CARMILLA

Carmilla es una novela corta escrita por Sheridan Le Fanu en 1872. Se publicó en la colección In a Glass Darkly.

La protagonista, Laura, narra cómo su vida pasa de plácida y tranquila a desconcertante y espantosa cuando aparece Carmilla, una joven hermosa y enigmática. Laura, la protagonista de la historia, es una joven que vive con su padre y unos criados en un antiguo castillo en las lejanías de Estiria (Austria). A menudo, recuerda cuando era una niña y estaba dormida en los brazos de una joven y se despertaba al sentir dos agujas en su pecho.

Su vida da un giro cuando, delante del castillo donde viven, el carruaje de una dama sufre un accidente, y su hija, que también viajaba en él, queda inconsciente. Como la dama no podía perder tiempo y debía seguir su viaje, la joven es recibida en el castillo Hollis hasta que su madre vuelva a buscarla. Laura y la joven, Carmilla, traban amistad, a pesar de que la nueva inquilina muestra rarezas en su comportamiento: se despierta después de mediodía y se encierra en su cuarto sin dar señales de estar en él.

La historia muestra muchas características del terror gótico, y resalta el estereotipo popular del vampiro y la perplejidad de los personajes frente a los sucesos sobrenaturales, y la aumenta hasta convertirse en éxtasis y terror a la vez.

También se debe destacar que la sutil influencia de contenido erótico, que se relaciona con los vampiros, es de carácte lésbico. Sheridan Le Fanu tomó ese tema, un tabú para la época, pero supo cómo plantearlo de tal forma que el lector de la época se fuera acercando al tema.

Carmilla fue una de las primeras historias de vampiros escritas, precursora de muchas obras de éxito, como es el caso de Drácula de Bram Stoker, quien se basó en muchas características de Sheridan Le Fanu para escribir su obra.

Casi todos los relatos de vampiros tienen la estructura básica de Carmilla, empezando por la parte del “ataque”, pasando a la “muerte–resurrección” por parte del vampiro, y finalmente a la parte de “caza–destrucción” donde la criatura es perseguida para destruirla.

Le Fanu se basó en la legendaria historia de la hermosa condesa Isabel Báthory («la Condesa Sangrienta») para crear a la bellísima Carmilla (Condesa Mircalla): detalles como la descripción física de Carmilla, el oscuro carruaje en donde pasea por la noche para seducir a sus víctimas, su tutora (madre o tía) muy parecida a Dorottya Szentes y a Darvulia, o que Mircalla fuera la última de su dinastía maldita, ejemplos evidentes y similares entre historia real y literaria, al igual que la homosexualidad o bisexualidad de los personajes real y ficticio, o la aparición del gato en ambos casos, ya que se decía que en el Castillo de Elizabeth Bathory había un ejército de diabólicos gatos negros que ella conjuraba, y adquiriendo, según se cuenta, la forma de estos para atacar, tal como hace Carmilla.

EL PAPEL DE LA MUJER EN LA ANTIGUA ROMA

La vida de la mujer romana no era sencilla. Aunque es cierto que gozaba de mayor libertad que la mujer de la Antigua Grecia, su existencia estaba predefinida por el rol que debía cumplir para satisfacer a la sociedad de su momento.
Lo cierto es que cuanto más alto era el rango social de la mujer, de menos libertad gozaba. Aunque donde más presencia tenía era en lo doméstico, la familia romana se estructuraba en torno al hombre. El paterfamilias era la autoridad en la domus (la casa romana). La mujer, por su parte, podía supervisar el funcionamiento de las gestiones de la casa y ejercer de administradora, pero su papel se reducía al ámbito privado y doméstico.
EL MATRIMONIO ROMANO
El punto más alto de su trayectoria vital era el matrimonio. Se consideraba una herramienta para preservar el estatus y la herencia familiar gracias a los hijos que en él se engendraban. Así, tras el primer hijo, la mujer se convertía en matrona y se dedicaba a la educación y el cuidado de este y los que tuviera a continuación.
El matrimonio romano estaba lleno de ritos y formalidades que anticipaban la vida a la que se consagraría la mujer. Por ejemplo, tras el banquete de bodas, un cortejo acompañaba a la novia a casa de su marido. Ella debía llevar un huso y una rueca como símbolo de la actividad doméstica a la que se consagraría, pues, en un principio, se dedicaban al hilado o el tejido, aunque a principios del siglo I d.C. esta actividad cayó en desuso. En estas procesiones se solía escuchar, también, un grito festivo que hacía referencia a un episodio de carácter vejatorio para la mujer, esto es, el rapto de las Sabinas: cuando los primeros romanos se asentaron en su nueva ciudad, estos se dieron cuenta de que no tenían apenas mujeres que les diesen descendencia. Ante dicha problemática, decidieron raptar a las mujeres del pueblo vecino, los sabinos. Rómulo organizó un banquete, invitó a los sabinos y, cuando llegó el momento adecuado, mandó echar a los hombres y raptar a las mujeres.

El Rapto de las sabinas. Nicolás Poussin, 1633-1634. En este cuadro vemos a Rómulo en la parte superior izquierda, vestido con una capa roja.
El matrimonio legal se reservaba a los ciudadanos libres y, en función del sometimiento de la mujer, podía ser de dos maneras:
  • Ad manus: la mujer se somete a la tutela del marido o a la de su suegro. Los romanos justificaban el sometimiento argumentando que la mujer sufría de fragilidad de ánimo, por lo que necesitaba una fuerte tutela masculina.
  • Sine manu: más habitual entre los plebeyos. Servía para proporcionar hijos por consentimiento de ambos pero sin unión de sangre y sin el sometimiento de la mujer a la familia del hombre.
Bodas de Aldobrandini, fresco en el que se representa una escena de boda, Museos Vaticanos.
Así, el divorcio en un matrimonio cum manu debía pedirlo el esposo, mientras que en el caso del sine manu ella misma podía solicitarlo siempre y cuando careciese de parientes varones cercanos, ella misma podía solicitarlo. Sin embargo, era mejor vista socialmente la mujer que sólo se había casado una vez, e, incluso, recibía ciertos privilegios y libertades. En el caso de la muerte del marido, la viuda debía mantener luto durante varios meses, mientras que el hombre podía volver a casarse cuando quisiera.
Entre los plebeyos también se daba la figura de la concubina; aquella que establecía una unión lícita con un hombre (en muchas ocasiones casado) pero siendo ambos personas libres. Era una unión de menor nivel que las nupcias y, por ello, no tenían ni los mismos privilegios ni el reconocimiento de legitimidad de los hijos engendrados. Además, las concubinas no gozaron siempre de muy buena consideración social. Por supuesto, aunque el hombre estuviera casado, no era a él a quien se le cuestionaba su moralidad. Ella era la adjetivada, la culpabilizada, la que estaba “poniendo en peligro” a la familia del hombre en cuestión.
Por su parte, las esclavas frecuentemente debían complacer a sus dueños en sus relaciones extra matrimoniales y no podían casarse, aunque sí podían unirse a otro esclavo en la llamada contubernium.
La violencia física era común en la convivencia. Se percibía como signo masculino de pasión y deseo sexual, pero el estupro de muchachas casaderas y menores era una vergüenza. Sin embargo, los atentados contra la mujer en el ámbito doméstico se consideraban más un ataque hacia la unidad familiar y matrimonial que un ataque hacia la mujer en sí misma.
EL IDEAL DE LA MUJER ROMANA
Las mujeres debían seguir un ideal de comportamiento basado en la figura de la matrona. Debían ser virtuosas, castas y pías, vestir de manera modesta y cubrir sus partes íntimas, aunque se sublimaba la belleza identificada con las ninfas.
La toga, por otra parte, era un elemento reservado a las prostitutas o las adúlteras. Poco a poco las ropas utilizadas fueron siendo más complejas y los peinados de las mujeres romanas llegaron a ser verdaderas obras arquitectónicas.

Tocador de una matrona romana. Juan Giménez Martín, siglo XIX.
Si los éxitos del ciudadano romano se basaban en los triunfos militares y cívicos, los de la mujer se adscribían a la fecundidad y a la castidad. No se le reconocía el derecho a la sexualidad fuera del hecho reproductivo para evitar descendencia ilegítima y, además, se esperaba que tuvieran todos los hijos posibles para perpetuar el nombre familiar.
Con el tiempo, las mujeres comenzaron a trasgredir los códigos morales que se les imponía y a exigir una mayor libertad. Ya en el siglo I d.C. las mujeres de alta clase social se podían instruir y cultivar, y gozaban de mayor libertad, tanto sexual como económica. Las relaciones amorosas y extramaritales se consagraron como símbolo de liberación femenina y, por ello, proliferaron los métodos anticonceptivos: el uso de ungüentos, la oclusión vaginal, o el aborto y el infanticidio eran considerados métodos anticonceptivos y no tenían consecuencias legales. Aun con ello, el adulterio femenino se seguía castigando por ley y el marido podía matar impunemente a la mujer adúltera y a su amante
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Rómulo y Remo, Peter Paul Rubens, 1614-1616. Hijos del dios Marte y de la Rea Silva, al ser engendrados fueron arrojado al río Tiber. Una loba llamada Luperca les recogió y amamantó en su guarida del Monte Palatino.
Pero, como es de suponer, este era solo el caso de las mujeres de alta alcurnia. El acceso a la cultura y educación de las plebeyas era muy limitado y solamente contaban con la abstinencia sexual, el uso de amuletos o el coitus interruptus como métodos anticonceptivos.
El alcohol también estaba mal visto, porque creían que enajenaba a la mujer y adulteraba su pudor, pues, como decía Plinio el Viejo en su Historia Natural: “El próximo paso, desde la falta de moderacion en la bebida a un amor ilícito, acostumbraba a ser muy corto”.
 LA VEJEZ FEMENINA
Cuando la mujer llegaba a la menopausia y no podía cumplir su función social, la de engendrar ciudadanos romanos, se consideraba que había alcanzado la vejez. Su papel entonces se centraba en la educación y la esfera pública. Uno de los estereotipos vinculados a la vejez femenina era la de la viuda rica, a la que se veía como libidinosa, que seducía jóvenes que buscaban obtener beneficio de su fortuna. En términos generales, solo las mujeres jóvenes eran dignas del amor, pues la sexualidad femenina fuera del ámbito reproductivo se relacionaba con la idea de la mujer independiente, empoderada, que rompe con la tradición familiar. Por ello, las alusiones a la sexualidad en esta etapa vital fueron frecuentes en los textos clásicos, normalmente con un tono despectivo.
Uno de los mayores ataques hacia la vejez femenina lo encontramos los Épodos 8 y 12 de Horacio, que por considerarse obscenos han sido eliminados sistemáticamente de las traducciones de la obra horaciana hasta hace poco.

James Barry, el cirujano más famoso del siglo XIX era una mujer.

PRACTICÓ LA PRIMERA CESÁREA DE LA HISTORIA Y SU SECRETO NO SE DESCUBRIÓ HASTA SU MUERTE

El 25 de julio de 1865, la enfermera Sophia Bishop se dispuso a preparar el cadáver del cirujano militar James Barry, fallecido de disentería, para su funeral. Sin embargo, su sorpresa fue mayúscula cuando, al quitarle las ropas, se encontró claramente con el cuerpo de una mujer. Una mujer que, además, según algunas fuentes, mostraría marcas que delatarían que en algún momento había sido madre. Bishop avisó a sus superiores, temiendo que hubiera alguna confusión con la identificación del fallecido, pero todo era correcto.

Finalmente, las autoridades optaron porque tanto en el certificado de defunción como en la lápida apareciera su nombre masculino, el mismo con el que todos le habían conocido. Pero eso no pudo evitar que lo ocurrido se convirtiera rápidamente en la comidilla de todo el ejército. Y la verdad es que no era para menos: cincuenta años antes de que la primera británica pudiera ejercer la medicina, la primera médica de toda la historia de las islas habría sido en realidad alguien que había vivido como hombre.

SECRETOS BIOGRÁFICOS

Más allá del expediente profesional, no hay muchos datos sobre Barry, hasta el punto de que el posible año de nacimiento oscila entre 1789 y 1799. Biógrafos posteriores han apuntado como la hipótesis más plausible que hubiera nacido como Margaret Ann Bulkley en el condado de Cork, y que tuviera de tío a James Barry, un renombrado pintor irlandés, quien habría montado una operación para que su sobrina, fascinada por la medicina, pudiera cursar los estudios en un momento en el que eso era imposible para las mujeres.

Barry le habría prestado el nombre, y en la conspiración habría participado el general venezolano Francisco de Miranda, un revolucionario amigo de la familia (el nombre completo tomado por Margaret fue James Miranda Stuart Barry), quien le habría prometido a la joven llevársela consigo para ejercer la medicina en América cuando se licenciara. Pero el encarcelamiento de Miranda por los españoles en 1816 habría frustrado los planes, y llevado a Margaret, ahora James, a ingresar en el cuerpo de cirujanos del ejército tras licenciarse en la prestigiosa Universidad de Edimburgo, manteniendo la identidad que había asumido para poder matricularse.

A lo largo de su vida, Barry recorrió gran parte de los territorios del imperio, como la India, Jamaica, Malta, Corfú o Crimea. Se sabe que sirvió en Waterloo, y que en Sudáfrica realizó la primera cesárea de que se tiene noticia en la que sobrevivieran la madre y el hijo (hasta ese momento, solo se recurría a ellas cuando la madre estaba muerta, con el fin de intentar salvar al feto), y el niño recibió el nombre de James Barry en su honor.

Se esforzó por aplicar las normas de higiene que comenzaban a aplicarse, y que señalaban a las aguas fecales como el origen de muchas infecciones, como el cólera. Gracias a sus gestiones, logró importantes avances controlando la lepra, y recibió numerosos reconocimientos por ello. Además, obtuvo unos índices de supervivencia en las operaciones superiores a la media de la época, en un momento en el que la labor de los cirujanos se parecía más a la de un carnicero que a otra cosa.

Sin embargo, al parecer, su difícil carácter le habría impedido culminar su carrera, e incluso en algún momento fue degradado. Testimonios de la época le señalan como una persona con tendencia a los lances de honor, hasta el punto de que llegó a protagonizar un duelo con pistolas en Sudáfrica.

LA MÁS DURA DEL EJÉRCITO

Este duelo, según testimonios conocidos tras su muerte, habrían tenido que ver con comentarios que habrían puesto en duda su hombría o su excesiva cercanía hacia el gobernador, lord Charles Somerset, a quien más tarde se señaló como el posible padre del supuesto hijo que habría tenido, y del que nunca hubo constancia oficial. Además, a lo largo de toda su carrera protagonizó diversos encontronazos con las autoridades religiosas de los territorios en los sirvió.

Carta manuscrita por James Barry.

Carta manuscrita por James Barry

Barry llegó a ocupar los puestos de Inspector General de Hospitales en Corfú y, a partir de 1857, en Canadá, donde residiría hasta que su mala salud le llevó a volver a Inglaterra en 1864. Sorprendentemente, no recibió el título de caballero, como cabría suponer en un oficial con una hoja de servicios como la suya. Fue probablemente ese carácter tendente a la individualidad lo que le llevó a fallar en su carrera.

Tras su muerte, aparecieron los inevitables testimonios de gente que decía haber sospechado su secreto, pero lo cierto es que nunca nadie, en vida de ella, dejó constancia de sospechar siquiera la verdad sobre este extraordinario caso. Florence Nightingale, quien coincidió con él en la guerra de Crimea, declaró: «Tras su muerte me dijeron que era una mujer. Debo decir que se trataba de la criatura más endurecida que me haya encontrado nunca en el ejército

GEZELLIGHEID

Gezelligheid es una palabra que usan los holandeses para indicar una deliciosa sensación de calidez y familiaridad que hace que nos sintamos protegidos y satisfechos.

Esta palabra la suelen usar para expresar momentos singulares de intimidad con familiares y amigos, aunque también pueden experimentar esta bonita sensación en cualquier lugar donde les hagan sentirse como en casa.

Se acerca el nuevo curso escolar, y como casi todos los inicios de cualquier cosa están cargados de ilusión, de espera, de impaciencia, de miedos…

Este nuevo inicio de curso, deseo a todo el profesorado que llene sus aulas de Gezelligheid,  y que  se conviertan en esos lugares mágicos los cuales nos gusta recordar y volver con ilusión cada día.

Deseo que todas las aulas se llenen de sorpresas, y que estas duren todo el curso  para que nuestro alumnado no pierda nunca la ilusión y la motivación por aprender.

Deseo que se llenen de risas para compartir nuestra alegría y nuestras ganas por vivir, y aunque llegarán momentos tristes, poder enseñarles a salir de ellos.

Que se llenen de detalles bonitos para cuidar y cuidarnos, detalles sencillos y a la vez grandes que nos recuerden lo bonito que es amar y ser amados. Un buenos días, un abrazo, una nota en la agenda…

Que se llenen de respeto, respeto a la diferencia, respeto a cada uno de nuestros alumnos y a las alumnas, respeto a las familias, respeto a nuestro planeta y respeto a la vida.

Que se llenen de pasión por aprender y de pasión por enseñar.

Deseo que este curso 2019/2020 esté lleno de sentimientos Gezelligheid y que cuando los niños, las niñas y los jóvenes recuerden sus escuelas y aulas las recuerden con una bonita sonrisa en sus rostros y en sus almas.

Lidón Blanch Pascual

LA HISTORIA DE LAS HERMANAS ESCOCESAS PIONERAS DEL ART NOUVEAU

Dos mujeres virtualmente olvidadas, Margaret y Frances MacDonald, estuvieron entre los artistas que sentaron los principios estéticos del Art Nouveau en los apasionantes primeros compases del siglo XX, el siglo de las grandes vanguardias en el arte.

Existe una femineidad casi esencial en el Art Nouveau. Por eso, no es una sorpresa que dos mujeres, provenientes de la ciudad escocesa de Glasgow, hayan estado entre los creadores que dictaron las bases estéticas de la corriente artística que iluminó Europa entre 1890 y 1915.

A pesar de que hoy Margaret y Frances MacDonald son poco conocidas, ellas formaron parte de la Escuela de Glasgow, un importante círculo de artistas modernos escoceses — al lado de Charles Rennie Mackintosh (quien dio vida a los muebles–fantasma) y Herbert MacNair, ambos esposos de las hermanas, respectivamente.

Mientras en Europa un nuevo arte (y de ahí su nombre) tomaba forma, una escuela que utilizaba elementos naturales, siluetas de plantas y motivos mitológicos como inspiración, los cuatro artistas escoceses estudiaban arte en la Escuela de Arte de Glasgow — de ahí su sobrenombre “los cuatro de Glasgow” (Glasgow four).

Inspirados, entre otras cosas, en la espiritualidad celta y el puritanismo victoriano, crearon piezas gráficas que abundaban en siluetas alargadas y graciosas, usando paletas oníricas y etéreas que además mostraban elementos tempranos del arte moderno, como el uso de simetrías y de figuras geométricas.

El arte de estas dos hermanas, la manera en que retratan a las figuras femeninas, era un eco de sus propias vidas.

Mientras que en aquella época las mujeres que estudiaban arte lo hacían por placer personal (o tal vez, para sostener charlas llevaderas a la hora del té), ellas hicieron de su arte una forma de vida, una actividad que las llevó a ser exitosas, tanto comercial como intelectualmente, y por lo tanto, profundamente revolucionarias.

Al terminar sus estudios, Frances y Margaret abrieron su propio taller; sus carteles, anuncios, acuarelas, su trabajo en metal y textiles se vendían prolíficamente, y sus piezas fueron expuestas en toda Europa. Además de deslumbrar por su trabajo, estas artistas también fueron conocidas por su fraternidad: muchas de sus obras tempranas están firmadas por ambas y, en el caso de algunas otras piezas, ellas nunca supieron decir quién de las dos la había hecho.

Más tarde, cuando las hermanas MacDonald se casaron, Frances y Herbert se mudaron a Liverpool donde hicieron una vida académica, familiar, y siguieron produciendo piezas casi exclusivamente para su hogar.

Por su parte, Margaret y Charles se quedaron en Glasgow, donde él habría de convertirse en un famoso arquitecto y diseñador de muebles. A pesar de que hoy en día la figura más recordada es, precisamente, Charles Mackintosh, él y Margaret, además de ser pareja, fueron colegas durante toda su vida.

Etéreas y casi místicas, las piezas de Margaret y Frances influenciaron profundamente la obra de otros artistas del periodo como Hoffmann, Moser e incluso, Gustav Klimt — hombres que hoy son mucho más conocidos que las hermanas MacDonald.

La cuna del Art Nouveau, entonces, era Viena y estas artistas vivían a una distancia demasiado grande para mantenerse en el centro del movimiento. Sin embargo, la delicadeza, fuerza y, sobre todo, la originalidad de sus creaciones fueron en parte responsables de uno de los estilos más encantadores de la modernidad europea.

ZOHRA, única orquesta femenina en Afganistán

Hace cinco años, se formó la única orquesta femenina en Afganistán, un país donde solo unos pocos años antes la música había sido ilegalizada y las mujeres habían sido excluidas de la educación. 

Zohra es nombre de este conjunto musical,  representa la esperanza en un país donde la violencia de muy poco espacio para el arte.

Hace 20 años, la formación de una orquesta sinfónica de mujeres habría sido impensable, pero todo esto fue gracias al Instituto Nacional de Música de Afganistán que se fundó en 2008, con apoyo internacional, para llevar la educación musical a los jóvenes afganos. Hoy en Kabul, el Instituto enseña habilidades musicales a unos 250 jóvenes, hombres y mujeres y está a punto de expandirse a ciudades como HeratMazar-e Sharif y Jalalabad.

En el año 2014, el Dr. Ahmad Sarmast inició el proyecto de inclusión para chicas, así que pensaba reclutar un grupo de 4 o 5 de ellas, pero las solicitudes fueron tantas, que pudo formarse una orquesta entera. Eso era algo nuevo, ya que años atrás, toda la posición de las mujeres en la sociedad era de represión total.

La orquesta fue nombrada Zohra en honor a una diosa persa de la música, y con su formación envía un mensaje de igualdad de género al pueblo de Afganistán, pero sobre todo, al mundo. Hay alrededor de 100 estudiantes mujeres en ANIM, 23 de las que pertenecen al grupo.

La música que interpretan es una combinación de música tradicional afgana y clásica occidental y es dirigida por Negin Khpalwak, quien a los 22 años es una de los músicas más antiguas del insituto.Cerca del 70% de los jóvenes que ingresan a instituto tienen entre 12 y 20 años y provienen de sectores desfavorecidos, así que trabajan para ser parte del sustento de la familia, comenta.

Lo maravilloso de Zohra es que en cierto modo es como una orquesta de cámara occidental tradicional, pero crea una identidad con la integración de instrumentos afganos. Aunque Negin Khpalwak dice que incluso en Kabul, los estudiantes a veces pueden encontrarse con personas más allá de la escuela que piensan que es incorrecto que la orquesta fenemina exista.

Aún así, es importante que estas niñas y mujeres jóvenes sepan que tienen un sistema de apoyo global. Hay amigos y una red que los apoyará en el ejercicio de sus derechos humanos. Las mujeres de Afganistán y el mundo tienen sus propios derechos y esas personas necesitan ser educadas.