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Aprendiendo a narrar con imágenes

Durante mis bastantes años dando clase he probado en muchas ocasiones a que los alumnos dibujen un cómic.

El primer bloqueo surge con su valoración de lo que es un buen dibujo, motivo por el que muchos abandonan sus trazos al verse incapacitados para representar de forma realista el entorno. Como bien decía el ilustrador Puño en una charla, la pregunta no es ¿Cuándo empezaste a dibujar?, sino más bien ¿Cuándo dejaste de dibujar?, ya que todos los niños manifiestan su deseo de dejar su huella en un papel cuando no, directamente en la pared.

La labor del profesor estriba en hacerles ver que el cómic trata de conceptos y símbolos, no de realismo, y que un buen dibujo, al menos en el caso del cómic lo es cuando cumple los objetivos que se ha planteado su autor, lisa y llanamente. La falta de pericia es lo que les provoca inmovilismo. Yo procuro jugar con ellos al Pictionary, del  cual sacamos múltiples enseñanzas. Lo ideal es usar palabras no tangibles, conceptos tales como “repetir”, “empatar”-prohibiendo el uso de números-“divorcio”, “testigo”, “caos”, etc.

Les hablo de la metonimia, cómo usamos una chola con calcetín para representar la palabra guiri, o un volante para un coche.

También del  ruido. En muchas ocasiones el alumno se bloquea y al no tener más recursos para proporcionar información válida al resto de la clase se dedica a pintar un bigote al personaje, por ejemplo. Es entonces cuando hago hincapié en que, usando tan pocos elementos, cualquiera que introduzcamos es elevado a la categoría de crucial y si no aporta nada sino que despista es, simplemente, ruido.

Hablamos, a su vez, de la mayor ambigüedad del lenguaje visual frente al verbal, les hago pensar en otras maneras de representar la misma palabra que el que la ha realizado en la pizarra.

Otra conclusión que podemos sacar de este completísimo ejercicio es el uso simbólico de la imagen. Más de uno dirá que conoce a un guiri que no lleva cholas, pero yo recurriré a los pictogramas de aseos femeninos para demostrar que, aunque ninguna alumna lleve falda en ese instante en la clase, todos interpretan que esa puerta conduce al baño de las chicas, o que un agujero cuadrado con un arco de semicircunferencia encima es percibido antes como una madriguera de ratón que la real. ¿Cuántos ratones manejan el compás y la escuadra y el cartabón?

También cabe desarrollar la exageración de lo expresado gráficamente en aras de la claridad. Normalmente hacen tímidamente una boquita para una persona habladora o no relacionan dos figuras, poniéndolas de frente al espectador, con los brazos caídos.

Les pido que si los monigotes tienen que ver entre sí se toquen o miren, y que el personaje palicoso tenga una boca gigante y 20 bocadillos de texto alrededor.

Luego viene la madre del cordero. Plantear una historia. “No se me ocurre nada” o bien “Va Juan por la calle se encuentra a Ayram. Se saludan. Fin.”

No, no. Hay que plantear un conflicto. Un personaje quiere algo y equis se lo impide. Se resuelve de una forma inesperada.”Ah, ¡Ya sé! Ayram es abducido por los alienígenas. Se escapa. Fin”

“No, no.”

“¡Ya sé! ¡ Al final lo matan!”

Total, que habría que recurrir al uso de anécdotas. Para ellos, a esas edades, todo tiene una importacia crucial y un viaje a Disneylandia les parece la hostia, aunque no tenga ni planteamiento, ni nudo, ni desenlace.

Una idea que surgió de la colaboración con Eduardo González  fue barajar esas ideas en una bolsa y que, cual amigo invisible, ellos sacaran una ajena y trataran de narrarla. Si no funciona, al menos servirá para que se den cuenta de que sus compañeros no han escrito una historia, que no hay un conflicto y que nada avanza y desde luego, no tendrá el carácter emotivo de haberlas protagonizado en primera persona y esa distancia hará que traten de conferirles un nuevo interés.

Los cuentos infantiles funcionaron en una ocasión para 4º de la ESO.

Otras maneras de evitar esto son que cuenten un chiste. Aquí el peligro es que el chiste sea verbal y la omisión de la imagen derive en idéntico significado.

Si tapamos la imagen y leemos el texto, ambos chistes funcionan igual que con ella.

Si tapamos la imagen y leemos el texto, ambos chistes funcionan igual que con ella.

Por supuesto, los aguijoneamos u obligamos a que incluyan una tormenta de ideas con un número mínimo de palabras. Si les digo que 30, se les hace cuesta arriba, a pesar de haberla hecho sin mayor problema e identificando al menos 60 vocablos entre todos, en una relativa a “fútbol” o “peluquería”. Les explico que no lo vean como un trabajo, sino como el material -los ladrillos- con los que podrán edificar la historia; a mayor cantidad de ladrillos, más posibilidades. No cala, pero ayuda.

Deben colocar las palabras en columnas para verlas globalmente y relacionarlas fácil y visualmente. El final ha de ser lógico pero inesperado- les insisto.

En cuanto al miedo a la hora de representar la información se pueden encontrar principalmente dos, diametralmente opuestos: o el alumno sabe dibujar demasiado, con lo cual se luce olvidando lo primordial, esto es, la información a comunicar, e incluyendo cantidades industriales de ruido gráfico, o no sabe dibujar nada y poner un personaje de perfil  le resulta un mundo.

Para el primero podemos optar por simplificar usando las herramientas de Ivan Brunetti  en su libro Cartoooning , me refiero a dibujar el coche que conozcan en 5’ con la mayor cantidad de detalles que recuerden, hacer lo mismo en un segundo y tercer dibujos pero con 30“ y 10´´ respectivamente, con la instrucción obligatoria de terminarlo en ese lapso.

Para los segundos mucha gente opta por herramientas existentes en la web, pero que, a mi criterio, son un error. Estas son como cliparts, y estriba en ellas el peligro de que tengan información no deseada, tal como una postura que mola (un escorzo, por ejemplo, cuando en ese plano no sería pertintente) o una vestimenta inadecuada.

Los alumnos se podrían colocar en las posturas de los personajes y fotografiarse con el móvil, aunque el entorno real, plagado de detalles aleatorios , compite de nuevo con la información a transmitir, creando más y más ruido visual. El cómic trabaja con conceptos, la realidad rebosa ruido.

Otro recurso es escenificarlo mediante mímica, algo más próximo al lenguaje del cómic, en la que los alumnos sí estarán pendientes de qué información necesitan transmitir y la recrearán al no estar disponible en su alrededor inmediato.

Yo insisto en la idoneidad de los muñecos de palo, eso sí, con características distintivas que los hagan diferenciarse en el caso de ser deseable o imprescindible. Un bigote, un sombrero, o una camiseta de un color determinado pueden ser más que suficientes para este objetivo.

El uso de un guión gráfico y de unos bocetos se demostrará requisito sine qua non para la realización del cómic. ¡Cuántas veces no me habrán dicho aquello de “Y aquí va un ejército de mil mongoles con las armaduras centelleando al sol” y yo les habré dicho. “Vale, pues dibújalos.”

Cierto, un alumno de la ESO no se expresa así, nunca me lo han dicho, pero sí descripciones carentes de muchas decisiones relevantes, tales como el uso del plano, dónde van los bocadillos, qué elementos están en primer término, dónde van los negros, etc.

No solamente a todos estos inconvenientes se enfrenta el profesor que decide exponer a sus alumnos a la realización de un cómic. El uso de los distintos planos también será soslayado por parte de ellos. Tal y como Segar, autor de Popeye, lógica y sinceramente hiciera en la primera veintena del siglo XX , titulando su tira periodística como Timble Theater (algo así como teatro del dedal) los alumnos usarán solamente un plano general, deudor del que constamente los espectadores observan el teatro, en el que los personajes se moverán a derecha e izquierda. Si algún elemento es demasiado pequeño para ser subrayado o percibido con claridad en un primer plano se perderá en ese otro tan alejado, elegido por  los alumnos por simple y plana falta de costumbre o análisis. Por ello, pienso que sería adecuado obligar a los alumnos al uso de varios planos distintos del general en la narración de su historia.

Otra cuestión que podemos manejar es el orden de los planos. Un sano ejercicio es reordenar los planos de una página ya editada para conseguir que tenga un sentido, seguramente otro del planteado originalmente.

Muchas veces ignoran la información que están comunicando y la dan por sobreentendida, en un “Yo me entiendo” tan propio de ellos en el lenguaje hablado.

“Es que la madre…”-explican…

”¿Quién es la madre?”

”Esta”

”¿Y cómo lo sabemos? ¿Se ha visto o dicho antes?”

Antes que nada, el alumno habrá de colocar los bocadillos de texto, de manera que sean legibles (de izquierda a derecha y de arriba abajo) y se dará cuenta de que el personaje que primero hable debe estar colocado a la izquierda.

Otro ejercicio sanísimo es leer el cómic sin texto y ver qué se desprende de él. Podemos verbalizarlo, describiendo la acción.

Esta página de Yves Chaland es un magnífico ejemplo de ello, en la que prácticamente toda la información está dada mediante el dibujo.

 

 

No sé si todo esto servirá de algo. Hoy he puesto el ejercicio de crear una historia corta en un 2º de la ESO, asignatura de Prácticas comunicativas y creativas. He puesto un guión relativo a las posibilidades que tenían: Tormenta de ideas de un tema que les molara, uso de una anécdota personal, adaptación de un cuento infantil, adaptación de un chiste visual.

Nadie ha hecho nada, sólo el empollón ha escrito algo: “Estábamos tirando petardos cuando uno salió rodando calle abajo. Explotó junto a un coche de policía que pasaba justo por allí.” “Vale. ¿Y cómo acaba?” “Salimos corriendo y llegamos a casa.”

Álvaro Manzanero

Ejercicios prácticos: Qué información proporciono en cada viñeta y qué preguntas se hará el lector con ella.

En el transcurso de la realización de la tira de tres viñetas de los alumnos de 4º de la ESO, poniendo ideas en común, apareció una historia y se me ocurrieron variantes muy ilustrativas, que aclaran mucho qué tenemos que tener en cuenta a la hora de crear la secuencia.

En el primer caso, podemos leer cómo una persona va caminando por la calle, cae en un hueco o alcantarilla y en la tercera viñeta desaparece. Hay una acción, pero no hay una historia.

 

Dibujo01

 

En el segundo caso  la persona va caminando y vemos que tiene una alcantarilla abierta a su paso, y nos adelantamos, presagiando la caída. En la segunda viñeta vemos una segunda alcantarilla y en la tercera que ha caído en una de ellas, no sabemos en cuál  al no figurar las dos alcantarillas dentro del cuadro.

Dibujo02

En este ejemplo , hemos omitido una información crucial para la comprensión de la historia: la existencia de las dos alcantarillas, con lo cual en la tercera viñeta deducimos que ha vuelto atrás, que el salto no ha sido tan largo como el esperado.

Dibujo03

 

La última opción sería la redonda: en la primera viñeta, como ya habíamos dicho, se presagia el batacazo, en la segunda vemos que cómo lo evita, y la última nos encontramos con el gag inesperado; la presencia de una segunda alcantarilla que no vio y en la que cae nuestro desafortunado protagonista, sorprendiéndonos.

Dibujo04

Iván Brunetti, ya nos pone sobre aviso en su maravilloso libro Cartooning que lamentablemente nunca ha conocido edición en nuestra lengua: los “How to”s  de cómic nunca tratan de la verdadera narración, sino de fórmulas para dibujar de manera más o menos realista, haciendo hincapié en lo anecdótico en vez de en lo primordial.

Álvaro Manzanero

El dibujo, enemigo del cómic

Todos pensamos que en el cómic se trata de contar historias con imágenes y así es, pero el dibujo por el dibujo, la fascinación por el trazo y la forma, puede llegar a ser uno de los mayores impedimentos para una buena narración.
Los aspirantes a dibujantes de historieta no llegan al medio por afición a contar una historia, de hecho, muchos no saben ni qué es una historia. ¿Cuántas veces habré tratado de que mis alumnos creen una historia para narrarla en viñetas y habré oído eso de “Mi historia es de una persona que va al cine y regresa a casa. FIN”? No entienden que en primer lugar tiene que haber un conflicto y que lo que hace avanzar la historia son las preguntas que se hace el lector con la información que nosotros, los dibujantes, le hemos proporcionado.
Este año hemos realizado una tira de 3 viñetas en 4º de la ESO . En ese espacio, poca cosa se puede transmitir, por eso hice hincapié en la fórmula de la tira de “cartoon” clásica, llevar al lector por un camino y sorprenderlo en la última viñeta. Sin embargo, ellos llevaron al extremo la máxima del “Yo me entiendo, profe”, sin ponerse en ningún momento en el lugar del espectador.
Los que se creen muy buenos dibujantes hacen un boceto, para ellos logrado, y se enamoran del dibujo. Ya está, escollo conseguido. Da igual el resto de lo que dibujen, pero están convencidos de que ese esbozo ha de estar en el trabajo final, independientemente de si ayuda a la narración o no.
Esto mismo me ocurrió con la página dibujada para la anterior entrada del blog: hice un dibujo a lápiz muy suelto, que me gustó en particular, y hasta que no la hube mostrado a varios compañeros no me di cuenta de que esa viñeta no debía estar ahí-ni en ningún otro lado-ya que la expresión del personaje incitaba a la confusión. Éste daba impresión de ser un dibujante talentoso cavilando cómo perfeccionar su dibujo, mientras que la idea que debía comunicar al lector era que el niño se sorprendía de lo realizado, que no había sido intencionado. He escaneado a lápiz el boceto con idea de que no se perdiera la gracia de la espontaneidad, que generalmente no respeta el entintado, y a pesar de la omisión de la tinta y de las masas de negro, podemos hacernos una idea de ambas lecturas y del cambio global de significado de la historia.

Otro tanto sucede con la documentación gráfica, en tiempos de internet, superada la sequía de tener que buscar en revistas, catálogos o fotos propias y clasificarlas en hojas de cartapacio bajo un tema, con el gran obstáculo de sólo poder poner una etiqueta por foto, los dibujantes acuden- y así lo hacen los alumnos-indiscriminadamente a internet: a la primera página que se encuentran, los más trabajadores a la quinta y los conscientes a la que encuentran lo que andaban buscando, lo que ya tenían en mente porque habían realizado un boceto previo. El diagramar es imprescindible, para, sin mediación de nada que no sea la traslación del guión en imágenes para la lectura del público, conseguir la dramatización o el tono necesario para su correcta percepción. Si buscamos un camello, porque nos lo pide la historia y lo encontramos en una inusitada postura que nos llama la atención y nos gusta, probablemente tratemos de incorporarlo sin más al cómic, olvidándonos de su verdadero lugar como engranaje en la historia. Si lo hemos colocado ya, abocetado, en su viñeta correspondiente, nos costará más zafarnos, como si huyéramos de la lista del super que nos ciñe a lo imprescindible en vez de comprar kilos de chocolatinas cuando ibamos a por zanahorias.
En el caso de los alumnos, el patinazo puede ser aún peor, dado que vistos sus conocimientos, tienen mucha dificultad para poder cambiar el ángulo de lo expuesto en la foto buscada.
Así que lo ideal es diagramar-hacer pequeñas imágenes donde sólo quepa lo imprescindible- estableciendo las relaciones entre los elementos que las componen, su punto de vista el plano, y sobre todo, la relación entre las anteriores y las subsiguientes. Habrá un momento en que nos detengamos, a la vuelta de zamparnos un yogúr, y con el rotu en mano cual baqueta, hagamos un estacato, apuntando su ritmo. Tal vez entonces sólo veamos eso, el ritmo, olvidando la disposición de los negros en toda la página o el parecido de un mismo personaje entre varias viñetas, por citar dos cuestiones que también tendremos que tener muy en cuenta en esa fase de la realización. Nada de esto pasa por la mente de un lector, ni siquiera de un dibujante realista, en los márgenes del cuaderno de bachillerato.

Álvaro Manzanero

Los tópicos del cómic, esas malas hierbas imposibles de erradicar

Uno de los tópicos con respecto al medio que no ceso de oir es: “Tú que tantos cómics has leído, lo tienes fácil para hacer uno”. La gente cree entonces que cómo se les ocurre a los dependientes de las librerías de cómic desaprovechar su tiempo atendiendo al público, en vez de estar haciendo la obra maestra del cómic.
No es que sean menos listos que el resto, es simplemente que no se han enfrentado a los problemas de completar una narración gráfica. Si se pusieran, mirarían los recursos ajenos-algo que tuvieron frente a sus ojos siempre y jamás vieron, ocupados en leer la historia y no en hacerse preguntas relativas a su creación-es decir, siempre vieron las soluciones, pero nunca los problemas que había tenido que encarar el autor.
Por mucho que yo hable de todo esto, la próxima vez que leas un cómic, volverás a pensar que fulanito tiene el estilo de menganito, por el acabado del pelo y la forma en la que hace la línea o los ojos, y todo esto no habrá servido para nada. Para eso son los tópicos, para perdurar, sin demasiada dificultad, y sin apenas base ni experiencia, repetidos hasta la saciedad y por tanto dados por válidos por todos.
Una cuestión que no se plantean es la colocación de los bocadillos en la página. Esta debe aparecer en la diagramación, fase inicial de la traslación del guión a la página de cómic, ya saben: cuando el dibujante esboza monigotes en unas viñetas en miniatura. Este momento es básico, y en esto nunca piensa nadie. ¿Algún lector de cómic ha pensado que los rabos de los bocadillos no deben cruzarse? Existen varias opciones para solventar esto, por ejemplo que el personaje que está situado a la izquierda tenga su bocadillo situado por debajo del de la derecha. Generalmente se evita y se situa al personaje que primero habla a la izquierda y el que lo hace a continuación a la derecha. En el ejemplo de Tintín, percibimos que puede ser ligeramente invasivo y restar espacio a la imagen.

Tintín

 

En el caso de que el primer personaje no diga una, sino dos cosas en la misma viñeta, el problema se complica. Podemos observar la solución de Keko, en su último cómic publicado, donde los bocadillos posteriores en lectura no sólo se colocan bajo los primeros, sino también desplazados a la derecha, potenciando el orden lógico de lectura horizontal, de izquierda a derecha y de arriba a abajo.

 

Keko

 

Otra solución la encontramos en Vittorio Giardino y su “Little Ego”:

 

Little Ego

Tal vez menos elegante pero más funcional , que yo nunca había visto, es la solución de Jaime Hernández en su último cómic-“Chapuzas de amor” Como podemos ver en la imagen, se trata de superponer el bocadillo intermedio al rabo de unión entre el primero y el tercero. Esta tiene la ventaja de dejar libre el resto de la viñeta que no sea la parte superior. No siempre tiene por qué convenir, ya que el texto, como cualquier otro elemento de la composición, guía la mirada del lector.

Chapuzas de amor