POLIGONERAS DE MATRÍCULA DE HONOR

El trabajo fin de grado de Iris Rodríguez en la ULPGC pone en valor el papel de las mujeres en el movimiento vecinal del Polígono de Jinámar entre 1980 y 1987.

Dignificar la palabra poligonera, vaciarla del tono despectivo y darle el significado social y político que se ganaron en los años 80 las mujeres del Polígono de Jinámar, protagonistas del movimiento vecinal que logró transformar este núcleo marginal y dotarlo de servicios esenciales como agua, luz, transporte, parques o colegios. Este es el objetivo del trabajo fin de grado (TFG) en Historia por la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria, de Iris Rodríguez Barrameda, calificado con Matrícula de Honor.

Poligoneras. Mujeres en el Movimiento Vecinal del Valle de Jinámar es el título del estudio dirigido por los profesores de la ULPGC Juan Manuel Santana Pérez y Federico E. González Ramírez, en el que Iris Rodríguez ahonda en el movimiento vecinal en el Polígono de Jinámar entre 1980 y 1987, desde una perspectiva de género y de clase.

«Son muchas las razones que me llevaron a decidirme por este tema. En un primer momento, porque mi abuela participó en el movimiento vecinal y crecí oyendo como nació, lo que sufrieron y como lucharon para conseguir que Jinámar pudiese tener las infraestructuras necesarias para vivir. También porque soy de Jinámar y quería hacer algo sobre el lugar al que pertenezco. Pero sobre todo, porque las investigaciones que se han hecho sobre espacios socio-urbanos de exclusión siempre son desde una perspectiva androcéntrica, donde el protagonista es el hombre, y yo quería hacerla desde una perspectiva de género, buscar a estas mujeres y hacerles entrevistas, que me comentaran su experiencia«, indicó la joven de 24 años, graduada en Historia.

Entre otras cuestiones aborda el estigma que padecieron las primeras vecinas del barrio de Jinámar y las consecuencias que tuvieron sobre ellas y el territorio. Precisamente uno de los retos marcados por la autora era el de definir y dar valor al papel que jugaron estas vecinas como mujeres de clase obrera, estigmatizadas e integradas en un espacio socio-urbano de exclusión. «Nosotros consideramos que a la hora de abordar el estudio era primordial dignificar la palabra «poligonera», utilizada para adjetivar despectivamente a estas mujeres, queríamos darle el significado social y político que merecen y, por tanto, reconocerles su lucha y ese papel tan importante que jugaron para darles a sus hijos una vida digna«.

De esta forma Iris Rodríguez rescata del olvido este proceso social, cuyos años más fuertes de lucha se centraron entre 1980 y 1984, a pesar de que se alargó hasta 1987. Se trató de un movimiento con características propias, como la autogestión y el apoyo mutuo, donde el hombre encabezaba o presidía, pero eran las mujeres las que llevaron el peso de la lucha, haciéndola visible en la calle.

Según recoge el trabajo, todo surge a raíz del incumplimiento del Plan Parcial de 1972 que contemplaba una serie de infraestructuras y servicios públicos que no se llevan a cabo. «Lo único que se verá reflejado en los primeros años es el colegio público Montiano Placeres, abarrotado de todas las niñas y niños que habitan el Polígono de Jinámar. Así pues, vivieron sin agua potable, sin electricidad, incluido el alumbrado público, entre basura y aguas fecales, sin centro de salud, ni transporte público, entre otras 43 dificultades más«, indica la joven.

Ante esta situación se crean por fases distintas asociaciones para luchar por el abastecimiento de servicios públicos de los que fueron excluidos, para luego constituirse en el movimiento vecinal. «Fue un movimiento con unas bases comunitarias, de ayuda mutua y autogestionado por las propias vecinas y vecinos, además, con el componente de clase y de carácter democrático, pues realizaban asambleas llegando a consensos y requiriendo la opinión de la vecindad, e incluyendo a todos y todas por igual en dicha lucha«, apunta la autora del estudio.

Pero dicha lucha tiene también una especificidad importante de género: mientras que los hombres presiden las asambleas del movimiento vecinal y las propias APAS de los colegios, son las mujeres las que participan en las manifestaciones, huelgas, recogida de firmas…

«Hay pocas mujeres dirigentes y que se atrevan a ir a las asambleas, pero a la hora de estar presentes en la calle son la mayoría. De modo que estas mujeres subvierten su rol asignado escapando de su espacio privado para participar en el espacio público, convirtiéndose en sujetos políticos y sociales. Estas mujeres no sólo rompen con los límites impuestos por la sociedad, sino que también arman, sustentan y encauzan procesos«, informa Iris Rodríguez.

La autora del estudio subraya que dicha situación es un patrón común en todos los movimientos vecinales de España. «El hombre siempre estaba en cabeza, es quien dirige las asambleas y quien las preside, y aquí incluso es curiosos que en las APAS de los colegios era el hombre el presidente, pero después, a la hora de acudir a las reuniones, a las manifestaciones, a las huelgas, a las recogidas de firmas… la mayoría eran mujeres. La base del movimiento eran las mujeres, y no se les reconoce el papel que hicieron«.

Un papel que reivindica esta joven del Polígono de Jinámar desde la rigurosidad de la academia. Los resultados de su estudio redefine la palabra «poligonera» y le otorga un nuevo significado, el de mujeres combativas, comprometidas y politizadas. «En aquel momento no había agua, ni electricidad, no había transporte público, no había colegios… no había nada. Los niños jugaban con basura, en los barrancos por donde corrían las aguas fecales. Lo primordial para ellas era dar ese dignidad a sus hijos e hijas, eran unas mujeres luchadoras y comprometidas que, al entrar en este tipo de movimientos se convirtieron en mujeres politizadas, independientemente de si tenían estudios o no, y esta es otra de las curiosidades de este movimiento de Jinámar«.

Tras esta mirada al pasado del barrio, una de las conclusiones del trabajo ponen de manifiesto la situación actual de descontento por parte de las y los protagonistas de aquella lucha. «A la hora de entrevistar a las mujeres y a los hombres que participaron en los años 80 en este movimiento vecinal, la mayoría expresaron su disgusto porque hay una despolitización. Los jóvenes de hoy en día no hacen nada, no están luchando, seguimos marginados y no estamos haciendo nada para solucionarlo«, apuntó la titulada en Historia.

Ella da un paso al frente para remediar esta situación a través de su TFG. «Este estudio lo quería hacer precisamente por eso, para que se conozca a Jinámar, se reconozca su lucha, pero también para que los jóvenes, tanto de mi edad, como los que vienen detrás, lean que tenemos un pasado importante, muy bonito y que deberíamos coger el testigo de esa lucha«.

Entre sus planes de futuro está la realización de un Máster Universitario en Estudios de Género, y después el doctorado, con la mirada puesta en una tesis doctoral que refuerce sus investigaciones en Jinámar. «Quedan muchas cosas pendientes, como el papel que jugaron las primeras profesoras, el punto de vista de las niñas, que no tenían una zona de ocio para jugar, la educación que recibieron, cómo se sienten tratadas fuera de Jinámar… Y después llevarlo más a la actualidad de los jóvenes, de sus inquietudes. Aquí los chicos y las chicas están muy desmotivados, sólo quieren salir del barrio«, concluyó Iris Rodríguez.

María Jesús Hernández – LA PROVINCIA

OCHO MUJERES SURREALISTAS QUE NO SON Frida Kahlo

La historiadora de arte Whitney Chadwick señala en el catálogo In Wonderland: Las Aventuras Surrealistas de Mujeres Artistas en México y los Estados Unidos (registro de la exposición realizada el año 2012 del museo LACMA): El Surrealismo tuvo un modelo de prácticas creativas que animaron a muchas mujeres a adaptar sus principios a la búsqueda de vincular la auto-identidad artística con el género y sexualidad femenina.

A pesar de que en el movimiento surrealista que tuvo lugar en la Europa del siglo XX predominaron los hombres, las mujeres han contribuido a este género a lo largo de ese siglo y hasta en el período contemporáneo. Así que dejaremos a nuestra querida Kahlo esta vez fuera, para destacar a otras ocho mujeres surrealistas cuyas carreras abarcaron todo, pintura, fotografía y hasta poesía.

GERTRUDE ABERCROMBIE

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The Courtship, 1949

Con un gusto por la luna, los gatos negros y las mujeres misteriosas, Gertrude Abercrombie conjuró un imaginario y medio oeste gótico en sus pinturas. Originaria de Austin, Texas, Abercrombie pasó la mayor parte de su vida en Chicago y, en la década de 1940, ella y su marido se instalaron en un lujoso hogar victoriano, donde a menudo realizaron extravagantes fiestas para músicos de jazz y artistas. En contraste con su agitada vida, las figuras planas de Abercrombie y los paisajes amplios – iluminados silenciosamente por el cielo de la noche – le dan un toque mundano a pinturas de otro mundo.

REMEDIOS VARO

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     Papilla Estelar, 1958

Cuando comenzaba la Segunda Guerra Mundial, la pintora española Remedios Varo y su segundo esposo, el poeta surrealista francés Benjamin Péret, huyeron de la España de Franco y de la París ocupada por los nazis, estableciéndose finalmente en México, donde Varo desarrolló su ingenioso estilo de surrealismo. Muy influenciada por la literatura, la naturaleza, la religión y sus amistades con la pintora Leonora Carrington y la fotógrafa Kati Horna, Varo tradujo sus curiosidades intelectuales y espirituales en imágenes fantásticas. Desde la mujer encubierta con ojos en forma de almendra y pelo plateado salvaje, preparándose para liberarse de un espíritu masculino en Mujer saliendo del psicoanalista (1960), a una delgada figura femenina que se ve encaramada en el espacio, moliendo las estrellas y alimentando a una luna creciente encerrada en Papilla Estelar (1958), las pinturas de Varo son el más salvaje de los sueños.

DOROTHEA TANNING

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Izquierda:  Fatal, 1947

Derecha:  High Wires, 1950

Birthday (1942) es un cautivador e inquietante autorretrato de Dorothea Tanning como una mujer de pecho desnudo. La artista y una criatura mítica y alada miran a un intruso desconocido -quienes podríamos ser nosotros, los espectadores- que interrumpen a los personajes antes de embarcarse en un viaje por el infinito pasillo de las puertas abiertas. Inspirada en el dadaísmo, el bronceado representaba a menudo a mujeres jóvenes en estados de reposo emocional y sexualmente cargados. Dorothea vivió en Nueva York, donde conoció a otros surrealistas y a su marido Max Ernst. La pareja pasó un tiempo en esta ciudad y en Sedona, Arizona, antes de mudarse a Francia a finales de la década de 1950, donde Tanning comenzó a centrarse en la abstracción y la escultura blanda. Después de la muerte de Ernst en 1976, Tanning regresó a Estados Unidos y posteriormente publicó dos memorias.

HELEN LUDENBERG

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        Izquierda:  Portrait of Inez, 1933      Derecha: , Biological Fantasy, 1946

En 1934, una de las mujeres surrealistas más importantes de California, Helen Lundeberg, y su esposo, Lorser Feitelson, crearon lo que se conoció como post-surrealismo, escribiendo el único manifiesto de Estados Unidos para desafiar el surrealismo europeo de André Breton – que abogaba por la expresión de “El automatismo psíquico”. A diferencia de sus colegas europeos, Lundeberg creía en emplear una forma más racional de creatividad para representar la mente inconsciente. Como un sueño lúcido, sus pinturas reflexionan cuidadosamente sobre los misterios de la biología, la astronomía y la física.

MERET OPPENHEIM

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             Object, 1936

En el París de los años 30, Meret Oppenheim se movió dentro de los mismos círculos que Breton y Ernst, y trabajó como una reconocida musa fotográfica de Man Ray, en una serie de retratos desnudos y eróticos. Aunque ella experimentó con la pintura y la fotografía, Oppenheim es la más conocida por su vajilla cubierta de piel. Esta transformación de objetos cotidianos en referencias simbólicas, que apuntan a la explotación del cuerpo femenino por parte de la sociedad, logró que el reconocimiento de Oppenheim fuera por mucho más que ser una musa.

KAY SAGE

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The Outline of Silence, 1950

El evocador surrealismo de Kay Sage -que recuerda los sombríos paisajes de Giorgio de Chirico, sus edificios escarpados y las formas esféricas de su marido Yves Tanguy en espacios desolados – fue tremendamente influyente en Estados Unidos en los años treinta. Sage pasó su infancia en Europa y Nueva York, y más tarde se integró al club de chicos surrealistas parisinos, donde conoció a Tanguy en 1939. Una vez que desarrolló un estilo maduro, con formas arquitectónicas fuertes y líneas de horizonte precisas, Sage exhibió constantemente en Nueva York y Europa a lo largo de los años 40 y 50. Lamentablemente comenzó a perder la vista a mediados de los años cincuenta, pero alcanzó a escribir cuatro volúmenes de poesía y los comienzos de una memoria.

ROSA ROLANDA

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Retrato de Dolores   del Río (1931)

Originaria de California, Rosa Rolanda mantuvo una célebre carrera como bailarina de Broadway en Nueva York a principios del siglo XX, pero, influenciada por un romance con el artista mexicano Miguel Covarrubias, desarrolló un don para la fotografía y la pintura después de mudarse a México en 1925.

LEONORA CARRINGTON

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Baño de pájaros, 1974.

La artista nacida en Reino Unido, Leonora Carrington, tuvo una carrera ilustre que se extendió durante siete décadas, produciendo una amplia gama de pinturas y esculturas que exploraron temas míticos y también publicó cuentos. Instalándose en Francia con su pareja y compañero pintor surrealista Max Ernst, Carrington expuso en la “Exposición Internacional del Surrealismo” en 1938. En los próximos cuatro años, sufrió un colapso nervioso, participó en la exposición de 1942 “Primeros Papeles del Surrealismo” en Nueva York, y junto a Marcel Duchamp escriben la memoria surrealista En bas (1943) y emigra a México. Allí, Carrington desarrolló una estrecha amistad con Remedios Varo, se casó con el fotógrafo húngaro Emeric Weisz en Ciudad de México, y dominó su cautivante, mágico estilo realista.