiménez, Roberto Cabrera, Jorge Rodríguez Padrón y Daniel María, que trabaja actualmente en la edición del último libro inédito de la escritora. En 2018, la Asociación Tinerfeña de Escritores le concede el Premio Victorina Bridoux de las Letras al conjunto de su obra.

De La piel del bosque (1977-1986) incluido en Poesía inédita (1977-2004) [2004]

TRAPECISTA

Por la seca laringe de la sangre
espigas florecen
sin mediar voz eligen los arroyos
donde el cardo no pica.
Al iniciar nuevos bailes
las hienas explayan sus saltos
y una emperatriz
con zapatillas doradas te saluda
allá arriba
donde la hierba enrojece
largas medias encogidas al vapor del vacío.
De sus bocas el grito
llena de rabia los estanques
o la visión de estar
cerca del suelo.
Caída mortal de las sílfides sin piernas
el alambre no tiene fin.
Ser a veces etéreo
y navegar en las falsas colinas del sufrimiento.
El payaso deja correr el perfume blanco
de sus descascados ojos
Liba su misma carne porque las bailarinas han parado,
ven los menudos confetis de la muerte.
Acostados
se besan en la carpa.

SILENCIO

No sé si hubo
palabras,
un escalofrío de placer
inundó el parque
lleno de serpentinas,
también tembló
tu voz.
Y de tanto reírse
la tarde
cayeron los astros
de mi traje roto.

GUSANOS

Gusanos estampados
en mis sienes de cien,
cortinas como espadas
atravesaron mi casa de mosquitos caribeños
la locura fue puesta de manifiesto
en los mostradores aterciopelados
cayendo sobre el cuerpo las serpientes amorosas
libando así los sedentarios días de una dama
que pasaba de ser soga a ser
infinitamente delicada.
Fue quizá la música de jazz
la que resonó en mis aledaños laterales
ciempiés con cola de piano
en las hermosas cuerdas del saxo
siguieron oyéndose
más distanciados encima del cielo
las notas de los pasos
                           por el filo del viento.
Fueron los días más auríferos
de mi exiliada criatura
posponiendo los gratos sonidos
a mis fieles cucarachas
que me acompañaron toda la velada
y fui tan feliz como lo fueron mis cuatro abuelos.
Ya se está terminando este redondo día
y en este cielo de pluma
que yace en mi mano
ya no necesito oírte otra vez.
Los edredones  no se asustan de las octavas prisas
donde se muelen mis sentimientos
mis llantos los olvidé
hace miles de años.

ESCÁNDALO

Mi voz te sigue por encima de tu sombra
tus pasos también aletean
al inicio del descorche,
la seda cae a los precipicios de mis pies,
como mariposas cosquillean
en el centro de tu redondel de escarlata.
A media luz tu encarnizado chapoteo
de lácteas venas que te gritan aturdidas.
Es mejor rociar las carnes,
tenderlas vencidas
y que lleguen a ellas
los nervios calientes de un cauce de luz.
Punzante herida
que penetra el éxtasis
rebosan de hinchados labios
sus burbujeos lamen histéricos rincones,
se adentran en cunetas de espasmos.
Dulce siempre,
no mermaré los deseos,
ellos están ahí,
en el gemido.

CLARIDAD

Te perdí en la claridad
como una esponja seca.
Poco a poco el cuerpo
se vuelve a nutrir
de vanas esperas.
Por el vago horizonte se desnuda tu piel
en mitad del sol
dentro de tus cejas
te palpé la frente.
Recostada fingí dormir
estatua esculpida en mi cuerpo helado
resbalan
por el enmarañado bosque
tu silueta y el sol.

De Solo de siluetas (1987-1990) incluido en Poesía inédita (1977-2004) [2004]

DESPUÉS DE QUE SEA TARDE

Después de que sea tarde
después de que no hagas falta.
Después
    vendrás deprisa.
Pero aún así
ya será tarde
y cerca de mí
    desasiéndome
    en los huecos profundos
    de un ropero.
       Sola
       en mi multitud
       como una curva sin recta
       impalpable
       me revuelvo en los latidos
       del viento.
   Y después de que sea tarde
y cuando de aquí me desprenda
    y mi alma ya se hunda
sin pasillos
    sin regresos.

De Poemas a los cuadros de una exposición de Grecy Amores (2001) incluido en Poesía inédita (1977-2004) [2004]

LA BOA

Si Cleopatra resurgiera
de entre las espinas de la boa
rozando su pubis eterno
y su camino espinoso
sería un camino seguro
que a ella sólo la transforma
púas que la penetran hasta el fondo
del aullido
ese talismán que todas deseamos
pasar las manos y sus anillos de Venus
no hacerle daño al amor.

VEINTE SEXOS

Y uno menos en el centro del Astro
me llamabas Constelación
río de la noche
despojado el esplendor
así quedó
amarillo en la tarde.

GRIS

Dónde estás mujer gris
yo te pondría Juan Gris
con dos cabezas y el reflejo
de tu doble mano
y esa tarde también gris
en perfecta armonía alegan tus bocas
cantos a la horca
alguien quiso asesinarte
dos veces.

LEVITABA

En el lago azul
senos que resplandecen
como fuegos fatuos
esfinge amada
sapos anillados
cabellera que mira la muerte
despierta antes del martirio
sus gritos de agua ahogo
en la bocanada última
querer deslumbrar al sol
reto de Ofelia desapareciendo
del espejo del cielo.

De Lenguas de lluvia (2002) incluido en Poesía inédita (1977-2004) [2004]

OSCURA IMAGEN

Mi oscura imagen trasbordo
apura el talismán cristalino
las mareas
la sal satisface mi lengua
hervida la antorcha
se guisarán los sabores
sobre el aparador
la vela describe
olores sacrílegos.
No más beber el alba toda blanca
navega el humo pernicioso
agota la vocal o único universo
ante el difamador diabólico.

De Esgrima de espejos (2002) incluido en Poesía inédita (1977-2004) [2004]

FUGA

Él sigue su fuga
es real
nadie comulga
sin una gargantilla
donde note
el aroma del sueño.
Llego a los ojos
duermo bajo las lilas
violáceo color del entresuelo
mi alma tirita
por rendijas de fuego
mi sudor lo comparto
en medio está la espuma
con rasgos aparentes de locura.
Tanto deseo para dormir sola
la luz del pensamiento brinca
te cojo la mano
esa mano morena
pero yo duermo en un sofá escarlata
los querubines siguen el parpadeo
de mis pies fugados
a la orilla de un estanque muerto.

FRÁGIL

Y ya alta mira
sostiene tu peso frágil
pero sé que estás ahí
frunciendo la herida
no sangra pero duele
y es tanto el ardor
que llega a las fauces.
Torrente o cueva
atrae mi cuerpo
a ese tabernáculo sombrío
y una sola mirada
levantará el dedo
fundido y crepitando
quemaremos los recuerdos
fueron cascadas al bajar el temblor
los sonidos sostienen
la voz de tu silencio
carraspeo mi bien
recibido adonis.

CIELO VACÍO

Hay un cielo vacío
donde los muertos no hablan
llega a nuestro sentido
el olor de la ausencia
mientras los tímidos hacen altares
con palabras de flores
cuyas espinas devoran
al más suspicaz.
Dentro de las efemérides
la soga de la tierra
va brincando de lado a lado
Recoge los restos de hojas secas
capricho mal estimulado ídolo
razones tienen los vientos
ellos no se detienen
largos sinfines acotan el fuego
recoge el averno
ya la quema se surte de símbolos
cuadros imperfectos
que lograron sacarlo de su voraz boca
inserto el calor que se desprende
llameante.
Tú y mi pecho son el ronquido
de ese beso que no has dado.

ESTATUA

Mando a hacer una estatua
de blancas guedejas
cuando mi mano se estira
pausada va lenta
a pelar el viento
ladera abajo
se escurre ese infierno
el pedrusco
te da mortal lividez
ya inerte
el cráter corre
a desviar el magma
salvas se oyen
a socorrer las llamas
y en mitad de la voracidad
te llamo amor.

LUCES

Nadie escucha el vocerío de las luces
los cafés languidecen
al igual que las cervezas
incontenible río de manos
santiguan las mesas
debajo los gritos
un perro husmea la carrocería de su piel.
Se abre el cielo
aparece como silbido
el barman de turno
el vaho turba y emborrona
la cabellera sedienta del mostrador
tañidos de una socarrona bocanada de música
barren los pensamientos
almidonados del cruasán
tintineos postizos derriten el encanto espumoso
afuera olor a bestias de gasolina
exprimen las baldosas acrílicas
del transeúnte de medianoche
que palidece ante el neón de la muerte.

Carta de Jorge Rodríguez Padrón: Leyendo he recordado el mundo de la poeta uruguaya Marosa di Giorgio, con el que creo el suyo establece un sugestivo paralelo o reflejo, desde esta ladera del idioma. No sé si conocerá la obra de di Giorgio (lo digo porque hace muy poco que se ha publicado en España); pero creo que valdría la pena que se encontraran –siquiera a través de la lectura– con alguien que yo entiendo que es su alma literaria gemela.

Isaac de Vega (Prólogo a Girándula): De repente has querido estar sola, todos se han ido. En una ancha pamela, que tiene una cinta verde, vacías el contenido de una larga bolsa antigua de terciopelo de un color violáceo, suave, y multitud de objetos caen sobre el cuenco y rebosan por sobre las alas. Lo tomas por ellas y lanzas al aire, a la altura, los montones de cosas, de flores, de papeles recortados, de muñequitos, de bolígrafos y de vacías copitas de licor. Caen lentos y tú vas viendo cómo se distribuyen sobre los mosaicos del suelo. Los cambias de lugar tras contemplar el paisaje que configuró el azar; pones esto más allá, lo juntas con aquello… Misteriosamente alguien de fuera en su momento también arrojó hacia la altura, en tu mismo tiempo para que no te apercibieses, otra profusión de cosas, que ya sobre los mosaicos aparecen mezcladas. Miras las fantasiosas figuras, las transformas, las mueves con los sensibles dedos.

Marian Montesdeoca (Prólogo a Poesía inédita 1977-2004): Nos conduce a la vida, a la vida total, cargada de risas y de agudísimos dolores. Somos suyos y a la vez se nos regala vestida de muchacha insolente, perpetrándonos una seducción cargada de inconsciencia, una seducción que a través de sus versos se transforma muchas veces, y casi imperceptiblemente, en una melancolía antigua y universal.

Antonio Arroyo Silva: (…) no hay palabras mágicas. Es la magia de las palabras con su hambre y su sed repintadas de cereza, que Olga recoge de la escarcha, después de la nevada del desasosiego. Así que me siento a la mesa, me vierto en el café con leche y Olga, desde el silencio, va llenando el vacío con las frutas prohibidas de todos los paraísos.

Roberto Cabrera: La prosa poética de Olga Rivero es una plaga vegetal que nadie sabe si es casi una hiedra que acabará ocultando por completo la crudeza y los contornos alambicados de unas décadas que aún no le han devuelto el primitivo hogar de sueños, aquel que robaron a todos los proscritos y que quedó tan imaginistamente plasmado por López Torres en su poema “Las Moscas”.

Freddy Crescente (Prólogo a La ciudad soñada): Permanente reflexión acerca de la literatura, de la que se extrae la poética de la autora: la obra entendida como polifonía; la literatura como invención y como vía de exorcizar el dolor.

Juan José Delgado (prólogo a Hiladora de luz): La poeta no esquiva el poder de la videncia; es más: pretendidamente la busca mediante la alteración de los sentidos y el asalto que emprende contra la realidad habitual o lógica. Es por ello que la naturaleza descrita corresponde a paisajes en incesante transfiguración. Las visiones resultantes asombran y atraen. La escritura parece ir por delante y de acuerdo con una corriente de conciencia. No pone riendas a lo que dice ni a cómo decirlo. Toca ahora avivar la intuición, la fantasía, el ensueño; en definitiva, es el momento de que una corriente de irracionalidad transporte el pensamiento poético.

Reseña de Roberto Cabrera sobre La imaginista de sueños:

https://dialnet.unirioja.es/descarga/articulo/2250605.pdf

Poemas escogidos en la revista Acta literaria:

https://actaliteraria.blogspot.com/2016/10/olga-rivero-jordan.html

Entrevista en El Día (6 de enero de 2005):

https://eldia.es/cultura/2005-01-06/1-Olga-Rivero-Algunos-entienden-da-cabeza.htm

Los zapatos del mundo (1982)

Las llamas rápidas de la sangre (1995)

Girándula (1993)

La imaginista de sueños (2003)

La ciudad soñada (2003)

Poesía inédita 1977-2004 (2004), que contiene cinco poemarios: La piel del bosque, Solo de siluetas, Poemas a los cuadros de una exposición de Grecy Amores, Lenguas de lluvia y Esgrima de espejos

El sentir de la hoguera (2006)

Hiladora de luz (2006)

Mares (2006)

Memoria azul (2009)

Prácticas Comunicativas y Creativas (PVY)

2º ESO

  Recursos de la SA

Josefina Zamora

Josefina Zamora. Foto de Poldo Cebrián

Texto: Covadonga García Fierro

“La mirada infinita de Josefina Zamora”
Josefina Zamora Lloret (Alicante, 1920 – San Cristóbal de La Laguna, 2006)

 

 

 

Josefina Zamora Lloret es una periodista y brillante narradora, desconocida en gran parte porque solo llegó a publicar un libro de relatos.
Estudia el bachillerato en el Instituto Pérez Galdós de Gran Canaria. Posteriormente, cursa estudios de Magisterio y se licencia en la primera promoción de Periodismo de Canarias. En 1980, publica la tesina Estudio sobre La Aurora. Semanario de Literatura y de Artes (1847-1848); y en 1994, el único libro de creación literaria escrito por esta autora, La mirada infinita.
El 27 de julio de 1980 aparece en el periódico El Día una entrevista de Ernesto Salcedo a Josefina Zamora. Gracias a este documento, conocemos algunos datos importantes sobre las influencias literarias de la autora y su dedicación a la escritura creativa: “Soy una infatigable lectora y no tengo demasiada exigencia, lo leo todo, desde una receta hasta unas estadísticas, pero mi pasión son los escritores del siglo diecinueve. Escribo desde siempre, aunque nunca lo he hecho de manera continuada […]. He de confesar que, ciertamente, después de escribir, siento una gran paz”. Sobre La mirada infinita, Zamora confiesa: “tengo una colección de cuentos que no sé si alguna vez publicaré y en los que muestro un sentido catastrófico de la vida que no puedo remediar”.
Tanto en esta entrevista como en la nota biográfica de su primera publicación, el exhaustivo Estudio sobre La Aurora (1980), Josefina Zamora hace alusión a su entrega a la literatura. Aquí se anuncia que la autora “en la actualidad prepara un libro de cuentos”. Sin embargo, La mirada infinita no verá la luz hasta catorce años más tarde, razón por la que intuye que la escritura de este libro de relatos fue fraguándose durante mucho tiempo, para dar como resultado un compendio de treinta y seis cuentos atractivos y sorprendentes.
Tras el fallecimiento de la escritora, la inmensa biblioteca privada que atesoraron Josefina Zamora y su marido, el también escritor Ventura Doreste, es donada a la Universidad de La Laguna, donde actualmente se puede consultar el Fondo Doreste-Zamora.

 

Josefina Zamora Lloret dedicó su vida al periodismo. Su actividad laboral se concentra en la revista El Museo Canario y los periódicos El Eco de Canarias, El Noticiero del Lunes, La Provincia y El Día.

 

· Los brazos de Irene, relato de Josefina Zamora, precedido de una introducción de Covadonga García Fierro sobre su biografía:
(Revista Fogal, 2016): https://www.revistafogal.com/2016/07/05/los-brazos-de-irene/

 

· Número monográfico sobre Josefina Zamora, coordinado por Covadonga García Fierro, en la revista Cuadernos del Ateneo (número 33, 2015). Incluye tres artículos críticos sobre su obra y una selección de textos:

http://www.ateneodelalaguna.es/content/view/861/13/

 

 

 

 

Del relato Los brazos de Irene (fragmento)

En mis largos insomnios maldigo el momento en que la conocí: tan apacible, tan segura; recuerdo el momento en que me habló con voz que encerraba la luz y el olor de la miel, con una voz tan indefinible, tan poco sonido, que parecía el roce de una ola moribunda, que te deja la huella de una gota de agua llena de sol, una voz que produce el efecto de esa lluvia suave, dulce, que llena la ciudad de rumor de sol y que te moja sin que te des cuenta; es una de esas raras voces que se oyen más en la piel que en los oídos, es una voz para el tacto.

Josefina Zamora
Foto: Poldo Cebrián

Aquella voz y el blanco resplandeciente de su piel me hechizaron; era, además, muy bella y me escuchaba con tanta atención, casi arrobamiento, con tanta vibración de su ser que, para justificar esta devoción, a mi perfección natural quise añadir la perfección que da la sabiduría y, en verdad, lo conseguí.

Las filosofías dejaron de tener misterio para mí, todo conocimiento que llevara a la perfección del ser humano dejó de serme extraño. Pero también ella subió en la escala de su amor hacia mí, tan sumiso amor que, si no hubiese sido por su perfección, se me habría hecho intolerable. Todos sus gestos eran como su voz: miel. Cuando comes miel, comes luz y olor.

Por la mañana me despedía con un beso tan dulce, tan persistente, que yo notaba que aquel beso formaba parte de algún hechizo, que hacía que toda mujer con quien tratase quedara castrada de todo rasgo femenino para mí.

Al volver me recibía siempre como el agua nos recibe, digo agua y no mar, ni lago, ni río, porque el agua en mar, lago y río se abre para acogerte, te rodea, se cierra a tu alrededor, quizá decir solamente agua tenga el sentido cósmico que tenía aquel beso para mí.

También sientes que ese agua no se entrega del todo, que se reserva una parcela que tú no alcanzas y que pertenece a la región del miedo, es una sensación que apenas dura un parpadeo.

Por el tiempo en que empezó esta historia, yo ya era un cirujano de renombre, pero mi afán de superación hizo que al mismo tiempo que conseguía mi perfección como persona, la consiguiese como cirujano.

Me especialicé en todas las ramas de la cirugía: ojos, piernas, senos, cerebro, no tenían secretos para mi bisturí. Todo esto lo hice sin tener un claro designio de por qué lo hacía. Pero de pronto un ramalazo de luz iluminó mi espíritu, fue un atardecer: estaba yo envuelto en sus brazos, recuerdo el instante vívidamente, le declaré una vez más mi amor, le recordé su promesa de suicidarse después de mi muerte, y al fin se lo pedí. Noté el estremecimiento de todo su ser, sus envolventes brazos se hicieron más posesivos que nunca y dijo… sí. Respiré hondo y, poco a poco, recuperé la serenidad.

Primero fue un pie y era ridículo ver tanta belleza desnivelada, los amigos se extrañaron, ya que nunca había estado enferma: dijimos que fue una motocicleta, este accidente y los sucesivos ocurrían en nuestros viajes. Por aquel entonces yo asistía a muchos congresos de cirujanos, siempre acompañado por mi mujer.

El muñón de la rodilla dio mucha lata para cicatrizar, fue en París. Apenas podía mantener el equilibrio, dependía de mí pero no del todo, yo no quería que usase muleta, prótesis, no me gustaba tocar nada ajeno a su cuerpo.

No sé cómo lo conseguía, pero estaba siempre perfectamente arreglada y la casa impecable, aunque ya habíamos despedido, de común acuerdo, a la cocinera y a la criada; ella porque le dolían las miradas de conmiseración de las dos mujeres, yo por no sé qué extraño sentimiento de defensa.

De Alemania vino ya sin uno de sus muslos y era curioso el esfuerzo que hacía para no caer, el grito tan extraño que daba cuando caía y que nunca pude desentrañar, aunque lo intenté. Ella decía que no gritaba.

Yo retiraba de su alcance todo aquello que le pudiese servir de apoyo: las sillas alineadas a lo largo de la pared parecían esperar a los asistentes a un duelo, pero ella saltaba obstinada hasta llegar a mí con una sola pierna y rodearme con sus brazos de aquella manera absoluta, tenía los brazos tan llenos de amor que yo me sentía desfallecer, a veces se me llenaba el alma de pena por su belleza, por mi amor insaciable y lloraba con lágrimas incontenibles y entonces ella abría enormemente los ojos en un intento de absorber mis lágrimas.

Cuando oía mi llave en la cerradura venía hacia mí como un avestruz con una sola pata, yo veía el aletear de sus brazos, que la hacían mantener el equilibrio. Cuando llegaba hasta mí me envolvía con su abrazo, cuyo olor y suavidad yo no había olvidado, de los que yo estaba impregnado y que me llenaban de una extraña inquietud, que aún no he sabido definir.

Del viaje a la India volvió sin la pierna que le quedaba. Ya, ahora, dependía totalmente de mí: yo la llevaba y traía del baño, y cuando después de bañarla la depositaba en la cama para vestirla hacíamos el amor, no sé si era amarla o poseerla, pero era para mí aquel acto más que respirar.

Al principio, hacer el amor con un cuerpo sin piernas era muy doloroso, pero no podía resistirme; aquella mujer jamás ha perdido para mí la novedad, nunca ha dejado de pasmarme, la ausencia de sus piernas aprisionando mis caderas, el no tener el roce de sus muslos me volvía casi loco y, sin embargo, jamás le dije nada, hasta que me acostumbré.

Su voz se hizo más presente que nunca y más envolvente, aquella voz me pedía las cosas de la vida cotidiana, las cosas del amor, las del silencio y las de la acción, como ya he dicho. Yo vibraba tanto con su voz que me parecía oírla más en la piel que en los oídos. No sé el tiempo que pasamos así.

Todo lo ocurrido sólo era un intervalo antes de emprender la siguiente etapa, lo tenía todo cuidadosamente preparado. La llevé al quirófano, pero al verla allí, dormida ya, se me secó la boca y no pude hacerlo: era el miedo.

Lloré abrazado al cuerpo dormido y me lo llevé ante la consternación de mis ayudantes. Al regreso de Estambul no volví al hospital, ni a la Universidad, conferencias y simposios se acabaron para mí. Me quedé en casa.

Hicimos algún viaje, ella en su silla de ruedas; yo era muy feliz, jamás le pregunté si ella lo era, me bastaba con sentirla feliz. Lo bueno era el regreso, sumirnos en el perfume de nuestra casa, hundirnos en nuestra rutina.

Todos los años, a finales de otoño, llegaba el circo a la ciudad. Una tarde le propuse ir, ante mi invitación palmoteó con alegría infantil. Era uno de esos circos que tienen una mujer barbuda, la cabeza de una mujer que habla, una mujer serpiente y una mujer tan gorda como dos mundos. En los circos, lo extraño, lo monstruoso es siempre femenino y todos están familiarizados con su rareza.

Fuimos al circo todas las tardes de aquel invierno. Nos hicimos amigos de aquella encantadora tropa, sobre todo de un joven muy guapo que cuidaba de los animales, este joven nos colaba en un buen sitio para que Irene, desde su coche de ruedas, lo pudiera ver todo sin llamar la atención. Noté que la voz de luz de mi mujer lo tenía hipnotizado, le preguntaba solícito cualquier cosa: si había dormido bien, si estaba cómoda, el calor, el frío, los viajes; ella le miraba divertida pidiéndome, con la mirada, permiso para contestarle y al ritmo de su voz por las mejillas del muchacho se deslizaban unas inocentes lágrimas.

A mí me divertía comprobar que, a pesar de los años, aquella voz de miel todavía seducía. Tuve un ramalazo de celos, cosa que me enfureció por su incongruencia y durante muchos días dejamos de salir. Nos quedamos en casa, yo la amaba tan apasionadamente, sin darme cuenta de que era una obsesión.

Después del baño ya no la vestía, la quería tener sin nada que no fuera yo, sus brazos me seguían enloqueciendo, la total sumisión con que me envolvían, a veces, me hacía llorar, pasaba largos ratos con ella sobre mis rodillas acariciándola una y otra vez, sintiendo su piel bajo mis dedos, una y otra vez, sumergido en un estado de no ser, que era, como todo lo que venía de ella, una delicia.

Supe que el circo ya se había marchado y volvimos a salir.

Todavía me encontraba con mis viejos alumnos que me saludaban con cariño y respeto, yo siempre supe que aquellos jóvenes culpaban a Irene de mi jubilación.

Es evidente que no puedo exculparla. Aquel año nos amamos desesperadamente, nos parecía que apurábamos los últimos momentos de su vida.

A finales del verano empecé a sentir los primeros síntomas de esta enfermedad que me está deshaciendo.

Puntual, con los últimos días del otoño, llegó el circo y empezamos a ir. El muchacho de las cuadras vino alegre a saludarnos, yo lo retenía con una conversación anodina.

Irene tomaba parte con su voz de miel intemporal, que electrizaba al joven, para el que yo desaparecía. Irene me interrogaba con la mirada, ante mi despliegue de amabilidad para con Paolo. Yo sabía que aquello la intrigaba, pero cuando estábamos solos jamás me preguntaba nada. Impaciente porque la situación que yo quería provocar no avanzaba, porque el joven se limitaba a reprimir sus lágrimas ante mi esposa, le propuse que viniese a casa como mayordomo, como hombre de confianza, pero el joven no aceptó, me dijo que necesitaba de los caminos para vivir.

Avergonzado, confieso que utilicé una estratagema para doblegar la resistencia de Paolo, que así se llamaba el gañán del circo, y durante varios días dejamos de asistir a las funciones. A veces, desde mi ventana veía acercarse a Paolo a la puerta de nuestra casa y alejarse sin pulsar el timbre. Al fin, una tarde, me presenté yo solo en el circo.

El muchacho, solícito, se interesó por Irene, le dije que se encontraba bien, pero que la lesión de mi espalda me impedía sacarla, que habíamos renunciado a algunas de nuestras pequeñas alegrías. Paolo, en seguida, se ofreciço a llevarla al circo un poco antes de que empezara la función, que el tiempo que tenía libre, después de atender a las fieras, nos lo dedicaría. Acepté muy agradecido. Así empezó la conquista de Paolo.

El primer día que vino aquel gañán a casa. Verán que, aún ahora no puedo reprimir mis celos: dijo que le daba miedo bajar a Irene en la silla, los dormitorios están en el piso alto, bajó primero la silla y subió por Irene, ella me miró desolada cuando el muchacho la cogió en sus brazos, le rodeó el cuello con el mismo gesto envolvente, con la misma entrega posesiva con que rodeaba mi cuello. Hice un esfuerzo para no gritar, estaba tan furioso que puse alguna excusa y los dejé ir solos.

Al mediodía siguiente vino Paolo, dispuso la mesa en el comedor, donde hacía tiempo que no comíamos, bajó a mi esposa en brazos, noté que el joven temblaba más que yo. Nos sirvió la comida que yo había preparado, ella le daba las gracias muy gentil y yo terminé por pedirle que compartiera nuestro almuerzo.

Irene no me ayudó a convencerlo, él se sentó con nosotros y un vaso de vino hizo que perdiera su timidez y nos contara anécdotas del circo. No nos habló de su vida, rehuía la mirada serena de ella, hablaba dirigiéndose a mí con tanto agradecimiento en todo él, que llegó a impacientarme.

Cuando dejó cocina y comedor en orden, cosa que despertó nuevamente mis celos y que, sin embargo, le agradecí, la llevó al sillón junto a la chimenea, noté que aquel gañán respiraba casi tan hondo como yo; los ojos de la mujer nos miraba serenamente, aunque me pareció observar, y conozco tan bien esos ojos, que tienen el color de la miel de su voz, una chispa de ironía. ¿Había una nota de desafío en el envolvente movimiento de sus brazos? Me acerqué y la besé apasionadamente, ella trasladó sus brazos a mi cuello y me besó con su beso tan nuevo siempre para mí. El gañán se despidió perplejo.

Paolo venía todos los días a la hora de la comida. Irene ya estaba arreglada y él la bajaba con los brazos de ella anudados a su cuello.

Tuve nostalgia de mi bisturí, añoré el olor del quirófano y maldije el lejano día en el que tuve miedo, pero ya mis dedos estaban agarrotados.

 

Estudio sobre La Aurora. Semanario de Literatura y de Artes (1847-1848), tesina de Josefina Zamora (1980).
La mirada infinita, único libro de relatos que la autora llegó a publicar (1994).

Lengua Castellana y Literatura (LCL)

4º ESO

Nivaria Tejera

Texto: Mari  Nieves Pérez Cejas

(1930 – 2016)

“En el barranco tenemos que escondernos. Allí está el hoyo, el guardian, la neblina. Nos haremos los muertos. Ven, más al fondo, más, más al fondo.”

 

 

 

Nivaria Tejera nace en Cienfuegos (Cuba) el 30 de septiembre de 1930, hija de madre cubana y padre canario. Muy pronto su familia se traslada a España y es en las Islas Canarias donde transcurre su infancia y donde les sorprende la guerra civil. Su padre, de ideas liberales y de izquierdas, es encarcelado hasta que en el año 1944 se produce su liberación y la familia regresa a Cuba. De nuevo en la isla de su nacimiento, Nivaria empieza a escribir y a publicar poesía en las más prestigiosas revistas cubanas de los años cuarenta y cincuenta, entre las que se encuentran Ciclón y Orígenes.
En 1949 publica su primer libro de poemas Luces y piedras y, diez años más tarde, se edita en Cuba su novela más conocida: El barranco. Un año antes, en 1958 había sido publicada en Francia; sin embargo, tendrán que transcurrir treinta años para que sea editada en España, concretamente en 1989. Esta novela en la que la autora narra su experiencia infantil sobre la guerra y sobre el doloroso encarcelamiento de su padre, es considerada por el hispanista francés Claude Couffon la primera novela escrita en castellano sobre la Guerra Civil y las cárceles franquistas. Asimismo, representa, de toda la creación literaria de la autora, el texto que mayor éxito ha obtenido, sobre todo en Francia, país en el que se considera una obra de culto, hecho que permitió que el resto de su obra se publicase allí con regularidad y en sellos de prestigio.
En 1971 su novela Sonámbulo del sol es galardonada con el Premio Seix Barral de Biblioteca Breve. El jurado que le otorga tal distinción está integrado por los siguientes nombres: Luis Goytisolo, Juan Rulfo, Pedro Gimferrer y Juan Ferraté.
Además de su labor como escritora, Nivaria Tejera trabajó para el gobierno cubano. De 1959 a 1965 fue Agregada Cultural en París y Roma, hasta el año 1965 en el que fija su residencia en París. Es la propia Nivaria Tejera la que decide renunciar a su puesto diplomático enviando una carta al ministro de exteriores de Cuba. Años más tarde, en una entrevista para el periódico El País, afirmaría lo siguiente: “Mi trabajo como agregada cultural consistía en casi nada, obedecer consignas, hacer propaganda rodeada de monstruos vigilantes.”
Ausente durante mucho tiempo de la atención de la crítica, la obra de Nivaria Tejera ha empezado a ser rescatada del olvido en los últimos años. En marzo de 2008 se organiza un coloquio literario sobre su obra en el Hunter College-CUNY de Nueva York, coordinado por María Hernández-Ojeda, en el que participan críticos de Estados Unidos y Latinoamérica. Ese mismo año participa en Valencia en el IV congreso internacional sobre creación y exilio, donde recibió un reconocimiento especial a su trayectoria.
Asimismo, en el año 2010 la editorial andaluza El Olivo Azul reedita El Barranco, acercándola así a los y las lectoras.
Nivaria Tejera fallece en París el 6 de enero de 2016.

 

 

 

Fragmentos de su novela El Barranco:

 


Aquí cuando llueve la tierra se pone tan arrugada y triste que da espanto. Uno no sabe a dónde mirar, tiene la impresión de que el aire va a faltar. Además la entrada se pone fangosa y los pajaritos no pueden volar debido a la fuerza de Ja lluvia que les impide abrirse paso. (Mamá y tía no podrán traer a Chicho.) Aunque el agua entre las hojas parece levantar un gran pájaro que golpea, pero que es monótono y nega a herir los oídos. Luego cesa la lluvia y el viento recorre los tejados de zinc y uno siente su peso en la cabeza Me gusta entonces mirar hacia abajo en un barranco vecino y pensar que papá no estuvo allí entre los objetos podridos que el viento mueve; que nunca estuvo allí muerto. Corro donde el está y lo contemplo durante mucho rato con placer, «papá está libre, a pesar de todo esta libre», hasta que lo digo en voz alta. (Porque él parece que todavía ignora esto, como si alguien le prohibiera estar libre, y por eso se esconde más. Al menor ruido se mueve a todos lados, como si lo llamasen las ventanas las paredes de madera al crujir o el retrato de abuela que mira desde su sitio. Luego se tranquiliza y me sienta en sus muslos, apoya su mentón en mi oreja, y se queda pensativo. Yo escucho que papá respira como un reloj y da horas temerosas en mí.)

página 104


No entiende. He tratado de explicarle, pero mamá no entiende que para mi es vergonzoso cargar con el paquete de víveres desde la tienda hasta casa. Allí hay que pedir una y otra vez las cosas y rogarles que echen un poco más de azúcar y preguntar por qué el precio del jabón ya no es el mismo siendo la cantidad la misma, para luego saber explicarle a ella, y esperar a que arranquen los cupones de la libreta de racionamiento y por último ponerme colorada y tartamudear y torcerme las uñas contra el mostrador antes de confesarles que esto lo pagaremos después, la otra semana, y que lo atrasado, la entrante, la que sigue, y ver que ellos ponen mala cara y me hacen esperar dejándome para la última, porque habrá que busca; el folio que corresponde a esa cuenta tan larga. «Es natural que vayas, niña, yo no puedo ir», dice mamá cada mañana, y para eso me despierta una hora antes de irme al colegio. Y durante esa hora yo sufro, y sufro por la noche antes de dormir pensando en esa hora en la tienda, aguardando temerosa un momento en que nadie mire para acercarme al tendero y agarrarme con fuerza al mostrador, empinada todo lo que pueda, para decirle mi secreto, esa larga mentira de todas las semanas, y decirlo sin que se oiga, para que los demás no miren, y hacerle creer a un mismo tiempo que yo no sé que es una mentira, que esa cuenta no podrá pagarse hasta que transcurran muchas semanas y papá esté libre de nuevo y viva entre nosotros. (Me parece que ésa es la única manera de que él viva, porque estando allí, en la prisión, está muerto, muerto) Yo quiero explicárselo todo a mamá, explicarle que ir a la tienda me hace pensar en no ir más a la tienda y a su vez esto me da vergüenza porque siempre habrá que ir y en el trayecto me ven los otros niños y se ríen, siempre se ríen de que yo pueda cargar esos cartuchos, los más sucios, que son los que me dan; y también a veces las papas las envuelven en un saco que está roto y las papas se caen en el trayecto. Por todo esto, como la cara se me esconde detrás de los bultos, los chiquillos me dicen el mote de «cara de cartucho, cara de saco», hasta que lloro con el rostro apretado contra los víveres.

página 122


Tía trajo a Chicho enfermo de difteria. Está hinchado y es terrible verlo tener ese dolor, sin quejarse. En un día se le ha hecho una arruga desde la frente hasta la nariz. De vez en cuando grita y se araña, por lo que hay que atarle las manos. Entonces se queda quieto, quieto, y nada de él se oye. «Hermanito». Luego el médico prohibió que me acercara «porque esto es contagioso». La hinchazón le ha cogido los ojos escondiendo sus pupilas. Creo que está ciego. Cuando lo dejan solo voy hasta allí, le desato las manos y lo arrullo bajito, hasta que él se abandona. Entonces su arruguita hace una señal de volverse más suave y yo entiendo que él todavía está vivo. Pido a Dios que reparta eso que le duele entre los dos. Mamá dice: «no es posible, no es posible», y no suelta ni un minuto las medicinas que él no quiere tragar. Papá Chano, el médico, no sale del cuarto. Como no habla, yo pienso que es difícil salvarlo. Le toma el pulso, lo tantea, prueba a abrirle la boca con dos arcos y a que beba de los pomos de medicina. Pero Chicho babea y da un chillido, siempre el mismo, y marca más la arruga. Debajo de su hinchazón nadie sabe si él duerme o si está yéndose.
Chicho se fue. Aunque vigilamos toda la noche. Lo supimos porque de pronto ya no fue un bulto, sino que empezó a hundirse, a consumirse. Ahora ya no respira. Pienso cuánto habré de extrañarlo. «Hermanito, si nunca te conocimos, si nunca hablaste».
Tía está doblada sobre el banco y se cubre los ojos con el pañuelo. Ya están cansados de llorar. Mamá se ha quedado tiesa, tiesa, al fondo del espejo. En su barriga está Chicho dormido, dormido desde que nació. (Ves, mamá. Ahora te pareces a ese niño pálido.)
En la ventana es de noche todavía. Abuelo ha regresado. No quiso ponerse a llorar sin estar papá. El trae la noticia. Papá no está en Faife. Esta mañana lo llevaron al campo de concentración a trabajar forzado y lo han incomunicado. «No es posible, no es posible. Santiago debe estar aquí, hay que enterrarlo». Y mamá mueve con su cabeza las palabras y llora. Papá no puede oírla.

Recuerdo aquel gatito que enterré, lo recuerdo bien. (Hermanito, no puedes andar lejos; tú nunca podías irte muy lejos cuando te perdías. Querías tú perderte? Papá no podrá venir a verte, debes saberlo, no vendrá más. El sí está lejo&todo el tiempo ya,, igual que si estuviese muerto y más que tú, porque no pensamos que es así y lo esperamos siempre. Ni él ni tú volverán. Puedes oírme, ahora que todavía no hemos abierto el cuarto, que no te has enfriado y nadie se atreve a cerrarte los ojos?
Han entrado muchos vecinos. Mamá tiene un ataque. Es la primera vez que la veo así. Tía la calma dándole golpes en la cara. A ella sólo le tiemblan las quijadas. Abuelo me lleva hasta la cocina a traer agua y acariciándome los hombros y dándome golpecitos, me invita a ser valiente, para los próximos domingos paseos hasta el mar, en tranvía.
Ahora disminuirá de cupones la libreta de racionamiento.

página 128

Es en caravana como hay que ir al Campo de Concentración. Conté treinta y luego cuarenta personas. También había cinco perritos, muchos niños. Chicho faltaba y nadie se daba cuenta, pues no era allí donde faltaba, sino en nosotros. Ya mamá no lo cargaba y era igual que si le faltase un brazo, una pierna (ellos que siempre eran uno). La empujaban de un lado a otro y fue necesario llamarla y llamarla para que no se extraviase. Todos hablando a la vez formaban un murmullo extraño con fatiga. Yo pregunté a abuelo el significado de «campo de concentración». El no supo explicarme, pero recordé cuando yo estudiaba cerca de papá que él me revolvía el pelo con la mano diciendo: «concéntrate, lee con atención, concéntrate». Y luego me besaba el cuello, agregando: «hasta aquí debes llegar», señalándome el final de la página, y otra vez repetía la misma palabra: «concéntrate». Pero no creo que aquello que no comprendí sea igual que esto que no comprendo. Esto es un camino largo en la misma dirección, que no llega hasta el cuello, que no llega al final de nada, que no se sabe a dónde llega.
Llevábamos caminando más de una hora por aquella tierra empinada, con un par de guardias relevándose en cada curva y así hasta Los Rodeos, para que no nos desviásemos, como si nos hiciese falta otra cosa que acabar de llegar. Además, toda aquella bulla a la vez porque todos querían saber lo mismo. Y mamá se tocaba el pecho con fuerza, como si se registrara al quedarse atrás. Y yo no entendía que aquello se llamase ir al «Campo de Concentración», que se llamase así a caminar de aquel modo, apreta- dos y miedosos de llegar y también de no llegar. Al descubrir el campo me di cuenta de que no era igual a un día de visita a la prisión para estar con papá; allí no conocimos cuál es su dormitorio, ni hay manera de acercarse nunca como entre las rejas del locutorio. Era la hora en que regresaban de trabajar. Venían sudorosos y cruzaban al otro lado de un sendero enfangado. Entre papá y nosotros había anchas ver- jas con púas y también todo el fango por donde pasaban unas carretas, rodeadas de largas varas, que tiraban bueyes y caballos. Fue difícil vernos porque no les permitieron detenerse. Los perros ladraban. Yo me apreté a las púas, de tal modo que cuando quise saludar a papá con la mano, solté sangre. Debajo de los árboles y entre el bulto de las carretas y la distancia, su cara y el azadón que llevaba al hombro se parecían. Y mamá se parecía a las verjas, y abuelo se parecía a los caballos porque reconoció sus albardas y dijo: «son mis albardas». Yo no supe qué hacer al verlo y le indiqué por señas que Chicho no pudo venir. Luego imaginé sus piernas cansadas y me dije que hoy no hubiera podido cargarme.

página 131

Allá marchan los camellos en fila enorme, camino de la montaña. Encorvados desde el África. Pare- cen riscos. Van a paso lento, mirando al suelo sin cesar. Pero vienen del desierto y traen las vejigas fuera. Allí almacenan el agua para las jornadas lar- gas, por donde no hay ni una aulaga que les sirva de alimento. La aulaga es una planta que da flores y espinas grandes. «El aire es aburrido, la arena es un misterio», pensarán ellos. De sus hocicos rosados parece salir una fuente y a la vez un desierto. «Estos dromedarios», dice abuelo, «son más duros que mi paleta.» Y es un acontecimiento, entre los camiones de guerra y los árboles, mirarlos desaparecer a lo lejos, siempre más a lo lejos, hasta donde sus patas de piedra lleguen, transportando armamentos, trans- portando sus jorobas. Si descansan un momento en su marcha serena los curiosos se sientan alrededor de sus zancas. Entonces ellos levantan el hocico, alto, como queriendo rehuir el olor del grupo. Yo aprovecho y los miro; tienen paz, comen espinas, son viejos y están conformes; siguen adelante sin saber otro camino ni otra labor. Pienso en el interior de sus gibas, en sus desiertos. Adentro de ellos son como una noria: tendrán un escondite de agua y también barquitos de papel y arañas de largo cuello como molinos de viento que les dan frío.
Me alejo imaginando si yo fuera un camello: un desierto, una aulaga, todo lo que ellos tragan para convertir en silencio.

página 142

Volvíamos del cementerio y al doblar la esquina por donde el camino deja de ser piedras y humo de entierros recientes, me puso contenta ver un circo instalándose. Pero estaba triste porque la tumba de Chicho, que no es de mármol como las otras sino un montoncito de tierra, estuvo mal cuidada desde la última visita (para eso le damos dinero al que se encarga de limpiarla). Además, como había llovido, estaba enfangada. Sólo unas mariposas amarillas re- voloteaban alrededor con timidez; y en un surquito de agua, cerca de las margaritas que allí han crecido solas, se bañaba un pájaro. Esto me hizo pensar que era agua de muerte y no de lluvia. Estando allí me dieron ganas de aplastar con los pies esa parte baja del cementerio que nos tocó y que da siempre la impresión de hundirse, a ver si se acaba de hundir. También me dieron ganas de sembrar un níspero por ver si echa raíces y crece frondoso y la tumba no luce así, tan vacía entre las otras, como si Chicho no estuviera debajo. Aunque dudo mucho que esté. Mientras mamá y tía lloran yo imagino que él no está allí. Aunque seguramente esto es debido a que no vi cuando lo metieron dentro.
No muy lejos hay un panteón parecido a una mansión de muchos pisos, que pertenece a una so- ciedad de enterradores. «Descansando allí es posible no estar del todo en la tierra -me explicó tía – pero la mensualidad es elevada para nosotros.» Afuera, encima del celador brilla un letrero de bronce: «CA- BEN MIL.» Una vez entré para ver si se estaba mejor y luego he seguido entrando a robarme flores, pero todo es tan blanco allí que da miedo. Sólo que puedo robarme flores nuevas del color que prefiera, y clavar- las luego por los tallos sobre Chicho escarbando un poco la tierra húmeda. Entonces parece que han subido desde el fondo.
El cementerio es pequeño y estrecho. Al entrar esta mañana, el campanero explicaba a su amigo que pronto sería necesario ampliarlo sobre las malezas exteriores a los muros, diez metros cuadrados hacia el norte y siete hacia el sur. (Yo no quise pensar con este cambio adonde iría a parar Chicho.)
A veces las varas de piñón con que lo hemos rodeado y los pinos vecinos suenan como si fueran mástiles y uno recuerda el mar. El campanero tiraba de una cuerda, interrumpiendo con su rudeza aquella música. Un tamtam duro, que p e momento se volvía ligero «doblaba» despidiendo a alguien. «Ya no hay donde poner tanto estiércol», dijo. Y añadió que para colmo, arriba de la porquería había que formarles aquella brisa celestial, dándole sin descanso a la cuerda, para adormecerlos bien y que no molestasen de noche. Luego, mientras seguía tirando de la cuerda como de un trapecio, le aconsejó al amigo que se largara porque todavía iba por el tercero y que eran ocho. «Yo creo que se mueren más de una vez, los muy bichos.»
Sentí asco del viejo pero no dije nada. Cuando Chicho entró a ocupar su puesto, todo fue más silen- cioso. Como hoy llovía, y aunque me dejaron afuera con abuelo yo me di cuenta de que no hubo campana porque el campanero no había llegado aún. Y todo fue tan simple.
Es lamentable que tenga que haber cementerios. Pero también es razonable que los haya, pues no van a dejar los cuerpos descubiertos en cualquier sitio.
A la postre todo es razonable. Todo debe ser del modo que es.

página 154

Fragmentos de la novela Sonámbulo del Sol
Fragmento 1
LA CALLE la ciudad la habana el amigo su forzado disponer de un tiempo la calle el tiempo creándote desenmascarándote con su sospecha y su suspenso… el vedado corriendo rectilíneo en pendiente que asciende del mar a otras rectas que descienden al mar la calle la guagua que te aleja a ninguna parte hacia la misma caótica arquitectura de intemperie… el desempleo es ya un trabajo el empleo del tiempo eso el amigo la calle la ciudad la nada la nada el agotamiento regularizado por el sol por las horas por las esquinas de esquina a esquina de trago a trago contemplando el hermoso cubo de hielo dentro del vaso imaginándose uno dentro del vaso congelado flotando sobre el jaibolito sobre el pacífico mar muerto del tiempo

Fragmento 2
«cómo no chico blanco y negro la verdá (blanca y negra) la verdá eh que si me ayudaran un poco pueh me hago millonario peseta a peseta ¿tú sabeh? porque aquí hay oro en cantidá en cantidá dondequiera lo que pasa eh que no se ve pero te hundeh un poquito no importa por qué lado de toda la ihla y aquello eh el fenómeno el oro ehtá ahí y reluse reluse…»
sus taponeos van y vienen vibran como los pañuelos de un mago y el blanco y el negro de los zapatos (de la verdad) van cobrando ondas y relieves espejismos sombras de un lago alteradas por el golpe de la piedrecita
«lo que pasa es que se necesitaría un equipo bien preparado con trajes de goma y glugluglu hasta el fondo porque todo está allá abajo y quién sabe si al ladito mismo del malecón quién sabe… lo que pasa es que los americanos se lo llevan todo, más de lo que pueden… pero ellos no saben lo que hay aquí escondido… con sus ojos azules y amarillos se encandilarían viejo se encandilarían…»

 

 

“Nivaria Tejera nos cuenta como poeta, sin retórica y sin énfasis, esta dolorosa experiencia infantil, logrando el milagro de restituirnos los seres y las cosas tal como pueden ser percibidos por una sensibilidad infantil: atmósfera más que descripción; cortos diálogos, pequeños cuadros netamente perfilados, personajes fragmentarios o episódicos cuyos rasgos se afirman mientras que otros permanecen ocultos en la sombra. Su prosa densa está sembrada de imágenes asombrosas, nunca gratuitas (…) Este pequeño libro está en la línea de los grandes libros”.
Geneviève Bonnefoi en la revista Les Lettres Nouvelles sobre la novela El barranco

Tanto en El barranco como en este otro libro, Espero la noche para soñarte, revolución, lo que distingue la escritura de Nivaria Tejera es una insobornable voluntad poética, que es la que cruza los libros y marca su personalidad para convertirla en una referencia de primera magnitud cuya lectura recomiendo muy vivamente a aquellos que consideren que la escritura es un rasguño, una señal en la tierra. Son dos libros conmovedores cuya escritura es una apuesta del alma, no la búsqueda de fijar ningún nombre en el calendario, sino de fijar en una pared imaginaria una mirada verdaderamente inolvidable.
Juan Cruz, periodista y escritor

Toda su obra insiste en su vertical postura sobre el exilio, con una voz nítida y ácida, intolerante con la demagogia, las manipulaciones políticas y el oportunismo intelectual.
Roger Salas, escritor

“A pesar del papel relevante que este texto ocupa en las letras hispanas, la crítica -excepto en Canarias- no ha rescatado El barranco del limbo literario en el que se le ha emplazado durante casi cincuenta años”.
María Hernández Ojeda, filóloga y profesora del Hunter College de Nueva York

“Ignoro cuál será la suerte en Francia de este maravilloso relato. Considero que es el libro más sutil, más delicado, más verdadero que he leído desde hace mucho tiempo. Él me trae la más terrible de las acusaciones contra la guerra: la de una niña sola entre las ruinas. Inseparable del año 1936, documento más real que tal o cual historia que pretenda contarla, yo sé que este libro no abandonará ya mi biblioteca”.
Robert Sabatier, escritor francés, para la revista Le Temps des Hommes sobre la novela El barranco

 

HERNÁNDEZ-OJEDA, María (2009). Insularidad narrativa en la obra de Nivaria Tejera: Un archipiélago trasatlántico. Madrid: Editorial Verbum.

HERNÁNDEZ-OJEDA, María (2012). Canarias, Cuba, Francia: los exilios literarios de Nivaria Tejera. Madrid: Editorial Torremozas.

Daniel García Pulido, “A propósito de la novela “El barranco” de Nivaria Tejera”, Revista semanal de El Día, 3 de noviembre de 2013.
A propósito de la novela “El barranco” de Nivaria Tejera

Antonio Álvarez de la Rosa, “Nivaria Tejera: la escritura como ambición”, ACL.
Nivaria Tejera: la escritura como ambición

Paula Cabrera Castro, “El barranco de Nivaria Tejera: la Guerra Civil española a través de los ojos de una niña”, Universidad de La Laguna.
El barranco de Nivaria Tejera: la Guerra Civil española a través de los ojos de una niña

Novela El barranco de Nivaria Tejera

 

 

 

POESÍA

• Luces y piedras (1949).
• Luz de lágrima (1950).
• La gruta (1952).
• Alba en el niño hidrópico (1954).
• Innumerables voces (1964).
• La barrera fluídica o París escarabajo (1976).
• Rueda del exiliado (1983).
• Martelar (1983).
• Huir de la espiral (1987).

NARRATIVA

Nivaria Tejera escribió las siguientes novelas:
En 1959 ve la luz en Cuba su primera novela El barranco, cuyas páginas caminan por la ciudad de La Laguna, una ciudad contaminada por la guerra del 36. Sonámbulo del sol es el título de su segunda novela, que en 1971 recibe el prestigioso Premio Biblioteca Breve. En 1987 se publica Huir de la espiral y cuatro años después, en 1991 la novela Espero la noche para soñarte, Revolución, obra que se alza como finalista del Premio Plaza y Janés de ese mismo año. En 2015 se publica en Francia su última novela Trouver un autre nom à l’amour.
Todas sus novelas se publicaron como traducciones al francés antes de la edición en castellano de sus versiones originales.

Lengua Castellana y Literatura (LCL)

4º ESO

  Recursos de la SA

IES SAN MARCO

Cesarina Bento

Texto: José Miguel Perera Santana

(1844-1910)

… el mar calmó mis dolores
con la brisa de ternura
que tiene toda hermosura
para templar los rencores.

 

 

Cesarina Bento nació en Agulo (La Gomera) a comienzos de 1844 en el seno de un núcleo familiar acomodado que se marchó a Cuba cuando era una niña. Allí permanecería casi una década e iba a recibir las enseñanzas del ilustre educador José Cipriano de la Luz Caballero. En 1863 la familia Bento regresa para instalarse de nuevo en el enclave norteño gomero, donde nuestra protagonista se casaría en 1870 con un primo suyo: el poderoso y conocido político local Leoncio Bento, con el que tuvo varias hijas. La poeta morirá en 1910 en el mismo lugar de nacimiento.
Empezó a escribir desde muy joven un cuaderno íntimo en el que se pueden leer textos de diverso tipo. Entre ellos se encuentra la mayoría de los poemas de Cesarina Bento que hoy conocemos, frutos sobre todo de su periodo juvenil, previo al matrimonio (es probable que su casamiento le hubiera forzado a dejar de escribir, lo que también sucede a otras líricas insulares coetáneas como Victoria Ventoso). La escritura de Bento presenta un estilo de corte evidentemente romántico, cercano al romanticismo hispánico, especialmente a la figura de Gertrudis Gómez de Avellaneda. Se muestran algunos elementos insulares (cubanos y canarios) en diversos modos estróficos, y siempre regados de sentimiento religioso. Su lírica algo catastrofista está invadida por un particular sentimiento de culpa, del que es un claro ejemplo su poema más conocido: “El asesino condenado a muerte”. La artista siente una notoria inclinación hacia los sujetos indefensos (su madre enferma, el condenado, la enamorada desdichada…): digamos que practica un romanticismo intimista que –por identificación o proyección personal– se une a una cierta crítica social.
Cesarina Bento Montesino es una de las primeras mujeres creadoras de la poesía canaria. Además, se trata no solo de quien inaugura la escritura hecha por mujeres en La Gomera, sino incluso de la firma primera, con nombre propio, del arte literario gestado desde esta realidad insular concreta.

No parece que su dedicación fuera otra diferente a la de la mayoría de las mujeres de la época, o sea, la de ser mujer de su casa; incluso formando parte de una familia con evidentes recursos económicos que le daría la posibilidad de formarse. Por lo que se sabe hasta ahora, todo indica esto que decimos, especialmente a partir del instante en que se casa con el potentado Leoncio Bento. No sería raro interpretar, en este sentido, que en la intimidad tuviera cierto poder de decisión sobre las actividades de su marido, más que nada si pensamos en lo que conocemos de su cosmovisión vital a través de la escritura realizada antes de casarse, donde ciertas ideas políticas liberales y republicanas no le eran ajenas (como se refleja en el poema “¡Libertad!”).

 

 

 

En la poca obra que se preserva de esta gomera tiene continuada presencia un aire dramático que, por momentos –y entre otros factores personales–, parece estar relacionado en buena medida con su condición de mujer. Creemos precisamente que este motivo propicie que alguno de sus versos se llene de una tonalidad crítica ante la condición de la mujer en la sociedad decimonónica, tradicional y machista, en que vivió; más que nada en lo que respecta al injusto rol que ha de jugar dentro de las relaciones humanas, especialmente las amorosas. Lo que interpretamos se puede palpar de modo explícito en un fragmento de una de sus estrofas conservadas, con un evidente grito contenido:

Hoy me encuentro ya curada
que al fin triunfó la razón,
existen hombres menguados
que engañan a una mujer
tan solo por el placer
de mirarse… despreciados.
Cuán desgraciada es la vida
de la infeliz mujer
condenada a padecer,
siempre de dolor henchida.
De amargura está nutrida
su alma, y en su dolor
pierde la fe en el amor
y no cree en la amistad.

 

 

II.
¡Ay! ¿Por qué tiembla la mano mía,
y amargo llanto mi rostro inunda?
¿Por qué se turba mi dulce calma
y el pecho siente pena profunda?
De nuevo impía la muerte dura
sabia cabeza troncha furiosa
por siempre oculta en tumba fría
la luz brillante de Cuba hermosa.
Ha muerto el sabio y noble maestro.
Luz Caballero no existe ya.
Llorad cubanos, llorad discípulos,
al que en la tumba dormido está.

Justo es el llanto que se derrama,
la que sentimos es justa pena
porque es muy justo llorar al sabio,
y, más que todo, al alma buena.
Su cuerpo ha muerto pero su nombre
en cada pecho se halla grabado
y en tanto exista mi alma noble
repetiralo entusiasmado.
En sus acciones y en sus obras
y en el pecho de los cubanos
Luz Caballero vivirá siempre
siendo modelo del linaje humano.

Pero, no obstante, que allá en la gloria
la paz y dicha goza su alma
y el ser justo su virtud premia
dando a su frente divina palma.
Llorad debemos porque se ha ido
y su voz nunca se oirá.
Llorad cubanos, llorad discípulos
y mundo todo, llorad, llorad.

III.
Ahíta de sufrir el alma mía
ya no tendrá bonanza
lidiará en tempestad negra y sombría.
Que no tiene esperanza
llena de pena y de dolor, el alma,
a Ti, Señor, alcé.
Dale a mi pecho la perdida calma.
Dame esperanza y fe.
Mil tormentos
padeciendo,
voy muriendo
de dolor.
Adiós, mundo
de amargura,
tu hermosura
me da horror.
¡Ay!, nada el mundo cruel
brinda a la amargura mía.
Siempre, de noche o de día,
en mi copa solo hay hiel.
No tiene la flor aroma,
ni melodía el aire,
ni la palmera donaire,
ni encantos el ruiseñor.
Cuando el corazón suspira
por la ausencia del que adoras
como el mío que hoy llora
el entierro de un amor.
¡Yo sabré amar!, y de mi triste vida
sentada en la ribera
yo lloraré la ilusión perdida,
la calma pasajera.
Yo sabré amar y de mi triste historia
la lastimera huella
quedará como rastro en mi memoria
de moribunda estrella.
Lejos de mí la fiesta de este mundo
que osado y maldiciente
la marca del dolor largo y profundo
buscaría en mi frente.
Yo lloraré en silencio, solitaria,
y en mi postrera hora
no podré descifrar en mi plegaria
la razón del que llora.

Hoy me encuentro ya curada
que al fin triunfó la razón,
existen hombres menguados
que engañan a una mujer
tan solo por el placer
de mirarse… despreciados.
Cuán desgraciada es la vida
de la infeliz mujer
condenada a padecer,
siempre de dolor henchida.
De amargura está nutrida
su alma, y en su dolor
pierde la fe en el amor
y no cree en la amistad.
¡Oh, dame fe, por piedad!
¡Dame esperanza, Señor!

V.
Tú, Divino Señor, que hijo fuiste,
comprende el dolor que experimento
mirando padecer dolor cruento
a la madre amorosa que me diste.

En todas partes tu bondad existe
y tu poder doquier siento,
ya que puedes, Señor, calmar tormento
que padece mi madre que está triste.

Devuélvele, Jesús, la salud hermosa,
te lo ruega una hija dolorida
en nombre de tu madre cariñosa

que las penas contempla dolorida.
Todo lo puede tu bondad sublime.
Calma, Señor, la pena que la oprime.

VI
EL ASESINO CONDENADO A MUERTE
– ¡Oh! Dios omnipotente
que esparces desde el Cielo
vívidos rayos de brillante lumbre
envueltos con el manto del consuelo:
¡piedad el asesino
te implora acá en la tierra,
que solo en su camino
crueldad le brinda, y destrucción y guerra!
En la frágil barquilla de la vida
do todos navegamos,
incautos viendo que el placer convida,
al gustarlo, Señor, ¡ay!, ¡zozobramos!
¡Maldito mundo de pesares lleno,
ya mi alma conmovida
de ti se aleja y de tu inmundo cieno!
Ya triste, arrepentida,
inocente quizás, busca, ¡oh, Dios mío!,
a tu lado un asiento… ¡Ay! ¡Desvarío!
Loco delirio que a mi mente engaña
será sin duda, ¡más que digo…! Acaso
en el jardín que con sus ondas baña
la fuente de pureza
que del diáfano oriente hasta el ocaso,
mostrando su belleza,
va sin cesar con gracia y gentileza,
¿no será ilusión todo, todo incierto?
¿Habrá un paisaje que no sea un delirio?
¿Algo habrá de real? ¡Sí, lo hay! ¡Es cierto!
¡Que es solo la crueldad, solo el martirio!
Míralo en mí, Señor, la impía suerte
va a romper la cadena
que me ata al mundo
y lanzarme al abismo de la muerte.
¡Más que digo! Si mi alma se enajena
del gozo el más profundo
porque esta ofrenda, ¡oh, Dios!, me lleva a verte.

Confieso, pues… ¿más que veo?
Rostro pálido, angustiado,
en roja sangre bañado
viene acercándose a mí.
¡Es ella! ¡La muerte fiera
en su frente trae el sello!
Desmelenado el cabello…
Con la aguileña nariz…
Ojo hundido… negra ceja…
El semblante macilento…
Confuso andar… paso lento…
Manto amarillo y punzó…
Cara larga… cuerpo enjunto…
¡Es ella! Sí… Trae no en vano
la cruz en la izquierda mano
y en la derecha una hoz.

¿Y no tiemblas,
pueblo impío,
que la miras
al llegar?
– Al contrario…
¡Desvarío!
Si yo vengo
aquí a gozar.
Sacerdote,
ni verdugo,
ni cadalso
me aterró:
muere luego,
tal te plugo
-así gritan
sin dolor-.
Y un puro recogido
de todos se apodera
y el pueblo solo espera
que bese el crucifijo
para verme ya morir.
Y yo que entre mil penas
al pueblo veo que ansía
beber mi sangre fría,
helada ya en mis venas,
así torno a decir:
¡concédeme, Dios mío, una mirada
que aqueste mundo para mí es la nada!

VII
Que allá en el fondo de mi mente ardía,
y era a mi patria regresar un día
y allí, bajo su cielo transparente,
a la sombra del haya y los viñátigos
alejados del mundo inconsecuente
do solo se hallan ya seres apáticos,
vivir unidos por amor ardiente
y sin oír discursos enigmáticos,
que aún dura allí la semilla primera,
se puede ser feliz en La Gomera.

VIII
En la cumbre de un peñón
que bate el mar con sus olas,
me senté, dejando, a solas,
vagar la imaginación.
Una cruz, sin inscripción,
me conmovió sin hablar,
sobre el peñón, hecho altar.
La cruz me pidió un sufragio
y en recuerdo de un naufragio
recé, maldiciendo al mar.
En confusión transitoria
vi, por las aguas cubiertos,
despojos de muchos muertos
que viven en mi memoria;
pero, al repasar mi historia
de tan siniestros horrores,
el mar calmó mis dolores
con la brisa de ternura
que tiene toda hermosura
para templar los rencores.

¡LIBERTAD!

Vuela sin tregua, brisa vagarosa,
y a los confines de la patria mía,
sobre tus alas lleva la alegría
que ora impera en el alma generosa:

¡triunfó la Libertad! Y temerosa
la hueste sanguinaria, horrible, impía,
se asombra de su propia tiranía
y huye cobarde, trémula y llorosa.

Tiende tu mano, Libertad augusta,
esparciendo el perdón y la esperanza;
y el pueblo libre, al adorarte justa,

mire lucir auroras de bonanza,
quedando solo de su antigua pena
lo que es gota de agua sobre arena.

Cesarina Bento
Octubre 11 de 1868

 

 

 

. Hija de la isla de La Gomera fue Cesarina Bento Montesino (…). Un fondo de amarga tristeza desgarra sus versos. Poetisa predilecta de Cesarina Bento fue Gertrudis Gómez de Avellaneda. Escribió un libro íntimo, especie de breviario lírico comenzado a los 13 años (…). Este libro viene a ser como un desahogo lírico de su espíritu ensombrecido (…) (Sebastián Padrón Acosta, “Las poetisas isleñas”).

. La obra poética de Cesarina Bento, citada en su conjunto con frecuencia por los estudiosos de la literatura canaria, permanece oculta. Gran parte de ella se ha perdido. El resto ha sido injustamente olvidado. En realidad, tan solo el largo poema “El asesino condenado a muerte”, publicado por Elías Mujica García en Poetas canarios. Colección de escogidas poesías de autores que han florecido en estas islas en el presente siglo (Santa Cruz de Tenerife, 1878), se encuentra al alcance de los lectores interesados en nuestros poetas románticos (J. A. Cebrián Latasa y C. Gaviño de Franchy, “Cesarino Bento Montesino”).

.

 

– “Cesarina Bento Montesino”, C. Gaviño de Franchy y J. A. Cebrián Latasa, Gaviño de Franchy Editores, 8 de junio de 2011:
http://lopedeclavijo.blogspot.com.es/2011/06/cesarina-bento-montesino-por-jose.html

– Rastro de ceniza, Cesarina Bento, Ediciones Idea, Colección Voces de La Gomera, Islas Canarias, 2004.

– Coro femenino de Poesía Canaria, antología de textos hecha por Eugenio Padorno, Gobierno de Canarias, 2006.

– “Cesarina Bento Montesino”, J. Rodríguez Padrón, Diccionario de la Literatura en Canarias, revista BienMeSabe.org, 5 de junio de 2013:
https://www.bienmesabe.org/noticia/2013/Junio/bento-montesinos-cesarina-1844-1910

– Las poetisas canarias (siglos XVIII, XIX y XX), Sebastián Padrón Acosta, IEHCan, Biblioteca Sebastián Padrón Acosta. Estudio introductorio y edición de José Miguel Perera. 2017.

– Video sobre la autora realizado por Pedro de Agulo (www.pedrodeagulo.com):
https://vimeo.com/75858740

 

 

 

Como la mayoría de las mujeres escritoras canarias anteriores al siglo XX (excepción es Victorina Bridoux Mazzini), Cesarina Bento nunca publicó un libro, a pesar de que en su diario testimonia que ha escrito varios en su estancia cubana. Lo que se conserva es parte de un escueto cuaderno personal (Libro de Escanari Toben y Nontisemo, título que oculta su nombre) del que dio noticia en los años 30 del siglo XX Sebastián Padrón Acosta, el historiador y crítico literario canario que estudió por primera vez en conjunto a las mujeres poetas insulares anteriores a la Guerra Civil. A los textos aludidos (recogidos en 2004 en un librito titulado Rastros de ceniza) podemos sumar algunos otros dados a conocer en la prensa de finales del siglo XIX.

Lengua Castellana y Literatura (LCL) e Historia y Geografía de Canarias (HOF)

4º eso

  Recursos de la SA

Natalia Sosa Ayala

Texto: Sonia Vaquero González

(1938-2000) 

“Como vapor de lluvia en el asfalto
cada paso que emprendo se hace nube”

 

 

Natalia Sosa Ayala nace en Las Palmas de Gran Canaria el 27 de marzo de 1938. Hija del escritor Juan Sosa Suárez se crió en un ambiente de amor a la cultura y las letras y de compromiso social e intelectual. Pronto empezó publicar en la prensa local sus primeras composiciones y con tan solo 17 años publica su primera novela Stefanía.
En 1956 empieza a colaborar de forma activa con las revistas Guiniguada y Mujeres en la isla con poemas, cuentos, crítica literaria y artículos de opinión.
En 1961 se traslada a vivir a Inglaterra y será a su vuelta en 1963 cuando vea la luz su segunda obra Cartas en el crepúsculo una atípica novela. En 1970 comienza a trabajar en el colegio Claret con cuya colaboración publica su primer libro poético 1980, Muchacha sin nombre , un año más tarde aparece su segundo poemario Autorretrato que la consolida como una de las voces más originales y profundas de la literatura canaria del momento. En 1992 aparece Diciembre su tercer poemario En 1996 publica en Las Palmas su libro Desde mi desván y otros artículos. Neurosis. Cartas conjunto de confesiones, reflexiones, recuerdos y artículos de prensa.
Cuando es sombra la tarde es su último poemario, 1999 y ya de forma póstuma aparece Los poemas de una mujer apátrida como un compendio que la autora realiza de todo lo que supone su trayectoria vital y poética. Su producción literaria va de la mano de una intensa labor como colaboradora en las secciones de opinión del periódico La Provincia donde deja patente su compromiso con la realidad social.
Natalia Sosa muere en la misma ciudad que la vio nacer en el año 2000. Su producción como escritora, donde lo social y lo personal, lo real y lo más íntimo se funden en una perfecta unión a lo largo de su vida, no está suficientemente reconocida.

 

 

 

MUCHACHA SIN NOMBRE 1980

MUCHACHA SIN NOMBRE

No me llamo Natalia.
Jamás nací.
O si nací fue muerta.
El sol extendía sus primeros rayos
por una madrugada fatídica de marzo.
Mas no era yo la que su luz bebía.
Yo no existí jamás.
A lo sumo fui venas, manos, sangre,
un corazón pequeño y precintado
pero no fui jamás destinada a ser alguien.
Mi nombre, yo, Natalia,
estará inscrito en un papel cualquiera, en labios que no saben lo que hablan,
en tardes remotísimas y ausentes,
acaso,
en el tiernísimo corazón de alguien.
Mas yo, yo no soy yo,
no soy Natalia.

MUCHACHA SIN PRESENTE

Soy una muchacha que no tiene presente.
Camino
hacia el umbral gris de la mañana.
Bajo
hasta la gran urbe
en donde están los hombres esperándome.
El autobús me lleva.
Me despido
del canto mañanero de algún pájaro.
Los jazmines se van quedando atrás;
los árboles,
de pronto, ya no mecen sus ramas.
Toco mi corazón
para saberme viva
y siento sus latidos
violentos y atrasados.
Tropiezo con la calle,
mis ojos ya no ven.
Camino y todo pasa ya,
como una losa
Bruscamente
caída sobre el alma.

AUTORRETRATO 1981

Poder volver atrás , sentir los ojos limpios,
resucitar, borrar esta impureza,
ahogar este dolor,
consumidor del pecho.
Poder decir, perdón, y renacer la misma
con mi pequeño corazón de abeja.
Mas no es posible, no
desterrar esta angustia, esta sombra perversa,
las nubes, los recuerdos.
Poder volver atrás, gritar perdón
y cerrar,
para siempre las puertas de la mente.
Mas, ¿quién va a perdonarme?
Soy yo misma.
¿Qué castigo imponerme que libere
este universo de dolor que ruge
por todas mis paredes y mis sienes?
¿A quién decir perdón, perdón,
si ni siquiera el viento ya me escucha?
¿A quién mirar ya, si a ti no puedo?
¡Oh, Dios, Mi pecho!
Mi pecho me duele mortalmente
y no oye, no pide, no suplica.
Mi pecho
es una llaga en carne viva
y en él penetran millones y millones
de tristes esqueletos.

DICIEMBRE 1992

Amor me ha dirigido el dardo más certero,
el que clavó en mi pecho su espita de colores
por donde el vino embriagador derrama
su esencia más hermosa.
Me ha llenado las manos de veranos rompientes,
de mares de oleajes, de espumas y veleros
y ha colmado, oh, bendito, de panes y de mieles
mi sufrido jardín de vieja tierra roja.
Oh, incansable muchacho, oh, irreverente niño,
cómo silba en el viento tu pértiga de sueño,
cuando tensas el arco de la pasión más dulce.

CUANDO ES SOMBRA LA TARDE 1999

A Pino Ojeda

No entiendo por qué
a veces,
cuando es sombra la tarde y confusa es la luz
surge un pensamiento constante de mi mundo,
no sé por qué lo gris
al frío y lo indeciso, se apoderan, terribles, de mi sueño más puro
y lo vuelven atroz.
Acosada por ellos, elementos malditos,
el espanto es agua que refleja el terror,
el sentimiento previo de mi fin
presintimiento de que él llegará
en la soledad de la pequeña casa,
frente al mar,
casi sin dios,
como siempre he vivido,
palpando ávidamente lo que veo.
Quiero dejar escrita
una palabra dulce, colgar de la ventana un retal blanco.
Pero alguien
me encontrará
dormida
con el nombre de Nada
al borde de mis labios […]

STEFANÍA 1959

Stefanía mantenía su escrutinio con bondad. Le era preciso mantener una cierta inclinación por él en aquellos momentos: Pese a eso, ahora nada era de ella. Sus ojos y sus labios sólo obedecían a la «voz ». Cada acto estaba regido por ella enteramente. Su corazón no te da fuerzas sino para latir acompasadamente. Otros días había tenido plena libertad, pero ahoga la «voz» era ella misma. Y la VOZ.» mandaba. Andrés volvió a hablar: -Soy muy egoísta, porque te amo a ti y a Paula. -Ya lo sé- respondió sinceramente Stefanía, pero clavó en la cara de él sus ojos llenos de angustia. -No debí conocerte- prosiguió Andrés-. Todo debió haber muerto. Stefanía puso atención a estas pocas palabras y meditó sorprendida. iLa muerte de todo! Aunque esto, pronunciado por Andrés, no hubiera sido para ella, se hubiese conmovido igualmente. ¿Acaso ellos mismos sabían que era «todo »? ¿No dudaban todavía? Andrés mencionaba algo que ella desconocía. De pronto se Ie ocurrió pensar en Paula más intensamente que nunca. La suya era una lealtad entera que no le permitía sospechar de su propia hermana, Stefanía lo reconoció consternada. Sin embargo, respecto a ella, los dos habían sido siempre sinceros. En todo momento tuvieron en cuenta que su existencia era mucho más poderosa que la de cualquiera de ellos dos.
Todo se había perdido. El estudio estaba en silencio y los minutos pasaban. Los dos pensaron en la familia, como dos cómplices de un terrible pecado. Pecado …, pecado. ¿Tenía ella realmente un pecado en su alma, tan grande como pretendía su corazón? Asumir esta convicción le pareció horroroso.

CARTAS EN EL CREPÚSCULO 1963

Pensaba con los codos en la barandilla: «Volveré siempre ai nido que me espera. El mundo es un inmenso nido.» Y escribió sobre una columna: «Queridísimo mío: seré feliz. Seré como las aves…» Había vuelto a elevar el rostro. En tanto, el mar rugía a sus pies. «No es ese tu camino —dijo la muchacha lentamente—. No has nacido para estrellarte contra un estúpido muro de contención, sino para vivir también libre. ¿A dónde podrías tú llevarme, mar? Desconozco el mundo.» Pero se vio reflejada dentro de sí misma y reparó, una vez más, en la gran luz que poseía y que aún no se había extinguido completamente. Ni siquiera había comenzado a enturbiarse dentro de su corazón. «Ella es mi esperanza —afirmó al mar. Y añadió—: Es como tú de inmensa. Se alarga y no tiene fin, se eleva y no tropieza con nada… Pero tú has tropezado con un muro, queridísimo mar; lo considero un espantoso ridículo para tus portentosas fuerzas. ¿Por qué no lo derribas? Entonces yo me ahogaría entre la espuma, y, como en un juego, me quedaría inerte… Pero no me seduce morir porque ahora, tú lo sabes bien, noto el embrujo de la vida.»

 

 

 

“La obra de usted se apoya, a mi juicio, no en la descarnada realidad de todos los días, sino (lo que es aún más importante) en la experiencia íntima de la autora. Es una novela doblemente poemática: no ya por su enfoque y tono generales, pero también por ser una biografía espiritual de quien se retrata en uno de sus personajes.”

Ventura Doreste

“Hablar de Natalia Sosa, es hablar de un alma libre por excelencia. Un alma, ilimitada, en un cuerpo de mujer. Su vuelo se pierde con hondura, fuerza y valentía en un supremo arrebato espiritual o, cual antítesis brutal, en un literario sensualismo sin barreras que sublima a lo carnal. Natalia, puramente mística y desgarradamente corpórea, la combinación perfecta que conforma, peyorativamente, su estro de poeta. Natalia, sutil, como perdida en lo etéreo pero, también, la Natalia vital, osada y cambiante. Peculiar cualidad que ha marcado, en gran medida, su ardua y dilatada trayectoria literaria.”

Marisol Herrera Sabater

“Pero observamos también en su obra aún no publicada una aceptación personal que sí es nueva y que marca sus versos, una plenitud humana desconocida hasta el momento en su producción literaria, expresión de la consecución de la madurez tan deseada y que se ha presentado de pronto, sin avisar, abriendo de par en par las ventanas de una vida hasta ahora sometida y temerosa, pero que se anuncia libre, asumiendo completamente las ideas por las que desea continuar latiendo”

Teresa Cancio León

“Esa mujer que ven es mi querida prima Natalia Sosa Ayala, poetisa. Aún se recuerdan y se halagan sus textos; yo sus charlas, su voz pausada, su paseos por el jardín de su casa de Funchal. Toda sensibilidad. Un amor cuyo recuerdo me emociona. Inesperadamente alguien ha puesto en mis manos esta imagen y el corazón me ha dado un vuelco. La quise mucho, la admiré como nadie sabe y su muerte dejó a nuestra familia, a los amigos, desnudos. Ahora que cala con más fuerza la posibilidad de reconocer su trabajo literario debemos empujar para que así sea. En la familia mi prima siempre fue un ser especial, atenta, cariñosa, cobijada en su mundo pero mirando la vida y lo que por ella pasaba con el interés de quienes la viven con compromiso. La sensibilidad le producía dolor” Marisol Ayala

 

 

Conferencia
«A la espera del alba: Seis poetas canarias del s. XX», Daniel María

Estudios
Diccionario de escritoras canarias del siglo XX, Blanca Hernández 2008
“La frágil soledad de Natalia Sosa” Luis León Barreto, La Provincia 29 de enero de 1984
“Natalia Sosa, Diciembre” Manuel Padorno, La Provincia 11 de marzo de 1993

Revistas
Mujeres en la isla
http://bibwp.ulpgc.es/electra/2012/04/23/mujeres-en-la-isla-primera-revista-feminista-de-canarias/
Aguayro
http://mdc.ulpgc.es/cdm/ref/collection/aguayro/id/2105

Obras digitalizadas
Stefanía
http://mdc.ulpgc.es/cdm/singleitem/collection/MDC/id/40877/rec/27

Cartas en el crepúsculo
http://mdc.ulpgc.es/cdm/singleitem/collection/MDC/id/70921/rec/28

 

 

Poesía

Muchacha sin nombre 1980

Autorretrato 1981

Diciembre 1992

Cuando es sombra la tarde 1999

Los poemas de una mujer apátrida 2003

PROSA

Stefanía 1959

Cartas en el crepúsculo 1963

Desde mi desván y otros artículos. Neurosis. Cartas. 1996

Literatura Canaria (LCA)

2º Bachillerato

IES Arico

Chona Madera

 

 

Texto: Kenia Martín Padilla

ASUNCIÓN MADERA

(1901-1980)

Nadie sabe por qué lloran los poetas.

 

 

Asunción Madera nació en Las Palmas de Gran Canaria, en una familia acomodada. Residió temporalmente en Madrid y en Málaga, donde permaneció hasta 1979, cuando regresa a su isla. En su obra se refleja el dolor de la muerte, pues tuvo la mala suerte de sufrir la de su madre y sus dos hermanas. Firmaba sus obras con el hipocorístico Chona, que era como le gustaba que le llamasen.

Además de escritora fue periodista y colaboró con diarios del archipiélago como El Eco de Canarias, La Tarde o El Día. También participó en revistas literarias, como Mujeres en la isla, Mensaje o Gánigo. Su labor como escritora hizo que ganara el premio de poesía Tomás Morales.

 

De El volcado silencio
MI SUEÑO

Mi sueño –que ya no es sueño
porque no es un sueño de nadie-
pronunció un profundo “no”
y se me quedó en la calle.

Mis ilusiones se fueron
a desandar los caminos
que emprendieron jubilosas,
sin contar con el destino.

Bellas ilusiones; sueños;
¿Dónde estáis?
Soledades han quedado
convertidos;
y yo, en medio de ellas
como el muerto
entre los cirios.

VENCIDAS MIS REBELDÍAS

Vencidas mis rebeldías
heme toda mansedumbre.
De tanta renunciación
llevo el corazón sin lumbre.
¡Ay, la espera
de las horas no llegadas!
¡Ay, los días
y su yunque, y la verdad
que truncó mi fantasía!

Llorando voy por mis sueños,
que solo sueños tenía…

NADIE SABE…

Nadie sabe por qué lloran
los poetas.
¡Nadie sabe, nadie sabe…!
El llanto en los demás
justifícanlo: sus duelos.
Ellos: porque vuela el ave;
porque ayer fue el mar de seda;
porque sonó dulce el clave
y se hizo polvo de oro
la luz en la rosaleda,
o porque unos ojos bellos
le miraron con bondades…
Nadie sabe por qué lloran
los poetas.
¡Nadie sabe, nadie sabe…!

ESTAS MANOS

Estas manos que nunca
taparon a un hijo,
ni lavaron nunca
sus carnes rosadas,
se duelen de haber nacido
para nada.
Mi madre en mí queda
como obra truncada.
¡Qué pena por ella!
Yo hubiera querido
prolongar su savia;
pero a veces digo, para mi consuelo
¡nadie por mi culpa llorará su duelo!

De Mi presencia más clara

EL SILENCIO

El silencio
es el inmenso palacio
por el que ando despacio.
El silencio
(que no tiene barreras)
nunca me dice: Espera.

El silencio,
que no es primavera,
ni es verano,
ni otoño,
ni es invierno siquiera,
que no es nada –para tantos-
constituye mi encanto.

El silencio
no me tiene por rara.
Es mi mejor amigo,
mi palabra más clara.

CANCIÓN DE LOS NIÑOS TRISTES

A María Teresa Madera de Suárez Franchy

Por los niños tristes mi canción se viste.
Por todos los niños sin madre acunados,
yo, madre de todos los desheredados.
Yo tengo los besos de las madres muertas
para sus caritas de nardo cuajado.

A mí sus miradas, sonrisas t/ sueño.
A mí, todo el llanto —de ignorada causa—.
A mí, manecitas que pedís caricias.
Yo tengo el calor del nido deshecho,
y mi pecho, anchura por todos los pechos.

A mí, bienamados:
los niños de nieve,
los niños rosados,
los niños morenos y demás colores.
Los niños son flores.
Por eso los hay tan varios en raza.

Todos, todos, todos,
venid a mi lado.

Por los niños tristes mi canción se viste.
Por todos los tristes y desheredados.
i Venid!
¡Yo tengo el calor del nido deshecho,
y mi pecho, anchura por todos los pechosl

De Las estancias vacías

OTRA POSIBLE EN TI

(Carta que quizás no leas…)
Sé que pudiste ser otra. Tu espíritu
desencantado, silencioso ya,
nacía espera, nada desea.
(¡Tanto fue el rigor dispuesto para ti,
contrario a tu enorme ternura!)
¿Qué podría hacerse?
(¡A mucha pena te tocó vivir)
Sé que hubieses sido otra sin
esa carga.
Otra posible en ti hubiesen conocido
los tuyos, los demás.
Sé que a veces hablas a solas y protestas
y gimes
por verte inútil a ti misma,
doliéndote de tu auténtico ser,
exiliado del tiempo,
hundido en ese mar terrible del que
no se vuelve, del que nadie regresa… Sí,
fantasma de él has sido,
de la tú imposible.
Sé que por eso mismo
la arropaste en lo más íntimo tuyo,
en tu yo infranqueable,
y por tan oculta en ti
crees que nadie sospecha su existencia.
Aun con todo la aman,
porque sin darte cuenta transparentas
la otra,
la que nadie ha visto y sin embargo
por esa intuición que descubre
el trasfondo de tanta apariencia,
la piensan,
ven tras de ti,
conocen.
Incontables veces he pensado en tu yo
sin tiempo;
en los que, como tú, sin el suyo pasaron.
Consuélate.
Apenas hay quien diga: “yo vivo
plenamente”. Sí, apenas quien
pueda decirlo. Quien lo diga…

De Los contados instante

SEÑOR ¿POR QUÉ TRAS TANTOS SIGLOS TODAVÍA…?

“Un poco de esperanza, que ya empieza
a doler, tan sostenida”.
LUIS LÓPEZ ANCLADA

¿Por qué, Señor, por qué en la tierra el odio
desde que el hombre fue, posó su planta?
A veces oscura luz habítale los ojos,
y como ves, no es como esperabas.
(Gravitóme en el alma honda tristeza,
acaso de otro mundo enamorada…)
Sólo el mal parece a su voluntad sujeto
que el bien, echa en olvido.
¿Por qué mirarse en tal rencor erguidos
y ese no poder verse, como hermanos?
Si levantada ciudad, ya destruida
por ese eterno Caín: bíblico hermano.
Hermano en quien nació, brotó la envidia.
(Oh la terrible simiente, vengadora
de un mal, que sólo en ella fructifica
y hoy como ayer, el pecho le devora).
Qué, con la misma mirada fugitiva
que huye a la luz —que avieso lo delata—,
no advierte que la sangre fratricida,
el sol —más que él, compasivo—, la seca a besos:
que de piedad, en besos se desata.
(Jamás me libraré de esta tristeza,
que un día y otro en mí, va renovada).
Señor, ¿por qué tras tantos siglos, todavía…?
Dales la facultad de ver más claro.
Recuérdales tu Ley —Ley sin querellas—,
que nada como el amor centra la vida
ni más triste, que el despojo… de ella.

De Continuada señal

TIEMPO PRESENTE

QUIEN fuera brisa, o árbol fuera. Sin esta constante angustia.
Sin este frecuente derrumbamiento de ánimo.

Demasiado porosa
la retícula
de nuestra sensibilidad,
impregnando va nuestro espíritu,
de la que hoy azota el mundo.

¿Por qué tanto buscado dolor?
¿Tanto destruirse los unos a los otros,
en este breve respiro que la vida es,
que somos?

¿Volverá el hombre a saber del inmenso bien
que supone la paz?

(Lejos de su fundamental origen,
ha olvidado que es el amor el que lo hace nacer).
Jamás se valoró menos.

Jamás la vida, tan fuera de su órbita; con apenas afectivas
raíces;
con tanta inquietud,
ha atravesado continentes enteros.
Ha cruzado tantos mares.
Ha cargado con tan terrible dolor
las ondas del espacio.
(“Y tu angustia, que me importa tanto”).
PARA SABER MÁS

Toda la obra de Chona Madera se estructura en una forma libre, sin abandonar, casi nunca, ese lejano rumor de la rima asonante, que suena, en sus versos, como la canción de un mar abierto —¿el de sus islas?— que nos comunica tantas cosas humanas, universales, que son de ahora y de siempre. Sebastián de la Nuez. Prólogo a Obras completas.

Tazón inmenso es su corazón, en él se puede beber siempre la limpieza de la intención y la fluidez de la palabra clara. Así es este vaso, deja que en sus bordes se pose el aire cuando pasa, el agua cuando cae, el polvo cuando cruza. Gracián Quijano. Prólogo a Continuada Señal.

Lejos de construir una preciosidad barroca, Chona Madera ha ido levantando, verso a verso, en la sucesión de los días, su edificación sobria y sólida. Luis Benitez Inglott. Prólogo a Las estancias vacías.

La porción de vida vislumbrada en la poesía de Chona Madera lo dice todo contra ese mundo que se empeña en que las mujeres, para llevar un existencia plena, deben casarse, tener hijos, criarlos, y perderse a sí mismas en un abismo de deberes sociales y domésticos. Saro Díaz. Prólogo a Antología Poética.

 

 

Datos biográficos:
http://www.guiadegrancanaria.net/memoriainsular/2001/personajes/chona_madera/chona_madera.html

http://www.mdc.ulpgc.es/cdm/ref/collection/aguayro/id/1837

Enlace a su obra digitalizada:
Obras completas: http://www.mdc.ulpgc.es/cdm/ref/collection/MDC/id/70716
Las estancias vacías: http://mdc.ulpgc.es/cdm/singleitem/collection/MDC/id/44127
Los contados instantes: http://www.mdc.ulpgc.es/cdm/ref/collection/MDC/id/44018
Mi presencia más clara: http://www.mdc.ulpgc.es/cdm/ref/collection/MDC/id/72581

 

 

 

En los versos de Chona Madera se observa que se trató de una mujer que se alejaba del rol de género dominante en su generación. En aquel entonces, se concebía que las mujeres debían su existencia a ser madres y ocuparse de las labores del hogar. Como puede leerse en su poema “Estas manos”, Chona Madera no tuvo hijos:

Estas manos que nunca
taparon a un hijo,
ni lavaron nunca
sus carnes rosadas,
se duelen de haber nacido
para nada.
Mi madre en mí queda
como obra truncada.
¡Qué pena por ella!
Yo hubiera querido
prolongar su savia;
pero a veces digo, para mi consuelo
¡nadie por mi culpa llorará su duelo!

Tal y como expone la crítica Saro Díaz (en el prólogo de su Antología Poética), Chona Madera, en cambio, dio a luz unos magníficos versos. En su obra permanecerá por siempre su savia y su genética.

 

 

Los críticos incluyen su producción literaria dentro de la poesía de posguerra. Sus versos tienen carácter elegiaco, pues muchos se dedican a la muerte, y se aprecia en ellos la religiosidad de la autora. Algunos poemas son de corte social, mientras que en otros habla de su mundo interior y sus sentimientos.
Sus obras son: El volcado silencio (1944)
• Mi presencia más clara (1956)
• Las estancias vacías (1961)
• La voz que me desvela (1965)
• Los contados instantes (1966)
• Continuada señal (1970)
• Mi otra palabra (1977)
En el año 1979 se publicaron sus Obras completas y en 2003 se publicó una Antología Poética con una selección de poemas.

Lengua Castellana y Literatura (LCL)

4º ESO

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