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María Rosa Alonso

Texto: Juana González González

MARÍA ROSA ALONSO

(1909-2011)

Tan en carne viva llevo el amor por mis Islas y tan atlántica me siento…

 

 

María Rosa Alonso fue una escritora que cultivó prácticamente todos los géneros literarios, además de ser una gran luchadora por la defensa de sus derechos en un mundo dominado por hombres.

Nació en Tacoronte y a los diez años su familia se trasladó a vivir a La Laguna, allí realiza los estudios de Bachillerato, en ese momento sólo podía estudiar en la Universidad las carreras de Derecho o Ciencias Química y su vocación era la Lengua y la Literatura. Por lo que decide esperar un tiempo para trabajar y ganar algún dinero y poderse trasladar a Madrid.

Entre 1930-1933 comienza a publicar trabajos literarios y culturales en varios periódicos regionales bajo los seudónimos de Sagitario y de María Luisa Villalba (118 artículos). Recibe cuatro premios por otros tantos trabajos dedicados a conmemorar el segundo centenario del escritor José de Viera y Clavijo. También funda y pone en marcha el Instituto de Estudios Canarios.

Finalmente, en 1933 puede ir a estudiar Filología Moderna en la única Universidad que había en Madrid, la Centra, hoy denominada Complutense. Allí asiste como libre oyente a las clases de Ortega y Gasset, y tiene como profesores a Zubiri, Dámaso Alonso, Américo Castro, Pedro Salinas, T. Navarro Tomás, Millares Carlo y otros, teniendo como compañeros a personajes tan importantes como, por ejemplo, Julián Marías. Además, realiza una intensa actividad cultural, tanto en Madrid como en sus islas.

Estando de vaciones en Tenerife, estalla la Guerra civil, por lo que no podrá retomar sus estudios universitarios hasta pasados cinco años. Mientras, sigue con sus actividades culturales, por ejemplo, publica sus dos primeras obras: San Borondón, signo de Tenerife y En Tenerife, una poetisa, Victorina Bridoux.

Una vez obtenida su licenciatura, ingresa como profesora en la Universidad de La Laguna, y a su vez, desempeña diferentes responsabilidades y colabora con publicaciones de las islas y de la península. Publica cinco obras, entre las que destaca El poema de Viana, su tesis doctoral en la que hace un profundo estudio histórico-literario sobre el Cantar de gesta de la conquista de Tenerife.

Pero cuando su tutor Ángel Valbuena Prat deja la Cátedra de Filología, no se le concede ésta que le pertenecía por méritos propios por ser mujer y “roja”. Debido a esta afrenta emigra a Venezuela, aquí se reconocen su valía intelectual y le conceden la Cátedra de Filología en la Facultad de Humanidades de los Andes en Mérida. Los años de “exilio” fueron muy fructíferos pues publica cinco libros, colabora con diversos periódicos, forma parte de la Comisión editora de la obras de Andrés Bello teniendo a su cargo la revisión de textos y la elaboración de índices de varios capítulos. En esta etapa venezolana, no deja de seguir colaborando con publicaciones canarias y peninsulares, igualmente le publica un libro en Tenerife.

En 1968, por motivos de salud se queda a vivir en Madrid, aparece otro libro suyo Papeles tinerfeños. En 1975 con la muerte del dictador, empieza a reconocerse sus méritos: homenajes en forma de nombres de calles, colegios, institutos, bibliotecas y otros honores entre los que destacan el Premio Canarias de Literatura.Se publican tres obras suyas

En 1999 regresa definitivamente a la Ciudad de La Laguna,desde donde sigue colaborando con diversas publicaciones, se reeditan algunas de sus obras, se publica otra obra suya en dos tomos y en 2010 el gobierno de Canarias le dedica el Día de las Letras Canarias a la investigadora, escritora, ensayista y crítica literaria María Rosa Alonso.

El 28 de mayo de 2011 fallece a los 101 años, fue incinerada en la intimidad y esparcidas sus cenizas en La Punta del Hidalgo, lugar al que dedicó su tercer libro, Un rincón tinerfeño. La Punta del Hidalgo.

Como conclusión podríamos decir que la escritora canaria ama a su gente, pero a la vez se siente ciudadana del mundo, no sólo sabe escribir sobre sus guanches sino que, de la misma manera estudia a los clásicos españoles, griegos o latinos; y también investiga sobre escritores europeos o americanos. Igual hace un artículo sobre la ñamera del Puerto que escribe un gran ensayo sobre Bécquer; tanto habla del español que se escribe en Venezuela, como del que se habla en Canarias o en cualquier otro sitio de las Españas. Para ella el escribir no tiene límites, por eso sólo podemos decir que María Rosa Alonso es ella, María Rosa Alonso.

 

 

 

Vamos a aportar algunos fragmentos de esta escritora para que tengas una idea sobre su pensamiento:

De Papeles tinerfeños

La disertación del Dr. González era una disertación científica. Repito que no la entendí, pero no puedo encubrir mi ignorancia bajo la capa de un desdén. Sin entenderla saqué una consecuencia: que por vez primera se hace ciencia en la Universidad de La Laguna por unos hijos del país que trabajan con perseverancia con el doctor González […] un hijo de Canarias nos ha dicho que hacer Universidad no es limitarse a expedir títulos, y tener cargos de responsabilidad, no es tampoco limitarse a ostentarlos o vestirse de frac.

Misterioso poder el de la música. Embrujado sortilegio el suyo. Unas veces demoníaco y otras angélico. La música es nudo umbilical que nos une a secretas fuerzas mágicas indefinibles, o nos eleva a las armónicas esferas pitagóricas de que hablaba al músico Salinas el alma ardorosa y estremecida de Fray Luis de León.

Dura y desgraciada faena es la de escribir obra de investigación, pero en una isla, en una tierra tan pequeña, la dureza todavía es mayor. Un escribir que es un llorar, como en el Madrid romántico de Larra, un buscar voz sin encontrarla, un morirse entre cuatro paredes de libros, o un escapar hacia la luz y dejar atrás las sombras, la soledad…

De Residente en Venezuela

Mis Islas Canarias son algo así como un eslabón que une el continente europeo con las tierras nuevas de América. Las gentes más humildes tienen casi siempre un “trasmarino” en la familia, porque el mar es camino y aventura para tan breves ¿posadas? como aquéllas […] Obvio y axiomático resulta que América sea el producto de una continuada inmigración. Tal corriente no ha cesado a lo largo de estos cinco siglos.

Semejante característica formativa da al venezolano actual un aire abierto a la rosa de todos los vientos, porque cuando el recelo –muchas veces justificado- apunta en el nativo (siempre con un antepasado extranjero, claro está), lo que toca a su puerta de xenófobo es una chatez localista, que aprovinciana la manifestación universal a que toda cultura debe tender, si es que quiere, de verdad, contar y no consumirse en su estrecho recinto pueblerino.

 

 

 

Son muy interesantes las cartas que recibía de grandes autores como: José Ortega y Gasset, Américo Castro, Menéndez Pidal… Como ejemplo de la consideración de estos intelectuales hacia nuestra escritora, veamos un fragmento de una carta de Dámaso Alonso:

Mi querida María Rosa Alonso: le pongo estas líneas muy emocionado por su artículo. Y encantado de que a una mujer tan inteligente como V. le haya parecido bien.

-Pero… me pone V. en un conflicto. Me va a dar mucha vergüenza llevarlo a ningún lado para que lo publiquen: tan elogioso es…

Alonso Zamora Vicente hace una crítica muy elogiosa del libro Residente en Venezuela, publicado en 1960:

…Y no nos defrauda su lectura. Es un vivo placer ir de la mano de la autora, acompañándola, conviviendo estrechamente, hora tras hora, su experiencia venezolana. […] Nos maravilla sobre todo la agilidad espiritual de la autora para ir dándonos sin aspavientos, sin retórica vacía, sus altibajos y sus esfuerzos para acomodarse al nuevo vivir. […] Aprendamos de este libro lo que tiene de tenaz dedicación, de silencioso y abnegado magisterio y escuchemos, con fervor incluso, la voz de María Rosa Alonso, que nos llega, tan entera a pesar de la distancia, desde su Universidad recién creadita, allá en su Mérida andina.

Nuestro gran poeta Emeterio Gutiérrez Albelo, también hace una crítica de este libro y nos dice:

La culta escritora de Tenerife, que tan justa fama ha alcanzado, fuera de estas islas –y aún de España- ha hermanado siempre su labor de educadora, de Profesora de Liceos y Universidades, con la de escritora en una labor cada vez más fecunda y más valiosa. Este libro con que ahora nos regala viene una vez más a confirmarlo; y en él ha volcado, ha querido volcar, sobre todo, sus experiencias venezolanas. Claro es, que en un temperamento como el de María Rosa y en una formación tan perfecta, la actitud no se limita, no queda constreñida por lo local, sino que desbordando sus límites más próximos, se derrama –así lo ha hecho siempre- hacia campos universales…

El novelista Javier Marías, cuyos padres (Julián Marías y Lolita Franco) estudiaron con nuestra escritora, habla de ella en dos sendos artículos aparecidos en la revista del País semanal. En el primero de ellos hace referencia a “Algunas de las mejoras personas y nos dice:

María Rosa Alonso, por ejemplo, se me disculpa siempre por su tardanza en leer los libros que suelo enviarle, pero “es que tengo tanto que hacer”, me dice a sus noventa cumplidos, y yo sé que es pura verdad, porque al poco veo un nuevo artículo suyo en la prensa canaria o su firma en algún estudio.

También le dedicó a María Rosa Alonso su artículo semanal cuando ella cumplió años “Los cien años de una amiga”, en ella hace una semblanza de la personalidad de nuestra autora:

Por decirlo de alguna manera, yo tenía la seguridad, de niño, de que se podía contar con ella para lo que fuera, rezumaba lealtad e incondicionalidad y afecto. Sin duda ha sido una excelente amiga de sus amigos, lo cual significa que no se habrá abstenido nunca de decirles, a cada uno, lo que no le pareciera bien de ellos. […] Siempre activa y siempre atareada, en no pocas ocasiones metida en polémicas con algún ignorante que ha soltado idioteces en la prensa canaria. Una mujer sagaz y alerta, de las que desmienten que con la edad se pierdan la curiosidad y la vehemencia. Con una vejez así, ojalá le queden aún muchos años y estos cien que ahora cumple entre fastos no la dejen agotada ni asqueada por el empalago (al que contribuyo con estas líneas, ya lo sé: mis disculpas).

 

 

 

María Rosa Alonso tuvo que superar muchos obstáculos por el simple hecho de ser mujer, vamos a ir viendo algunos fragmentos que tratan el tema en sus obras:

En su época de estudiante en Madrid, en plena República, ella no sintió descriminación por ser mujer y en su libro Pulso del tiempo, habla sobre sus compañeros de carrera y como salieron adelante profesionalmente tanto hombres como mujeres y termina aludiendo a sus relaciones afectivas:

Amistades y relaciones de amor se rompieron entre estas personas. Omitiré las quiebras para citar las soldaduras: Lolita Franco se casó con Julián Marías y María Josefa Canellada con Alonso Zamora. Otros y otras de los que he eludido y nombrado se han casado con personas ajenas al “grupo” universitario; algunos están a punto de casarse y otros no hemos encontrado quien nos aguante.

En su libro En Tenerife, una poetisa. Victorina Bridoux y Mazzini. 1835-1862.:

Por un lado, es muy curiosa la descripción que hace de las mujeres del Santa Cruz de la época:

Constantes en sus relaciones y en sus tratos, son después buenas esposas, buenas madres, si llegan a tener la suerte de poseer estos títulos en un país que tan pocas ocasiones ofrece para la colocación de las mujeres. […] De las estadísticas comparativas que insertan los citados señores en su obra deducen que en Santa Cruz es donde menos matrimonios se celebran: “Todo esto quiere decir que, cifrando generalmente las mujeres su felicidad en el matrimonio, las hembras de Santa Cruz de Tenerife son más infelices que las de las naciones con quienes las hemos comparado”.

Por otro lado, nos encontramos con una interesante reflexión etimológica de la palabra poetisa:

Hoy día a las mujeres que escriben poesía no les gusta semejante nombre. La voz poetisa entró en el Diccionario en el siglo XVII; carga con sufijo griego -isa, que tienen pitonisa, sacerdotisa, profetisa y papisa, una voz vacía ésta, que jamás el alborotado feminismo podrá llenar; hubo, no obstante, una legendaria papisa Juana, que sólo dejó tan singular nombre. Poetisa es voz culta y tardía. En Grecia y Roma las hubo muy buenas, pero el nombre en latín era poetria, derivado del griego, y no poetisa, que acaso nos venga de un latín tardío o del francés poétesse; pasó al inglés como poetess, porque el inglés adquiere casi todo refinamiento cultural del mundo latino. Ahora se venga inundándonos de anglicismos.

Tal vez porque las poetisas en el siglo XIX eran legión y escribían unos versos sensibleros y horrendos muchas veces, si bien no todas, la voz se desprestigió, así que ahora las mujeres se ocupan de tal menester poético prefieren que las llamen “la poeta”, pero, amigas de mi alma, a mí me suena horrible eso de “la poeta”, con más vocales que consonantes y esas dos aes de terminación en artículo y nombre producen mal sonido o cacofonía, así que si una voz es cursi, la otra es mal sonante, pero ellas dirán como prefieran.

Es de destacar de qué manera la atacaron por ser mujer cuando escribió el libro Un rincón tinerfeño. La Punta del Hidalgo:

Cuando no se atan los cabos ni se está lo suficientemente enterado, más vale no hacer nada o dedicarse a las tareas propias del género femenino. Mire usted, estas cosas son muy serias y hacer frivolidades en literatura no es nada honesto. Las mujeres no tienen responsabilidad alguna y la autora ha hecho este libro con el mismo y ligero desenfado que pudo haber hecho una americana blanca para caballero. En estas cosas, la frivolidad femenina tiene que hacer muy poco.

En El Poema de Viana, Estudio histórico-literario de un poema épico del siglo XVII, la tesis de María Rosa Alonso, ahí nos hace un recorrido histórico-literario sobre el papel de la mujer:

Las amazonas Pentesilea y Camila parecen un vestigio literario de lejanas épocas prehistóricas del matriarcado, pero en el Renacimiento se transforman en activas guerreras. Ya en el Medioevo la mujer no es siempre una estatua sedente como en el “Mío Cid”, sino que nos encontramos con figuras femeninas como Doña Sancha; y en el Romancero ya son más desenvueltas y hasta guerreras, y así son amadas y respetadas por sus compañeros. […] Y es que algo ocurre en el pensamiento de una época que no es ya la medieval. El Cortesano ha dado normas no sólo para el perfecto caballero, sino para la perfecta dama. El antiguo “animal imperfecto” de Aristóteles tiene un alma que ante Dios, es igual a la del hombre y tan libre como la de éste. Las guerreras y heroínas de los poemas épicos renacentistas se mueven con entera libertad.

En su única novela Otra vez,aparece la siguiente afirmación:

Una mujer que conoce la inquietud del trabajar diario y la responsabilidad de un trabajo, no ofrece nunca esa dimensión simple de la mujer-cosa, que es fácil de sobornar.

Unos de los momentos más tristes de su biografía es cuando se ve obligada a “exiliarse” a Venezuela, porque uno de los motivos por los que no se le concede la cátedra en la Universidad de La Laguna es por ser mujer, aunque los que le concedieron el honor de ser la primera mujer que leía un pregón en su ciudad, no atendieron sino a su valor profesional y humano, en Papeles tinerfeños nos dice:

Ninguna palabra nueva es posible pronunciar para esta amada ciudad de La Laguna de mi soledad […] La única novedad que tiene es que lo hace la voz de una mujer. Para que una voz haga pregón y homenaje a una ciudad precisa además haberla vivido. Vivir es convivir, es juntar amor y sufrimiento, alegría y llanto.

Los años venezolanos son muy fructíferos y nos encontramos algunas opiniones sobre el tema de la mujer en su libro Residente en Venezuela:

Hace unos años me vine a Venezuela con la intención de pasar uno en Caracas. Me subí sin más ruido que el del avión de Los Rodeos […] sin más equipaje que una maleta de avión con lo preciso para seguir ese rumbo de viajera, que lucha en contraste como mi otro signo sedentario femenino.

La solterona como triste categoría social. La solterona de antaño era una pobre segundona de la familia, que, camino del otoño, pasaba a cuidar sobrinos o santos. La solterona era incapaz de valerse por sí misma, porque una mujer era entonces un animalito más o menos bello, educada sólo para tener hijos (y ni bien educada para tan noble y natural función). En esta condición su papel era triste, porque al caer los años la lucha se entablaba sin cuartel entre el tiempo y la pobre criatura, ridículamente parada en unos treinta años permanentes, que no se resignaban a cambiar de cifra de doce en doce meses.

En su libro La ciudad y sus habitantes hay unos párrafos en los que aparecen interesantes afirmaciones sobre el tema que nos ocupa:

Tan arraigado está en todas las clases sociales el esquema de la mujer objeto, a que nos hemos referido, que la antigua campesina, igualada al hombre a causa de trabajar tanto o más que su marido, al pretender vestirse “igual que una señorita” del pueblo o ciudad y vivir como ella, ha perdido un tanto su autoridad, la autoridad de un ser libre, que trabaja y hace su vida; que es sujeto y no objeto.

Y todo lento, sin escándalos ni revoluciones, casi sin apenas pedir, por la forma misma de la evolución de los tiempos, la mujer objeto, ha principiado, en gran parte, por dejar de ser objeto […] De lo que se trata es de trabajar en lo más conveniente y, además de la suerte, juega un gran papel en su elección la inteligencia, preparación y laboriosidad del sujeto que trabaja. Nunca he sido “feminista” y mis lectores lo saben, desde que vengo escribiendo, pero sí me parece justo que, en códigos, trabajos, derechos y deberes seamos los humanos todos iguales, que todos seamos sujetos, pero no que unos (o que unas) sean objeto (el caso más ostensible es el de la prostitución) o “segundo sexo”. Vamos a jugar sin trampas de que “la reina eres tú” y cositas así. De libertad no se habla. Libertad no tiene mucha, hoy día casi nadie. La libertad, en general, no se da. La libertad se gana.

En Las Generaciones y cuatro Estudios, María Rosa Alonso aborda el tema de la mujer:

La mujer es un producto de la cultura tardía; la hembra, un producto de naturaleza y como tal producto de naturaleza ha contado en tanto su función biológica permanece activa, actividad que suele abarcar unos treinta años, entre la zona de sus quince a sus cuarenta y cinco años, aproximadamente, en términos generales y excepciones aparte. Los demás son infancia y vejez, que en su función reproductora, no cuentan. Es cierto que la edad cronológica va alterándose a lo largo de los siglos, no sólo porque se viva más, gracias a la técnica, y la edad media de la especie cambie, sino por el proceso mismo de la cultura, pero en todo caso en la mujer la edad ha sido siempre algo específicamente dramático y sólo en la madurez cultural de nuestro tiempo la mujer, además de hembra, es algo más, es decir: mujer.

 

 

 

https://www.ull.es/viewullnew/institucional/prensa/Noticias_ULL/es/2125416

 

 

 

1. Producción propia

San Borondón, signo de Tenerife. (Artículos, notas, crónicas). 1931-1936, (20012), Santa Cruz de Tenerife, Editorial Leoncio Rodríguez.

– En Tenerife, una poetisa. Victorina Bridoux y Mazzini. 1835-1862. (20013), Excmo. Ayuntamiento de Santa Cruz de Tenerife.

– Un rincón tinerfeño. La Punta del Hidalgo, (20002), Excmo. Ayuntamiento de San Cristóbal de La Laguna, Tenerife.

– Con la voz del silencio, (1945), Las Palmas de Gran Canaria, Colección de Bibliófilos, nº 20.

– Otra vez, (20042), Santa Cruz de Tenerife, CCPC.

– El Poema de Viana, Estudio histórico-literario de un poema épico del siglo XVII, (1952), Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas.

– Pulso del tiempo, (20062), Santa Cruz de Tenerife, Ediciones Idea.

– Manuel Verdugo y su obra poética, (1955), La Laguna, Tenerife, Instituto de Estudios Canarios.

– Residente en Venezuela, (1960), Mérida, Venezuela, Universidad de los Andes.

– Apuntes de Ortografía Española con explicaciones de léxico, (1966), Mérida, Venezuela, Universidad de los Andes.

– Apuntes sobre la conjugación española, (1967), Mérida, Venezuela, Universidad de los Andes.

– Sobre el español que se escribe en Venezuela, (1967), Mérida, Venezuela, Universidad de los Andes.

– Papeles tinerfeños, (1972), Santa Cruz de Tenerife, Nuestro Arte.

– La ciudad y sus habitantes, (1989), Santa Cruz de Tenerife, Aula de Cultura del Cabildo Insular.

– Santa Cruz, vocación de futuro, (1989), Excmo. Ayuntamiento de Santa Cruz de Tenerife.

– Las generaciones y cuatro estudios, (1990), Canarias, Viceconsejería de Educación y Deportes.

– La luz llega del Este, (1998), Excmo. Ayuntamiento de San Cristóbal de La Laguna, Tenerife.

Todos los que están fueron (Tomos I y II), (2008), Gobierno de Canarias y Excmo. Ayuntamiento de San Cristóbal de La Laguna.

2. Ediciones

– Fernández Neda, Rafael m., Auroras, (Selección de poesías), (1940), Santa Cruz de Tenerife, Biblioteca Canaria.

__, Balcón de Chantre. La cruz quemada. El Valle de la Orotava. (Prosa), (1940), Santa Cruz de Tenerife, Biblioteca Canaria.

– Estrada Pérez, Joaquín, El aparecido del risco azul (leyenda). Crónicas, (1940), Santa Cruz de Tenerife, Librería Hespérides.

– Comedia de Nuestra Señora de la Candelaria, (1944), Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas.

– Machado Machado, Elvira, Alma Canaria. Coplas, (1950), Santa Cruz de Tenerife, Ideas Ella.

– Guimerá, José Manuel, Ensayos y Poesía, I y II, (1951), Santa Cruz de Tenerife, Círculo de Bellas Artes.

– Lorenzo, Felipe, Isla-novia: versos, (1953), Santa Cruz de Tenerife, Ediciones Goya.

– “La endechas a la muerte de Guillén Peraza”, Anuario de Estudios Atlánticos, Madrid-Las Palmas, nº 2, (Separata), 1956.

– “Revista de revistas”, Separata de Humanidades, Anuario de la Facultad de Humanidades y Educación de la Universidad de Los Andes, Tomos V-VI, 1963-64, Mérida, Venezuela.

– “La Literatura en Canarias. Desde los orígenes hasta 1880”, en la Historia General de las Islas Canarias, de Agustín Millares Torres, (1977), Edirca, Las Palmas de Gran Canaria, Tomo IV, pp. 282-295 y Tomo V, pp. 112-131.

– Armas Marcelo, J. J., El árbol del bien y del mal, (1989), Canarias, Viceconsejería de Cultura y Deportes, (Prólogo de María Rosa Alonso).

– Viana, Antonio de, Antigüedades de las Islas Afortunadas, (1991), Canarias, Viceconsejería de Cultura y Deportes.

– Poesía de la segunda mitad del siglo XIX, (1991), Canarias, Viceconsejería de Cultura y Deportes.

– Los Menceyes guanches de Candelaria del escultor José Abad, (1993), Santa Cruz de Tenerife, Litografía Romero.

– “Características de la poesía canaria”. Discurso de investidura como Doctora Honoris Causa de doña María Rosa Alonso, Universidad de La Laguna, Tenerife, 28 de febrero de 1994.

– Viana, Antonio de, Las Antigüedades de las Islas Afortunadas, (1996), Ayuntamiento de San Cristóbal de La Laguna, Tenerife.

– Álbum de Victorina Bridoux y Manzini de Domínguez, (2001), Ayuntamiento de Santa Cruz de Tenerife.

– El Teide: representación e identidad, (2003), Santa Cruz de Tenerife, Cabildo Insular.

3. Innumerables artículos y ensayos en periódicos y revistas especializadas.

Lengua Castellana y Literatura (LCL) e Historia y Geografía de Canarias (HOF)

4º ESO

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