Kamala Harris, la vicepresidenta que rompe los techos de cristal

La primera mujer ‘número dos’ de la Administración atribuye parte de su logro a “las que vinieron antes”

Kamala Harris se vistió de feminismo y unidad para hacer historia. La primera vicepresidenta de Estados Unidos llegó a las escalinatas del Capitolio protegida por un abrigo color morado, símbolo de la lucha por la igualdad de género y el color que se forma de la unión entre el azul demócrata y el rojo republicano.

A las 11.40 de este miércoles, Harris rompía tres techos de cristal: se convertía en la primera mujer en jurar como número dos de la Casa Blanca, también en ser la primera persona negra y de origen asiático en lograr la vicepresidencia del país. Horas antes, publicó un vídeo en las redes donde agradecía su logro a “las mujeres que vinieron antes”. El mayor reconocimiento se lo dedicó a su madre, Shyamala Gopalan, quien a los 19 años llegó a Estados Unidos desde la India, con la creencia de que en ese país “un momento como este es posible”.

Con el rostro solemne —solo se quitó la mascarilla para asumir el cargo— y la mano en alto, Kamala Devi Harris (Oakland, California, 56 años) juró sobre la Biblia del juez Thurgood Marshall, el primer afroamericano en formar parte del Tribunal Supremo. En sus memorias, Harris lo califica como uno de sus héroes, una inspiración para su activismo político. En 1992 le escuchó en un discurso: “No podemos jugar al avestruz. La democracia simplemente no puede florecer en medio del miedo”. Su testimonio la empujó a sembrar una carrera de éxitos que se contará en los libros de Historia: fiscal de distrito, fiscal del Estado, senadora, y desde este miércoles la primera vicepresidenta de Estados Unidos.

“Lista para servir”, escribió Harris en su nueva cuenta de Twitter, @VP, tras jurar el cargo ante la jueza Sonia Sotomayor, la primera hispana en el Supremo. Gracias a Harris, también ha hecho historia su marido, Douglas Emhoff, convertido en el primer segundo caballero. Antes de la ceremonia, el expresidente Barack Obama susurró a Harris: “Estoy muy orgulloso de ti”. Las mascarillas no ocultaban la emoción de ambos mientras chocaban sus puños cubiertos por guantes en la fría, pero luminosa, jornada de investidura.

En una jornada plagada de simbolismos, Harris llegó al edificio federal escoltada por el afroamericano Eugene Goodman, uno de los agentes que se enfrentó a los atacantes del Capitolio e intentó evitar que llegaran hasta el Senado. El rostro del heroísmo en uno de los episodios más oscuros en la historia del país. Al terminar, su antecesor, el republicano Mike Pence, la acompañó mientras bajaba las escalinatas. Era la imagen de la transición entre los dos números dos, después de que Donald Trump se negara a participar en la investidura.

La vicepresidenta juró en el Congreso, que deberá frecuentar más de lo acostumbrado. En las últimas elecciones, el Senado quedó dividido en 50 escaños para los republicanos y otros 50, incluidos dos independientes, para los demócratas. Harris podrá romper cualquier posible empate en favor de su partido, dado que su nuevo cargo implica ser también la presidenta de la Cámara alta.

En las militarizadas calles del centro de Washington aparecían algunas jóvenes con camisetas de Harris o de la Universidad Howard, su primer hogar académico, buque insignia de la educación negra. Arlynne Maxwell, blanca de 40 años, viajó desde Utah para participar en la ceremonia, aunque fuera a distancia. En una mano cargaba un ramillete de rosas rojas y en la otra, un cartel en el que se leía: “Queridas mujeres de color, gracias a las mujeres de color”. “Ellas salvaron nuestra democracia, votaron en cifras récord por un equipo que devolverá la decencia y honestidad a la Casa Blanca”, sostiene Maxwell frente al cerco policial que impedía el paso a la avenida Pensilvania, donde tradicionalmente se celebra el desfile inaugural, suspendido en esta ocasión por la pandemia y también por motivos de seguridad.

Guiño universitario

En la calle U, cerca de la Universidad Howard, varios puestos improvisados vendían camisetas con el rostro de la exalumna Harris. Hace un año, en los jardines del centro educativo, la ahora vicepresidenta anunció su candidatura a la presidencia. Los guiños a su universidad siguieron este miércoles, cuando Harris lucía collar y pendientes de perlas. Precisamente, con el nombre de Veinte Perlas se conocía a las fundadoras de la hermandad Alpha Kappa Alpha, AKA, la primera con letras griegas para afroamericanas y de la que Harris formó parte cuando estudiaba la carrera de Derecho.

Hay muchas expectativas puestas en la figura de Harris. Joe Biden, de 78 años, ha sugerido que será presidente solo un mandato. Si se cumple, el camino de la vicepresidenta para la carrera presidencial de 2024 estaría despejado. Podría exhibir el legado de esta Administración, que promete sanar a Estados Unidos con un colosal proyecto económico y social. Arropada por su partido, Harris sería la candidata para romper el techo de cristal de la Casa Blanca que ha mantenido a las mujeres al margen del Despacho Oval. Hasta el momento ha tenido éxito rompiéndolos.

La doctora Rachel Levine llega a la Casa Blanca

Biden elige a una doctora transgénero como máxima responsable de salud pública.

Joe Biden ha anunciado este martes la elección de Rachel Levine, hasta ahora secretaria de Salud del estado de Pensilvania, como la próxima secretaria adjunta de Salud de su Gobierno. Levine será la primera persona transgénero en ser elegida para un puesto que requiere de la confirmación del Senado y obtendrá el cargo de mayor jerarquía  dentro del Gobierno de EE.UU. hasta la fecha para una persona transgénero.

«La doctora Rachel Levine traerá el liderazgo firme y la experiencia esencial que necesitamos para que atravesemos esta pandemia -con independencia de su código postal, raza, religión, orientación sexual, identidad sexual o discapacidad- y cubrir las necesidades de salud pública de nuestro país en este momento crítico y más allá», dijo el todavía presidente electo en un comunicado.

Levine se convirtió en máxima autoridad sanitaria de Pensilvania en 2017, cuando el gobernador del estado, el demócrata Tom Wolf, la eligió para el cargo de secretaria de Salud. Antes había sido responsable de salud pública del estado. Para todos esos nombramientos, Levine requirió y consiguió la confirmación del senado estatal de Pensilvania, controlado por los republicanos.

Ahora su nombramiento dependerá de los legisladores del Senado de EE.UU., en la primera ocasión que votarán para confirmar a una persona transgénero. Los demócratas tienen una mayoría mínima, con 50 senadores más el voto de desempate de la que será la presidenta de la cámara baja, la vicepresidenta de EE.UU. Kamala Harris.

GRAVE CRISIS SANITARIA

Levine estará por debajo del que será secretario de Salud, Xavier Becerra, uno de los hispanos elegidos por Biden para liderar su Administración. La próxima secretaria adjunta de Salud será la máxima responsable en materia de salud pública, supervisará a las diez oficinas regionales del departamento y al Cuerpo Comisionado del Servicio de Salud Pública de EE.UU., el servicio uniformado de salud del país.

Levine estará al frente de esos esfuerzos en la mayor crisis sanitaria del país en el último siglo. La pandemia de Covid-19 ha superado los 24 millones de casos y ronda los 400.000 fallecimientos.

La elección de Levine es un paso adelante en la representatividad de las personas transgénero en cargos públicos de EE.UU. En las elecciones de noviembre, fueron elegidas o reelegidas para cargos estatales en Arkansas, California, Colorado, Delaware, Illinois, Kansas, New Hampshire y Vermont. Son un total de 32 legisladores o altos cargo, frente a los 28 anteriores, según los datos de LGBTQ Victory Fund.

ABC

VACUNAS CON FIRMA DE MUJER

Últimamente hablamos mucho de vacunas por lo que tú ya sabes (guiño-guiño). En estos meses hemos conocido que los descubrimientos de una científica húngara llamada Katalin Karikó han sido fundamentales para desarrollar las vacunas de Moderna y Pfizer contra la covid-19. También que Kathrin Jansen es la científica que lidera el equipo de investigación y desarrollo de vacunas de Pfizer. Y que otra científica, Sarah Gilbert, lidera el equipo que trabaja en la vacuna de Oxford. Como cuenta Bloomberg, son mujeres las que están liderando el desarrollo de las vacunas que nos liberarán de esta pandemia, pero no son ni mucho menos las primeras que han trabajado en otras vacunas que también han salvado millones de vidas.

A menudo se nos olvida que si ahora tenemos unos mejores niveles de vida es, en buena parte, por las vacunas. Que generaciones anteriores a la nuestra y nosotros mismos nos hayamos vacunado desde pequeños hace que algunas enfermedades que estuvieron muy presentes en la vida de, sin ir más lejos, padres o abuelos, sean algo completamente desconocido para nosotros. Recuerdo perfectamente preguntar de pequeña por qué una de las hermanas de mi abuela es coja. “Es que tuvo la polio”. Mi yo infantil no entendía qué era eso. “Era una enfermedad que había antes”, me contestaron. También recuerdo la cicatriz en el brazo de una de mis tías por la vacuna de la viruela. Si no sabía lo que eran era precisamente porque las vacunas habían funcionado.

Aunque se atribuya el descubrimiento de las vacunas a Edward Jenner, hubo una mujer que, bastantes años antes que él, llevó a Inglaterra desde el Imperio Otomano la técnica de la variolización (la inoculación del virus de la viruela en personas sanas). Como muestra esta línea temporal de la historia de las vacunas creada por el Colegio de Médicos de Filadelfia, era una técnica que se venía usando en China e India muchos siglos antes, y que llegó hasta Constantinopla, donde Lady Mary Wortley Montagu (1689 – 1762) la conoció e incluso la aplicó a su propio hijo. Lady Montagu estaba allí debido a que su marido era embajador. 

A la vuelta a territorio británico, Lady Montagu se encargó de convencer a monarcas europeos para que se inocularan, haciendo que la técnica acabara propagándose en Europa de manera previa al descubrimiento de la vacuna. Lady Montague no era científica, pero el método que observó y explicó allá donde no se conocía salvó vidas.

El trabajo de la patóloga Anna Wessels Williams a finales del siglo XIX fue remarcable. Aisló una cepa de la bacteria de la difteria que podía usarse para producir antitoxinas que contrarrestaban la enfermedad. Logró que, un año más tarde de su descubrimiento, la vacuna se produjera de manera masiva y se distribuyera gratuitamente en Estados Unidos. Como cuenta Mujeres con ciencia, la científica no solo contribuyó a la vacuna de la difteria, también a la de la rabia y al mejor diagnóstico de la rabia: para 1898 ya había logrado desarrollar una vacuna que fuera efectiva y que se podía producir de manera masiva. Tras la vacuna, siguió trabajando en el diagnóstico de la enfermedad y sus descubrimientos consiguieron que los resultados de las pruebas llegaran más rápido. También trabajó en investigaciones sobre la gripe, el tracoma, las enfermedades de transmisión sexual, la polio e incluso la gripe española.

Anna Wessels Williams

Hay más descubrimientos logrados por mujeres que fueron cruciales en la lucha contra distintas enfermedades y sus vacunas. Tres científicas fueron las que produjeron las primeras vacunas de la tosferina en EE UU entre los años 1930 y 1940: Grace ElderingPearl Kendrick y Loney Gordon lo lograron en medio de la Gran Depresión, lo que implicó escasez de dinero: como explica este artículode la Biblioteca Nacional de Medicina de Estados Unidos, en los primeros momentos de investigación tuvieron que hacerlo en sus horas libres en el laboratorio. Para proporcionarles financiación, unieron a departamentos de salud pública, médicos, agrupaciones ciudadanas y de mujeres y asociaciones de padres y maestros.

GRACE ELDERING, PEARL KENDRICK Y LONEY GORDON

Margaret Pittman identificó seis tipos de una bacteria que causa diferentes infecciones, la meningitis entre ellas; contribuyendo al desarrollo posterior de su vacuna. Como cuenta la Enciclopedia de Arkansas, de donde era Pittman, también contribuyó a la producción, testeo y estandarización de las vacunas que previenen la fiebre tifoidea, el cólera, la tosferina y otras enfermedades, y desarrolló métodos para probar la potencia de las mismas en los laboratorios.

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Margaret Pittman en 1937

En la primera vacuna contra uno de esos tipos de la bacteria, Hib, que causa la meningitis y la neumonía, también participó una mujer: Rachel Schneerson y su equipo que desarrolló la vacuna y que, posteriormente, mejoró para que los bebés pudieran ponérsela de manera efectiva.

Para que la vacuna de la polio se desarrollara de la mano de Jonas Salk, el trabajo de Isabel Morgan fue fundamental. Como explica este artículo de The Conversation, descubrió que la principal ruta de infección y de entrada del virus e inmunizó con éxito a un grupo de chimpancés. Sus estudios fueron la base para que Jonas Salk desarrollara la primera vacuna contra la enfermedad.

Podría seguirte hablando de muchas más científicas: Leone Farrell (sus descubrimientos hicieron posible la creación masiva de vacunas de la polio y, después, del cólera y la disentería), Dorothy Horstmann (descubrió que la polio estaba presente en el torrente sanguíneo de la persona enferma y sentó las bases para el desarrollo de la vacuna), Anne Szarewski (su trabajo demostró que el virus del papiloma humano estaba relacionado con el cáncer de cuello uterino, que permitió el desarrollo de la vacuna para prevenir este virus y el cáncer relacionado), Ruth Bishop (lideró el equipo que descubrió el rotavirus, la causa principal de diarrea severa en niños, lo que propició la búsqueda de la vacuna contra él)…

En 2020 conocimos los nombres de las mujeres que pueden cambiarnos nuestra vida con la vacuna que acabará con esta pandemia. Seguramente sigamos viéndolas en entrevistas explicando todo el trabajo que están haciendo junto a sus equipos. Pero en 2021 podemos seguir aprendiendo los nombres de las que nos cambiaron y mejoraron nuestras vidas incluso antes de que naciéramos.

LA MATRIOSKA DE VERNE – EL PAÍS

GEORGINE KELLERMANN

Lo tenía todo preparado en su cabeza. El día de su jubilación, saldría del armario. Empezaría a vivir la vida que siempre quiso, como mujer, ya alejada de las cámaras de televisión, sin miedo a que se rieran de ella ni a perder el trabajo con el que tanto disfruta. Pero Georgine Kellermann no aguantó. A sus 61 años, la popular periodista de la televisión pública alemana y ahora gran jefa de una delegación territorial sorprendió al país y a sí misma en un arrebato de impulsividad que le ha cambiado la vida para siempre.

Fue durante las vacaciones del año pasado, en septiembre. Kellermann iba a pasarlas en Estados Unidos, un país que conoce bien porque había sido corresponsal allí. Aquel día, para el viaje, se puso pantalones, pero también se maquilló, se pintó las uñas y se calzó unas manoletinas. Al fin y al cabo eran sus vacaciones y no tenía ganas de fingir. Pero cuando fue a coger el tren que le llevaría al aeropuerto, en el andén vio a una compañera de la tele. En circunstancias normales, habría tratado de evitarla, pero esta vez, sin saber muy bien por qué, decidió no hacerlo. Fue directa hacia ella.

  • —Kellermann, ¿es usted?, ¿va disfrazado?
  • —No, soy una mujer.

Aquella respuesta y la sonrisa que iluminó la cara de su colega le dieron alas. En el tren, Kellermann comenzó a rehacer su perfil de Facebook. Ya no era Georg, era Georgine y su foto era la de la mujer que es. Antes de subirse al avión, rumbo a San Francisco, le dio al botón de publicar. “Fue un sueño hecho realidad”, recuerda ahora en la sede de la WDR en Essen, al oeste del país.

En las nueve horas que duró el vuelo de Fráncfort a San Francisco no pararon de lloverle likes. Luego le contaron que mientras, en el trabajo, se llamaban unos a otros y que algunos pensaron que la nueva página era falsa. Ya en San Francisco habló con su número dos por teléfono.

Kellermann en la sede de la cadena WDR en Essen, al oeste de Alemania.
Kellermann en la sede de la cadena WDR en Essen, al oeste de Alemania. MICHAEL ENGLERT

Kellermann es hoy la jefa territorial de la WDR con sede en Essen y tiene a 120 personas a su cargo. Empezó a trabajar para la televisión pública en 1983 y recorrió el mundo ejerciendo su profesión. Estuvo hasta 14 veces en los Balcanes en los noventa, en tiempos de guerra, en Ruanda, en Malí. Fue corresponsal en París hasta 2007 y después en EE. UU. Dice que la guerra nunca le gustó, que siempre le dio miedo, pero que le interesó mucho retratar el sufrimiento de las víctimas en los conflictos, como quedó reflejado en algunas de sus crónicas desde Móstar.

La periodista recibe en su despacho, adornado con una gran bandera estadounidense que fue un regalo de despedida de sus colegas en Washington. Hay también una foto con un ex primer ministro francés y otra con Brigitte Bardot. Junto a la ventana, una maraña de acreditaciones. Sobre la mesa, la alcachofa con el logo de la cadena, dos grandes monitores en paralelo y una taza en la que se lee: Georgine. Al lado, una caja de latón con fotos tomadas por todo el mundo durante sus misiones periodísticas. París, Nairobi, Sarajevo, Kigali. También sobre la mesa, un bolso grande de cuero negro.

Para la cita de hoy, Kellermann había pensado ponerse el traje de chaqueta de falda azul marino con el que posó frente a la Casa Blanca y que ahora irá a parar a un museo de Bonn, pero luego pensó que para el público español igual iba mejor algo más alegre. Así que lleva puesto un traje de minifalda azul pastel y medias con brillo, un collar de perlas y zapatos de punta negros con hebilla y un pequeño tacón. El pelo lo tiene blanco, fino y menguante, y se ha dejado una pequeña coleta tiesa que arranca en la nuca.

Despacho de la periodista que actualmente ejerce de jefa territorial de la WDR con sede en Essen y tiene a 120 personas a su cargo.
Despacho de la periodista que actualmente ejerce de jefa territorial de la WDR con sede en Essen y tiene a 120 personas a su cargo. MICHAEL ENGLERT

Han sido décadas de pretender ser otra cosa, de vivir una vida que no acababa de sentir como propia, pero la transición de Kellermann (Ratingen, 1957) tiene un final feliz. En contra de lo que durante años había rumiado, el mundo no se vino abajo. En su empresa asumieron su decisión sin problemas y, salvo los troles de turno, en las redes sociales recibe un cariño que un año después todavía le arranca la sonrisa. Fue una transición que nació de un impulso posible gracias a un clima social cada vez más propicio y que luego Kellermann fue capaz de ejecutar y compartir con una serenidad y empatía que le ha granjeado el respeto y la admiración de muchos.

“Yo sabía que mi decisión iba a suponer una carga para los compañeros en la oficina”, reflexiona. Llevaba muy poco tiempo al frente de la delegación de Essen. Tres meses y medio antes, el equipo había conocido a su nuevo jefe. Ahora se encontraban con que a la vuelta de las vacaciones su superior era una jefa. Consciente de la magnitud del cambio, Kellermann les escribió una carta desde San Francisco explicándoles que tenía que hacer lo que había hecho, que no podía seguir así. “Les dije, además, que me podían preguntar lo que quisieran, enviarme wasaps o llamarme aunque estuviera de vacaciones”. Algunos le escribieron con preguntas, pero lo que más recibió fueron mensajes de apoyo. “Imagino por lo que debes de estar pasando”, le decían. “Aquello fue muy alentador”, recuerda ahora, todavía con visible emoción.

Kellermann sostiene una foto del pasado en la que aparece trabajando de periodista.
Kellermann sostiene una foto del pasado en la que aparece trabajando de periodista. MICHAEL ENGLERT

Enseguida escribió al jefe de recursos humanos del trabajo. “Soy una mujer y quiero hablar contigo’, le dije. Me contestó que en la empresa hay 4.000 empleados y que había habido algún caso, aunque nunca de nadie tan prominente. Fue muy cariñoso y acabé llorando”. Cuando les preguntó si podría aparecer delante de la cámara, no lo dudaron. Le aseguraron que creían firmemente en la diversidad en los medios de comunicación.

Faltaba el trago del primer día de trabajo. Era un viernes. Kellermann llevaba pantalones y bailarinas. Recuerda cómo en un corrillo con unas compañeras empezaron a discutir sobre tipos de manoletinas. “Fue un alivio, me sentí muy aceptada”. Después de la reunión de las noticias del día, Kellermann tomó la palabra delante de los empleados. “Les conté la historia de mi vida. Cuando terminé, la gente aplaudió”. Al día siguiente, el cartel que cuelga en la puerta de su oficina estaba cambiado: 428. Studioleiterin. Georgine Kellermann. La firma del mail y las tarjetas de visita tampoco tardaron en llegar.

Cuando se le pregunta que por qué no lo hizo antes, Kellermann no se engaña a sí misma. Le daba miedo la reacción de los demás. “Yo trabajo en una posición pública. Me encanta contar historias. Pensé que la gente se iba a reír de mí e iba a tener que dejar de hacer lo que más me gustaba (…) tenía miedo de que, si era quien soy, no pudiera seguir haciendo lo que había hecho durante tanto tiempo. Al final eso resultó ser una idea falsa”.

Su pasión es evidente cuando cuenta sus mil batallas ejerciendo de periodista en los puntos más calientes del planeta. Por un lado estaba el dolor que le produciría la burla, pero además temía perder el respeto profesional, que dejaran de valorar su trabajo y considerarlo serio. “Mi miedo siempre fue que, si salía del armario, cuestionaran mi profesionalidad como un periodista respetable. Mil veces lo anticipé en mi cabeza. La gente se iba a reír por ser quien era y yo no quería que se riesen, porque esto es una cosa muy seria”. Pero aquel día en el andén, el vaso acabó por derramarse. “Me di cuenta de que algo en mi vida iba mal, de que me faltaba algo, y ese algo era la verdad. Ahora ya no tengo que actuar, soy libre. Toda la energía que antes empleaba en fingir, ahora la puedo usar para muchas otras cosas. Ya no vivo con miedo a que me descubran”.

La periodista en uno de los estudios de la cadena donde trabaja.
La periodista en uno de los estudios de la cadena donde trabaja. MICHAEL ENGLERT

Kellermann es de alguna manera una privilegiada. Muchas personas, para hacer su transición, renuncian a su trabajo y a su vida familiar o sentimental. Su acomodada posición laboral era una ventaja, pero a la vez también una cárcel, porque el miedo a perder la profesión que ama era atroz. “Sí, soy una privilegiada, pero ser una persona pública conlleva otras preocupaciones”.

Su vida privada siempre había sido otra cosa. Durante su juventud y vida adulta siempre había sido un hombre en la calle y una mujer en su casa. De puertas para adentro se vestía de mujer. “En cuanto llegaba a casa, lo primero que hacía era ponerme un vestido. Sé que eso no me convierte en una mujer, pero para mí era un símbolo”. Por eso no ha tenido que comprar apenas ropa nueva. El día que salió del armario ya tenía en casa tres llenos de ropa de mujer. Pero mientras en su vida doméstica reinaba la armonía, Kellermann seguía rumiando: “Yo se lo decía a mi pareja: cuando me retire seré la persona que realmente soy. Ella me animaba a dar el paso, pero yo tenía muchas dudas. Ahora está muy contenta”.

Su madre, que ya no vive, lo sabía y Kellermann asegura que estaba celosa de sus piernas largas y delgadas. A su padre no le gustaba un pelo lo que veía, pero la periodista cree que tal vez hubiera cambiado, que en esta transición se ha encontrado con gente de 90 años que le pregunta que por qué no lo hizo antes y que le dice que se la ve muy bien. “Pero hace 20 años se habrían reído de mí”, agrega.

Por eso, aunque su proceso haya sido lento, Kellermann cree que este era “el momento adecuado”. “En los años ochenta la sociedad no era tan tolerante como ahora. Si en vacaciones alguna vez me vestía de forma un poco más femenina, había gente que por la calle me señalaba con el dedo, que se reía de mí. Cuando estaba sentada en una cervecería, una vez escuché: ‘¡Yo le echaría!’. Creo que no hubiera salido bien. Que haya esperado tantos años tiene que ver con que la sociedad también tenía que evolucionar hacia donde hoy está”. En las últimas décadas, el mundo ha cambiado mucho y muy rápido. Y su país, también. “Creo que Alemania es más progresista de lo que creemos. Como tuiteé una vez, es el país que a los retrógrados no les habría gustado que sea”. Cada persona encuentra en su camino vital palancas que la ayudan en su transición. Para Kellermann, un punto de inflexión importante fue la aparición de Conchita Wurst en el festival de Eurovisión representando a Austria en 2014. “No me lo podía creer”. Otro, fue una exposición en el Ayuntamiento de su ciudad sobre un hombre que vestía ropa de mujer en los años treinta y que llegó a los tribunales para pelear por su derecho a ponerse lo que le diera la gana.

A ella le ayudaron también las redes sociales. “Sin ellas no estaría donde estoy. Sé que se habla mucho del odio en las redes, y sí, tengo troles, pero sobre todo mucho apoyo, y eso ayuda mucho. Además, si no, ¿cómo lo haces, alquilas un local gigante y convocas a mucha gente para decírselo?”. Las redes sociales le proporcionaron a Kellermann la distancia que necesitaba. Lanzó la bomba a través de Facebook, en plenas vacaciones y con el océano Atlántico de por medio, dando tiempo a que la noticia fuera digerida.

La primera vez que salió en la pequeña pantalla como mujer fue el pasado abril, durante un reportaje sobre la brigada de bomberos en Bochum, también en el oeste de Alemania. “Era un ambiente muy masculino, pero me trataron con mucho respeto”. Cuando terminó la retransmisión, Kellermann daba saltos de la emoción, no se lo creía. Esos ambientes de compadreo masculino y de machos alfa los ha frecuentado a menudo. Ahora los analiza tal vez con mayor distancia. “Los hombres son muy graciosos. Cuando están en grupo, en los congresos de los partidos, ves cómo se adulan los unos a los otros y se dicen lo bien que lo han hecho”, interpreta con sorna.

El agrio debate sobre el lugar que ocupan las personas trans en el feminismo no le resulta desde luego ajeno. Kellermann se considera feminista cuando se trata de defender los derechos de las mujeres. “Es que no entiendo una sociedad que pueda tratar de manera desigual a hombres y a mujeres. Ahora, durante la pandemia, son las mujeres las que han tenido que cargar sobre todo con la familia, la casa… Pero si me preguntas si a mí me han tratado mal, si he sido discriminada como otras mujeres, te diré que no”. Asegura que no comulga con lo que llama el feminismo de vieja escuela, “pero afortunadamente no es el único tipo, también hay feministas que por ejemplo aprueban el trabajo sexual”. “Yo entiendo que para ellas [las feministas clásicas] soy un señor que se pone vestidos, y entiendo su razonamiento, pero en realidad son tan poco progresistas como los derechistas que no toleran a la gente diferente”, argumenta la periodista alemana.

Pero Georgine Kellermann no es de las que se recrean ni mucho menos en las diferencias ni en las divisiones; lo suyo es un vitalismo contagioso, propio de quien está dispuesta a exprimir la vida. Para la sesión de fotos se atusa el pelo y se pone las gafas porque piensa que se ve mejor. Antes, ha pasado por la maquilladora. Posa con la profesionalidad y paciencia de quien lleva años enfrentándose a las cámaras. Es evidente que lo hace en parte por la emoción de la novedad, pero sobre todo, por quienes llama sus “hermanas”, aquellas que, como ella en el pasado, se sienten atrapadas en una vida que sienten que no acaba de ser la suya. A quienes están en la misma situación que ella estuvo hace no tanto y no saben si pueden contar con la complicidad de su familia, sus amigos o su empresa, les aconseja: “Hacedlo con cuidado”. Pero también les recuerda algo: “Al final se trata de uno mismo, no de la sociedad ni de tu familia”.

EL PAÍS SEMANAL

NUEVO ESTUDIO SOBRE REALIDAD LGTBI+

Después de unos meses duros e intensos de trabajo ya se puede compartir los resultados finales del Estudio sobre la realidad de la población LGTBI+ en la isla de La Palma .

Nos gustaría agradecer nuevamente la colaboración, el tiempo, la generosidad y la apertura que muchas/os/es emplearon tanto para las entrevistas como para responder y difundir el cuestionario online.

Por fin podrán tener entre sus manos esta primera aproximación a la realidad de las personas LGTBIQ+ de La Palma – problemáticas, necesidades, etc.- que pretende marcar las líneas de actuación, los retos y las proyecciones de futuro para contribuir al cambio y a la mejora de sus vidas. Además de seguir trabajando para construir una isla y una sociedad más justa e igualitaria en la que todes tengamos los mismos derechos y oportunidades.

DESCARGAR EN : https://www.violetaslapalma.org/ 

NO MORE MATILDAS

La campaña #NoMoreMatildas alerta sobre la falta de referentes femeninos en la ciencia y los textos escolares y su impacto negativo en las aspiraciones profesionales de las niñas.

Una de las ilustraciones de la campaña #NoMoreMatildas. RODRIGO GARCÍA

“Si se hubiese dejado a las mujeres científicas brillar, habríamos ido muchísimo más deprisa”. Así de contundente se expresa Carmen Fenoll Comes, presidenta de la Asociación de Mujeres Investigadoras y Tecnólogas (AMIT) sobre la discriminación que han sufrido muchas científicas a lo largo de la historia, algo que se conoce como el efecto Matilda. Debe su nombre a Matilda Joslyn Gage, una activista norteamericana del siglo XIX que luchó por el sufragio femenino, y que fue la primera en denunciar que a las mujeres investigadoras se les negaban sus aportaciones. La autoría de sus descubrimientos pasaba así a sus compañeros de investigación o maridos.

La campaña de AMIT #NoMoreMatildas es una idea de Gettingbetter, una agencia creativa de Alicante, con la colaboración de Dos Passos Agencia Literaria y Comunicación y producida por Kamestudio. Tiene como objetivo aumentar la presencia de mujeres científicas olvidadas en los textos escolares y fomentar así las aspiraciones profesionales de las niñas. El proyecto ha logrado una gran repercusión en redes sociales. Carmen Fenoll se muestra sorprendida de que hasta el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, se haya hecho eco de ella en su cuenta de Twitter. La etiqueta ha sido trending topic en España. Para esta doctora en Ciencias Biológicas por la Universidad Autónoma de Madrid, esta materia pendiente no se ha querido abordar. “Hay escrita literatura seria, no te puedes imaginar cuánta, sobre todo de mujeres y algún hombre que se han dedicado a hacer una labor de investigación histórica identificando un montón de Matildas. No los conoce nadie porque a nadie le interesa, pero la investigación está hecha”, señala.

La campaña #NoMoreMatildas denuncia la falta de referentes femeninos en la ciencia.
La campaña #NoMoreMatildas denuncia la falta de referentes femeninos en la ciencia.

En esa falta de referentes históricos, el reflejo se encuentra en los libros de texto. Tan solo un 7,6% de las menciones en la ESO en la materia de ciencia corresponden a mujeres, según estudios de la Universidad de Valencia y de la Universidad Complutense de Madrid.Eso mina mucho porque lo ves año tras año a lo largo de toda tu formación escolar. Hay otro efecto que se suma a este y es que toda la iconografía de los libros de texto de primaria y secundaria siempre representa a las mujeres escuchando y apoyando a un científico, un aviador, un hombre. Todo esto termina por hacerte creer que esto no es para ti. La falta de referentes es fundamental para disuadir a las niñas a que se dediquen a estas profesiones”, alerta Fenoll.

Lucía de La Vega, coordinadora del proyecto de Gettingbetter, cuenta que han creado tres cuentos con las ilustraciones de Rodrigo García y textos de Nöel Lang en los que se imagina qué hubiera pasado si Einstein, Fleming o Schrödinger hubieran nacido mujer. También una selección de 19 nombres femeninos que no han tenido la visibilidad o el reconocimiento que se merecían dentro de la sociedad. Para elegir a quienes incluir en la lista, colaboró tanto Amit como profesoras de universidad y periodistas de forma altruista. “Es una primera selección porque tristemente se puede ampliar, vemos que fuera del entorno anglosajón hay muchas científicas que hay que rescatar también. Queríamos generar algún tipo de material descargable por padres y educadores que nos sirva para customizar los libros de texto y convertirlo en un acto de protesta, si no las niñas tienden a pensar que no es cosa suya”, aclara.

#NoMoreMatildas imagina cómo debió de ser la vida de aquellas científicas, cuánta vocación había que tener para seguir investigando cuando les estaban poniendo la zancadilla a cada paso. En la actualidad, las mujeres representan el 28% del alumnado en carreras científicas en el mundo, según la Unesco. “Descubres a través de datos del Ministerio de Educación que en las carreras STEM -acrónimo de Ciencia, Tecnología, Ingeniería y Matemáticas- es donde está el problema. En medicina las mujeres siguen teniendo buena representación y empieza a estar más equilibrado, pero en lo más tecnológico la desigualdad es tremenda y va a la baja. En matemáticas se ha pasado del 30 al 12%, la tendencia no va a mejor, es negativa. Algo estamos haciendo mal aquí”, responde de La Vega.

Carmen Fenoll indica que hay trabajo de sociólogas y psicólogas que han hecho estudios sobre la importancia de que exista diversidad dentro de cada campo: “No solo pasa referente a las mujeres sino con cualquier colectivo que esté infrarrepresentado. Los miembros de ese colectivo se sienten como un pulpo en un garaje porque ven que a su alrederor todos son hombres o tú eres negro y todos son blancos. Lo que dicen los sociólogos sobre las dinámicas de los grupos es que para que tú te sientas cómodo dentro tu minoría debe representar el 30% y si es menos piensas que no pintas nada y que eso no es para ti”.

Carmen Fenoll, presidente de la Asociación de mujeres científicas y tecnólogas. AMIT

Por eso, defiende que desde el feminismo siempre se hable de las cuotas en sentido positivo porque tiene que haber un numero mínimo de científicas en los distintos campos del saber para que ese circulo se empiece a romper y no se retroalimente. El efecto Matilda, sin duda, ha tenido consecuencias en el pasado y en el presente. “Hay ejemplos de científicas que demostraron hechos importantísimos y que esos hechos se han quedado en un cajón 10, 20 o 40 años porque la comunidad científica no aceptaba que una mujer dijese esa cosa tan poco convencional. Muchas mujeres tremendamente capaces y brillantes no pudieron dedicarse a hacer ciencia, ni siquiera que hiciesen ciencia y les robasen los datos. La historia de la primera mujer de Einstein lo pone muy bien en evidencia, sepultada por un montón de hijos y por la casa, siendo una mente absolutamente privilegiada”, concluye

EL PAÍS