90 años de historia
Este texto ha sido elaborado con la intención de resumir brevemente la historia de nuestro instituto, para que las personas que entren en el mismo, puedan realizar una lectura de un cartel de gran visibilidad que estará localizado en el hall principal. No sobrepasa las 600 palabras, por lo que carece de profundidad histórica. Sin embargo puede resultar útil desde el punto de vista divulgativo y didáctico. Consta de 4 grandes etapas con sus correspondientes imágenes.
Antecedentes
Durante el siglo XIX la enseñanza secundaria se generalizó a lo largo de la geografía española con la creación de institutos en la mayoría de las capitales de provincia. Sin embargo, a Santa Cruz de Tenerife, a pesar de su condición de capital y de la creciente demanda social por mejorar el nivel educativo y cultural de su población, se le negó dicho reconocimiento.
Lejos de desanimarse ante semejante agravio por parte de las autoridades educativas de la época, el Ayuntamiento, con el apoyo de donaciones privadas, fundó en 1876 el Establecimiento de Segunda Enseñanza. Durante varias décadas, este centro atendió las aspiraciones académicas de la juventud chicharrera. Ubicado en la Plaza Ireneo González, dependía administrativamente del Instituto de Canarias de La Laguna, donde el alumnado debía examinarse para obtener los títulos oficiales.
Creación del Instituto
Una de las señas de identidad de la II República Española, en la década de 1930, fue hacer realidad el acceso a la educación para la mayoría de la población que, históricamente, había sido excluida de ella. Esta reforma educativa se materializó en nuestra ciudad con la creación, el 25 de marzo de 1935, del Instituto de Bachillerato de Santa Cruz de Tenerife.
El Instituto heredó tanto el profesorado como las instalaciones del Establecimiento de Segunda Enseñanza, por lo que continuó desarrollando su actividad en las dependencias de la Plaza Ireneo González. Su primer director fue el escritor canario Espinosa, una de las figuras más Agustín Espinosa, destacadas del vanguardismo en España y uno de los responsables de traer a Santa Cruz la ll Internacional de Surrealismo. Lamentablemente, esta intensa actividad cultural le valió un expediente de depuración franquista, que lo llevó a ser apartado de su cátedra.
Crecimiento y cambio de nombre
El crecimiento de la población escolar en las décadas siguientes llevó al Ayuntamiento a buscar ubicaciones alternativas de cara a poder aumentar la oferta educativa del Instituto. Tras un periodo en que se impartieron clases en un edificio de la calle Enrique Wolfson (actual Escuela de Idiomas), a mediados de los 60 se terminó el edificio actual, situado entre las calles Simón Bolívar y Benito Pérez Armas. Según la prensa de la época, el centro comenzó con una capacidad para aproximadamente 1.700 alumnos.
La década de 1970 trajo numerosos cambios a nivel normativo. En 1973, el instituto se desdobló, pasando nuestro centro a ser el Instituto Nacional de Bachillerato Masculino no1. Dos años después, en 1975, se dio un importante paso hacia la coeducación, transformándose en un centro mixto que acabó para siempre con la segregación educativa por sexos. Finalmente, en 1976, el instituto adoptó el nombre de «Andrés Bello», en honor al destacado humanista y político latinoamericano, figura clave en la independencia de Venezuela.
Últimos 50 años
La década de 1990 estuvo marcada por una profunda transformación del sistema educativo. La implantación de la LOGSE amplió la escolarización obligatoria hasta los 16 años, con el objetivo de elevar el nivel educativo de la población y fomentar la continuidad formativa en etapas posteriores. Este cambio supuso un gran desafío para nuestro Instituto, que pasó de impartir únicamente enseñanzas postobligatorias (BUP y COU) a ofrecer una educación mixta, combinando la ESO, como etapa obligatoria, y el Bachillerato, como opción postobligatoria.
En los últimos treinta años la diversidad del alumnado ha aumentado significativamente. nuestro profesorado ha acompañado en su formación a estudiantes que, en otras épocas, habrían concluido su trayectoria académica mucho antes. Esta riqueza en orígenes, capacidades e intereses son una fortaleza clave para alcanzar la excelencia. Constituye la mejor base para que, desde nuestras aulas, crezcan ciudadanos y ciudadanas libres, críticas, justas, igualitarias y, sobre todo, felices.